EL SANTO DE LA SEMANA: SAN JUAN DE ÁVILA

La condición de cristiano nuevo en su tiempo era dar a entender a la gente que su ascendencia procedía de nuevas cepas implantadas en el cristianismo y que sus antecesores sólo habían sido o judíos o más probablemente discípulos del Profeta. Esto ponía graves trabas a quienes padecían inculpablemente la novedad. En el ambiente eclesiástico no había puestos que escalar y en la vida de los cristianos era un baldón permanente a soportar; a la más mínima denuncia, aunque fuera adobada con el condimento de la envidia, ya podía el cristiano nuevo echarse a temblar. Juan de Ávila era uno de esos cristianos nuevos.

Nació en Almodóvar del Campo. Hizo estudios de Teología y Derecho en Salamanca y Alcalá. Obtuvo grados y, más importante que todo ello, quiso ponerlos a disposición del Señor que le había puesto fuego en el alma. Ya sacerdote en 1525, mira como posibilidad la difusión del Evangelio en las Indias y mantiene contacto con los dominicos -principalmente con Garcés- que quizá pudieran abrirle puertas.

Pero el sur de España fue su parcela de siembra, el arzobispo don Alonso Manrique supo retenerlo en Sevilla. En Écija comienza su predicación y a leer públicamente las epístolas de san Pablo, reúne niños en la misma casa donde se hospeda para enseñarles el catecismo, a los mayores les comenta la Pasión y junta a un grupo de sacerdotes celosos, predicadores y austeros. Lo mismo hizo en Alcalá de Guadaira. Su actividad poco común, la reciedumbre de su predicación y la claridad en la doctrina conjugada con la ascética personal más dura le valieron la envidia tan terriblemente frecuente en el estamento clerical de todos los tiempos; por eso no pudo publicar con su firma el conjunto de libros espirituales, entre ellos uno sobre el modo de rezar el rosario; los publicó como anónimos, como hizo con la traducción del Kempis que por largo tiempo se atribuyó al también dominico Luis de Granada. No aconsejaba otra cosa el proceso de casi dos años al que lo sometió el Tribunal de la Inquisición y que se resolvió sin nota condenatoria.

Su actividad se traslada a Córdoba y luego a Granada donde, ya como maestro, tiene sitio y parte apostólica activa en la universidad recién creada por el arzobispo don Gaspar de Ávalos rodeándose de sacerdotes apostólicos, bien formados y santos. La mayor parte de ellos -sin exclusividad- son también cristianos nuevos que tienen bien cerradas las puertas de los mejores puestos por prejuicios seculares. (Con harta frecuencia, los cargos donde trabaja el clérigo no se dan al buen pastor, sino al amigo del dueño). Pero a pesar de ello, forman un numeroso grupo, es ya todo un movimiento sacerdotal de predicadores y confesores cuyo director es el Maestro Ávila que les inculca frecuencia en la confesión, amor a la Eucaristía, oración, contemplación de la Pasión de Cristo y familiaridad con las Sagradas Escrituras; en la vida práctica, viven con un desprendimiento completo de los bienes y ni tan siquiera cobran dineros por las predicaciones y ministerio. El amplio campo de apostolado ulterior de cada uno de ellos sólo es la consecuencia normal del espíritu que se desborda.

Desde el principio, en el 1538, supo ser en Baeza alma y maestro de la universidad fundada por don Rodrigo y don Pedro López; aquello más que un centro de estudios superiores parece uno de los seminarios que todavía no había inventado el Concilio grande de la Iglesia que en aquel tiempo se celebraba en Trento y al que envió memoriales a ruegos de los obispos allí reunidos para reformar la Iglesia que Juan de Ávila ya reformaba desde hacía tiempo. Además hay que contar su estancia en Montilla y Priego, el trato con los importantes duques de Feria, el rastro que deja en tierras extremeñas, las cartas y escritos espirituales, el tratado de vida cristiana Audi filia compuesto a modo de cartas escritas a doña Sancha Carrillo, la compañía frecuente con fray Luis de Granada que le admiraba y la fundación de numerosos -hasta quince- colegios.

Tan popular es su figura, tan evangélico su mensaje, tan claro su ejemplo, tan sincera su entrega y tan cargado de frutos su celo que el jesuitismo incipiente se plantea seriamente incorporarlo a sus filas para el bien de la Iglesia y del Reino. Será el mismísimo jesuita Villanueva, encargado por Ignacio del negocio de estudiar la conveniencia y de invitarlo a incorporarse a ellos, quien llegó a comentar con veraz y certera intuición después de haberle tratado por algún tiempo: «En tanta conformidad, no parece que haya otro acuerdo: o que él se una a nosotros o que nosotros nos unamos con él». Llegaron las enfermedades con su compañía de achaques, limitación y dolores que ya no desaparecerán hasta la muerte. Entonces se plantea Juan dejar a la Compañía la herencia de hombres y colegios, pero la persecución del cardenal Silíceo, obliga a tomar precauciones a la Compañía ante los conversos y cristianos nuevos.

Murió Juan de Ávila el 10 de mayo de 1569 con humildad y piedad ejemplar, repitiendo los nombres de Jesús y María. Fue beatificado en 1894; Pío XII, el 2 de julio de 1946, lo proclama patrón del clero español y lo canoniza Pablo VI en 1970, el 31 de mayo. La Conferencia Episcopal Española ha pedido a la Santa Sede, con motivo del centenario del nacimiento de san Juan de Ávila, que sea declarado Doctor de la Iglesia Universal.

(Fuente: archimadrid.es)

CATEQUESIS PAPA FRANCISCO. II. LA VIDA DE JESÚS. LOS ENCUENTROS. 5. EL PADRE MISERICORDIOSO. ESTABA PERDIDO Y HA SIDO ENCONTRADO (LC 15,32)

Después de haber meditado sobre los encuentros de Jesús con algunos personajes del Evangelio, quisiera detenerme, a partir de esta catequesis, en algunas parábolas. Como sabemos, son narraciones que retoman imágenes y situaciones de la realidad cotidiana. Por eso tocan también nuestra vida. Nos provocan. Y nos piden que tomemos posición: dónde estoy yo en esta narración?

Partamos de la parábola más famosa, aquella que todos recordamos tal vez desde que éramos pequeños: la parábola del padre y los dos hijos (Lc 15,1-3.11-32). En ella encontramos el corazón del Evangelio de Jesús, es decir, la misericordia de Dios.

El evangelista Lucas dice que Jesús cuenta esta parábola para los fariseos y los escribas, que murmuraban porque Él comía con los pecadores. Por eso se podría decir que es una parábola dirigida a aquellos que se han perdido, pero no lo saben y juzgan a los demás.

El Evangelio quiere entregarnos un mensaje de esperanza, porque nos dice que sea cual sea el lugar en el que nos hayamos perdido, sea cual sea el modo en el que nos hayamos perdido, ¡Dios viene siempre a buscarnos! Quizá nos hemos perdido como una oveja que se sale del camino para pastar la hierba, o se queda atrás por cansancio (cf. Lc 15,4-7). O acaso nos hemos perdido como una moneda que se cayó al suelo y ya no se encuentra, o bien alguien la puso en algún sitio y no recuerda dónde. O nos hemos perdido como los dos hijos de este padre: el más joven, porque se cansó de estar en una relación que sentía demasiado exigente; pero también el mayor se perdió, porque no basta con quedarse en casa si en el corazón hay orgullo y rencor.

El amor es siempre un compromiso, siempre hay algo que debemos perder para ir al encuentro del otro. Pero el hijo menor de la parábola solo piensa en sí mismo, como ocurre en ciertas etapas de la infancia y de la adolescencia. En realidad, vemos a muchos adultos así a nuestro alrededor, que no consiguen mantener una relación porque son egoístas. Se engañan pensando que pueden encontrarse a sí mismos y, en cambio, se pierden, porque solo cuando vivimos para alguien vivimos de verdad.

Este hijo menor, como todos nosotros, tiene hambre de afecto, quiere que le quieran. Pero el amor es un don precioso, hay que tratarlo con cuidado. Él, en cambio, lo desperdicia, se malvende, no se respeta a sí mismo. Se da cuenta de ello en tiempos de escasez, cuando nadie se preocupa por él. El riesgo es que en esos momentos empecemos a mendigar afecto y nos aferremos al primer amo que se nos presenta.

Son estas experiencias las que hacen nacer en nuestro interior la convicción distorsionada de que solo podemos estar en una relación como sirvientes, como si tuviéramos que expiar una culpa o como si no pudiera existir el amor verdadero. De hecho, cuando el hijo menor toca fondo, piensa en volver a casa de su padre para recoger del suelo alguna migaja de afecto.

Solo quien nos quiere de verdad puede liberarnos de esta visión falsa del amor. En la relación con Dios vivimos precisamente esta experiencia. El gran pintor Rembrandt, en una famosa pintura, representó de manera maravillosa el regreso del hijo pródigo. Me llaman la atención, sobre todo, dos detalles: el joven tiene la cabeza rapada, como la de un penitente, pero también parece la cabeza de un niño, porque ese hijo está renaciendo. Y luego, las manos del padre: una masculina y otra femenina, para describir la fuerza y la ternura en el abrazo del perdón.

Pero es el hijo mayor el que representa a aquellos para quienes se cuenta la parábola: es el hijo que siempre se ha quedado en casa con el padre, y, sin embargo, estaba lejos de él, lejos con el corazón. Este hijo tal vez también hubiera querido irse, pero por miedo o por obligación se quedó allí, en esa relación. Sin embargo, cuando nos adaptamos en contra de nuestra voluntad, empezamos a acumular ira en nuestro interior y, tarde o temprano, esta ira estalla. Paradójicamente, al final es precisamente el hijo mayor el que corre el riesgo de quedarse fuera de casa, porque no comparte la alegría de su padre.

El padre también sale a su encuentro. No lo regaña ni lo llama al deber. Solo quiere que sienta su amor. Lo invita a entrar y deja la puerta abierta. Esa puerta permanece abierta también para nosotros. De hecho, este es el motivo de la esperanza: podemos tener esperanza porque sabemos que el Padre nos espera, nos ve desde lejos y siempre deja la puerta abierta.

Queridos hermanos y hermanas, preguntémonos entonces dónde estamos nosotros en este maravilloso relato. Y pidámosle a Dios Padre la gracia de poder encontrar nosotros también el camino para volver a casa.

ESPECULACIONES SOBRE EL NUEVO PAPA

El lunes de Pascua murió Francisco. La noticia de su muerte fue portada, con grandes titulares, de los periódicos del día siguiente. Y, junto con la noticia de su muerte, también, en la mayoría de las primeras páginas, con caracteres destacados, se especulaba sobre quién podía ser su sucesor. El asunto del sucesor interesa. De hecho, mucha gente me ha preguntado quién pienso yo que saldrá elegido en el próximo Cónclave. Dudo que la mayoría de esas personas tengan suficiente información sobre los cardenales para poder hacer una valoración adecuada. Los periódicos sí que hacen valoraciones, algunas condicionadas por su línea editorial.

No hablemos de lo que se dice en redes sociales y algunos blogs que pululan por la red, en los que hay de todo, como no podía ser de otra forma, aunque en algunos casos lo que hay es falta de respeto con el Papa difunto. Y lo digo de una forma elegante. Y cuando hacen pronósticos sobre el nuevo Papa, me temo que confunden sus deseos con la realidad. Eso dejando aparte que atribuyen a sus candidatos ideas en las que seguramente ellos no se reconocerían. Hasta las casas de juego hacen lo que no tiene nada de cristiano, a saber, apuestas sobre quién será el nuevo Papa.

Estoy convencido de que el elegido continuará la línea de su predecesor, con algunas características propias. Es lo que ha ocurrido con todos los Papas. Ninguno descalifica a su antecesor. Todos dicen continuarlo. No quiero arriesgarme a hacer pronósticos, pero aún así aventuro que una de las primeras decisiones del nuevo Papa va a ser continuar con el Sínodo y, por supuesto, dejar claro que el año jubilar continúa con el ritmo ya empezado. Porque en la Iglesia no hay rupturas. Hay estilos distintos, en función de las personas, como es lógico y normal. Pero lo fundamental permanece.

En vez de especulaciones sobre quién será el nuevo Papa, lo que ahora toca es dar gracias por la vida y el magisterio de Francisco, convencidos de que Dios guía a su Iglesia y, con sus fallos y deficiencias, porque está formada por seres humanos frágiles y pecadores (empezando por el Papa), la sostiene para que siga anunciando a las personas de cada época y lugar la buena nueva del Evangelio de Cristo. La referencia de los cristianos no es una ideología, sino un hombre de carne y hueso, con sus manías, un pobre hombre vestido de blanco, pobre en relación con Aquel del que es Vicario, pobre como esos pobres hombres que somos nosotros, pero signo viviente del Verbo que se ha hecho uno de nosotros.

La elección de los últimos Papas (sobre todo de Juan Pablo II y Francisco) fue una sorpresa. Es posible que en esta elección tengamos otra. Y un asunto más: una cosa son los cardenales con derecho a voto, y otra los que están en condiciones de desplazarse a Roma, que serán algunos menos. Y a propósito de esos cardenales que no podrán estar en el Cónclave, ¿qué es de esos cardenales que no podrán estar en el Cónclave, ¿qué es lo que preocupa a algunos? Si están en uno u otro bando, según sus clasificaciones políticas, trasplantadas al ámbito eclesial. ¡Penoso! Todo muy penoso.

Martín Gelabert – Blog Nihil Obstat

HOMENAJE A CARMEN GARCÍA GONZÁLEZ (106 AÑOS)

Días antes de comenzar la Semana Santa, el pasado día 5 de abril, nuestra querida Carmen García González, a los 106 años, ha partido a la casa del Padre. Fue miembro fundador del grupo de Vida Ascendente en nuestra parroquia de la Anunciación de la Santísima Virgen.

Junto con Carmen del Rincón, Marcelina, Carmen García Ruiz, Constancia, Román, Viviana, Milagros, Patrocinio, María Soledad García, Esther, Anastasia y Valeriano, formaron el primer grupo de Vida Ascendente en nuestra parroquia. Hoy la mayoría de ellos ya están en compañía del Padre, pero dejaron su impronta y buen hacer en nuestro movimiento en la parroquia. Dejaron y dejan un grupo fuerte y con buenas raíces que han hecho que el grupo siga siendo uno de los más numerosos de la ciudad.

Carmen, con su carácter y buen hacer, con su gran espiritualidad supo contribuir al engrandecimiento del movimiento en aquellos primeros momentos. Este buen hacer y su ejemplo son la causa que, con la ayuda del Señor, se haya asentado el movimiento en nuestra parroquia y cada día tenga más fuerza. Hoy por hoy y pese a que cada día nos vamos haciendo más mayores, con su intercesión desde el cielo, Vida Ascendente parroquial goza de una excelente salud.

En los momentos de tertulia, nos recordaba a todos los arzobispos y personas ilustres que había conocido y nos hablaba de los momentos duros y difíciles que le habían tocado sufrir; la dureza de la guerra y de la posguerra con la falta de alimentos, etc. Fue una persona con la que daba gusto estar por las enseñanzas y apoyo que transmitía; tenía una mente lúcida que conservó hasta el último momento.

Carmen y sus compañeros supieron reflejar y enseñar con su ejemplo a la comunidad parroquial nuestro lema de Espiritualidad, Apostolado y Amistad.

Carmen ha sido y será una piedra fundamental en los cimientos de vida Ascendente en Burgos, un ejemplo a seguir por todos nosotros por su gran Espiritualidad y su capacidad para hacer Apostolado en nuestra parroquia. Logró formar un gran grupo unido por la Amistad que supieron compartir entre ellos y que hoy, en nuestro grupo, procuramos conservar siguiendo su ejemplo.

Que descanse en paz.

Amelia Diez Reoyo

Presidenta diocesana de Vida Ascendente de Burgos.

COOPERATIVAS DE ATENCIÓN DOMICILIARIA: UNA SOLUCIÓN INNOVADORA A LA CRISIS DE CUIDADORES

Un nuevo estudio de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) en Estados Unidos sugiere que las cooperativas de atención domiciliaria pueden ser la clave para aliviar la escasez de cuidadores remunerados de estadounidenses mayores.

La investigación, publicada en la revista JAMA Network Open, revela que los participantes en cooperativas experimentan mayor respeto, control, apoyo laboral y remuneración que sus contrapartes en servicios de atención tradicionales.

Estos factores podrían explicar cómo las cooperativas han logrado tasas de rotación de personal que son la mitad de las de las agencias tradicionales, que se caracterizan por una alta rotación de personal y una alta insatisfacción laboral.

El doctor Geoffrey Gusoff, profesor adjunto de medicina familiar en la Facultad de Medicina David Geffen de la UCLA y autor principal del estudio, considera que millones de adultos mayores carecerán del apoyo que necesitan para envejecer de forma segura en casa a menos que se desarrollen nuevas estrategias y se cambien las políticas para retener y reclutar a los cuidadores.

Para él, estas cooperativas de atención dmiciliaria representan un «enfoque innovador» para solucionar el problema de falta de cuidadores y «mejorar la calidad y la retención de estos» para satisfacer la cada vez mayor demanda.

Cuatro factores que determinan una mejor calidad laboral

Los investigadores entrevistaron a 23 cuidadores domiciliarios y nueve empleados de cinco cooperativas, la mayoría de los cuales habían trabajado previamente en entornos tradicionales de cuidado remunerado. Los cuidadores domiciliarios de las cooperativas identificaron cuatro factores que contribuyeron a una mejor calidad laboral y una menor rotación de personal en comparación con los servicios de cuidado tradicionales.

En primer lugar, altos niveles de participación y control en tres áreas: atención al paciente, programación y políticas de la agencia. En segundo lugar, un sentido de comunidad, camaradería y trabajo en equipo que surge en parte de su sentido de propiedad y del apoyo que recibieron del personal y otros trabajadores de atención domiciliaria en sus equipos.

En tercer lugar, una cultura de respeto hacia los trabajadores de atención domiciliaria, que genere la percepción de que son valorados. En cuarto lugar, se detectó una mejor compensación general que incluya salarios, beneficios, como un seguro de salud, y/o participación en las ganancias, que juegan un papel crucial en la retención de los empleados.

Limitaciones de la investigación

Algunas limitaciones del estudio incluyen la posibilidad de sesgo de recuerdo o de selección cuando los participantes compararon sus experiencias en cooperativas con su empleo anterior en servicios tradicionales. Además, la inclusión únicamente de trabajadores de atención domiciliaria que hablaban inglés en el estudio y el papel potencial que otros factores, como el tamaño de la agencia, pueden desempeñar en las percepciones de los trabajadores sobre las cooperativas.

Gusoff agrega que se necesita más trabajo para identificar con más detalle las cualidades que influyen en la satisfacción laboral de los trabajadores de atención domiciliaria. «El siguiente paso es probar los factores identificados en el estudio a través de una encuesta nacional de cuidadores para cuantificar mejor el papel de cada factor en la retención, la satisfacción y la calidad de la atención de los cuidadores», concluye.

Así, las cooperativas de atención domiciliaria brindan a las personas mayores la misma asistencia para la vida diaria, como el baño, la administración de medicamentos y la preparación de comidas, que los servicios tradicionales de atención domiciliaria. A diferencia de estos servicios, las cooperativas son propiedad de los trabajadores de atención domiciliaria que los prestan, quienes también las gestionan, lo que genera una experiencia más colaborativa y un sentido de pertenencia para los participantes.

Sobre el autor: Lidia Béjar para 65 y mas

LA SANTA DE LA SEMANA: SANTA CATALINA DE SIENA

Fue el día de la Anunciación de la Virgen y Domingo de Ramos de 1347. La Iglesia y Siena, con cánticos y ramos de olivo, daban la bienvenida a la niña Catalina, que veía la luz de este mundo en una casa de la calle de los Tintoreros, en el barrio de Fontebranda.

A Catalina y a su hermana gemela Giovanna les habían precedido ya otros veintidós hermanos y les siguió otro, en el hogar cristiano y sencillo de Giacomo Benincasa y Lapa de Puccio del Piangenti.

Del padre, tintorero de pieles, parece haber heredado Catalina la bondad de corazón, la caridad, la dulzura inagotable, y de la madre, mujer laboriosa y enérgica, la firmeza y la decisión.

Catalina, niña, era alegre, bulliciosa, vivaracha; su encanto la hacía un poco el centro del cariño del amplio círculo familiar y de las amistades. A sus cinco o seis años tuvo su primera experiencia de lo sobrenatural —una visión en el valle Piatta— que marcó una huella definitiva en su vida y la dejó orientada hacia Dios. «A partir de esta hora pareció dejar de ser niña», cuenta uno de sus biógrafos. Comprendió la vida de los que se habían entregado a la santidad y sintió nacer en sí unos irresistibles deseos de imitarlos.

Se volvió más reservada, más juiciosa; buscaba más la soledad para tratar a solas con Dios. Ante un altar de la Virgen tomó la resolución de no querer nunca por esposo a nadie más que a Jesucristo. Pero no tendría que esperar a que llegara la madurez de su juventud para poder medir el valor y el sentido de su consagración a Dios.

Entonces, y en Italia, a los doce años, una joven tenia que empezar a preocuparse de su porvenir, y, en consecuencia, de su arreglo personal y buen parecer para agradar a los hombres. Lapa había ya casado a dos de sus hijas y pensaba que buscar el matrimonio era, al fin, como para ella había sido, la misión de toda mujer.

Hasta los quince años de Catalina duró la obstinada presión familiar. Jamás desistió ella de su primer deseo de virginidad, pero tuvo, ciertamente, una crisis en su fervor. Su vida espiritual aflojó al dejar penetrar en su alma, con una vanidad muy femenina, el deseo de complacer a las criaturas (su madre y sus hermanas) más que a Dios. La hermana Buenaventura, con más éxito que los demás, la había inducido a preocuparse de los vestidos, a teñirse el cabello, a realzar su belleza natural con el maquillaje de aquellos tiempos, casi tan completo y complejo como el de los actuales. Pero esta hermana murió en un parto en el mes de agosto de 1362. Las lágrimas abundantes de Catalina no fueron solamente por la pérdida de su hermana predilecta. La vela mortecina junto a aquel cadáver hizo penetrar una luz nueva en su alma. Ella la llamaba siempre su conversión, su vuelta a Dios, su retorno a la entrega sin reservas ni resortes de ninguna clase.

La lucha familiar se exaspera en torno de Catalina, hasta convertirse en una especie de persecución tenaz que la reduce a la condición de una sirvienta y la encierra en un aislamiento que ella aprovecha para entrar en la «celda interior» del conocimiento de sí misma y del trato habitual con Dios, que ya no abandonará de por vida. Aumenta de modo casi inconcebible sus maceraciones, su ayuno, su constante vigilia, hasta agotar la exuberancia y las fuerzas corporales de que hasta entonces había gozado.

Excepcionalmente, dados sus diecisiete años, es admitida entre las hermanas de la Penitencia de Santo Domingo, especie de terciarias dominicas, llamadas mantellate por el manto negro que llevaban sobre el hábito blanco ceñido por una correa. Sin abandonar el ambiente familiar, vivían con unas reglas propias bajo la dirección de una superiora y de un director, religioso dominico, y desarrollaban una extraordinaria actividad espiritual y benéfica. Eran las almas consagradas a los enfermos y a los pobres.

Sus primeros años de mantellata se caracterizan por una intensísima vida espiritual, con sus luchas que la purifican y elevan, por su caridad inexhausta e incansable mortificación interior y exterior, por una parte, y, por otra, por las elevadas y delicadísimas gracias místicas con que Dios la regala frecuentísimamente. Son casi cuatro años de vida solitaria entre combates furiosos y tentaciones sutiles, y el trato personal de inefable dulzura con Jesucristo, la Santísima Virgen, los santos.

El recogimiento, arrobado a veces, con que oraba, el llanto incontenible, a pesar de las prohibiciones del confesor, al acercarse a comulgar, lo que empezaba a oírse de sus mortificaciones, agitó inevitablemente la marea del ambiente de una ciudad religiosa, con sus capillitas y sus bandos, como la Siena del 1300: celos de mujeres devotas, escepticismo de frailes y sacerdotes, los doctos que opinan de la ignorancia un tanto atrevida, según ellos, de la hija del tintorero Benincasa, los corrillos de vecinas en el barrio, en el típico lavadero de Fontebranda, los rumores que llegan a los salones elegantes y a las tertulias acomodadas…

Y por la calleja pendiente que lleva a Fontebranda se ve descender una dama noble, un grave eclesiástico, un campanudo maestro en teología, el mozo despreocupado y libre hacia la tintorería para hablar con Catalina, que contaba apenas unos veinte años. Tomás de la Fuente, entonces su confesor, la había autorizado para ello. Su vibrante angustia materna por las almas la obligaba a darse siempre que se la pudiese necesitar. Son los albores de una fecunda maternidad espiritual, que no iba a limitarse a los senos misteriosos de la intimidad del Cuerpo Místico; son los primeros contactos de una nueva gran familia que nace.

Iba a empezar para esta criatura enferma y frágil el portento de una actividad múltiple de apostolado, de acción política y diplomática en favor de la Iglesia. Dios la iba preparando para esta misión con sus gracias y sus pruebas. Le hacía ahondar incesantemente en la consideración de la propia «nada» frente al «Ser» de Dios, base de toda su vida espiritual. La admirable vida activa que llevaría a cabo por voluntad de Dios hasta el día de su muerte necesitaba una no menos admirable intensidad de vida interior. Pero en Catalina la actividad y el recogimiento jamás entraron en colisión ni se desarrollaron en doloroso contrapunto, como en la mayor parte de las almas. Eran dos modos externamente distintos, internamente idénticos, de amor a Dios, de darse a Dios, de vivir su entrega de modo eficaz y práctico.

En el umbral de su vida pública de apostolado y de acción pacificadora entre las potencias terrenas se verifica su místico desposorio con Jesús, del que, como testimonio perenne, guardará en su dedo, hasta la muerte, una alianza imperceptible a todos los demás.

En mayo de 1374 se reunía en Florencia, en la capilla llamada «de los españoles», el Capítulo general de la Orden de Predicadores. Por la responsabilidad que a la Orden podía caberle, tratándose de una terciaria, el Capítulo asumió la tarea del examen del espíritu de Catalina Benincasa. Lo aprobó y le señaló como confesor y director al hombre sabio, prudente, fervoroso que era Raimundo de Capua. Por Raimundo de Capua, elegido al poco de morir Catalina maestro general de la Orden, conocemos, con riquísima abundancia de detalles, la vida, las virtudes, las gracias místicas y las actividades de la que fue su hija y maestra al mismo tiempo.

La terrible peste negra que ha pasado a la historia como la gran mortandad y en la que pereció más de la tercera parte de la ciudad de Siena, ofreció a Catalina y a Raimundo de Capua y demás «caterinatos», a su retorno de Florencia, una nueva oportunidad para el heroísmo en su amor al prójimo.

Luego las ciudades de Pisa, donde —entre otros prodigios– recibió los estigmas invisibles de la Pasión; Lucca, cuya alianza con Florencia en la lucha contra el Papa trató de impedir a toda costa, y de nuevo Pisa y Siena fueron el escenario del vivir virtuoso y del apostolado de la Santa.

Movida por su implacable anhelo de servicio de la Iglesia y rogada por la ciudad de Florencia, que se hallaba castigada con la pena del entredicho por su rebeldía contra el Papa, Catalina emprende en la primavera de 1376 su viaje a la corte pontificia de Aviñón. Estaba íntimamente convencida de que la presencia del Romano Pontífice en su Sede de Roma tenía que contribuir grandemente a la reforma de las costumbres, a la sazón muy relajadas en los fieles, en los religiosos y en el clero alto y bajo, y a la pacificación del hervidero de luchas enconadas de las pequeñas repúblicas que formaban el mosaico político de Italia entre sí y de buena parte de ellas con el poder temporal de la Santa Sede.

Con la humilde y sumisa intrepidez con que antes y en otras ocasiones había dirigido sus cartas al sucesor de Pedro, le habló personalmente en esta ocasión. Aquella terciaria de veintinueve años no tenía más razones que las razones de Dios, Gregorio XI, de carácter débil y fluctuante, decidió, por fin, abandonar Aviñón y volver a Roma el 13 de septiembre de aquel mismo año.

Al año siguiente una misión de paz lleva a Catalina al castillo de Roca de Tentennano, en la Val D’orcia. La acompañan algunos frailes, entre ellos su director fray Raimundo de Capua, algunos discípulos y mantellate. Apacigua los miembros de las familias de los señores del Valle y su estancia allí se convierte en una singular y fecundísima misión pública.

Mientras tanto, la situación política de Florencia se había ido agravando desde los últimos meses. Los florentinos exasperados se habían rebelado contra el entredicho pontificio y habían celebrado insolentemente solemnidades religiosas en la plaza de la Señoría. El Papa manda a Catalina a Florencia. En una de las sublevaciones populares la Santa se ve amenazada de muerte. En medio de las negociaciones, Gregorio XI es sucedido por Urbano VI, al que la Santa escribe cartas que son un puro clamor de angustia, una súplica instante. Llega, por fin, la paz entre la ciudad de Florencia y la Santa Sede, pero poco después empieza a verificarse uno de los más amargos vaticinios de Catalina: el cisma de Occidente, con su antipapa, cisma al que abrieron las puertas, más que el carácter áspero y duro de Urbano VI, la ambición de unos gobiernos y la relajación y poco espíritu de los cardenales de la Corte pontificia.

De retorno a Siena, sumida el alma en la amargura indecible de los males que agobian a la Santa Iglesia, Catalina se engolfa en la contemplación de la Misericordia y de la Providencia y vuelca su alma de fuego, toda la luminosa experiencia del conocimiento de Dios y de sí misma, todo el ardor de su anhelo por el bien de la Santa Iglesia, en las páginas de este libro incomparable, que la contiene y resume a toda ella, que es el Diálogo de la Divina Providencia.

Las páginas vivas, palpitantes, del Diálogo contienen el grito inenarrable que compendia toda la existencia y la misión de Catalina, dirigido a Dios: «Por tu gloria, Señor, salva al mundo». Santa Catalina escribió en él no lo que sabia, sino lo que vivía, lo que era, recogiendo una serie de experiencias místicas que se habrían perdido definitivamente para nosotros si, de modo providencial, no hubieran encontrado el eco cálido en las páginas del Diálogo. Con la misma fuerza captamos en ellas la respuesta divina en una promesa de misericordia sobre el hombre y la Santa Iglesia y en la enseñanza de los caminos por los que el hombre hallará su salvación.

En octubre de 1378 había terminado el dictado del mismo a tres de sus discípulos, que la servían también de secretarios para su abundante correspondencia. Hasta nosotros han llegado casi 400 cartas, vivo retrato de su alma excepcional, eco apasionado en su mayor parte, de sus objetivos: la reforma y la cruzada para la reconquista de los Santos Lugares,

El Papa la quiere, en estas horas luctuosas, junto a sí, en Roma. En la Ciudad Eterna lleva a cabo una ardiente campaña en favor del verdadero papa Urbano VI. Habla en Consistorio a los cardenales, sigue escribiendo cartas a las personas de mayor influencia, llama junto a sí a las más relevantes personalidades, por su santidad, que había en Italia. Su visión es clara, irreductible: los males de la Iglesia no tienen más remedio que una inundación de santidad en los miembros de la jerarquía y en el pueblo fiel. No por esto deja de estar presente y de trabajar infatigable entre los partidarios de uno y de otro Papa.

En los primeros meses del año 1380 —último de su existencia terrena— la vida de Catalina parece una pequeña llama inquieta que apenas puede ser ya contenida por la fragilidad del cuerpo que se desmorona. Pero mientras viva será un holocausto por la Santa Iglesia. Ella misma había escrito antes: «Si muero, sabed que muero de pasión por la Iglesia». «Cerca de las nueve —dice en una emocionante carta a su director—, cuando salgo de oír misa, veríais andar una muerta camino de San Pedro y entrar de nuevo a trabajar en la nave de la Santa Iglesia. Allí me estoy hasta cerca de la hora de vísperas. No quisiera moverme de allí ni de día ni de noche, hasta ver a este pueblo sumiso y afianzado en la obediencia de su Padre, el Papa». Allí, arrodillada, en un éxtasis de sufrimiento interior y de súplica, se siente aplastada por el peso de la navicella, la nave de la Iglesia, que Dios le hace sentir gravitar sobre sus hombros frágiles de pobre mujer. «Catalina —escribía otro de sus discípulos— era como una mansa mula que sin resistencia llevaba el peso de los pecados de la Iglesia, como en su juventud había llevado desde la puerta de la casa hasta el granero los pesados sacos de trigo.»

Cerca de la iglesia y del convento de los padres dominicos de Santa María de la Minerva, en la Vía di Papa, tenía durante su estancia en Roma su humilde habitación. Dicta sus últimas cartas-testamento, desbordantes de ternura y de firmeza, con su habitual visión sobrenatural de todas las cosas. Interrumpe reiteradamente su dictado, con un suspiro hondo: «Pequé, Señor; compadécete de mí», o con el grito anhelante de amor a Jesucristo crucificado que había consumido toda su existencia: «Sangre, sangre».

Rodeada de muchos de sus discípulos y seguidores, consumida hasta el agotamiento y el dolor por la enfermedad, ofrendaba el supremo holocausto de una vida consagrada íntegramente a Dios y a la Santa Iglesia. Con las palabras de Jesús: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu», radiante su cara de luz inusitada, inclinó suavemente la cabeza y entregó su alma a Dios, en la plenitud del estallido de la primavera romana. Era el 29 de abril, domingo antes de la Ascensión del Señor del año 1380.

La Santa Madre Iglesia, con el sello de su autoridad, avaló el prodigio de santidad de la humilde hija del tintorero de Siena, por boca de su vicario Pío II, al canonizarla solemnemente en la festividad de San Pedro y San Pablo del año 1461.

Fuente: Santopedia

CATEQUESIS PAPA FRANCISCO. II. LA VIDA DE JESÚS. LOS ENCUENTROS. 4. EL HOMBRE RICO. JESÚS «LO MIRÓ CON AMOR» (MC 10,21)

Hoy nos detenemos en otro de los encuentros de Jesús narrados en los Evangelios. Esta vez, sin embargo, la persona que encuentra no tiene nombre. El evangelista Marcos la presenta simplemente como «un hombre» (10,17). Se trata de un hombre que desde joven ha observado los mandamientos, pero que, a pesar de ello, aún no ha encontrado el sentido de su vida. Lo está buscando. Quizá es alguien que no se ha decidido del todo, a pesar de parecer una persona comprometida. De hecho, más allá de las cosas que hacemos, de los sacrificios o de los éxitos, lo que realmente importa para ser feliz es lo que llevamos en el corazón. Si un barco debe zarpar y dejar el puerto para navegar en alta mar, aunque sea un barco maravilloso, con una tripulación excepcional, si no leva los lastres y las anclas que lo mantienen sujeto, nunca podrá partir. Este hombre se construyó un barco de lujo, ¡pero se quedó en el puerto!

Mientras Jesús va por el camino, este hombre corre a su encuentro, se arrodilla ante Él y le pregunta: «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?» (v. 17). Observemos los verbos: «¿Qué debo hacer para tener en herencia la vida eterna?». Como la observancia de la ley no le ha dado la felicidad y la seguridad de ser salvado, se dirige al maestro Jesús. Lo que llama la atención es que este hombre no conoce el vocabulario de la gratuidad. Todo parece debido. Todo es una obligación. La vida eterna es para él una herencia, algo que se obtiene por derecho, a través de una meticulosa observancia de los compromisos. Pero en una vida vivida así, aunque ciertamente a fin de bien, ¿qué espacio puede tener el amor?

Como siempre, Jesús va más allá de las apariencias. Si por un lado este hombre pone ante Jesús su buen currículum, Jesús va más allá y mira en su interior. El verbo que usa Marcos es muy significativo: «lo miró con amor» (v. 21). Precisamente porque Jesús mira en el interior de cada uno de nosotros, nos ama tal como somos realmente. ¿Qué habrá visto, de hecho, en el interior de esta persona? ¿Qué ve Jesús cuando mira en nuestro interior y nos ama, a pesar de nuestras distracciones y nuestros pecados? Ve nuestra fragilidad, pero también nuestro deseo de ser amados tal como somos.

Mirándolo en su interior – dice el Evangelio – «lo miró con amor» (v. 21). Jesús ama este hombre antes de haberle dirigido la invitación a seguirlo. Lo ama tal como es. El amor de Jesús es gratuito: exactamente lo contrario de la lógica del mérito que atormentaba a esta persona. Somos realmente felices cuando nos damos cuenta de que somos amados así, gratuitamente, por gracia. Y esto también vale en las relaciones entre nosotros: mientras intentemos comprar el amor o mendigar afecto, esas relaciones nunca harán que nos sintamos felices.

La propuesta que Jesús le hace a este hombre es cambiar su forma de vivir y de relacionarse con Dios. Jesús reconoce que, dentro de él, como en todos nosotros, hay algo que falta. Es el deseo que llevamos en el corazón de ser queridos. Hay una herida que nos pertenece como seres humanos, la herida a través de la cual puede pasar el amor.

Para llenar este vacío no hay que «comprar» reconocimiento, afecto, consideración; en cambio, hay que «vender» todo lo que nos pesa, para liberar nuestro corazón. No sirve de nada seguir quedándonos con las cosas, sino más bien dar a los pobres, poner a disposición, compartir.

Finalmente, Jesús invita a este hombre a no quedarse solo. Lo invita a seguirlo, a estar dentro de un vínculo, a vivir una relación. Solo así, de hecho, será posible salir del anonimato. Podemos escuchar nuestro nombre solo dentro de una relación, en la que alguien nos llama. Si nos quedamos solos, nunca oiremos pronunciar nuestro nombre y seguiremos siendo «alguien», anónimos. Quizá hoy, precisamente porque vivimos en una cultura de autosuficiencia e individualismo, nos descubrimos más infelices, porque ya no oímos pronunciar nuestro nombre por alguien que nos quiere gratuitamente.

Este hombre no acoge la invitación de Jesús y se queda solo, porque los lastres de su vida lo retienen en el puerto. La tristeza es la señal de que no ha logrado partir. A veces pensamos que son riquezas y, en cambio, son solo pesos que nos están bloqueando. La esperanza es que esta persona, como cada uno de nosotros, tarde o temprano pueda cambiar y decidir ir a alta mar.

Hermanas y hermanos, encomendemos al Corazón de Jesús a todas las personas tristes e indecisas, para que puedan sentir la mirada de amor del Señor, que se conmueve al mirar con ternura dentro de nosotros.

Fuente: The Holy See

DIOS HA DADO LA RAZÓN A JESÚS

No es la cruz lo que explica la vida, las palabras y obras de Jesús de Nazaret. Es la vida, las palabras y las obras de Jesús lo que explica que terminara crucificado, condenado por las autoridades religiosas y civiles, ante la indiferencia del pueblo. Lo que fue la vida de Jesús es lo que explica su muerte. Tampoco es la resurrección de Jesús lo que explica su vida, sus palabras y obras. Lo que fue la vida y la muerte de Jesús es lo que permite comprender lo que pudo ocurrir tras su muerte. La vida de Jesús estuvo marcada por una idea de Dios, un Dios que ama en toda circunstancia, busca la oveja perdida, acoge a los pecadores, se solidariza con pobres y enfermos, se enfrenta a prácticas religiosas que abruman al ser humano. Lo que pudo ocurrir tras su muerte es una consecuencia de lo que Dios es, del Dios que le habitaba y que él anunciaba.

En aquel ambiente cultural y religioso, del que participaban también las y los discípulos de Jesús, hablar de resurrección de un muerto no tenía que sorprender demasiado. Pues bastantes corrientes teológicas de la época creían en la resurrección de los muertos. Pero las mujeres y los apóstoles no anunciaron simplemente la resurrección de Jesús, sino que a “este Jesús” Dios la había resucitado: “a este Jesús Nazareno, al que vosotros habéis crucificado, Dios le ha resucitado de entre los muertos”. A este que vosotros habéis rechazado y condenado, Dios le ha dado la razón, resucitándolo de entre los muertos. Lo sorprendente no era el hecho de una resurrección. Lo sorprendente era que Dios, al resucitar a Jesús, daba la razón a Jesús, se la quitaba a sus asesinos y se acreditaba como el Dios que Jesús había anunciado.

Los discípulos vivieron la muerte de Jesús como un fracaso y una derrota. Aquel en el que habían creído, en quién habían visto realizadas sus esperanzas, aquel que se había puesto al lado de los humildes para entregarles a Dios, un Dios que descalificaba al que anunciaban los escribas, los sacerdotes y los doctores de la ley, había perdido, había sido vencido. Quizás Dios era como decían los más fuertes, los que había matado a Jesús, puesto que siempre ganaban. La esperanza de las seguidoras y los seguidores de Jesús había muerto. En la medida en que Jesús se había identificado con una cierta idea de Dios, su muerte era la muerte de esta idea de Dios.

Pero de pronto experimentaron que estaba vivo. Entonces comprendieron del todo a su persona y a su mensaje. Y tuvieron el valor de anunciar que, si estaba vivo, eso significaba que su mensaje era el bueno, que Dios le había dado la razón, que las autoridades se habían equivocado. Y, por tanto, su camino era el que Dios aprobaba. Y que, en su seguimiento, era posible hacer que Dios se hiciera presente en quienes le seguían. Y si Dios se hacía presente en ellos, entonces era posible, en otras circunstancias, hacer presente a Dios en quienes les escuchaban. En otras circunstancias, claro, porque Jesús ya no estaba en la tierra. Estaba con Dios. Pero desde allí seguía animando a los suyos, infundiéndoles su Espíritu, acompañándoles en la misión. El Reino de Dios había llegado con Jesús y llegaba con todos los que se identificaban con Jesús.

Martín Gelabert – Blog Nihil Obstat

ENLACES A LOS ESCRITOS DEL SANTO PADRE

Francisco nos ha dejado  numerosos escritos en sus años de pontificado,

Enciclicas:

Lo puedes consultar en:

https://www.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals.index.html

Exhortaciones Apostólicas:

Lo puedes consultar en: https://www.vatican.va/content/francesco/es/apost_exhortations.index.html

Escritos para el Ángelus, que puedes consultar en:

https://www.vatican.va/content/francesco/es/angelus.index.html#angelus

Las Audiencias, puedes consultarlas en:

https://www.vatican.va/content/francesco/es/audiences.index.html#audiences

La Bula para el jubileo 2025, puedes leerla en: https://www.vatican.va/content/francesco/es/bulls.index.html

Las Cartas, que puedes leer en: https://www.vatican.va/content/francesco/es/letters.index.html#letters

Cartas Apostólicas, que puedes consultar en:

https://www.vatican.va/content/francesco/es/apost_letters.index.html

Constituciones Apostólicas, haciendo clic en el siguiente enlace

https://www.vatican.va/content/francesco/es/apost_letters.index.html

Numerosos discursos, que puedes consultar en el siguiente enlace:

https://www.vatican.va/content/francesco/es/speeches.index.html#speeches

Todas sus homilías en el siguiente enlace

https://www.vatican.va/content/francesco/es/homilies.index.html#homilies

Los Mensajes del Santo Padre, en este enlace

https://www.vatican.va/content/francesco/es/messages.index.html#messages

Los escritos en forma Motu propio

https://www.vatican.va/content/francesco/es/motu_proprio.index.html

Las oraciones

https://www.vatican.va/content/francesco/es/prayers.index.html

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

LOS VIAJES DEL SANTO PADRE

En sus once años de pontificado,  Francisco ha realizado 47 viajes fuera de Italia y ha visitado 66 países.

El viaje más largo del pontificado de Francisco tuvo lugar del 2 al 13 de septiembre de 2024 y le llevó a Indonesia, Papúa Nueva Guinea, Timor Oriental y Singapur

Pocas semanas después, del 26 al 29 de septiembre, visitó Luxemburgo y Bélgica.

Benedicto XVI visitó 23 países en 24 viajes en ocho años. Juan Pablo II estuvo en 129 países en 104 visitas pastorales durante los 25 años de su pontificado. Pablo VI fue el primer papa en salir de Italia desde 1809; en 15 años, realizó 9 viajes pastorales visitando 19 países.

Francisco ha repetido tres destinos: Grecia: en abril de 20216 visitó la Isla de Lesbos y en diciembre de 2021 volvió al país, en el viaje apostólico que le llevó a Chipre y Grecia. Hungría, que visitó en septiembre de 2021 para clausurar el 52º Congreso Eucarístico Internacional en Budapest, y adonde volvió a viajar en 2023. Y Portugal, donde estuvo en mayo de 2017, en el centenario de las apariciones de Fátima, y en 2023 en la JMJ de Lisboa.

También ha estado en Francia tres veces, pero el Papa insiste en que no fueron viajes a un país, si no a lugares concretos: al Parlamento Europeo de Estrasburgo (2014), a Marsella (2023) y a Ajaccio, Córcega (2024).

El primer viaje del papa Francisco fuera de Italia lo realizó apenas cuatro meses después de ser elegido Papa: fue a Brasil, donde participó en la JMJ de Río de Janeiro junto a casi 4 millones de jóvenes de todo el mundo.

Casi todos los años ha realizado uno o dos viajes antes del verano, uno o dos en los meses de verano, otro viaje en septiembre y otro en noviembre.

El año que más visitas apostólicas realizó es 2019 (11 países en 7 viajes).

En 2020, el Papa no pudo visitar ningún país, debido a la pandemia de COVID-19.

Con la visita de 2024 a Papúa Nueva Guinea, Francisco ha estado en todos los continentes.

El continente donde ha realizado más viajes es Europa, 20 veces; en Asia ha estado 14 veces; en América Latina y el Caribe 7 veces; en África 4 veces; ha estado 2 veces en América del Norte; y 1 vez en Oceanía.

En 2023 viajó a República Democrática del Congo y Sudán del Sur; a Hungría; a Portugal para participar en la JMJ de Lisboa; a Mongolia; y a Marsella (Francia), para clausurar los Encuentros del Mediterráneo. [LEER MÁS: Viajes del papa Francisco en 2023]

El último viaje apostólico ha sido, de momento, a la francesa isla de Córcega, a Ajaccio, para clausurar el Congreso ‘La Religiosité Populaire en Méditerranée’, el 15 de diciembre de 2024.

Viajes del papa Francisco en 2024

Países: Indonesia, Papúa Nueva Guinea, Timor Oriental y Singapur. Fecha: 2-13 de septiembre de 2024

Países: Luxemburgo y Bélgica. Fecha: 26-29 de septiembre de 2024

País: Ajaccio (Córcega, Francia).Fecha: 15 de diciembre de 2024

Viajes del papa Francisco en 2023

Países: República Democrática del Congo y Sudán del Sur. Fecha: 31 de enero-5 de febrero de 2023.

País: Hungría. Fecha: 28-30 de abril de 2023.

País: Portugal. Fecha: 2-6 de agosto de 2023.

País: Mongolia. Fecha: 31 de agosto-4 de septiembre de 2023.

País: Marsella (Francia). Fecha: 23-24 de septiembre de 2023.

Viajes del papa Francisco en 2022

País: Malta. Fecha: 2-3 de abril de 2022.

País: Canadá. Fecha: 24-30 de julio de 2022.

País: Kazajistán. Fecha: 13-15 de septiembre de 2022.

País: Bahrein. Fecha: 3-6 de noviembre de 2022.

Viajes del papa Francisco en 2021

País: Irak. Fecha: 5-8 de marzo de 2021.

Países: Hungría y Eslovaquia. Fecha: 12-15 de septiembre de 2021. Motivo: Clausura del 52º Congreso Eucarístico Internacional en Budapest.

Países: Chipre y Grecia. Fecha: 2-6 de diciembre de 2021.

Viajes del papa Francisco en 2019

País: Panamá. Fecha: 23-28 de enero de 2019.Motivo: 34ª Jornada Mundial de la Juventud.

País: Emiratos Árabes Unidos. Fecha: 3-5 de febrero de 2019.

País: Marruecos. Fecha: 30-31 de marzo de 2019.

Países: Bulgaria y Macedonia del Norte. Fecha: 5-7 de mayo de 2019.

País: Rumanía. Fecha: 31 de mayo-2 de junio de 2019.

Países: Mozambique, Madagascar y Mauricio. Fecha: 4-10 de septiembre de 2019.

Países: Tailandia y Japón. Fecha: 19-26 de noviembre de 2019.

Viajes del papa Francisco en 2018

Países: Chile y Perú. Fecha: 15-22 de enero de 2018.

País: Ginebra (Suiza). Fecha: 21 de junio de 2018.

Motivo: Peregrinación ecuménica.

País: Irlanda. Fecha: 25-26 de agosto de 2018.

Motivo: Encuentro Mundial de las Familias en Dublín.

Países: Países Bálticos (Estonia, Letonia y Lituania). Fecha: 22-25 de septiembre de 2018.

Viajes del papa Francisco en 2017

País: Egipto. Fecha: 28-29 de abril de 2017.

País: Portugal. Fecha: 12-13 de mayo de 2017.

Motivo: Peregrinación al Santuario de Nuestra Señora de Fátima, en el centenario de las Apariciones de la Virgen María en Cova da Iria.

País: Colombia. Fecha: 6-11 de septiembre de 2017.

Países: Myanmar y Bangladesh. Fecha: 26 de noviembre-2 de diciembre de 2017.

Viajes del papa Francisco en 2016

País: México. Fecha: 12-18 de febrero de 2016.

País: Lesbos (Grecia). Fecha: 16 de abril de 2016.

País: Armenia. Fecha: 24-26 de junio de 2016.

País: Polonia. Fecha: 27-31 de julio de 2016.

Motivo: 31ª JMJ de Cracovia.

Países: Georgia y Azerbaiyán. Fecha: 30 de septiembre-2 de octubre de 2016.

País: Suecia. Fecha: 31 de octubre-1 de noviembre de 2016.

Viajes del papa Francisco en 2015

Países: Sri Lanka y Filipinas. Fecha: 12-19 de enero de 2015.

País: Bosnia y Herzegovina. Fecha: 6 de junio de 2015.

Países: Ecuador, Bolivia y Paraguay. Fecha: 5-13 de julio de 2015.

Países: Cuba y Estados Unidos. Fecha: 19-28 de septiembre de 2015.

Países: Kenia, Uganda y República Centroafricana. Fecha: 25-30 de noviembre de 2015.

Viajes del papa Francisco en 2014

País: Tierra Santa (Jordania, Palestina e Israel). Fecha: 22-24 de mayo de 2014.

País: Corea del Sur. Fecha: 13-18 de agosto de 2014.

Motivo: VI Jornada de la Juventud Asiática.

País: Albania. Fecha: 21 de septiembre de 2014.

País: Estrasburgo (Francia). Fecha: 25 de noviembre de 2014.

Motivo: Visita al Parlamento Europeo y al Consejo de Europa.

País: Turquía. Fecha: 28-39 de noviembre de 2014.

Viajes del papa Francisco en 2013

País: Brasil. Fecha: 22-29 de julio de 2013.

Motivo: 28ª JMJ de Río de Janeiro.

Lo puedes ver pinchando en el siguiente enlace

https://www.vatican.va/content/francesco/es/travels.html