Juan Pedro Rivero González es Delegado de Cáritas diocesana de Tenerife
Suele ocurrir; cuando se llenan las agendas, cuando escasea el tiempo y son muchas las cosas que debemos hacer, en la inmensa mayoría de los casos, la dificultad deriva de una mala organización de actividades. La cantidad nos obsesiona y desaparece la lógica de las prioridades. Quienes miran desde fuera, usando el dicho popular, nos suelen recordar que “la carreta va detrás de los bueyes”.
Hay un compañero que suele recordarme que “el orden nos ordena”. No sé si lo vive con la misma intensidad con la que lo dice, pero he de reconocer que tiene razón. Mucho de nuestros agobios o situaciones de estrés, están derivadas más del desorden en el que situamos las prioridades que de la cantidad de actividades que desarrollamos. Es lógico ordenar la carreta de tal forma que los bueyes tiren de ella, y no sea la carreta la que tire de los bueyes. ¡El sentido común al poder!
No es neutra, en este sentido, la forma con la que ordenemos el discurso. Porque los derechos son el objeto de reivindicación, pero el sujeto titular de esos derechos, tantas veces vulnerados, es la persona. De tal manera que sin persona no existiría derechos. O sea, que, sin una seria preocupación por las personas, la reclamación de los derechos se convierte en una hipócrita proclama. Nunca la vivienda, o la salud, o la educación, o la alimentación, etc., serían derechos fundamentales, si no existiera una persona que sufre esta vulneración. El orden nos ordena…
Con cierta frecuencia escuchamos válidos esfuerzos por mantener una mirada de derechos a la hora de intervenir en acciones sociales, que tienen detrás una profunda preocupación por el desarrollo integral de las personas. Luchar por el bien de las personas exige una actitud previa de colocar a la persona en el centro de nuestra reflexión y de nuestra acción.
Aquella crítica de D. Agustín Yanes que nos disgustaba -por verdadera, evidentemente- de que nos llenábamos la boca hablando de la pobreza y de los pobres, pero que no hablábamos con los pobres, sigue estando vigente si olvidamos a quiénes hemos de situar en el centro de nuestra preocupación. La persona siempre en el centro.
Porque, ¿qué es antes en el orden lógico de la reivindicación? ¿La vida o la salud? ¿De qué me sirve tener el mejor de los sistemas sanitarios posibles si no hay ni un euro dedicado a apoyar a la mujer embarazada en dificultad? Hasta que no nace el bebé, nada de nada. Un ejemplo que puede servirnos de elocuente desorden en políticas sociales. Si no se vive o no se defiende la vida, ¿para qué quiero un derecho a la salud? Los bueyes delante de la carreta…
Y ya en el clímax de la locura y el desorden, considerar derecho la eliminación de una persona humana, aunque no haya nacido aún. Nada que añadir a la lógica de dejar que sea la carreta, sin bueyes, sin yugo y sin coyunda, la que guíe los destinos de este arrastre que se desliza hacia no se sabe dónde.
La ceguera psicológica y espiritual es también un efecto depravado de una preocupación exclusiva por mirar que las necesidades humanas son solo de índole material.
Los bueyes, siempre, delante de la carreta