Entre los días 27 al 30 de octubre en la casa de las Siervas Seglares de Jesucristo Sacerdote, de la mano de Marcos de Comunidad Vida Cristiana, se desarrolló el taller “El Reloj de la Vida”.
Es un itinerario en el que hemos viajado desde el agradecimiento y la aceptación de las capacidades perdidas hasta el redescubrimiento del proyecto de vida para la etapa que nos queda por vivir, pasando por el desprendimiento emocional, la aceptación de la soledad, la apertura libre al perdón, la diferencia entre la vejez soñada y la real, así como la ausencia del sentido, y por ende de proyecto de vida, todo ello en clave cristiana.
Hemos tomado conciencia de la necesidad de crecer en la espiritualidad al mismo tiempo que nuestras capacidades físicas decrecen, a aceptar la pérdida de autonomía como un don, y que nacer, crecer y envejecer forma parte del mismo camino que es la aventura de la vida en la que hay que viajar ligero de equipaje.
Durante el taller se han vivido momentos de muchísima emotividad tanto individual como grupal, para dar paso al agradecimiento y la alegría, no podemos dejarnos vencer por la negatividad y la tristeza, la rumiación que nos hace estar con el ceño fruncido siempre, ¿Hay algo mejor que aprovechar las oportunidades que Dios pone en nuestra vida?
El camino está lleno de charcos y de piedras pero siempre encontraremos una mano amiga que se nos tiende y en la que podremos descubrir la presencia del Señor, si estamos abiertos a ello, esto no implica que no haya sufrimiento, la realidad es que los mayores sufren y es necesaria una herramienta que nos sirva de acompañamiento espiritual la cual somos libres de aceptar o rechazar.
El taller intenta que la persona que lo realiza sea capaz de poner unos pilares sólidos para su vida futura, el futuro empieza hoy, y reformule su proyecto de vida, venciendo sus miedos y desprendiéndose de los apegos que no le dejan evolucionar, redescubriendo así su sentido de la vida.
El taller es una útil herramienta para ayudar no solo al mayor, sino a todo el que esté dispuesto a vivir en la alegría, el agradecimiento y la serenidad de saberse hijo de Dios.