San Carlos Lwanga o Luanga nació entre 1860 y 1865, fue un catequista católico de Uganda, mártir por su fe y venerado como santo en la Iglesia católica. Había nacido en el reino de Buganda, en la parte sur de la moderna Uganda, y sirvió como paje en la corte del rey Mwanga II.
Los Padres Blancos evangelizaron en África en el siglo XIX. Los primeros conversos instruyeron y guiaron a los más nuevos creciendo la comunidad rápidamente. Inicialmente no había problemas con el rey, pero al ver que interfería en su estilo de vida, una de las razones que exasperaron al rey contra los cristianos fue su negativa a participar en actos sexuales con él, habituales en la corte, comenzaron las represalias.
José Mukasa era el líder de la comunidad católica, quien tenía a su cargo una comunidad de 200 miembros. Después de una masacre de anglicanos perpetrada en 1885, José Mukasa, laico católico en la corte, reprochó al rey su acción. Mwanga.
El rey mandó a que mataran a José, mientras sus verdugos le amarraban las manos, él les dijo: «Un Cristiano que entrega su vida por Dios no tiene miedo de morir». Lo quemaron el 15 de Noviembre de 1885.
El rey Mwanga comenzó una severa campaña para que los cristianos, recién convertidos por los Padres Blancos, abandonaran su fe, y ejecutó a muchos anglicanos y católicos entre 1885 y 1887. Muchos de ellos eran funcionarios de la corte del rey o muy cercanos a él, como es el caso de Carlos Lwanga.
Lwanga asumió las funciones de Mukasa, bautizando en secreto a los catecúmenos el 26 de mayo de 1886. Los cristianos lejos de atemorizarse, continuaron con sus actividades. Sus oraciones lograron que el rey desistiera de las persecuciones por seis meses.
En mayo del año siguiente, estalló la tempestad. Los cristianos fueron capturados y llamados ante el rey. Este les preguntó si tenían la intención de seguir siendo cristianos, «!Hasta la muerte!», respondieron ellos al unísono.
El rey ordenó que la ejecución se haga en un lugar llamado Namugongo, a 60 kms de distancia. Uno de los jóvenes era el hijo del verdugo. Éste le rogó para que se escapara, pero no fue aceptada su propuesta. A tres de los jóvenes mártires se les quitó la vida cuando iban por el camino; los restantes fueron encerrados por siete días en la prisión de Namugongo, bajo condiciones infrahumanas.
El 3 de junio de 1886, día de la Ascensión, fueron sacados de la prisión; envueltos en unos juncos y, ordenados en fila, se les prendió fuego. Al hijo del verdugo le dieron un golpe en la cabeza para que no sufriera al ser quemado. Murieron proclamando el nombre de Jesús y diciendo: «Pueden quemar nuestros cuerpos pero no pueden dañar nuestras almas».
Carlos Lwanga (21 años), Andrés Kagwa, y otros veinte jóvenes fueron beatificados el 6 de Junio de 1920 por el Papa Benedicto XV.
Ésto fue lo que escribió para su beatificación:
«Quién fue el que primero introdujo en Africa la fe cristiana se disputa aún; pero consta que ya antes de la misma edad apostólica floreció allí la religión, y Tertuliano nos describe de tal manera la vida pura que los cristianos africanos llevaban, que conmueve el ánimo de sus lectores. Y en verdad que aquella región a ninguna parecía ceder en varones ilustres y en abundancia de mártires. Entre éstos agrada conmemorar los mártires scilitanos, que en Cartago, siendo procónsul Publio Vigellio Saturnino, derramaron su sangre por Cristo, de las preguntas escritas para el juicio, que hoy felizmente se conservan, se deduce con qué constancia, con qué generosa sencillez de ánimo respondieron al procónsul y profesaron su fe. Justo es también recordar los Potamios, Perpetuas, Felicidades, Ciprianos y «muchos hermanos mártires» que las Actas enumeran de manera general, aparte de los mártires aticenses, conocidos también con el nombre de «masas cándidas», o porque fueron quemados con cal viva, como narra Aurelio Prudencio en su himno XIII, o por el fulgor de su causa, como parece opinar Agustín. Pero poco después, primero los herejes, después los vándalos, por último los mahometanos, de tal manera devastaron y asolaron el África cristiana que la que tantos ínclitos héroes ofreciera a Cristo, la que se gloriaba de más de trescientas sedes episcopales y había congregado tantos concilios para defender la fe y la disciplina, ella, perdido el sentido cristiano, se viera privada gradualmente de casi toda su humanidad y volviera a la barbarie.»
El 18 de octubre de 1964, el Papa Pablo VI canonizó a los 22 mártires de Uganda.
En Namugongo existe la Basílica de los Mártires de Uganda consagrada a todos los mártires ejecutados por orden de Mwanga
El 28 de noviembre de 2015, durante su undécimo viaje apostólico a Uganda, el Papa Francisco celebró una misa en el mismo santuario después de visitar la cercana iglesia anglicana, también dedicada a los mártires del país. En su homilía, el Papa dijo: «Hoy, recordamos con gratitud el sacrificio de los mártires ugandeses, cuyo testimonio de amor por Cristo y su Iglesia ha alcanzado precisamente los extremos confines de la tierra», y añadió: «Recordamos también a los mártires anglicanos, su muerte por Cristo testimonia el ecumenismo de la sangre. Todos estos testigos han cultivado el don del Espíritu Santo en sus vidas y han dado libremente testimonio del poder transformante de su fe en Jesucristo».