Delegado de Cáritas diocesana de Tenerife y Consiliario de Vida Ascendente.
Las etimologías son maravillosas para comprender lo que nos dicen o nos quieren decir. Por ejemplo, el verbo Participar se compone de dos términos latinos: pars (la parte) y capere (tomar). Y en su conjunción entendemos que Participar significa tomar una parte de algo o tomar parte en algo.
Muchas son las maneras que tenemos los ciudadanos de participar en la vida pública y en la gestión política de la sociedad.
Es complicado incorporarlo con naturalidad cuando estamos tan acostumbrados a que las cosas de todos caigan solo en manos de los responsables de las administraciones públicas. “Ellos deciden y nosotros asumimos. Porque ellos están ahí para que nosotros no tengamos que preocuparnos”. Y hasta dentro de cuatro años que nos pidan el voto.
Lo primero que debemos reedificar es la conciencia de formar parte de la sociedad. No es lo mismos vivir como si tuviéramos que hacernos un hueco en una selva de cosas y personas en las que cada uno va a lo suyo, que ser conscientes de que formamos parte de algo y que mi postura individual afecta al resto de cosas y personas.
Se puede estar en la sociedad sin ser, en el fondo, de la sociedad.
Entre otros modos y caminos, nuestro sistema de gobierno nos ofrece, como forma de participar de manera activa en la vida social, solicitando algo a los poderes públicos, la Iniciativa Legislativa Popular.
Me ha parecido muy interesante la explicación que nos ha dado la responsable del área de Migraciones de Cáritas Diocesana de Tenerife. Una ILP no es solo recoger firmas como si se tratara de una pataleta o queja; es un verdadero ejercicio de participación democrática. De hecho, solo pueden participar en un ILP aquellos que tienen derecho a voto en la sociedad.
Las leyes de un país no nacen solo vertical-descendente. También crecen vertical-ascendentes.
La iniciativa no es de quienes tienen el poder, sino de los gobernados que, conscientes de una necesidad social, participan de esta forma a ofrecer un criterio para que aquellos legislen. Nadie firmará si no siente que es parte de la sociedad en la que está.
Unos pueden estudiar porque otros contribuyen con sus impuestos. Unos pueden adquirir productos frescos en una tienda porque otros los sembraron, atendieron y cosecharon. Unos podemos adquirir un medicamento porque otros se dedican a investigar y a producirlos. Hay quienes barren las calles por las que paseamos, y ser conscientes de que su participación laboral en la vida social me beneficia es tan importante como recibir un documento para apoyar con nuestra firma una iniciativa legislativa popular.
Cada uno puede hacer que lo de todos mejore. Y mejorando el todo, cada uno se beneficia.
Bienvenidas las iniciativas de participación ciudadana, de participación vecinal, de participación en cualquier sentido que sea. Una sociedad enferma de individualismo debe recibir esta posibilidad como una vacuna imprescindible. Incluso deberíamos tener la posibilidad de mostrar un pasaporte con nuestra pauta completa en las dosis de participación cívica.
Si no te gusta, intenta cambiarlo. Si no lo puedes cambiar, vuelve a intentarlo. Si al final no lo consigues, como suele repetir Rafa Nadal, “al menos he competido”.
La queja sin la compañía verbal de la participación es una mera pataleta.