El director del secretariado para el Sostenimiento de la Iglesia, José María Albalad, presentó el miércoles 30 de marzo, en la sede de la Conferencia Episcopal, la Campaña Xtantos 2022, con la que la Iglesia anima a poner la X en la declaración de la Renta.
La Campaña Xtantos es una acción comunicativa que cada año permite ayudar a más de cuatro millones de personas en nuestro país. La ‘X’ de la Iglesia constituye un escudo social de gran impacto, porque la Iglesia no deja a nadie al borde del camino. Las cerca de 23.000 parroquias que hay en España son signo gratuito de la cercanía, de la bondad, de la solidaridad y de la misericordia de Dios.
Esta Campaña también sirve para subrayar que detrás de cada ‘X’ de la Iglesia hay una historia. Hay personas con nombres, apellidos y rostros concretos que en la Iglesia católica han encontrado una mano tendida cuando sus vidas estaban rotas o a punto de estallar.
Esas historias, este año, se personalizan en Tino, Erika, Rosa, María, Álvaro, Blanca y Guillermo. Son siete historias reales. Son los siete protagonistas de la campaña Xtantos 2022. Su agradecimiento les ha llevado a mostrar públicamente la historia de sus biografías, a exponerse en una campaña nacional. Son conscientes del alcance de ese gesto, tan sencillo, pero trascendental, como es marcar la casilla de la Iglesia en la declaración de la renta.
Faustino Tino, tiene 50 años. Vive en El Buste, un pueblo de la diócesis de Tarazona de menos de 50 habitantes y muestra el papel de la Iglesia en el mundo rural, la hoy conocida como España vaciada. Tino da las gracias a la Iglesia porque su párroco le rescató de las drogas y le permitió redescubrir a Dios, que es quien, según el propio Tino, ha conseguido lo que parecía imposible.
Rosa y María son dos historias unidas por la pandemia y por un centro de mayores de la Iglesia de Segovia. Estaban solas, se sentían vacías, y en ese centro de mayores recuperaron las ganas de vivir.
Blanca, hondureña de 37 años, lleva seis en España. Reconoce que el comienzo fue duro, pero que gracias a la diócesis de Cádiz y Ceuta ha logrado salir adelante e incluso juntar de nuevo a su familia. Hoy tiene su tiendecita, como le gusta decir a ella, y es autónoma. El rostro de Blanca es el elegido para el cartel de todas las parroquias de España. Ella ilustra el trabajo de la Iglesia con los migrantes y refugiados, especialmente significativo en este momento de drama humanitario que se vive a raíz de la invasión de Ucrania. La Iglesia se está volcando con el pueblo ucraniano, acogiendo a miles de personas, y enviando también recursos tanto económicos como materiales.
Guillermo tiene 26 años y es un rapero madrileño que responde al nombre artístico de Grílex. Él cuenta abiertamente cómo pasó de “sentirse muerto por dentro” a entregar su música a Dios para contagiar luz y esperanza a través de sus canciones.
El padre Álvaro tiene 38 años y es guatemalteco. Sacerdote y religioso mercedario. Capellán de prisiones en España. El padre Álvaro fue pandillero antes que sacerdote y cuenta cómo la misericordia de Dios ha marcado su caminar. Dice que si no es por la Iglesia él probablemente sería uno de esos presos a los que hoy ayuda como capellán.
Y, Erika, española de 44 años, casada y con dos hijos. Gracias a Caritas, ha redescubierto sus talentos y sus capacidades. Dice haber recuperado la confianza en sí misma y conseguido un empleo.
A partir de estas siete historias, se ha diseñado una campaña multisoporte y omnicanal en la que el público encuentra distintas vías de entrada. Esta visión 360º garantiza un mayor dinamismo y un enriquecimiento mutuo entre el universo online y offline.
Recursos para la Campaña Xtantos
La campaña pivota en torno a la página web portantos.es, donde el usuario, desde el lunes 4 de abril, puede encontrar la versión completa, multimedia, de los seis testimonios. Además de una serie de artículos relacionados, como 10 razones para marcar la casilla de la Iglesia, o la respuesta a algunos de los mitos que circulan en torno a la financiación de la institución.
Partiendo de ese material, la campaña va a tener presencia en televisión, radio, y redes sociales (Facebook, twitter, Instagram y tik tok).
Además, el periódico Xtantos se encartará en prensa nacional y se distribuirá por todas las parroquias. Más de un millón de ejemplares, papel sostenible.
Campaña para asesores en Linkedin con el fin de que recuerden a sus clientes que pueden marcar la casilla de la iglesia y la de fines sociales.
Campaña informativa en PAIS VASCO y NAVARRA debido a que la agencia tributaria en estos ámbitos tienen una casuística diferente.
La Campaña en cuatro claves
Marcar la ‘X’ de la Iglesia es una decisión libre que no perjudica a nadie y no tiene coste alguno, porque ni te cobran más ni te devuelven menos. En ejercicio de democracia fiscal.
Se pueden marcar simultáneamente las casillas de la Iglesia católica y de otros fines de interés social.
Es de las pocas cosas que podemos decidir sobre nuestros impuestos. Es decir, si la dejamos en blanco, es el Estado el que decide por nosotros sobre esa pequeña cantidad. Invitamos a que no se dejen las casillas en blanco.
Y que cada año se puede conocer, a través de la Memoria Anual de Actividades, en qué emplea la Iglesia sus recursos: para los no católicos o no practicantes, marcar la casilla supone también reconocer el papel que la Iglesia tiene en la sociedad española.
También esta campaña sirve para agradecer a tantos que han marcado la ‘x’ en su declaración de la Renta y han colaborado con el resto de campañas realizadas a lo largo del año, ayudando a sostener la actividad de la Iglesia.
Mons. Juan José Omella, Cardenal Arzobispo de Barcelona y Presidente de la Conferencia Episcopal Española anima a todas las personas mayores a participar en el EIM 2022, organizado por Vida Ascendente, en el siguiente video.
Puedes acceder haciendo click en el siguiente enlace:
Durante la Audiencia General de este miércoles 13 de abril, el Papa Francisco alentó a ser “portadores de la paz de Cristo con las ‘armas del Evangelio’ que son la oración, la ternura, el perdón y el amor gratuito a todos”.
El Santo Padre dedicó su catequesis semanal a la “paz de la Pascua” y explicó que la palabra “Pascua significa paso”.
La Pascua “es, sobre todo este año, la ocasión bendecida para pasar del dios mundano al Dios cristiano, de la codicia que llevamos dentro a la caridad que nos hace libres, de la espera de una paz llevada con la fuerza al compromiso de testimoniar concretamente la paz de Jesús”, señaló el Papa.
En esta línea, el Santo Padre invitó: “pongámonos delante del Crucificado, fuente de nuestra paz, y pidámosle la paz del corazón y la paz en el mundo”.
Pepe Rodríguez nos da su receta para vivir la vida plena. El carismático chef desvela a Juan Manuel Cotelo en KATAKUMBA los ingredientes más importantes para cocinar una vida llena de paz, sencillez y alegría.
Para disfrutar un rato y ver la entrevista completa os dejamos el enlace:
El Domingo de Resurrección, también llamado Domingo de Gloria, Domingo de Pascua, Pascua Florida o sencillamente Pascua, es la fiesta central del cristianismo, en la que se celebra la resurrección de Jesucristo al tercer día de haber sido crucificado.
El Domingo de Resurrección marca el final del Triduo Pascual y de la Semana Santa, e inaugura un periodo litúrgico de 50 días conocido como Tiempo Pascual, que finaliza con el Domingo de Pentecostés
El Domingo de Resurrección es un día especial de gran importancia para los cristianos porque representa el inicio del cristianismo.
¡Cristo, el crucificado, ha Resucitado!, las promesas se han cumplido. Es el tiempo de lo nuevo.
“Todo ha cambiado: de la cruz se ha pasado al gozo, de la muerte a la vida, de las afrentas a la alabanza, de las lágrimas al consuelo, del pecado a la gracia, de las tinieblas a la luz. Así es la Pascua: tránsito y cambio de lo viejo a lo nuevo”.
La Resurrección es un elemento indispensable de la religión cristiana, hasta el punto que San Pablo escribe: «Si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe» (primera carta a los Corintios 15, 14).
Este día también cuenta con una secuencia propia, que se lee o se canta antes del Evangelio
Solo nos resta animaros a participar en estas celebraciones para llegar a la Pascua en la certeza de que Jesús ha resucitado. FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN.
El Sábado Santo es la conmemoración de Jesús en el sepulcro y su descenso al abismo. Esta jornada cierra el Triduo Pascual (Jueves Santo, Viernes Santo y Sábado Santo).
Antiguamente, este día se solía llamar ‘Sábado de Gloria’, pero la reforma litúrgica de la Semana Santa acometida por el Papa Pío XII (encargada en 1955 a Monseñor Annibal Bugnini) la denominó como Sábado Santo únicamente.
Día del Silencio
El Sábado Santo rememora especialmente a María tras la pérdida de su hijo, por lo que es un día de dolor y tristeza, destinado al silencio, luto, y reflexión, así como lo hicieron en el sepulcro María y los discípulos.
Todo se ha consumado: el cuerpo de Jesús está ya en el sepulcro, acompañamos a Maria, la Madre, en su Soledad.
Durante esta jornada, la comunidad cristiana vela junto al sepulcro en silencio. De esta forma, en la Iglesia Católica no se realizan eucaristías, puede administrarse la unción de enfermos no se tocan las campanas, el Sagrario se deja abierto y vacío, el altar está despojado, desnudo hasta la celebración de la Vigilia con que se inaugura el Tiempo Pascual.
Silencio, soledad, aparente fracaso… ¿Qué ha pasado? ¿Qué sentido tiene todo esto? Es un silencio en el que se medita y se recuerdan las promesas de Cristo: “Yo estaré siempre con vosotros”. Y en ese aparente fracaso brota de nuevo la esperanza.
Es el momento en el que el Señor desciende a los infiernos, tal y como rezamos en el Credo, no está parado, no está estático, va a abrir el seno de Abraham a rescatar a los justos de Israel para llevarlos al cielo.
Vigilia Pascual
Según la tradición, ésta es una noche de vela en honor del Señor, y la Vigilia que tiene lugar en la misma, conmemorando la noche santa en la que el Señor resucitó, ha de considerarse como «la madre de todas las santas Vigilias» (San Agustín).
Durante la vigilia, la Iglesia espera la resurrección del Señor y la celebra con los sacramentos de la iniciación cristiana. Los fieles, tal como lo recomienda el Evangelio (Lc 12,35-48), deben asemejarse a los criados que con las lámparas encendidas en sus manos esperan el retorno de su Señor, para que, cuando llegue, los encuentre en vela y los invite a sentarse a su mesa.
Toda la celebración de la Vigilia pascual debe hacerse durante la noche. Esta vigilia es figura de la Pascua auténtica de Cristo, de la noche de la verdadera liberación, en la cual, «rotas las cadenas de la muerte, Cristo asciende victorioso del abismo» (Pregón pascual). Desde su comienzo la Iglesia ha celebrado con una solemne vigilia nocturna la Pascua anual, solemnidad de las solemnidades.
La resurrección de Cristo es el fundamento de nuestra fe y de nuestra esperanza, y por medio del Bautismo y de la Confirmación somos injertados en el misterio pascual de Cristo, morimos con él, somos sepultados con él y resucitamos con él, para reinar con él para siempre (cf. SC 6; Rm 6,3-6; Ef 2,5-6; Col 2,12-13; 2 Tm 2,11-12).
Celebración de la Vigilia Pascual
1.-Lucernario: la Vigilia comienza cuando se apagan las luces y el sacerdote enciende una llama de fuego, o bien una hoguera, con la que prenderá luz al Cirio Pascual, el cual es preparado, bendecido y llevado en procesión a través de la iglesia mientras permanece a oscuras.
El Sacerdote entona por tres veces la antífona propia del momento: “Luz de Cristo” a lo que responden los fieles “demos gracias a Dios”. Al mismo tiempo los fieles van enciendo sus candelas, es la luz de Cristo que se reparte entre todos.
Cuando el sacerdote llega al altar se coloca el Cirio Pascual en su lugar, se inciensa el cirio y el libro, y desde el ambón se proclama el Pregón Pascual
2.- Liturgia de la Palabra: Las lecturas de la Sagrada Escritura describen momentos culminantes de la historia de la salvación, cuya meditación se facilita a los fieles con el canto del salmo responsorial, el silencio y la oración del sacerdote celebrante. Se proponen siete lecturas del Antiguo Testamento, entresacadas de la Ley y de los Profetas, aunque este número puede reducirse.
Terminadas las lecturas del Antiguo Testamento se iluminan los cirios del altar y se procede a su adorno con flores, esto puede ser realizado por los fieles. Si hay campanas este es el momento de que comiencen a tañer y de entonar Gloria a Dios en el Cielo como verdadero canto. Al finalizar el Gloria se proclama la Epístola y se canta el Aleluya Pascual y posteriormente el Evangelio.
De esta manera, la Iglesia, «comenzando por Moisés y siguiendo por los Profetas» (Lc 24,26; cf. Lc 24,44- 45), interpreta el misterio pascual de Cristo.
3.- Liturgia Bautismal: trata sobre los temas de la resurrección y el bautismo, como términos que se complementan. Puede dar comienzo con las letanías de los santos, durante esta Liturgia se bendice el agua, se bautiza a los nuevos cristianos de ese año y se renuevan los compromisos bautismales. Se asperge al pueblo con el agua bautismal, es el momento de entonar la antífona “De tu costado ¡Oh Cristo! mana una fuente de agua viva que limpia el mundo de pecado y renueva la vida ¡Aleluya¡ Vi que manaba el agua del lado derecho del templo, ¡Aleluya!, y habrá vida donde quiera que llegue la corriente y cantaran ¡Aleluya!”
Cuando se termina el rito de la Aspersión tiene lugar la oración de los fieles, si ha habido bautismo de adultos los recién bautizados participan por primera vez en esta oración, pues por el bautismo han entrado a formar parte de los fieles, inaugurando así al orar por todos los hombres su sacerdocio bautismal.
4.- Liturgia Eucarística: Es la Eucaristía más importante de todo el Año litúrgico, ya que si bien la Eucaristía siempre celebra y hace presente la victoria y el triunfo de la muerte de Cristo (Sacrosanctum Concilium 6) este triunfo se manifiesta especialmente en los signos de esta Noche en la que también la liturgia de la Palabra ha proclamado el mismo triunfo que luego se hace presente en el sacramento, De la centralidad de la misa de la Noche de Pascua se deriva la conveniencia de que, por lo menos en esta noche se comulgue bajo las dos especies siempre que sea posible, para así alcanzar la plenitud del signo eucarístico.
Los cantos apropiados para este momento deben tener evidente signo eucarístico o estar centrados en la victoria del Resucitado
Desde el Jueves Santo no hemos tenido bendición y hoy se hace la bendición solemne, cerrando el triduo.
Y se despide con “Podéis ir en paz, Aleluya, Aleluya”. A lo que el pueblo responde “Demos gracias a Dios Aleluya, Aleluya”. Es el momento de entonar el “Regina Coeli”, oración mariana pascual por excelencia.
¡Cristo ha resucitado!, ¡en verdad ha resucitado!
Fuentes: Celebrar la Semana Santa de Pedro Farnes. Vivir el año Liturgico de Ramiro González
El Viernes Santo es un día de ayuno y abstinencia en el que se recuerda la pasión y muerte de Jesús crucificado. Se recuerda la Pasión del Señor y no se realizan misas, es un día que debe vivirse en la oración personal y las celebraciones litúrgicas.
Hoy contemplamos a Cristo que, con su muerte inaugura la Pascua venciendo la muerte de toda la humanidad. La cruz, la eterna pregunta por el sentido del sufrimiento, el dolor, la muerte. Dios no permanece impasible, Dios no guarda silencio: el crucificado (la Palabra definitiva) es su respuesta.
Del huerto de los Olivos al Monte Calvario hay toda una noche de tormento, de abandono, de traición, de agonía, el Señor es traído y llevado por esas piedras que conforman Jerusalén y que 2000 años después aun hablan de aquello, que erizan el vello de la nuca al pensar que tu pie se coloca encima de donde estuvo el del Señor, que esa pisada, esa entrega, esos azotes, fueron para la salvación de todos y cada uno de nosotros, que esa muerte gloriosa de Cristo en la Cruz nos abre las puertas del reino, sin embargo no olvida la Resurrección del Señor cuando en la antífona decimos “ Tu Cruz adoramos, Señor, y tu Santa Resurrección alabamos y glorificamos”.
La austeridad de los signos litúrgicos y el ayuno de este día no es una práctica penitencial, ni de tristeza, pues ya no estamos en cuaresma, es más bien un signo sacramental con los que expresamos que los fieles estamos unidos intensamente a Jesucristo preparándonos para la Resurrección y con ello nuestro propio transito del pecado a la gracia.
Este día la sobriedad se adueña de los templos, no hay flores, ni alfombras, ni música, tan solo las antífonas regladas por el Canon que son muy ricas en cuanto al lenguaje y el sentido. El celebrante hoy se revise de color rojo
La celebración de la Pasión del Señor está estructurada en cinco partes:
1.-Rito de entrada: procesión en silencio y oración.
“Recuerda, Señor. Que tu ternura y tu misericordia son eternas: santifica a tus hijos y protégelos siempre, pues Jesucristo, tu Hijo, en favor nuestro instituyó, por medio de su sangre, el misterio pascual. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén”
2.- Liturgia de la Palabra: con especial atención a la proclamación de la Pasión y la oración universal o solemne.
3.- Adoración de la cruz: triunfo de la donación y amor de Jesús. Generalmente y con la cruz tapada con un velo va hacia el presbiterio haciendo tres paradas en cada una de las cuales va descubriendo primero la parte superior de la Cruz, después el brazo derecho y por último el izquierdo, en cada parada se canta:
“Mirad el árbol de la cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo”
Y el pueblo responde: “Venid a adorarlo”.
A continuación tiene lugar la adoración de la Cruz mientras se cantan los improperios, Oh Cruz Fiel, ¡Victoria! tu reinaras. Al finalizar la Cruz se coloca ya en su lugar.
4.- Rito de comunión: configuración sacramental con Cristo, muerto y resucitado.
Llega el momento de revestir el altar que permanecía desnudo, de ir a buscar la Reserva Eucarística, que el día de Ayer dejábamos en el Monumento, de orar al Padre con la misma oración que Cristo nos enseñó para continuar con el rito de comunión.
Durante la comunión hoy es recomendable guardar silencio
5.-Rito de conclusión con la recitación de oraciones para que la asamblea reunida, una vez dispersa, viva el misterio que ha celebrado.
Para meditar a lo largo del día podemos hacerlo con el Vía Crucis o con el Sermón de las Siete Palabras.
Con la Misa que tiene lugar en las horas vespertinas del jueves de la Semana Santa, la Iglesia comienza el Triduo pascual y evoca aquella cena en la cual el Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, habiendo amado hasta el extremo a los suyos que estaban en el mundo, ofreció a Dios Padre su Cuerpo y su Sangre bajo las especies del pan y del vino y los entregó a los Apóstoles para que los sumiesen, mandándoles que ellos y sus sucesores en el sacerdocio también lo ofreciesen.
Durante la misa se realiza el Lavatorio de los pies, así como lo hizo Jesús a sus apóstoles y se conmemora la institución de la Eucarística.
El Lavatorio de los pies se puede celebrar siempre aunque el número de los que se lavaran los pies no llegue a doce, pues el significado de la acción del Señor conserva su finalidad.
Con el gesto del lavatorio de pies festejamos a todos aquellos que dedican su vida a servir de manera humilde y extraordinaria a los demás cumpliendo el último mandamiento de Cristo.
Es el día de los tres grandes mandatos: “Tomad y comed este es mi cuerpo”, institución de la Eucaristía; “haced esto en memoria mía”, institución del orden sacerdotal, “amaos los unos a los otros”, mandamiento del amor fraterno.
Al comienzo de la celebración, el sagrario se presenta vacío con la puerta abierta. El altar mayor, donde se celebrará la Santa Misa, se adorna con cirios, manteles y sin flores hasta la Resurrección.
Como en todas las celebraciones litúrgicas se inicia con la entrada procesional, encabezada por los acólitos, seguida por los ministros y finalizada por el celebrante principal, un Sacerdote u Obispo. Mientras tanto, el coro acompaña con cantos, pues ya ha terminado la Cuaresma y se va a celebrar uno de los momentos más importantes del año litúrgico, la Institución de la Eucaristía y el mandamiento del amor.
Los cantos de esta celebración están enfocados a la celebración de la institución de la Eucaristía. El color de ésta celebración es el blanco sustituyendo al morado.
En ésta celebración se canta de nuevo el “Gloria” a la vez que se tocan las campanas, y cuando éste termina, las campanas dejan de sonar y no volverán a sonar hasta la Vigilia Pascual en la Noche Santa por eso no debe de extrañarte que durante la Consagración no se oigan las campanas.
Las lecturas de éste día son muy especiales, la primera es del libro del Éxodo donde se nos presentan prescripciones sobre la cena pascual. Jesús cenó la Pascua con sus apóstoles, siguiendo la tradición judía, ya que según ésta se debía de cenar un cordero puro y del año; y la sangre de éste se debía rociar la puerta en señal de purificación ya que si no se hacía así el ángel exterminador entraría a la casa y mataría al primogénito de esa familia (décima plaga), según lo relatado en el libro del Éxodo. La antífona el salmo responsorial (llamado así por ser la respuesta del pueblo a la primera lectura) dice: “El Cáliz que bendecimos, es la comunión con la sangre de Cristo”.
La segunda lectura es de la primera carta del apóstol San Pablo a los Corintios donde se nos enseña que: Cada vez que comemos de este pan y bebemos de este vino, proclamamos la muerte del Señor.
El Evangelio nos narra el momento del lavatorio de pies a los discípulos, que adquiere un destacado simbolismo dentro de los oficios del día, ya que posteriormente se recuerda el gesto que realizó Jesús antes de la Última Cena con sus discípulos, efectuándose en esta ocasión entre la Homilía y las ofrendas, este acto suprime el Credo.
Durante el lavatorio de los pies se entona un cántico relacionado con el Mandamiento Nuevo del Amor entregado por Jesucristo en esta noche santa, destacando frases del texto del discurso de Jesús en la última cena, recogido por el Evangelio de San Juan. Y es así que celebramos la Institución del Mandamiento de Amor, Ámense los unos a los otros como Yo los he Amado en términos sencillos El servicio a los demás con y por Amor a Cristo.
La celebración se realiza en un ambiente festivo, pero sobrio y con una gran solemnidad, en la que se mezclan sentimientos de gozo por el sacramento de la Eucaristía y de tristeza por lo que se recordará a partir de esa misma tarde de Jueves Santo, con el encarcelamiento y juicio de Jesús.
En el momento de la Plegaria Eucarística durante la consagración, se prefiere la recitación del Canon Romano o Plegaria I, dado que el texto prevé algunos párrafos directamente relacionados con lo que se celebra en este día, durante la Epiglosis se invoca al Espíritu Santo para que queden consagrados el vino y el pan; esto se da cuando el Sacerdote impone sus manos sobre los dones ofrecidos para que se conviertan en el cuerpo y la sangre de Cristo y para que la comunión, ayude a la salvación de los que participan de ella y actúe sobre la comunidad celebrante, esta es la parte Máxima de la Liturgia de este día y así se conmemora y se celebra la institución de la Eucaristía.
Una vez se ha repartido la Comunión como de costumbre, el Santísimo Sacramento se traslada desde el Altar donde se ha celebrado la Misa en procesión hasta el llamado “Altar de la reserva” o “Monumento”, un altar exclusivo preparado para esta celebración, que debe estar fuera del templo y de la nave central, debido a que en la celebración del Viernes Santo no se celebra la Eucaristía. Durante la procesión hasta la llegada al lugar del Monumento, se entona algún himno eucarístico, como el Pangue Lingua, el sacerdote deposita el copón con el Santísimo, debidamente cubierto, dentro del sagrario de la reserva, y puesto de rodillas, lo inciensa. Por lo general, no da la bendición con el Santísimo ni reza las alabanzas, sino más bien se queda unos instantes orando en silencio. Antes de retirarse, cierra la puerta del sagrario de reserva, hace genuflexión y se retira
Automáticamente, una vez se ha reservado al Santísimo, los oficios del día jueves finalizan, pues la celebración continuará al día siguiente y se nos invita a conmemorar al día siguiente la muerte del Señor.
En algunas iglesias se celebra a continuación un sencillo acto de denudación de los altares, en el que los sacerdotes y ministros, retiran candeleros y manteles de todos los altares de la iglesia.
Durante la noche se mantiene la adoración del Santísimo en el “Monumento”, celebrándose la llamada “Hora Santa” en torno a la medianoche, quedando el Santísimo allí hasta la celebración del Viernes Santo. Esta reserva recuerda la agonía y oración en Getsemaní y el encarcelamiento de Jesús, y por eso los sacerdotes celebrantes piden que velen y oren con Él, como Jesús pidió a sus apóstoles en el huerto de Getsemaní. Una vez han terminado los oficios, se rememora la oración y agonía de Jesús en el huerto de los olivos, la traición de Judas y el prendimiento de Jesús, que se suele celebrar con procesiones en la tarde-noche del Jueves Santo.
En algunos lugares, existe la tradición de visitar siete monumentos en distintos Templos de una misma ciudad, para recordar a modo de “estaciones”, los distintos momentos de la agonía de Jesús en el Huerto y su posterior arresto.
Desde hace unos años, como Iglesia Católica celebramos el Jueves Santo como Día del Amor Fraterno pues Dios nos amó tanto que nos dio a su Hijo Único para que fuéramos salvados creyendo en Él, y Jesús entrega su vida a cambio de la nuestra y no hay prueba de amor más grande que el que da la Vida por los suyos. Y no sólo bastándole eso, en la locura de amor más grande por nosotros, no sólo se entrega y da la vida, si no que se queda con bajo las apariencias del Pan y el Vino; Su Sacrificio de Amor más grande: La Cruz. Su regalo de amor más grande: La Eucaristía.
Por tanto que este jueves Santo, no represente tristeza para ti, sino que al contrario represente una verdadera Felicidad y una respuesta de Amor ante el mandamiento que nos dejó Cristo de Amarnos como Él nos amó, sirviendo a los demás, que La Eucaristía sea un cumplimiento más de su palabra en ti, pues en ella se cumple su promesa de estar con nosotros siempre hasta el final de los tiempos, por tanto no permitas que el pecado te quite la gracia de poder comulgar, para que cada vez que comulgues se cumpla en ti su última promesa, y si ves a un Sacerdote, ora por él y agradece a Dios por su valentía al dar el Sí a la vida sacerdotal y si puedes felicítalo por un año más de tan grande ministerio y misterioso sacramento, pues sin ellos la Eucaristía no sería posible, como dijo Peter Parker (Spiderman) tienen en sus manos un gran poder, pero que lleva una gran Responsabilidad. Jueves Santo, día de Entrega y Servicio con y por Amor a Jesucristo.
Fuentes: Catholic.net
Celebrar la Semana Santa de Pedro Farnés Scherer,pbro.
El Triduo Pascual es el momento más importante de la Semana Santa compuesto por los días Jueves Santo, Viernes Santo y Sábado Santo hasta la madrugada, cuando se realiza la Vigilia Pascual en víspera del Domingo de Pascua, con el fin de revivir la alegría por la resurrección de Jesucristo.
El triduo se presenta no como un tiempo de preparación, sino como una sola cosa con la pascua. Es un triduo de la pasión y resurrección, que abarca la totalidad del misterio pascual.
El Calendario litúrgico nos dice:
Cristo redimió al género humano y dio perfecta gloria a Dios principalmente a través de su misterio pascual: muriendo destruyó la muerte y resucitando restauró la vida.
El triduo pascual de la pasión y resurrección de Cristo es, por tanto, la culminación de todo el año litúrgico.
Luego establece la duración exacta del triduo:
El triduo comienza el Jueves Santo con la misa vespertina de la cena del Señor, alcanza su cima el Viernes Santo con la celebración de la Pasión de Cristo y cierra con las vísperas del domingo de pascua (Vigilia Pascual en Sábado).
Esta unificación de la celebración pascual es más acorde con el espíritu del Nuevo Testamento y con la tradición cristiana primitiva. El mismo Cristo, cuando aludía a su pasión y muerte, nunca las disociaba de su resurrección.
En el evangelio del miércoles de la segunda semana de cuaresma (Mt 20,17-28) habla de ellas en conjunto: «Lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen, y al tercer día resucitará».
La expresión Triduo Pascual es reciente y se ha empleado desde, aproximadamente, el año 1930 hasta la actualidad. No obstante, en el siglo IV tanto San Ambrosio como San Agustín ya hablaban de “Triduum Sacrum”, para referirse a los tres días en los que transcurren el sufrimiento y la gloria de Jesucristo.
La unidad del misterio pascual tiene algo importante que enseñarnos. Nos dice que el dolor no solamente es seguido por el gozo, sino que ya lo contiene en sí. Jesús expresó esto de diferentes maneras. Por ejemplo, en la última cena dijo a sus apóstoles: «Vosotros os entristeceréis, pero vuestra tristeza se cambiará en alegría» (Jn 16,20). Parece como si el dolor fuese uno de los ingredientes imprescindibles para forjar la alegría. La metáfora de la mujer con dolores de parto lo expresa maravillosamente. Su dolor, efectivamente, engendra alegría, la alegría «de que al mundo le ha nacido un hombre».
Otras imágenes acuden a la memoria. Todo el ciclo de la naturaleza habla de vida que sale de la muerte: «Si el grano de trigo, que cae en la tierra, no muere, queda solo; pero si muere, produce mucho fruto» (Jn 12,24).
La resurrección es nuestra pascua; es un paso de la muerte a la vida, de la oscuridad a la luz, del ayuno a la fiesta. El Señor dijo: «Tú, en cambio, cuando ayunes, úngete la cabeza y lávate la cara» (Mt 6,17). El ayuno es el comienzo de la fiesta.
El sufrimiento no es bueno en sí mismo; por tanto, no debemos buscarlo como tal. La postura cristiana referente a él es positiva y realista. En la vida de Cristo, y sobre todo en su cruz, vemos su valor redentor. El crucifijo no debe reducirse a un doloroso recuerdo de lo mucho que Jesús sufrió por nosotros. Es un objeto en el que podemos gloriarnos porque está transfigurado por la gloria de la resurrección.
Nuestras vidas están entretejidas de gozo y de dolor. Huir del dolor y las penas a toda costa y buscar gozo y placer por sí mismos son actitudes equivocadas. El camino cristiano es el camino iluminado por las enseñanzas y ejemplos de Jesús. Es el camino de la cruz, que es también el de la resurrección; es olvido de sí, es perderse por Cristo, es vida que brota de la muerte. El misterio pascual que celebramos en los días del sagrado triduo es la pauta y el programa que debemos seguir en nuestras vidas.
El forense José Antonio Lorente ha analizado para el Magazine de El Mundo, a raíz de la polémica desatada por la película de Mel Gibson La Pasión, las agresiones recibidas durante las últimas ocho horas de la vida de Cristo muestra que le causaron un sufrimiento indescriptible y que tenían un propósito criminal.
Con el respeto y admiración que siempre me ha causado la figura de Jesús, especialmente marcada por mi condición de católico creyente, analizo desde una perspectiva estrictamente profesional y en base a datos objetivos, cuál podría haber sido, a la luz de los conocimientos de hoy, el resultado de la autopsia médico-forense de una persona que hubiese muerto tras sufrir las lesiones infligidas a Jesús. Todos los datos en los que me baso han sido obtenidos (por José Manuel Vidal, corresponsal religioso de El Mundo) de las Sagradas Escrituras, por lo que nada se deja a la improvisación ni a la imaginación de los autores.
La autopsia forense va encaminada a determinar la causa de la muerte y las circunstancias de la misma, cuestiones a veces muy complejas de establecer, como veremos a continuación tras una breve introducción genérica a la autopsia médico-legal.
La causa de la muerte, en el contexto médico-legal, es de dos tipos, ambos estrechamente relacionados entre sí: la causa inmediata y la causa fundamental. La vida tiene un trípode vital (ya descrito por Bichat) que hace que la misma exista por el funcionamiento coordinado de las funciones cardiaca, respiratoria y nerviosa; el motivo por el cual cesa al menos una de estas tres funciones y acaba la vida es la causa inmediata de la muerte. Esta causa inmediata está a su vez basada en una serie de alteraciones generales más graves y genéricas, que es la causa fundamental. Así, por ejemplo, una persona que fallece por un infarto de miocardio tiene como causa inmediata la isquemia cardiaca con necrosis miocárdica, y como causa fundamental, por ejemplo, una grave ateroesclerosis con reducción drástica de la luz o diámetro de una serie de arterias coronarias. Estas causas se recogen siempre en los certificados médicos de defunción y en las declaraciones o informes de autopsia.
Las circunstancias de la muerte tratan de explicar básicamente si la misma ha sido criminal (homicida), accidental o suicida, ya que este tipo de conclusiones son básicas para la investigación judicial. Para ello, el médico forense estudia minuciosamente el cadáver, primero la parte exterior (examen externo), y posteriormente las cavidades y órganos internos ubicados en el cráneo, en el tórax y en el abdomen.
Se usan cuantas técnicas complementarias o auxiliares sean necesarias (histopatológicas, toxicológicas, genéticas, etcétera), ya que de estos datos no sólo se puede deducir si la muerte es homicida o accidental, sino que a veces se consiguen datos sobre los autores del crimen o de ciertas lesiones (por ejemplo, recuperando semen del cuerpo de una víctima que puede servir para identificar al autor) y en otras ocasiones sirve hasta para identificar a un cadáver previamente no identificado (por ejemplo, observando cicatrices o tatuajes).
He aquí, pues, la declaración de autopsia que podemos deducir con rigor de las descripciones encontradas en las Sagradas Escrituras, con mínimas licencias formales de estilo, nunca de contenido.
La autopsia. Sobre la mesa de autopsia se encuentra el cadáver de un varón, de aproximadamente 30 a 35 años de edad, identificado por un nutrido grupo de seguidores como Jesús de Nazaret, del que aseguran que tiene 33 años, hijo de José y de María, crucificado tras ser condenado.
En el examen externo se aprecia un buen estado físico, pese a las lesiones que ha sufrido. En la cabeza destacan múltiples pequeñas heridas punzantes (pinchazos), incisas (cortes) e inciso-contusas (cortes unidos a golpes o cortes producidos por instrumentos no cortantes), de disposición en forma de coronal o de circunferencia, que abarca la parte superior de la frente y se continúa hacia atrás por ambos lados de la cabeza, afectando a los huesos parietales, temporal y al occipital.
Las heridas son profundas, afectando a toda la galea capitis (cuero cabelludo) y llegando hasta la tabla externa de los huesos mencionados. Los pabellones auriculares se hallan igualmente perforados por la acción de instrumentos punzantes (pinchos). A consecuencia de las profusas hemorragias provocadas por las múltiples heridas, es de mencionar que casi todo el cabello se encuentra, en toda su longitud, empapado en sangre húmeda o con costras originadas al secarse. Todas las lesiones sufridas son compatibles con las que produciría una corona de espinas como la que se describe que llevó el finado.
En el tronco, tanto en su parte anterior (pecho) como en la posterior (espalda) se aprecian múltiples lesiones, donde predominan las contusiones en forma de equimosis, equimomas y hematomas (cardenales), algunas de ellas de carácter longitudinal en forma figurada que reproducen los objetos que las produjeron, muy probablemente por una o varios flagrum (especie de látigo de correas o tiras). Por la violencia de los golpes y/o por la reiteración de los mismos en ciertas zonas, se han producido soluciones de continuidad, apareciendo heridas contusas longitudinales, erosiones (arañazos superficiales) y excoriaciones (arañazos profundos, donde aparece sangre).
En algunos puntos del cuerpo las heridas contusas son especialmente profundas, produciendo un gran desgarramiento muscular y también hemorragias profusas. Todas estas lesiones predominan sobre todo en la parte posterior del tronco. Finalmente, en la zona costal derecha, anterolateralmente, destaca una herida incisa profunda, con evidentes signos de haber producido una abundante hemorragia.
En ambas extremidades superiores, casi a la altura de las manos, en la zona carpiana, se aprecia una herida punzante transfixiante (que atraviesa), con bordes contusos y signos de desgarramiento por haber soportado gran peso, probablemente el del cuerpo. En las manos, en la palma y en la eminencia tenar, se aprecian erosiones y excoriaciones, compatibles con las producidas al apoyarse en el suelo tras una caída. En las extremidades inferiores se aprecia, en ambos pies, una herida punzante transfixiante de bordes contusos. Las rodillas aparecen con erosiones y excoriaciones, probablemente por haberse caído y golpeado sobre las mismas.
En el examen interno (podemos deducir) se apreciarían signos propios de una hipoxia-anoxia, hemorragia masiva, shock hipovolémico, con palidez de mucosas y de órganos internos como los pulmones, el hígado y los riñones. Además se encuentra una cantidad muy limitada de sangre en cavidades cardiacas y en los grandes vasos arteriovenosos. Existirían signos de asfixia en cerebro y pulmones, todo ello compatible con una agonía prolongada.
Es necesario ahora realizar una serie de razonamientos (llamados consideraciones médico-legales) antes de concluir con las circunstancias de la muerte.
Comenzamos constatando que no se han descrito lesiones mortales, o sea, aquéllas que por afectar a un órgano o función vital, son causa inmediata y fundamental de muerte. Todo ello nos lleva a considerar la muerte de Jesús de Nazaret como el resultado de un largo proceso agónico.
Desde las nueve de la noche del jueves (al acabar la Última Cena y ser detenido) hasta las tres de la tarde del viernes en que murió, transcurren un total de 18 horas. Desde el momento de su detención, parece que no ingirió ningún tipo de alimento o líquido. Los castigos (excepto el bastonazo propiciado por un criado de Caifás poco después de su detención) comenzaron sobre las siete de la mañana del viernes, por lo que hasta el momento de la muerte transcurren unas ocho horas. Las otras lesiones proceden de la flagelación, y son múltiples latigazos en el pecho y la espalda. Estas lesiones provocan hemorragias que en principio no tienen por qué ser muy profusas al no ser profundas y por tanto no afectar a grandes arterias y venas.
Sin embargo, al ser una extensión muy amplia del cuerpo (pecho y espalda) la pérdida sanguínea se va acumulando y puede ser significativa, pudiendo producir (a lo largo de las más de ocho horas de castigo) la pérdida de uno o dos litros de sangre y plasma (sinceramente no creemos que se pudiese perder más, ya que esas lesiones en vasos de diámetro pequeño y mediano tienden a cerrarse per se).
Una hemorragia produce una pérdida del volumen de sangre (que se denomina volemia), por lo que la pérdida de sangre se llama hipovolemia. Una gran hipovolemia origina una crisis o shock en el funcionamiento del organismo, que en este caso se llama shock hipovolémico.
Paralelamente, habida cuenta la gran cantidad de golpes que impactan en los mismos lugares, se producen una serie de graves lesiones similares a las de un aplastamiento o machacamiento, lo que se conoce en medicina como síndrome de aplastamiento (crush syndrome) y que implica la liberación de sustancias al interior de la sangre, entre ellas mioglobina procedente de los músculos, que provoca alteraciones en los procesos renales de filtración.
Tan masiva cantidad de golpes en el tórax es también causa de un gran dolor, enorme e incalificable sufrimiento. Entre los mecanismos de defensa que de modo automático o inconsciente utiliza el organismo está el de reducir la movilidad al mínimo (cuando, por ejemplo, una persona se hace daño en un dedo, lo primero que hace inmediatamente después es cogerlo con la otra mano y no moverlo); la reducción de la movilidad en el tórax se traduce en respiraciones superficiales que originan una hipoxia (falta de oxigenación de la sangre por no respirar adecuadamente), que se asocia a una hipercapnia (exceso de dióxido de carbono por el mismo motivo) y a una serie de alteraciones del equilibrio ácido-base.
A esto hay que unir que, por la postura existente en la cruz, donde el cuerpo cuelga literalmente de las extremidades superiores a través de una tensión que se transmite al tórax y a sus músculos, que ven dificultada sus funciones, entre ellas la de facilitar los movimientos respiratorios.
Las graves lesiones traumáticas en el tórax bien pudieron producir una irritación de las membranas que rodean los pulmones (pleuras), ocasionando una pleuritis con una acumulación de líquido llamado exudado en el espacio interpleural. Esto puede explicar perfectamente por qué salió “sangre y agua” al pinchar en el lado derecho de su costado: sangre de las lesiones propias de las arterias y venas de la zona, y “agua” que sería el exudado acumulado entre las pleuras (interpleural).
Las lesiones producidas por los clavos en ambas manos (zona carpiana) y en los pies no deben estar en principio relacionadas con la causa de la muerte, ya que no afectan órganos vitales y una posible infección grave no se desarrolla en tan corto plazo de tiempo. La única posible influencia –no descrita en las Sagradas Escrituras– es la producción de una gran hemorragia porque se hubiesen afectado arterias o venas de gran calibre, lo cual hubiese redundado en el posible shock hipovolémico mencionado.
Las lesiones producidas por la corona de espinas en la cabeza no están probablemente relacionadas con la causa de la muerte (no afectan órganos vitales al no penetrar en el cerebro ni producen gran hemorragia).
Una nota final para destacar que la posición en la cruz (ortostática, de pie) hace difícil la llegada de oxígeno al cerebro, ya que la sangre tiende a acumularse en las partes inferiores del organismo (por efecto de la gravedad), sobre todo cuando el corazón funciona débilmente, por lo que la oxigenación del órgano que más lo necesita (el cerebro o sistema nervioso central) es deficiente.
Conociendo la lenta agonía y el mantenimiento de la conciencia casi hasta el último instante, en base a todas las consideraciones anteriormente expuestas, obtenemos las siguientes conclusiones médico-legales como las más probables:
Causa inmediata de la muerte: hipoxia-anoxia (hipoxia es disminución de la concentración de oxígeno en la sangre, y anoxia es la ausencia total de oxígeno en la misma) cerebral consecuencia de hipovolemia (disminución del volumen de sangre) post-hemorrágica, de insuficiencia respiratoria mecánica (incapacidad para respirar adecuadamente por falta de movilidad) por graves lesiones en músculos intercostales, y de insuficiencia cardiaca.
Causa fundamental de la muerte: múltiples heridas inciso-contusas, equimosis, erosiones, excoriaciones y hematomas en la parte anterior y posterior del tronco.
Origen de la muerte: criminal.
El doctor José Antonio Lorente Acosta es especialista en Medicina Legal y Forense y profesor titular de Medicina Legal de la Universidad de Granada.