Lulú Vázquez de Silva nos dejaba el pasado 24 de diciembre a los 111 años pero bien merece que conozcamos algo de esa mujer muy anciana que hasta el final anduvo ocupada en ayudar a las mujeres embarazadas y sin recursos que acudían a la red Madre.
En 2018 le hacían un precioso reportaje para El Faro de Vigo con el título “Manos que Calcetan a los 108 años” del que nos hacemos eco.
Desconocía si a sus 108 años era la mujer más longeva del municipio de Pontevedra. Creía que podría ser así, pero tampoco le daba mucha importancia porque, tal y como aseguraba, «ahora cada día cuenta».
Y es que sus jornadas eran cada vez más tranquilas y las limitaciones propias de la edad hacían que hubiera dejado de hacer actividades que antes hacía a diario, como reunirse con sus amigas en un banco de la Praza da Ferrería tras la misa de las 12 en San Francisco.
Fue precisamente en este céntrico emplazamiento donde escuchó hablar por primera vez de la asociación Red Madre, de apoyo a mujeres embarazadas y madres recientes en situación de vulnerabilidad o riesgo de exclusión social.
Carmela Calvar, una de las voluntarias del colectivo que una tarde cualquiera transportaba cajas para montar canastillas para las madres, le explicó en qué consistía la labor de la asociación. A Lulú le fascinó y decidió colaborar también haciendo lo que mejor sabía: calcetar.
Hacía ya dos años de ello, pero la pontevedresa no dejó de crear artículos para bebé desde entonces. Comenzó con una toquilla y dos jubones, a los que siguieron bufandas, patucos…«Me gustó la idea y como me gusta calcetar desde pequeña, no me lo pensé», aseguraba en el salón, con la calceta entre las manos.
Sus inicios con esta arte comenzaron en el Colegio Sagrado Corazón de Placeres: «usaba dos horquillas y un ovillo de perlé; así empecé, haciéndole prendas a un muñeco», dice divertida.
Aunque cada vez calcetara menos, estaba con unos patucos. «Ayudar le gusta a cualquiera. Siempre es algo bueno«, manifestó.
La centenaria dijo que no conocía el secreto de su longevidad. «¡No hice dieta en mi vida!», aseguró. Eso sí, es ejemplo para muchos mayores porque fue de las primeras en vacunarse contra la gripe ese invierno.
En general gozaba de buena salud y no padecía de los huesos, el mal general de las mujeres de avanzada edad. «Creo que fue porque mi padre, que era médico, me dio mucho calcio cuando era niña», reflexionaba.
Debido a la paulatina pérdida de movilidad cambió la iglesia de San Francisco por la de San Bartolomé, que le quedaba mucho más cerca de su casa. Utilizaba un bastón y, si era necesario, una silla de ruedas. Como tiene un supermercado a pocos metros de su vivienda, también iba con frecuencia a hacer la compra de artículos de poco peso.
Lulú Vázquez de Silva ha visto mucha vida, porque más de un siglo da para mucho. «Lo que menos me gusta de la vida de ahora es cómo los padres educan a los hijos. Creen que los quieren más por no corregirlos cuando hacen algo mal«.
Gran ejemplo de mujer.