SABADO SANTO: AGUARDAR EN EL SILENCIO HASTA QUE LLEGUE EL GOZO

El Sábado Santo es la conmemoración de Jesús en el sepulcro y su descenso al abismo. Esta jornada cierra el Triduo Pascual (Jueves Santo, Viernes Santo y Sábado Santo).

Antiguamente, este día se solía llamar ‘Sábado de Gloria’, pero la reforma litúrgica de la Semana Santa acometida por el Papa Pío XII (encargada en 1955 a Monseñor Annibal Bugnini) la denominó como Sábado Santo únicamente.

Día del Silencio

El Sábado Santo rememora especialmente a María tras la pérdida de su hijo, por lo que es un día de dolor y tristeza, destinado al silencio, luto, y reflexión, así como lo hicieron en el sepulcro María y los discípulos.

 Todo se ha consumado: el cuerpo de Jesús está ya en el sepulcro, acompañamos a Maria, la Madre, en su Soledad.

Durante esta jornada, la comunidad cristiana vela junto al sepulcro en silencio. De esta forma, en la Iglesia Católica no se realizan eucaristías, puede administrarse la unción de enfermos no se tocan las campanas, el Sagrario se deja abierto y vacío, el altar está despojado, desnudo hasta la celebración de la Vigilia con que se inaugura el Tiempo Pascual.

Silencio, soledad, aparente fracaso… ¿Qué ha pasado? ¿Qué sentido tiene todo esto? Es un silencio en el que se medita y se recuerdan las promesas de Cristo: “Yo estaré siempre con vosotros”. Y en ese aparente fracaso brota de nuevo la esperanza.

Es el momento en el que el Señor desciende a los infiernos, tal y como rezamos en el Credo, no está parado, no está estático, va a  abrir el seno de Abraham a rescatar a los justos de Israel para llevarlos al cielo.

Vigilia Pascual

Según la tradición, ésta es una noche de vela en honor del Señor, y la Vigilia que tiene lugar en la misma, conmemorando la noche santa en la que el Señor resucitó, ha de considerarse como «la madre de todas las santas Vigilias» (San Agustín).

Durante la vigilia, la Iglesia espera la resurrección del Señor y la celebra con los sacramentos de la iniciación cristiana. Los fieles, tal como lo recomienda el Evangelio (Lc 12,35-48), deben asemejarse a los criados que con las lámparas encendidas en sus manos esperan el retorno de su Señor, para que, cuando llegue, los encuentre en vela y los invite a sentarse a su mesa.

Toda la celebración de la Vigilia pascual debe hacerse durante la noche. Esta vigilia es figura de la Pascua auténtica de Cristo, de la noche de la verdadera liberación, en la cual, «rotas las cadenas de la muerte, Cristo asciende victorioso del abismo» (Pregón pascual). Desde su comienzo la Iglesia ha celebrado con una solemne vigilia nocturna la Pascua anual, solemnidad de las solemnidades.

La resurrección de Cristo es el fundamento de nuestra fe y de nuestra esperanza, y por medio del Bautismo y de la Confirmación somos injertados en el misterio pascual de Cristo, morimos con él, somos sepultados con él y  resucitamos con él, para reinar con él para siempre (cf. SC 6; Rm 6,3-6; Ef 2,5-6; Col 2,12-13; 2 Tm 2,11-12).

 Celebración de la Vigilia Pascual

1.-Lucernario: la Vigilia comienza cuando se apagan las luces y el sacerdote enciende una llama de fuego, o bien una hoguera,  con la que prenderá luz al Cirio Pascual, el cual es preparado, bendecido y llevado en procesión a través de la iglesia mientras permanece a oscuras.

El Sacerdote entona por tres veces la antífona propia del momento: “Luz de Cristo”  a lo que responden los fieles “demos gracias a Dios”. Al mismo tiempo los fieles van enciendo sus candelas, es la luz de Cristo que se reparte entre todos.

Cuando el sacerdote llega al altar se coloca el Cirio Pascual en su lugar, se inciensa el cirio y el libro, y  desde el ambón se proclama el Pregón Pascual

2.- Liturgia de la Palabra: Las lecturas de la Sagrada Escritura describen momentos culminantes de la historia de la salvación, cuya meditación se facilita a los fieles con el canto del salmo responsorial, el silencio y la oración del sacerdote celebrante. Se proponen siete lecturas del Antiguo Testamento, entresacadas de la Ley y de los Profetas, aunque este número puede reducirse.

Terminadas las lecturas del Antiguo Testamento se iluminan los cirios del altar y se procede a su adorno con flores, esto puede ser realizado por los fieles. Si hay campanas este es el momento de que comiencen  a tañer y de entonar Gloria a Dios en el Cielo como verdadero canto.  Al finalizar el Gloria se proclama la Epístola y se canta el Aleluya Pascual y  posteriormente el Evangelio.

De esta manera, la Iglesia, «comenzando por Moisés y siguiendo por los Profetas» (Lc 24,26; cf. Lc 24,44- 45), interpreta el misterio pascual de Cristo.

3.- Liturgia Bautismal: trata sobre los temas de la resurrección y el bautismo, como términos que se complementan. Puede dar comienzo con las letanías de los santos, durante esta Liturgia se bendice el agua, se bautiza a los nuevos cristianos de ese año y se renuevan los compromisos bautismales. Se asperge al pueblo  con el agua bautismal, es el momento de entonar la antífona “De tu costado ¡Oh Cristo! mana una fuente de agua viva que limpia el mundo de pecado y renueva la vida ¡Aleluya¡ Vi que manaba el agua del lado derecho del templo, ¡Aleluya!, y habrá vida donde quiera que llegue la corriente y cantaran ¡Aleluya!”

Cuando se termina el rito de la Aspersión tiene lugar la oración de los fieles, si ha habido bautismo de adultos los recién bautizados participan por primera vez en esta oración, pues por el bautismo han entrado a formar parte de los fieles, inaugurando así al orar por todos los hombres su sacerdocio bautismal.

4.- Liturgia  Eucarística: Es la Eucaristía más importante de todo el Año litúrgico, ya que si bien la Eucaristía  siempre celebra y hace presente la victoria y  el triunfo de la muerte de Cristo (Sacrosanctum Concilium 6) este triunfo se manifiesta especialmente en los signos de esta Noche en la que también la liturgia de la Palabra ha proclamado el mismo triunfo que luego se hace presente en el sacramento, De la centralidad de la misa de la Noche de Pascua se deriva la conveniencia de que, por lo menos en esta noche se comulgue bajo las dos especies siempre que sea posible, para así alcanzar la plenitud del signo eucarístico.

Los cantos apropiados para este momento deben tener evidente signo eucarístico o estar centrados en la victoria del Resucitado

Desde el Jueves Santo no hemos tenido bendición y hoy se hace la bendición solemne, cerrando el triduo.

Y se despide con “Podéis ir en paz, Aleluya, Aleluya”. A lo que el pueblo responde “Demos gracias a Dios Aleluya, Aleluya”. Es el momento de entonar el “Regina Coeli”, oración mariana pascual por excelencia.

¡Cristo ha resucitado!, ¡en verdad ha resucitado!

Fuentes: Celebrar la Semana Santa de Pedro Farnes.                                                  Vivir el año Liturgico de Ramiro González

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VIERNES SANTO: RECORDAMOS LA PASION DEL SEÑOR

El Viernes Santo es un día de ayuno y abstinencia en el que se recuerda la pasión y muerte de Jesús crucificado. Se recuerda la Pasión del Señor y no se realizan misas, es un día que debe vivirse en la oración personal y las celebraciones litúrgicas.

Hoy contemplamos a Cristo que, con su muerte inaugura la Pascua venciendo la muerte de toda la humanidad. La cruz, la eterna pregunta por el sentido del sufrimiento, el dolor, la muerte. Dios no permanece impasible, Dios no guarda silencio: el crucificado (la Palabra definitiva) es su respuesta.

Del huerto de los Olivos al Monte Calvario hay toda una noche de tormento, de abandono, de traición, de agonía, el Señor es traído y llevado por esas piedras que conforman Jerusalén y que 2000 años después aun hablan de aquello, que erizan el vello de la nuca al pensar que tu pie se coloca encima de donde estuvo el del Señor, que esa pisada, esa entrega, esos azotes, fueron para la salvación de todos y cada uno de nosotros, que esa muerte gloriosa de Cristo en la Cruz nos abre las puertas del reino, sin embargo no olvida la Resurrección del Señor cuando en la antífona decimos “ Tu Cruz adoramos, Señor, y tu Santa Resurrección alabamos y glorificamos”.

La austeridad  de los signos litúrgicos  y el ayuno de este día no es una práctica penitencial, ni de tristeza, pues ya no estamos en cuaresma, es más bien un signo sacramental con los que expresamos que los fieles estamos  unidos intensamente a Jesucristo preparándonos para la Resurrección y con ello nuestro propio transito del pecado a la gracia.

Este día la sobriedad se adueña de los templos, no hay flores, ni alfombras, ni música, tan solo las antífonas regladas por el Canon que son muy ricas en cuanto al lenguaje y el sentido. El celebrante  hoy se revise de color rojo

La celebración  de la Pasión del Señor está estructurada en cinco partes:

    1.-Rito de entrada: procesión en silencio y oración.

                “Recuerda, Señor. Que tu ternura y tu misericordia son eternas: santifica a tus hijos y protégelos siempre, pues Jesucristo, tu Hijo, en favor nuestro instituyó, por medio de su sangre, el misterio pascual. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén”

    2.- Liturgia de la Palabra: con especial atención a la proclamación de la Pasión y la oración universal o solemne.

   3.-  Adoración de la cruz: triunfo de la donación y amor de Jesús. Generalmente y con la cruz tapada con un velo va hacia el presbiterio haciendo tres paradas en cada una de las cuales va descubriendo primero la parte superior de la Cruz, después el brazo derecho y por último el izquierdo, en cada parada se canta:

                “Mirad el árbol de la cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo”

Y el pueblo responde: “Venid a adorarlo”.

A continuación tiene lugar la adoración de la Cruz mientras se cantan los improperios, Oh Cruz Fiel, ¡Victoria! tu reinaras.  Al finalizar la Cruz se coloca ya en su lugar.

  4.-  Rito de comunión: configuración sacramental con Cristo, muerto y resucitado.

Llega el momento  de revestir el altar que permanecía desnudo, de ir a buscar la Reserva Eucarística,  que el día de Ayer dejábamos en el Monumento,  de orar al Padre con la misma oración que Cristo nos enseñó  para continuar con el rito de comunión.

Durante la comunión hoy es recomendable guardar silencio

  5.-Rito de conclusión con la recitación de oraciones para que la asamblea reunida, una vez dispersa, viva el misterio que ha celebrado.

Para meditar a lo largo del día podemos hacerlo con el Vía Crucis o con el Sermón de las Siete Palabras.

Fuente: Celebrar la Semana Santa, Pedro Farnés

                Vivir el año Litúrgico, Ramiro González

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JUEVES SANTO: CELEBRACION DE LA CENA DEL SEÑOR

Con la Misa que tiene lugar en las horas vespertinas del jueves de la Semana Santa, la Iglesia comienza el Triduo pascual y evoca aquella cena en la cual el Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, habiendo amado hasta el extremo a los suyos que estaban en el mundo, ofreció a Dios Padre su Cuerpo y su Sangre bajo las especies del pan y del vino y los entregó a los Apóstoles para que los sumiesen, mandándoles que ellos y sus sucesores en el sacerdocio también lo ofreciesen.

Durante la misa se  realiza el Lavatorio de los pies, así como lo hizo Jesús a sus apóstoles y se conmemora la institución de la Eucarística.

El Lavatorio de los pies se puede celebrar siempre aunque el número de los que se lavaran los pies  no llegue a doce, pues el significado de la acción del Señor conserva su finalidad.

Con el gesto del lavatorio de pies festejamos a todos aquellos que dedican su vida a servir de manera humilde y extraordinaria a los demás cumpliendo el último mandamiento de Cristo.

 Es el día de los tres grandes mandatos: “Tomad y comed este es mi cuerpo”, institución de la Eucaristía; “haced esto en memoria mía”, institución del orden sacerdotal, “amaos los unos a los otros”, mandamiento del amor fraterno.

Al comienzo de la celebración, el sagrario se presenta vacío con la puerta abierta. El altar mayor, donde se celebrará la Santa Misa, se adorna con cirios, manteles y sin flores hasta la Resurrección.

Como en todas las celebraciones litúrgicas se inicia con la entrada procesional, encabezada por los acólitos, seguida por los ministros y finalizada por el celebrante principal, un Sacerdote u Obispo. Mientras tanto, el coro acompaña con cantos, pues ya ha terminado la Cuaresma y se va a celebrar uno de los momentos más importantes del año litúrgico, la Institución de la Eucaristía y el mandamiento del amor.

Los cantos de esta celebración están enfocados a la celebración de la institución de la Eucaristía. El color de ésta celebración es el blanco  sustituyendo al morado.

En ésta celebración se canta de nuevo el “Gloria” a la vez que se tocan las campanas, y cuando éste termina, las campanas dejan de sonar y no volverán a sonar hasta la Vigilia Pascual en la Noche Santa por eso no debe de extrañarte que durante la Consagración no se oigan las campanas.

Las lecturas de éste día son muy especiales, la primera es del libro del Éxodo donde se nos presentan prescripciones sobre la cena pascual.  Jesús cenó la Pascua con sus apóstoles, siguiendo la tradición judía, ya que según ésta se debía de cenar un cordero puro y del año; y la sangre de éste se debía rociar la puerta en señal de purificación ya que si no se hacía así el ángel exterminador entraría a la casa y mataría al primogénito de esa familia (décima plaga), según lo relatado en el libro del Éxodo. La antífona el salmo responsorial (llamado así por ser la respuesta del pueblo a la primera lectura) dice: “El Cáliz que bendecimos, es la comunión con la sangre de Cristo”.

La segunda lectura es de la primera carta del apóstol San Pablo a los Corintios donde se nos enseña que: Cada vez que comemos de este pan y bebemos de este vino, proclamamos la muerte del Señor.

El Evangelio nos narra  el momento del lavatorio de pies a los discípulos, que adquiere un destacado simbolismo dentro de los oficios del día, ya que posteriormente se recuerda el gesto que realizó Jesús antes de la Última Cena con sus discípulos, efectuándose en esta ocasión entre la Homilía y las ofrendas, este acto suprime el Credo.

Durante el lavatorio de los pies se entona un cántico relacionado con el Mandamiento Nuevo del Amor entregado por Jesucristo en esta noche santa, destacando frases del texto del discurso de Jesús en la última cena, recogido por el Evangelio de San Juan. Y es así que celebramos la Institución del Mandamiento de Amor, Ámense los unos a los otros como Yo los he Amado en términos sencillos El servicio a los demás con y por Amor a Cristo.

La celebración se realiza en un ambiente festivo, pero sobrio y con una gran solemnidad, en la que se mezclan sentimientos de gozo por el sacramento de la Eucaristía y de tristeza por lo que se recordará a partir de esa misma tarde de Jueves Santo, con el encarcelamiento y juicio de Jesús.

En el momento de la Plegaria Eucarística durante la consagración, se prefiere la recitación del Canon Romano o Plegaria I, dado que el texto prevé algunos párrafos directamente relacionados con lo que se celebra en este día, durante la Epiglosis se invoca al Espíritu Santo para que queden consagrados el vino y el pan; esto se da cuando el Sacerdote impone sus manos sobre los dones ofrecidos para que se conviertan en el cuerpo y la sangre de Cristo y para que la comunión, ayude a la salvación de los que participan de ella y actúe sobre la comunidad celebrante, esta es la parte Máxima de la Liturgia de este día y así se conmemora y se celebra la institución de la Eucaristía.

Una vez se ha repartido la Comunión como de costumbre, el Santísimo Sacramento se traslada desde el Altar donde se ha celebrado la Misa en procesión hasta el llamado “Altar de la reserva” o “Monumento”, un altar exclusivo preparado para esta celebración, que debe estar fuera del templo y de la nave central, debido a que en la celebración del Viernes Santo no se celebra la Eucaristía. Durante la procesión hasta la llegada al lugar del Monumento, se entona algún himno eucarístico, como el Pangue Lingua,  el sacerdote deposita el copón con el Santísimo, debidamente cubierto, dentro del sagrario de la reserva, y puesto de rodillas, lo inciensa. Por lo general, no da la bendición con el Santísimo ni reza las alabanzas, sino más bien se queda unos instantes orando en silencio. Antes de retirarse, cierra la puerta del sagrario de reserva, hace genuflexión y se retira

Automáticamente, una vez se ha reservado al Santísimo, los oficios del día jueves finalizan, pues la celebración continuará al día siguiente y se nos invita a conmemorar al día siguiente la muerte del Señor.

En algunas iglesias se celebra a continuación un sencillo acto de denudación de los altares, en el que los sacerdotes y ministros, retiran candeleros y manteles de todos los altares de la iglesia.

Durante la noche se mantiene la adoración del Santísimo en el “Monumento”, celebrándose la llamada “Hora Santa” en torno a la medianoche, quedando el Santísimo allí hasta la celebración del Viernes Santo. Esta reserva recuerda la agonía y oración en Getsemaní y el encarcelamiento de Jesús, y por eso los sacerdotes celebrantes piden que velen y oren con Él, como Jesús pidió a sus apóstoles en el huerto de Getsemaní. Una vez han terminado los oficios, se rememora la oración y agonía de Jesús en el huerto de los olivos, la traición de Judas y el prendimiento de Jesús, que se suele celebrar con procesiones en la tarde-noche del Jueves Santo.

En algunos lugares, existe la tradición de visitar siete monumentos en distintos Templos de una misma ciudad, para recordar a modo de “estaciones”, los distintos momentos de la agonía de Jesús en el Huerto y su posterior arresto.

Desde hace unos años, como Iglesia Católica celebramos el Jueves Santo como Día del Amor Fraterno pues Dios nos amó tanto que nos dio a su Hijo Único para que fuéramos salvados creyendo en Él, y Jesús entrega su vida a cambio de la nuestra y no hay prueba de amor más grande que el que da la Vida por los suyos. Y no sólo bastándole eso, en la locura de amor más grande por nosotros, no sólo se entrega y da la vida, si no que se queda con bajo las apariencias del Pan y el Vino; Su Sacrificio de Amor más grande: La Cruz. Su regalo de amor más grande: La Eucaristía.

Por tanto que este jueves Santo, no represente tristeza para ti, sino que al contrario represente una verdadera Felicidad y una respuesta de Amor ante el mandamiento que nos dejó Cristo de Amarnos como Él nos amó, sirviendo a los demás, que La Eucaristía sea un cumplimiento más de su palabra en ti, pues en ella se cumple su promesa de estar con nosotros siempre hasta el final de los tiempos, por tanto no permitas que el pecado te quite la gracia de poder comulgar, para que cada vez que comulgues se cumpla en ti su última promesa, y si ves a un Sacerdote, ora por él y agradece a Dios por su valentía al dar el Sí a la vida sacerdotal y si puedes felicítalo por un año más de tan grande ministerio y misterioso sacramento, pues sin ellos la Eucaristía no sería posible, como dijo Peter Parker (Spiderman) tienen en sus manos un gran poder, pero que lleva una gran Responsabilidad. Jueves Santo, día de Entrega y Servicio con y por Amor a Jesucristo.

Fuentes: Catholic.net

                 Celebrar la Semana Santa de Pedro Farnés Scherer,pbro.

                  Vivir el Año litúrgico, Ramiro González

El Triduo Pascual

El Triduo Pascual es el momento más importante de la Semana Santa compuesto por los días Jueves Santo, Viernes Santo y Sábado Santo hasta la madrugada, cuando se realiza la Vigilia Pascual en víspera del Domingo de Pascua, con el fin de revivir la alegría por la resurrección de Jesucristo.

El triduo se presenta no como un tiempo de preparación, sino como una sola cosa con la pascua. Es un triduo de la pasión y resurrección, que abarca la totalidad del misterio pascual.

El Calendario litúrgico nos dice:

Cristo redimió al género humano y dio perfecta gloria a Dios principalmente a través de su misterio pascual: muriendo destruyó la muerte y resucitando restauró la vida.

El triduo pascual de la pasión y resurrección de Cristo es, por tanto, la culminación de todo el año litúrgico.

Luego establece la duración exacta del triduo:

El triduo comienza el Jueves Santo con la misa vespertina de la cena del Señor, alcanza su cima el Viernes Santo con la celebración de la Pasión de Cristo y cierra con las vísperas del domingo de pascua (Vigilia Pascual en Sábado).

Esta unificación de la celebración pascual es más acorde con el espíritu del Nuevo Testamento y con la tradición cristiana primitiva. El mismo Cristo, cuando aludía a su pasión y muerte, nunca las disociaba de su resurrección.

 En el evangelio del miércoles de la segunda semana de cuaresma (Mt 20,17-28) habla de ellas en conjunto: «Lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen, y al tercer día resucitará».

La expresión Triduo Pascual es reciente y se ha empleado desde, aproximadamente, el año 1930 hasta la actualidad. No obstante, en el siglo IV tanto San Ambrosio como San Agustín ya hablaban de “Triduum Sacrum”, para referirse a los tres días en los que transcurren el sufrimiento y la gloria de Jesucristo.

La unidad del misterio pascual tiene algo importante que enseñarnos. Nos dice que el dolor no solamente es seguido por el gozo, sino que ya lo contiene en sí. Jesús expresó esto de diferentes maneras. Por ejemplo, en la última cena dijo a sus apóstoles: «Vosotros os entristeceréis, pero vuestra tristeza se cambiará en alegría» (Jn 16,20). Parece como si el dolor fuese uno de los ingredientes imprescindibles para forjar la alegría. La metáfora de la mujer con dolores de parto lo expresa maravillosamente. Su dolor, efectivamente, engendra alegría, la alegría «de que al mundo le ha nacido un hombre».

Otras imágenes acuden a la memoria. Todo el ciclo de la naturaleza habla de vida que sale de la muerte: «Si el grano de trigo, que cae en la tierra, no muere, queda solo; pero si muere, produce mucho fruto» (Jn 12,24).

La resurrección es nuestra pascua; es un paso de la muerte a la vida, de la oscuridad a la luz, del ayuno a la fiesta. El Señor dijo: «Tú, en cambio, cuando ayunes, úngete la cabeza y lávate la cara» (Mt 6,17). El ayuno es el comienzo de la fiesta.

El sufrimiento no es bueno en sí mismo; por tanto, no debemos buscarlo como tal. La postura cristiana referente a él es positiva y realista. En la vida de Cristo, y sobre todo en su cruz, vemos su valor redentor. El crucifijo no debe reducirse a un doloroso recuerdo de lo mucho que Jesús sufrió por nosotros. Es un objeto en el que podemos gloriarnos porque está transfigurado por la gloria de la resurrección.

Nuestras vidas están entretejidas de gozo y de dolor. Huir del dolor y las penas a toda costa y buscar gozo y placer por sí mismos son actitudes equivocadas. El camino cristiano es el camino iluminado por las enseñanzas y ejemplos de Jesús. Es el camino de la cruz, que es también el de la resurrección; es olvido de sí, es perderse por Cristo, es vida que brota de la muerte. El misterio pascual que celebramos en los días del sagrado triduo es la pauta y el programa que debemos seguir en nuestras vidas.

Fuente: Celebrar la Semana Santa de Pedro Farnés

            Catholic.net

            Aciprensa

Examen forense al cuerpo de Jesús

El forense José Antonio Lorente ha analizado para el Magazine de El Mundo, a raíz de la polémica desatada por la película de Mel Gibson La Pasión, las agresiones recibidas durante las últimas ocho horas de la vida de Cristo muestra que le causaron un sufrimiento indescriptible y que tenían un propósito criminal.

Con el respeto y admiración que siempre me ha causado la figura de Jesús, especialmente marcada por mi condición de católico creyente, analizo desde una perspectiva estrictamente profesional y en base a datos objetivos, cuál podría haber sido, a la luz de los conocimientos de hoy, el resultado de la autopsia médico-forense de una persona que hubiese muerto tras sufrir las lesiones infligidas a Jesús. Todos los datos en los que me baso han sido obtenidos (por José Manuel Vidal, corresponsal religioso de El Mundo) de las Sagradas Escrituras, por lo que nada se deja a la improvisación ni a la imaginación de los autores.

La autopsia forense va encaminada a determinar la causa de la muerte y las circunstancias de la misma, cuestiones a veces muy complejas de establecer, como veremos a continuación tras una breve introducción genérica a la autopsia médico-legal.

La causa de la muerte, en el contexto médico-legal, es de dos tipos, ambos estrechamente relacionados entre sí: la causa inmediata y la causa fundamental. La vida tiene un trípode vital (ya descrito por Bichat) que hace que la misma exista por el funcionamiento coordinado de las funciones cardiaca, respiratoria y nerviosa; el motivo por el cual cesa al menos una de estas tres funciones y acaba la vida es la causa inmediata de la muerte. Esta causa inmediata está a su vez basada en una serie de alteraciones generales más graves y genéricas, que es la causa fundamental. Así, por ejemplo, una persona que fallece por un infarto de miocardio tiene como causa inmediata la isquemia cardiaca con necrosis miocárdica, y como causa fundamental, por ejemplo, una grave ateroesclerosis con reducción drástica de la luz o diámetro de una serie de arterias coronarias. Estas causas se recogen siempre en los certificados médicos de defunción y en las declaraciones o informes de autopsia.

Las circunstancias de la muerte tratan de explicar básicamente si la misma ha sido criminal (homicida), accidental o suicida, ya que este tipo de conclusiones son básicas para la investigación judicial. Para ello, el médico forense estudia minuciosamente el cadáver, primero la parte exterior (examen externo), y posteriormente las cavidades y órganos internos ubicados en el cráneo, en el tórax y en el abdomen.

Se usan cuantas técnicas complementarias o auxiliares sean necesarias (histopatológicas, toxicológicas, genéticas, etcétera), ya que de estos datos no sólo se puede deducir si la muerte es homicida o accidental, sino que a veces se consiguen datos sobre los autores del crimen o de ciertas lesiones (por ejemplo, recuperando semen del cuerpo de una víctima que puede servir para identificar al autor) y en otras ocasiones sirve hasta para identificar a un cadáver previamente no identificado (por ejemplo, observando cicatrices o tatuajes).

He aquí, pues, la declaración de autopsia que podemos deducir con rigor de las descripciones encontradas en las Sagradas Escrituras, con mínimas licencias formales de estilo, nunca de contenido.

La autopsia. Sobre la mesa de autopsia se encuentra el cadáver de un varón, de aproximadamente 30 a 35 años de edad, identificado por un nutrido grupo de seguidores como Jesús de Nazaret, del que aseguran que tiene 33 años, hijo de José y de María, crucificado tras ser condenado.

En el examen externo se aprecia un buen estado físico, pese a las lesiones que ha sufrido. En la cabeza destacan múltiples pequeñas heridas punzantes (pinchazos), incisas (cortes) e inciso-contusas (cortes unidos a golpes o cortes producidos por instrumentos no cortantes), de disposición en forma de coronal o de circunferencia, que abarca la parte superior de la frente y se continúa hacia atrás por ambos lados de la cabeza, afectando a los huesos parietales, temporal y al occipital.

Las heridas son profundas, afectando a toda la galea capitis (cuero cabelludo) y llegando hasta la tabla externa de los huesos mencionados. Los pabellones auriculares se hallan igualmente perforados por la acción de instrumentos punzantes (pinchos). A consecuencia de las profusas hemorragias provocadas por las múltiples heridas, es de mencionar que casi todo el cabello se encuentra, en toda su longitud, empapado en sangre húmeda o con costras originadas al secarse. Todas las lesiones sufridas son compatibles con las que produciría una corona de espinas como la que se describe que llevó el finado.

En el tronco, tanto en su parte anterior (pecho) como en la posterior (espalda) se aprecian múltiples lesiones, donde predominan las contusiones en forma de equimosis, equimomas y hematomas (cardenales), algunas de ellas de carácter longitudinal en forma figurada que reproducen los objetos que las produjeron, muy probablemente por una o varios flagrum (especie de látigo de correas o tiras). Por la violencia de los golpes y/o por la reiteración de los mismos en ciertas zonas, se han producido soluciones de continuidad, apareciendo heridas contusas longitudinales, erosiones (arañazos superficiales) y excoriaciones (arañazos profundos, donde aparece sangre).

En algunos puntos del cuerpo las heridas contusas son especialmente profundas, produciendo un gran desgarramiento muscular y también hemorragias profusas. Todas estas lesiones predominan sobre todo en la parte posterior del tronco. Finalmente, en la zona costal derecha, anterolateralmente, destaca una herida incisa profunda, con evidentes signos de haber producido una abundante hemorragia.

En ambas extremidades superiores, casi a la altura de las manos, en la zona carpiana, se aprecia una herida punzante transfixiante (que atraviesa), con bordes contusos y signos de desgarramiento por haber soportado gran peso, probablemente el del cuerpo. En las manos, en la palma y en la eminencia tenar, se aprecian erosiones y excoriaciones, compatibles con las producidas al apoyarse en el suelo tras una caída. En las extremidades inferiores se aprecia, en ambos pies, una herida punzante transfixiante de bordes contusos. Las rodillas aparecen con erosiones y excoriaciones, probablemente por haberse caído y golpeado sobre las mismas.

En el examen interno (podemos deducir) se apreciarían signos propios de una hipoxia-anoxia, hemorragia masiva, shock hipovolémico, con palidez de mucosas y de órganos internos como los pulmones, el hígado y los riñones. Además se encuentra una cantidad muy limitada de sangre en cavidades cardiacas y en los grandes vasos arteriovenosos. Existirían signos de asfixia en cerebro y pulmones, todo ello compatible con una agonía prolongada.

Es necesario ahora realizar una serie de razonamientos (llamados consideraciones médico-legales) antes de concluir con las circunstancias de la muerte.

Comenzamos constatando que no se han descrito lesiones mortales, o sea, aquéllas que por afectar a un órgano o función vital, son causa inmediata y fundamental de muerte. Todo ello nos lleva a considerar la muerte de Jesús de Nazaret como el resultado de un largo proceso agónico.

Desde las nueve de la noche del jueves  (al acabar la Última Cena y ser detenido) hasta las tres de la tarde del viernes  en que murió, transcurren un total de 18 horas. Desde el momento de su detención, parece que no ingirió ningún tipo de alimento o líquido. Los castigos (excepto el bastonazo propiciado por un criado de Caifás poco después de su detención) comenzaron sobre las siete de la mañana del viernes, por lo que hasta el momento de la muerte transcurren unas ocho horas. Las otras lesiones proceden de la flagelación, y son múltiples latigazos en el pecho y la espalda. Estas lesiones provocan hemorragias que en principio no tienen por qué ser muy profusas al no ser profundas y por tanto no afectar a grandes arterias y venas.

Sin embargo, al ser una extensión muy amplia del cuerpo (pecho y espalda) la pérdida sanguínea se va acumulando y puede ser significativa, pudiendo producir (a lo largo de las más de ocho horas de castigo) la pérdida de uno o dos litros de sangre y plasma (sinceramente no creemos que se pudiese perder más, ya que esas lesiones en vasos de diámetro pequeño y mediano tienden a cerrarse per se).

Una hemorragia produce una pérdida del volumen de sangre (que se denomina volemia), por lo que la pérdida de sangre se llama hipovolemia. Una gran hipovolemia origina una crisis o shock en el funcionamiento del organismo, que en este caso se llama shock hipovolémico.

Paralelamente, habida cuenta la gran cantidad de golpes que impactan en los mismos lugares, se producen una serie de graves lesiones similares a las de un aplastamiento o machacamiento, lo que se conoce en medicina como síndrome de aplastamiento (crush syndrome) y que implica la liberación de sustancias al interior de la sangre, entre ellas mioglobina procedente de los músculos, que provoca alteraciones en los procesos renales de filtración.

Tan masiva cantidad de golpes en el tórax es también causa de un gran dolor, enorme e incalificable sufrimiento. Entre los mecanismos de defensa que de modo automático o inconsciente utiliza el organismo está el de reducir la movilidad al mínimo (cuando, por ejemplo, una persona se hace daño en un dedo, lo primero que hace inmediatamente después es cogerlo con la otra mano y no moverlo); la reducción de la movilidad en el tórax se traduce en respiraciones superficiales que originan una hipoxia (falta de oxigenación de la sangre por no respirar adecuadamente), que se asocia a una hipercapnia (exceso de dióxido de carbono por el mismo motivo) y a una serie de alteraciones del equilibrio ácido-base.

A esto hay que unir que, por la postura existente en la cruz, donde el cuerpo cuelga literalmente de las extremidades superiores a través de una tensión que se transmite al tórax y a sus músculos, que ven dificultada sus funciones, entre ellas la de facilitar los movimientos respiratorios.

Las graves lesiones traumáticas en el tórax bien pudieron producir una irritación de las membranas que rodean los pulmones (pleuras), ocasionando una pleuritis con una acumulación de líquido llamado exudado en el espacio interpleural. Esto puede explicar perfectamente por qué salió “sangre y agua” al pinchar en el lado derecho de su costado: sangre de las lesiones propias de las arterias y venas de la zona, y “agua” que sería el exudado acumulado entre las pleuras (interpleural).

Las lesiones producidas por los clavos en ambas manos (zona carpiana) y en los pies no deben estar en principio relacionadas con la causa de la muerte, ya que no afectan órganos vitales y una posible infección grave no se desarrolla en tan corto plazo de tiempo. La única posible influencia –no descrita en las Sagradas Escrituras– es la producción de una gran hemorragia porque se hubiesen afectado arterias o venas de gran calibre, lo cual hubiese redundado en el posible shock hipovolémico mencionado.

Las lesiones producidas por la corona de espinas en la cabeza no están probablemente relacionadas con la causa de la muerte (no afectan órganos vitales al no penetrar en el cerebro ni producen gran hemorragia).

Una nota final para destacar que la posición en la cruz (ortostática, de pie) hace difícil la llegada de oxígeno al cerebro, ya que la sangre tiende a acumularse en las partes inferiores del organismo (por efecto de la gravedad), sobre todo cuando el corazón funciona débilmente, por lo que la oxigenación del órgano que más lo necesita (el cerebro o sistema nervioso central) es deficiente.

Conociendo la lenta agonía y el mantenimiento de la conciencia casi hasta el último instante, en base a todas las consideraciones anteriormente expuestas, obtenemos las siguientes conclusiones médico-legales como las más probables:

Causa inmediata de la muerte: hipoxia-anoxia (hipoxia es disminución de la concentración de oxígeno en la sangre, y anoxia es la ausencia total de oxígeno en la misma) cerebral consecuencia de hipovolemia (disminución del volumen de sangre) post-hemorrágica, de insuficiencia respiratoria mecánica (incapacidad para respirar adecuadamente por falta de movilidad) por graves lesiones en músculos intercostales, y de insuficiencia cardiaca.

Causa fundamental de la muerte: múltiples heridas inciso-contusas, equimosis, erosiones, excoriaciones y hematomas en la parte anterior y posterior del tronco.

Origen de la muerte: criminal.

El doctor José Antonio Lorente Acosta es especialista en Medicina Legal y Forense y profesor titular de Medicina Legal de la Universidad de Granada.

El Santo de la semana: SAN VICENTE FERRER

San Vicente Ferrer vivió durante la crisis del Cisma de occidente en Europa. Tuvo una importante participación política en el conflicto. Además, fue un incansable predicador en gran parte del continente.

 

Síntesis biográfica

  En el desarrollo histórico de la cultura occidental la palabra fue perdiendo valor. En cualquier trámite civil o religioso es necesaria la existencia de un escrito que garantice veracidad. Sin embargo, eso no ha impedido el surgimiento de figuras que sobresalieron por el poder de su palabra.

Este es el caso de san Vicente Ferrer, dominico nacido en Valencia  el 23 de enero de 1350. Sus padres fueron Guillermo Ferrer, notario, y Constança Miquel. Fue bautizado en la Parroquia de san Esteban.

En 1367 Vicente tomó el hábito dominicano. Realizó sus estudios en Barcelona y desde entonces ya era reconocido como gran predicador. Fue ordenado presbítero en 1379 y regresó a su convento en Valencia.

Fue elegido Prior en un difícil contexto: la Peste negra, relajación espiritual de muchos religiosos y el cisma de occidente.

 En 1386 empezó una intensa labor en Valencia. Era catedrático de Teología, predicador, confesor y consejero. Fue reconocido como Maestro en Sagrada Teología. En 1394 Benedicto XIII, el Papa de Aviñón, lo llamó para ser su confesor y asesor diplomático.

 Fray Vicente se percató del grave daño del cisma para la Iglesia. Pidió al Papa salir de la curia para dedicarse a la predicación.

En 1399 empezó una ardua labor misionera por gran parte de Europa. Los pueblos salían a recibirlo cuando llegaba a predicarles y pasaba la jornada visitando a los más necesitados. Sus sermones eran transcritos y recorrían toda Europa. En 1412 fue uno de los elegidos para dirimir la sucesión de la corona de Aragón.

 Su presencia en los pueblos era considerada signo de paz y reconciliación. Fue Maestro de vida espiritual. Sobresale su obra Tratado de la vida espiritual. Para Vicente la «contemplación» es inseparable de la oración y del estudio. Murió en Francia el 5 abril de 1419.

San Vicente fue canonizado el 29 de junio de 1455 en Roma por el papa Calixto III. Su fiesta se celebra el 5 de abril, aunque desde muy antiguo, en Valencia, se celebra el lunes posterior a la Octava de Pascua. 

¿Qué nos dice hoy?

  El cisma de occidente supuso una profunda división en la Iglesia y la sociedad. Pero, a pesar del conflicto y de su posición política, san Vicente siempre optó por la paz. Para los cristianos, la indiferencia o la guerra nunca son una opción válida. Desde el lugar que ocupamos en la sociedad estamos llamados a contribuir en el surgimiento de un mundo mejor.

«EL ROBO DE LA ALEGRÍA»

Juan Pedro Rivero González es Delegado de Cáritas Diocesana de Tenerife

Quisiera hacer una reivindicación literaria a la alegría que debería gobernar la existencia y relaciones de las personas humanas. Esa emoción anhelada siempre por quienes abrimos los ojos al drama narrado por tantos cantantes de lamentaciones de nuestra existencia. Temo que haya quienes trabajen, con intereses ocultos, por borrar de nuestra alma el gusto por la alegría.

Si abriste los ojos sorprendido y descubriste en el fondo de tu mente una duda malévola e irónica hacia estas letras entrelazadas, si sospechaste que es ilusoria la pretención de reivindicar la alegría, si consideraste absurdo el esfuerzo, puede que hayas sido poseído por el espíritu global del pesimismo inoculado en la humanidad. Porque los tristes y pesimistas olvidan la importancia de dar la palabra debidamente a los que tienen buenas noticias que compartir. Es más fácil de dominar un espíritu alicaído y zozobrado que un entusiasta de la realidad.

No nos debemos dejar robar la alegría. Lo diga quien lo diga y lo diga por los motivos por lo que lo diga. Hemos sido hechos para la alegría y hasta nuestro sistema inmunológico lo sabe. La tristeza arrastra tras de sí, como flautista de Amelín, el rosario de virus, bacterias y otras especies de bichos merecedores de nuestros temores. Quien le roba la alegría a una persona debería ser considerado el mayor de los delincuentes posibles.

Poco tiene que ver la alegría con el elixir de una supuesta vida sin problemas, o con la narcotizada existencia del que no toma conciencia de lo real. La alegría nace del sentido divertido que tiene tomar conciencia de todo lo que nos es posible y de cuánto nos falta por alcanzar. La alegría de la más pequeña victoria contra nuestros problemas reales. La dicha de la paciencia que descubre cuánto crece una planta invisible a los ojos que la miran.

¿Quiénes son los que más ríen? ¿Las personas sin problemas? No. Porque la experiencia es argumentativa al respecto. Un mundo satisfecho nos engorda del sobrepeso del primer mundo, pero es inversamente proporcional a los niveles sociales de depresión, tristeza y amargura de este mundo satisfecho. Hemos olvidado el canto y el baile y nos resulta molesto que otros, que vienen de cualquier “sur” nos molesten con sus movimientos, ritmos y sonidos cargados de una alegría que no está ausente aún en el tercer mundo fabricado por los satisfechos.

Te doy lo que me pidas, pero no me pidas esconder la alegría. Y si no la puedo mostrar por la inercia contagiosa del mundo en el que vivo, permíteme que la reivindique, al menos literariamente. Al menos en el deseo.

Por muy dura que sea la existencia, por muy dramática que parezca y que lo pueda ser -porque ejemplos múltiples tenemos a la orden del día-, hemos de resistirnos a considerar como sinónimo de drama el término tragedia. La tragedia es el drama sin esperanza. Y, si miramos bien y en la dirección adecuada, la esperanza es el motor de la historia.

Las personas somos constructores de alegría. Y en Cuaresma, la nota fundamental es la alegría.

El reflejo de lo vivido

 

El colegio Santa María la Nueva acoge la exposición ‘Memorias del Nansa’, un homenaje al valor y las cualidades de las personas mayores de la fotógrafa Marta Campa

Marta Campa, con algunos de los retratos que componen la exposición. – Foto: Valdivielso

La historia de un pueblo se refleja en el rostro de sus gentes. El colegio Santa María la Nueva y San José Artesano, en Burgos, acogió durante los días 28 y 29 de marzo la exposición ‘Memorias del Nansa’, de la fotógrafa y también alumna del centro Marta Campa. La muestra se hizo para rendir homenaje a las personas mayores y concienciar a las nuevas generaciones de su importancia en la sociedad actual.

La exposición está compuesta de retratos en blanco y negro de los ancianos en el Valle del Nansa, en Cantabria, que reflejan rostros de nostalgia y soledad. El proyecto nació con la idea de hacer algo social, el padre de Marta era de la zona y ella siempre ha sentido un cariño especial por sus abuelos, explica, además, ve «una falta de valores en la gente joven, que no aprecia lo que tienen».

El proyecto rinde homenaje a esta generación, e infunde valores de respeto y admiración hacia ellos; puede parecer una «generación invisible a los ojos de la sociedad, pero con su esfuerzo han logrado que tengamos un presente y futuro mejor».

Las jornadas contaron también con una ponencia en la que se abordaron dos temas que han marcado duramente las vidas de nuestros mayores: la posguerra y la covid. Para ilustrarlo, se proyectó  un vídeo con una entrevista a una de las retratadas, una mujer que encarna muchas de las cosas que se muestran. Esta anciana vio con apenas un año como su padre se fue a la guerra y nunca pudo saber nada más de él; además, ya casada, vivía con su marido en unas condiciones muy duras, tenían ganado en casa y él trabajaba precariamente en una mina. Estas personas son, en palabras de la fotógrafa, el mejor patrimonio que tenemos, pero «como vivimos tan acelerados no nos damos cuenta del tesoro que son los abuelos».

En la charla, Marta habló sobre las severas condiciones a las que tuvieron que sobrevivir los mayores, para dar voz a las personas que ayudaron hace poco menos de 100 años a levantar un país devastado por la guerra. Así, se quiere trasmitir también amparo y solidaridad hacia el pueblo ucraniano y concienciar a los jóvenes que el día de mañana podemos ser nosotros quienes estemos en esa situación. Por otro lado, se hablará también de como los mayores han sufrido el coronavirus. Ellos han sido el grupo más aislado y muchos, ya sea por el virus u otro motivo, han fallecido en completa soledad durante los dos años de pandemia.

La autora busca llegar a los corazones de los visitantes tanto como los retratados llegaron al suyo, pues ha sido un proyecto, que «ha nacido de corazón» y ha sido muy emotivo para ella por todo el esfuerzo y pasión de los mayores por dejarnos un buen legado. La exposición, destaca, es un proyecto social sin ánimo de lucro y completamente apolítico, que puede adaptarse tanto a centros educativos como a ayuntamientos y otros eventos solidarios, con la única finalidad de que la gente mayor se sienta querida. El colegio también señala que es necesario educar y concienciar a los alumnos sobre la importancia de estas personas.

Visto en El Diario de Burgos

 Por Marina Urizarna

Ejercicios Cuaresmales para el Movimiento

 

 

 El pasado mes de marzo, en la casa de espiritualidad de las Esclavas de Cristo Rey, el consiliario nacional  de Vida Ascendente D. José Ignacio  Figueroa, dirigió los ejercicios Cuaresmales.

Os dejamos el enlace para que podáis leer los textos íntegros  y ver los videos de las ocho meditaciones.

https://vidaascendente.es/ejercicios-espirituales/

 

Catequesis del Santo Padre sobre la vejez (V): Simeón y Ana, ejemplo de fidelidad en la espera

El Santo Padre continuó con su serie de catequesis sobre el sentido y el valor de la vejez, bajo el tema “La fidelidad a la visita de Dios para la generación que viene”.

El Papa Francisco habló de Simeón y Ana, figuras bíblicas modelo de vejez, de los que: “Primero, aprendemos que la fidelidad de la espera afina los sentidos. Por otro lado, lo sabemos, el Espíritu Santo hace precisamente esto: ilumina los sentidos”.

Su Santidad propone el ejemplo de los ancianos Simeón y Ana e indica que ellos “conservan esta sensibilidad del espíritu y son capaces de entender las diferentes situaciones, como estos dos entendieron que esta situación que estaba ante ellos era la manifestación del Mesías”.

Estar atentos a las visitas del Señor

Para Francisco, “una vejez que se ha ejercitado en la espera de la visita de Dios no perderá su paso: es más, estará también más preparada a acogerla, tendrá más sensibilidad para acoger al Señor cuando pasa”.

Y recordó que “una actitud del cristiano es estar atento a las visitas del Señor, porque el Señor pasa en nuestra vida con las inspiraciones, con la invitación a ser mejores. Y san Agustín decía: ‘Tengo miedo de Dios cuando pasa’ .  ‘¿Pero por qué tienes miedo?’ .  ‘Sí, tengo miedo de no darme cuenta y dejarlo pasar’. Es el Espíritu Santo que prepara los sentidos para entender cuándo el Señor nos está visitando, como hizo con Simeón y Ana”.

En este sentido, el Papa apunta que “hoy más que nunca necesitamos esto: necesitamos una vejez dotada de sentidos espirituales vivos y capaz de reconocer los signos de Dios, es más, el Signo de Dios, que es Jesús”. Y añade que “la anestesia de los sentidos espirituales —y esto es feo— la anestesia de los sentidos espirituales, en la excitación y en el entumecimiento de los corporales, es un síndrome generalizado en una sociedad que cultiva la ilusión de la eterna juventud, y su rasgo más peligroso está en el hecho de que esta es mayoritariamente inconsciente. No nos damos cuenta de estar anestesiados”.

Esto, insiste “sucede: siempre ha sucedido y sucede en nuestra época. Los sentidos anestesiados, sin entender qué sucede; los sentidos interiores, los sentidos del espíritu para entender la presencia de Dios o la presencia del mal, anestesiados, no distinguen”.

Pérdida de sensibilidad del alma

La pérdida de sensibilidad del alma “no se refiere simplemente al pensamiento de Dios o de la religión. La insensibilidad de los sentidos espirituales se refiere a la compasión y la piedad, la vergüenza y el remordimiento, la fidelidad y la entrega, la ternura y el honor, la responsabilidad propia y el dolor ajeno. Es curioso: la insensibilidad no te hace entender la compasión, no te hace entender la piedad, no te hace sentir vergüenza o remordimiento por haber hecho algo malo”.

El Pontífice describe también que en una sociedad “que ejerce principalmente la sensibilidad por el disfrute, disminuye la atención a los frágiles y prevalece la competencia de los vencedores. Y así se pierde la sensibilidad. Ciertamente, la retórica de la inclusión es la fórmula de rito de todo discurso políticamente correcto. Pero todavía no trae una real corrección en las prácticas de la convivencia normal: cuesta que crezca una cultura de la ternura social”.

No ser protagonistas, sino solo testigos

De la historia de Simeón y Ana “viene una indicación escondida que merece ser llevada a primer plano. ¿En qué consiste, concretamente, la revelación que enciende la sensibilidad de Simeón y Ana?”. Esto, “consiste en el reconocer en un niño, que ellos no han generado y que ven por primera vez, el signo seguro de la visita de Dios. Ellos aceptan no ser protagonistas, sino solo testigos. Y cuando un individuo acepta no ser protagonista, sino que se involucra como testigo, la cosa va bien: ese hombre o esa mujer está madurando bien”.

Pero, prosigue el Sucesor de Pedro, “si tiene siempre ganas de ser protagonista no madurará nunca este camino hacia la plenitud de la vejez. La visita de Dios no se encarna en su vida, de los que quieren ser protagonistas y nunca testigos, no los lleva a la escena como salvadores: Dios no se hace carne en su generación, sino en la generación que debe venir. Pierden el espíritu, pierden las ganas de vivir con madurez y, como se dice normalmente, se vive con superficialidad”.

“Es la gran generación de los superficiales, que no se permiten sentir las cosas con la sensibilidad del espíritu. ¿Pero por qué no se lo permiten? En parte por pereza, y en parte porque ya no pueden: la han perdido. Es feo cuando una civilización pierde la sensibilidad del espíritu. Sin embargo, es muy bonito cuando encontramos ancianos como Simeón y Ana que conservan esta sensibilidad del espíritu y son capaces de entender las diferentes situaciones, como estos dos entendieron que esta situación que estaba ante ellos era la manifestación del Mesías”, explica el Papa Francisco

La sensibilidad espiritual de la edad anciana “es capaz de abatir la competición y el conflicto entre las generaciones de forma creíble y definitiva. Supera, esta sensibilidad: los ancianos, con esta sensibilidad, superan el conflicto, van más allá, van a la unidad, no al conflicto. Esto ciertamente es imposible para los hombres, pero es posible para Dios. ¡Y hoy necesitamos mucho de la sensibilidad del espíritu, de la madurez del espíritu, necesitamos ancianos sabios, maduros en el espíritu que nos den una esperanza para la vida!”, concluye.

Visto en Exaudi.org

Texto completo en:

https://www.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2022/documents/20220330-udienza-generale.html