El Sábado Santo es la conmemoración de Jesús en el sepulcro y su descenso al abismo. Esta jornada cierra el Triduo Pascual (Jueves Santo, Viernes Santo y Sábado Santo).
Antiguamente, este día se solía llamar ‘Sábado de Gloria’, pero la reforma litúrgica de la Semana Santa acometida por el Papa Pío XII (encargada en 1955 a Monseñor Annibal Bugnini) la denominó como Sábado Santo únicamente.
Día del Silencio
El Sábado Santo rememora especialmente a María tras la pérdida de su hijo, por lo que es un día de dolor y tristeza, destinado al silencio, luto, y reflexión, así como lo hicieron en el sepulcro María y los discípulos.
Todo se ha consumado: el cuerpo de Jesús está ya en el sepulcro, acompañamos a Maria, la Madre, en su Soledad.
Durante esta jornada, la comunidad cristiana vela junto al sepulcro en silencio. De esta forma, en la Iglesia Católica no se realizan eucaristías, puede administrarse la unción de enfermos no se tocan las campanas, el Sagrario se deja abierto y vacío, el altar está despojado, desnudo hasta la celebración de la Vigilia con que se inaugura el Tiempo Pascual.
Silencio, soledad, aparente fracaso… ¿Qué ha pasado? ¿Qué sentido tiene todo esto? Es un silencio en el que se medita y se recuerdan las promesas de Cristo: “Yo estaré siempre con vosotros”. Y en ese aparente fracaso brota de nuevo la esperanza.
Es el momento en el que el Señor desciende a los infiernos, tal y como rezamos en el Credo, no está parado, no está estático, va a abrir el seno de Abraham a rescatar a los justos de Israel para llevarlos al cielo.
Vigilia Pascual
Según la tradición, ésta es una noche de vela en honor del Señor, y la Vigilia que tiene lugar en la misma, conmemorando la noche santa en la que el Señor resucitó, ha de considerarse como «la madre de todas las santas Vigilias» (San Agustín).
Durante la vigilia, la Iglesia espera la resurrección del Señor y la celebra con los sacramentos de la iniciación cristiana. Los fieles, tal como lo recomienda el Evangelio (Lc 12,35-48), deben asemejarse a los criados que con las lámparas encendidas en sus manos esperan el retorno de su Señor, para que, cuando llegue, los encuentre en vela y los invite a sentarse a su mesa.
Toda la celebración de la Vigilia pascual debe hacerse durante la noche. Esta vigilia es figura de la Pascua auténtica de Cristo, de la noche de la verdadera liberación, en la cual, «rotas las cadenas de la muerte, Cristo asciende victorioso del abismo» (Pregón pascual). Desde su comienzo la Iglesia ha celebrado con una solemne vigilia nocturna la Pascua anual, solemnidad de las solemnidades.
La resurrección de Cristo es el fundamento de nuestra fe y de nuestra esperanza, y por medio del Bautismo y de la Confirmación somos injertados en el misterio pascual de Cristo, morimos con él, somos sepultados con él y resucitamos con él, para reinar con él para siempre (cf. SC 6; Rm 6,3-6; Ef 2,5-6; Col 2,12-13; 2 Tm 2,11-12).
Celebración de la Vigilia Pascual
1.-Lucernario: la Vigilia comienza cuando se apagan las luces y el sacerdote enciende una llama de fuego, o bien una hoguera, con la que prenderá luz al Cirio Pascual, el cual es preparado, bendecido y llevado en procesión a través de la iglesia mientras permanece a oscuras.
El Sacerdote entona por tres veces la antífona propia del momento: “Luz de Cristo” a lo que responden los fieles “demos gracias a Dios”. Al mismo tiempo los fieles van enciendo sus candelas, es la luz de Cristo que se reparte entre todos.
Cuando el sacerdote llega al altar se coloca el Cirio Pascual en su lugar, se inciensa el cirio y el libro, y desde el ambón se proclama el Pregón Pascual
2.- Liturgia de la Palabra: Las lecturas de la Sagrada Escritura describen momentos culminantes de la historia de la salvación, cuya meditación se facilita a los fieles con el canto del salmo responsorial, el silencio y la oración del sacerdote celebrante. Se proponen siete lecturas del Antiguo Testamento, entresacadas de la Ley y de los Profetas, aunque este número puede reducirse.
Terminadas las lecturas del Antiguo Testamento se iluminan los cirios del altar y se procede a su adorno con flores, esto puede ser realizado por los fieles. Si hay campanas este es el momento de que comiencen a tañer y de entonar Gloria a Dios en el Cielo como verdadero canto. Al finalizar el Gloria se proclama la Epístola y se canta el Aleluya Pascual y posteriormente el Evangelio.
De esta manera, la Iglesia, «comenzando por Moisés y siguiendo por los Profetas» (Lc 24,26; cf. Lc 24,44- 45), interpreta el misterio pascual de Cristo.
3.- Liturgia Bautismal: trata sobre los temas de la resurrección y el bautismo, como términos que se complementan. Puede dar comienzo con las letanías de los santos, durante esta Liturgia se bendice el agua, se bautiza a los nuevos cristianos de ese año y se renuevan los compromisos bautismales. Se asperge al pueblo con el agua bautismal, es el momento de entonar la antífona “De tu costado ¡Oh Cristo! mana una fuente de agua viva que limpia el mundo de pecado y renueva la vida ¡Aleluya¡ Vi que manaba el agua del lado derecho del templo, ¡Aleluya!, y habrá vida donde quiera que llegue la corriente y cantaran ¡Aleluya!”
Cuando se termina el rito de la Aspersión tiene lugar la oración de los fieles, si ha habido bautismo de adultos los recién bautizados participan por primera vez en esta oración, pues por el bautismo han entrado a formar parte de los fieles, inaugurando así al orar por todos los hombres su sacerdocio bautismal.
4.- Liturgia Eucarística: Es la Eucaristía más importante de todo el Año litúrgico, ya que si bien la Eucaristía siempre celebra y hace presente la victoria y el triunfo de la muerte de Cristo (Sacrosanctum Concilium 6) este triunfo se manifiesta especialmente en los signos de esta Noche en la que también la liturgia de la Palabra ha proclamado el mismo triunfo que luego se hace presente en el sacramento, De la centralidad de la misa de la Noche de Pascua se deriva la conveniencia de que, por lo menos en esta noche se comulgue bajo las dos especies siempre que sea posible, para así alcanzar la plenitud del signo eucarístico.
Los cantos apropiados para este momento deben tener evidente signo eucarístico o estar centrados en la victoria del Resucitado
Desde el Jueves Santo no hemos tenido bendición y hoy se hace la bendición solemne, cerrando el triduo.
Y se despide con “Podéis ir en paz, Aleluya, Aleluya”. A lo que el pueblo responde “Demos gracias a Dios Aleluya, Aleluya”. Es el momento de entonar el “Regina Coeli”, oración mariana pascual por excelencia.
¡Cristo ha resucitado!, ¡en verdad ha resucitado!
Fuentes: Celebrar la Semana Santa de Pedro Farnes. Vivir el año Liturgico de Ramiro González
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