“Estad siempre alegres en el Señor, os lo repito estad siempre alegres” (FILIPENSES 4,4)
El apóstol nos da esa recomendación a cada uno de nosotros porque sabe que no es fácil, pero es una manera de dar testimonio en lo bueno y en lo malo. “Estad siempre alegres en el Señor” no es una alegría de contagio, ni por estar de fiesta, es la que nos hace compartir con el Señor pues es Él quien nos la da.
La alegría es un sentimiento, una emoción como fruto de la gracia que el Espíritu Santo hace en nosotros. Cuando nuestra entrega a los demás se hace desde el corazón y sin esperar ningún tipo de recompensa pero prende en nuestros hermanos se produce en nuestro interior una alegría que no es comparable con nada, se nos ilumina el alma y sale fuera.
La alegría sale de nosotros y le sirve a los demás como predicación sin mediar palabra, los cristianos tenemos que ir dando testimonio del gozo que tiene el saberse salvado, que nos da la esperanza y nos hace sentir como quien sabe que todo viene del Señor y nos sirve para crecer en esperanza en Él.
La alegría en las cosas buenas brota sin necesidad de proponérnoslo, es connatural con los acontecimientos gratos que nos ocurren cada día, sabemos reconocer el mimo de Dios por nosotros y surge en nuestro corazón la acción de gracias, el canto de alabanza, encontrando la mano de Dios dentro de nuestro quehacer diario.
La alegría cuando las cosas no parecen ser de nuestro agrado, ahí empieza la dificultad porque no podemos entender que eso nos conviene para crecer o para tomar conciencia de alguna cosa y quitamos el puesto al Señor y queremos hacerlo a nuestra manera y es ahí donde podemos ocultar la alegría que esta presente pero no la vemos. Es la alegría en esos momentos cuando los demás se preguntan ¿ porque?.
Recuerdo aún cuando se murieron mis padres, iba por la calle con una sonrisa y la gente que me conocía decía: siempre fue así aún cuando llevaba a los dos en sillas de ruedas y les podía indicar de donde sacaba la fuerza entonces y ahora. Porque cuando estaba con ellos sabía que era los pies y las manos del Señor para ellos y cuando partieron con Él también estaba en mi corazón su ausencia pero la certeza de que con el Señor estaban mejor que conmigo.
La seguridad que nos da hace que vivamos de otra manera alegres y gozosos porque es el centro de nuestra vida.
Seguro que vosotros habréis tenido muchas experiencias que podríamos compartir, lo importante es que podamos dar testimonio y tener la certeza que El es nuestro Padre y que no permitirá que nada sin su consentimiento nos pase y que de todo sacaremos una lección y nos hará crecer para que podamos presentarnos sin miedo ante Él como delante de un amigo al que hace mucho que no vemos.
Si por curiosidad miráis la Biblia la alegría esta en muchos de los Salmos que rezamos, en las lecturas de Antiguo y Nuevo Testamento es como un hilo conductor.
Espero que el Señor os colme de alegría y podáis bendecirle, darle gracias y alabarle por cada una de las cosas que os haga vivir en este momento de más debilidad pero con muchas armas para vencer todas las tentaciones que tendremos hasta el final.
Mercedes Montoya Díaz