LA PALABRA DE DIOS CORRE

En referencia al evangelio que se lee el día de Pascua, a saber, Jn 20,1-9. Es un texto en el que todos los personajes corren. María Magdalena, que acude al sepulcro con la buena intención de honrar a su amado, cuando ve la piedra quitada del sepulcro, echó a correr y fue a informar de lo visto a Simón Pedro y al “otro discípulo a quien Jesús quería”. Entonces Pedro y el otro discípulo fueron corriendo al sepulcro. El evangelio dice que el otro discípulo iba más rápido que Pedro y llegó primero al sepulcro. ¿Llegó primero porque era más joven y corría más? Sería posible otra lectura en línea con el motivo que da Tomás de Aquino para explicar porque Jesús se apareció primero a las mujeres. Se apareció primero a ellas porque le habían amado más. El otro discípulo “a quién Jesús amaba” llegó el primero porque amaba más. El amor facilita y hace posible todo encuentro.

No se trata de decir que Pedro amaba menos. Pero Pedro representa a la institución. Y las instituciones, las autoridades, abrumadas a veces con muchas preocupaciones, van más lentas que el amor. El amor llega siempre antes. Pero precisamente porque el otro discípulo ama no entra inmediatamente al sepulcro, sino que espera la llegada de Pedro, para que se convierta así en el primer testigo de lo sucedido. El fin de la carrera es el mismo en los dos: encontrarse con el amado. El encuentro les conduce a ellos y también a todos los que después se han encontrado con el Resucitado a dar testimonio. La carrera de Pedro, que llegará hasta la capital del imperio, hasta Roma, no conocerá ningún descanso.

La carrera de Pedro y del otro discípulo es la de todo creyente, llamado a dar testimonio de la resurrección. Los creyentes de ayer y de hoy estamos llamados a correr y dar testimonio del resucitado en todos los lugares. El apóstol Pablo (Fil 3,10-14) dice que una vez conocido el poder de la resurrección de Cristo se lanza a una carrera sin fin, cuya meta es alcanzar a Cristo. Alcanzarlo para invitar a otros a alcanzarle también. En este sentido, la constitución del Vaticano II sobre la divina revelación termina con estas palabras, que son una cita de la segunda carta a los tesalonicenses: “la palabra de Dios corre y es glorificada”. ¿Cómo corre la Palabra de Dios que es Cristo mismo, del que dan testimonio las Escrituras? Mediante la predicación de la Iglesia que, al difundir la Palabra, “llena cada vez más los corazones de los hombres”.

Entrada del Blog Nihil Obstat de Martin Gelabert