UNA MÍSTICA ANALFABETA ENSEÑA A TRATAR AL ESPÍRITU SANTO

El Jueves día de la Ascensión da comienzo  el Decenario al Espíritu Santo.

Yo, desde joven, utilizo el «Decenario» de Francisca Javiera del Valle. Año tras año me quedo asombrado de la familiaridad y la hondura  de  trato   que   consiguió  esta mística analfabeta castellana con la Tercera Persona de la Santísima Trinidad. Además con la ventaja de que «se le entiende bien».

Francisca Javiera del Valle muere en 1930 a los 73 años en el convento de Carmelitas de Carrión de los Condes.

Trabajó como costurera treinta y ocho años en labores de los jesuitas: colegio del Sagrado Corazón, Noviciado y Escuela Apostólica. Años de «trabajo oscuro, cuya exterior monotonía, llena con frecuencia de humillaciones y sufrimientos, alternó de manera habitual con los más altos goces y alegrías de una vida interior, tan rica de subidas experiencias por dentro como de naturalidad y de callada laboriosidad por fuera».

Hasta los veinticuatro años llevó una existencia corriente de muchacha pobre en un pueblo castellano de mediados del siglo XIX. Al final de su vida, cuando a los sesenta y tantos años fue despedida del taller de costura, perdiendo en silencio incluso su máquina de coser, proyectó y puso por obra marchar a México con unas religiosas, llamadas de la Cruz, que regresaban a su país después de haber vivido refugiadas en Carrión de los Condes, durante la época más cruda de la persecución. Las monjas embarcaron sin esperarla, pensó luego irse con otras monjas mexicanas Concepcionistas Jerónimas, pero finalmente permaneció en su pueblo, sin adoptar ninguna forma de vida religiosa canónica, y dedicada al cultivo de unas huertas que hubo de arrendar para vivir.

Si algún día, por fin, son publicados íntegra y satisfactoriamente los relatos en que aquella alma refirió los constantes y subidos fenómenos místicos de su vida espiritual, dispondrá la ciencia teológica de un testimonio de la mayor significación. Éxtasis, locuciones, visiones, raptos, repetidos innumerables veces, y sobre todo una práctica habitual y silenciosa de heroicas virtudes.

Por lo que hace a sus escritos, se dividen en dos tipos, claramente caracterizados.

  • Los unos, más numerosos, tuvieron como fin dar cuenta a su director espiritual de las vivencias sobrenaturales de su alma, y de las pruebas y consolaciones que experimentaba en la práctica de la santidad. En ellos escribió acerca de la Santísima Trinidad, de la Virgen y de San José; sobre las virtudes de obediencia, humildad, vencimiento propio, temor de Dios, del castigo de los Ángeles y de las tentaciones; sobre la Sagrada Eucaristía, sobre los caminos, felicidad y amistades de Dios, sobre la distinción entre el buen y el mal espíritu, y sobre otros muchos temas divinos y de vida espiritual.
  • El segundo tipo de escritos es el de los que estaban directamente dirigidos a difundir devociones y prácticas piadosas. Comprende dos obras: el Silabario de la escuela divina, y el Decenario al Espíritu Santo.

(Texto tomado de la introducción al «Decenario», F. Pérez Embid)

Entiendo que sus libros sean menos atractivos para algunos que los de otros ‘místicos’«sólo» enseña a querer más al Señor, sin mensajes apocalípticos, ni vías fáciles. Ascética y mística de la de siempre, no busquéis más.

El proceso de Francisca Javiera del Valle está abierto. Su «Devocionario» ha ayudado a miles de personas. Si tenéis oportunidad leedlo, lo recomiendo

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