LA OCTAVA DE PASCUA

Al igual que las otras fiestas religiosas principales del año litúrgico, como Navidad y Pentecostés, la celebración de la fiesta de Pascua se prolonga durante ocho días, y este período de tiempo se conoce como octava.

A decir verdad, esta práctica religiosa fue introducida por el emperador Constantino en el siglo IV, y quiere decir que durante ocho días la Iglesia repite la misma liturgia solemne en la misa, con el propósito de reiterar el misterio de la resurrección de Jesucristo.

En otras palabras, la octava de Pascua se refiere a los ocho días posteriores a la fiesta de Pascua que se prolongan hasta el domingo siguiente a su celebración. Anteriormente este día se conocía como «domingo In Albis» o domingo de quasimodo, pero tras la canonización de Sor Faustina en la década de los 2000, Juan Pablo II pasó a llamarlo «Domingo de la Divina Misericordia».

De este modo, la octava de Pascua da un tono especial a la fiesta de Pascua, ya que cada día es un día de fiesta, que reitera el gran día de la resurrección de Cristo. Por otro lado, estos ocho días nos recuerdan que, ¡el misterio de la resurrección de Cristo es el fundamento de nuestra vida cristiana!

Octava de Pascua y Tiempo Pascual

El Tiempo Pascual, que comienza con el Domingo de Pascua (o Domingo de Resurrección), se extiende hasta la fiesta de Pentecostés, durante ocho domingos o cincuenta días que nos permiten seguir al Cristo resucitado.

De hecho, este tiempo, que complementa y enriquece la octava pascual, permite a cada uno de nosotros impregnarse de la alegría de la Pascua, puesto que la octava nos recuerda cada día que «Cristo ha resucitado»: Luego, los días que siguen nos conducen en un primer momento hacia la Ascensión del Señor, y finalmente hacia el Pentecostés, para recibir plenamente el Espíritu Santo.

La octava de Pascua: ¡una liturgia que invita a la alegría!

Durante los ocho días que componen la octava de Pascua, la liturgia no deja de recordarnos el gran misterio de la resurrección de Cristo: las oraciones y los cantos se repiten a lo largo de los días, y durante toda la octava pascual, las iglesias tocan sus campanas a las seis de la tarde…

De este modo, en la liturgia se utilizan todos los medios posibles para mantener viva la alegría pascual: para esto, se entona el aleluya antes de la lectura del Evangelio, y junto a los salmos o los cantos, y se decora con ornamentos litúrgicos blancos, un color que simboliza la resurrección de Cristo, y nos recuerda las vestimentas de los ángeles en la mañana de Pascua (Apocalipsis 7:9s). Además, ese día los recién bautizados también llevan puestas las vestimentas blancas que se les entregaron el día de su bautismo, es decir, el domingo de Pascua. Por último, durante estas fechas se suele poner el cirio pascual en el altar y poner la pila bautismal en un lugar destacado.

Lecturas de la octava de Pascua

Las lecturas de esta primera semana después de la Pascua nos hacen meditar sobre la nueva vida que la resurrección de Cristo nos brinda. De hecho, durante estas fechas, la Iglesia nos invita a perseverar en la fidelidad a nuestro bautismo viviendo «como los que han resucitado» (Romanos 6:5), por lo tanto, todas las oraciones de la semana nos recuerdan este aspecto tan importante.

De hecho, todos los Evangelios recuerdan la resurrección de Cristo:

Lunes de Pascua: Jesús se aparece a las mujeres (Mateo 26:8-15)

Martes Santo: Jesús se aparece a María Magdalena (Juan 20:11-18)

Miércoles Santo: Jesús se aparece a los dos discípulos de Emaús (Lucas 24: 13-35)

Jueves Santo: Jesús se aparece a diez apóstoles en la noche de Pascua (Lucas 24:35-48)

Viernes de Pascua: Jesús se aparece a siete apóstoles en la orilla del lago Tiberíades (Juan 21:1-14)

Sábado de Pascua: Recordando las principales apariciones de Jesús después de la resurrección (Marcos 16:9-15)

Octava de Pascua: ¡entrar en la luz de Cristo!

Espiritualmente, los ocho días de la octava pascual son una oportunidad para que los cristianos se sumerjan en la alegría de la resurrección de Cristo, meditando, día tras día, en este gran acontecimiento que marca toda nuestra vida cristiana.

Al respecto, el papa Francisco dijo: “la resurrección de Cristo es un acontecimiento que sobrepasa ciertamente la historia de la humanidad”. Para el Papa, la alegría de la Pascua es «un don del Señor que nos llena por dentro, como una unción del Espíritu». En otras palabras, la alegría de la Pascua es la alegría de la salvación, ya que por la resurrección del Señor hemos pasado de muerte a vida: se trata de una alegría profunda y verdadera que se recibe directamente de Cristo, y que ¡nada ni nadie nos puede quitar!

Por lo tanto, durante esta octava pascual, debemos tomarnos el tiempo de llenarnos de ese alimento interior, es decir, de esa alegría que nos da fuerzas cada día de nuestra vida. Además, podemos meditar los misterios gloriosos del Santo Rosario, e invocar los siete dones del Espíritu Santo para disfrutar plenamente de la mayor de las alegrías: «¡Cristo ha resucitado, aleluya!»

Himno de la Octava Pascual – La Secuencia Pascual

«Ofrezcan los cristianos

ofrendas de alabanza

a gloria de la Víctima

propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado

que a las ovejas salva,

a Dios y a los culpables

unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte

en singular batalla

y, muerto el que es la Vida,

triunfante se levanta.

¿Qué has visto de camino,

María, en la mañana?

A mi Señor glorioso,

la tumba abandonada.

Los ángeles testigos,

sudarios y mortaja.

¡Resucitó de veras

mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea,

allí el Señor aguarda;

allí veréis los suyos

la gloria de la Pascua.

Primicia de los muertos,

sabemos por tu gracia

que estás resucitado;

la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate

de la miseria humana

y da a tus fieles parte

en tu victoria santa».

Los ocho días de la octava de Pascua nos permiten entrar de lleno en la alegría pascual, ¡la alegría del Resucitado!

Fuente: Hozana.org

DOCUMENTO VATICANO SOBRE EL CONCILIO DE NICEA

El día 3 de este mes de abril se hizo público un importante documento preparado durante largo tiempo por la Comisión Teológica Internacional sobre el Concilio de Nicea, celebrado hace 1.700 años. El documento es largo, no es posible resumirlo y necesita de una lectura tranquila y reposada. El texto recibió el dictamen favorable del Papa Francisco, autorizando su publicación. En el Concilio de Nicea se profesó que el Hijo, distinto del Padre, que nace y muere, es coeterno e igual a Dios.

La fe de Nicea es la fe común a todos los cristianos. Por eso la Comisión Teológica dice que estamos ante una oportunidad inestimable para subrayar que lo que tenemos en común es mucho más fuerte que lo que nos divide. Todos creemos en el Dios Trinidad y en Cristo verdadero hombre y verdadero Dios. La Comisión Teológica aprovecha esta fe común para que sea una oportunidad para avanzar hacia el restablecimiento de la comunión plena entre todos los cristianos. Un signo de esta comunión, que incluso ayudaría a avanzar, sería ponernos de acuerdo para celebrar en la misma fecha la fiesta de la Pascua.

El documento indica que el término clave del concilio de Nicea, el que afirma que el Hijo es de la misma naturaleza del Padre, la palabra griega “homoúsios”, puede también aplicarse a la consustancialidad del Hijo con los seres humanos. Cristo es “homoúsios con el Padre, pero también para con nosotros”. Es tan “verdadero” hombre como “verdadero” Dios. La comisión teológica habla de “doble consustancialidad”. Más aún, “las dos caras de esta doble consustancialidad del Hijo encarnado se refuerzan mutuamente para fundar de manera profunda y eficaz la fraternidad de todos los seres humanos. Somos hermanas y hermanos de Cristo según la unidad de la misma naturaleza humana”. El acontecimiento de Jesucristo es inseparablemente comunión con Dios y con todo ser humano.

La comisión teológica nota que hoy sigue habiendo dificultades y resistencias para creer en la plena divinidad y en la plena humanidad de Cristo. Es más fácil considerar a Jesús como un maestro espiritual o un mesías político que predica la justicia. Pero también hay una gran dificultad para admitir la plena humanidad de Cristo, de aquel que puede experimentar cansancio (Jn 4,6), sentimientos de tristeza y abandono (Jn 11,35; Getsemaní) e incluso ira (Jn 2,14-17), y que, de manera misteriosa pero verdadera, ignora ciertas cosas (Mt 24,36). El Hijo eterno vive todo lo que él es en virtud de la infinitud de la naturaleza divina, en la debilidad y fragilidad de la naturaleza humana y a través de ella. Y de esta forma es revelación del Padre.

El Concilio de Nicea debe servir de estímulo para que hoy la Iglesia realice, en otro contexto cultural, la misma tarea que allí se realizó, a saber: confesar la fe con unos términos filosóficos que el pueblo entendía y que evitaban las imprecisiones y dobles lecturas a las que se prestaban los textos bíblicos que unos y otros empleaban. Dice el documento de la Comisión Teológica: “En circunstancias como las de la crisis arriana, donde la Palabra de Dios parece proporcionar un apoyo ambivalente para la preservación de la verdad de la fe… se hace necesario que la expresión especulativa dirima la disputa exegética” También hoy la Iglesia debe utilizar el lenguaje de la cultura para hacer comprensible la fe. Sigue siendo necesario poner el mensaje bíblico y eclesial en relación más explícita con los modos de sentir, pensar, vivir y expresarse, propios de cada cultura local.

Martín Gelabert – Blog Nihil Obstat

BILBAO: RETIRO DEL MOVIMIENTO DE VIDA ASCENDENTE/ BIZIAN GORA

Con la asistencia de una representación de las personas que conforman el Movimiento de Vida Ascendente/Bizian Gora, se desarrolló en el salón de actos de Barria el retiro de Cuaresma.

Acompañados por Félix Alonso, se trabajaron los temas de la conversión y la reconciliación, enmarcados ambos en el año Jubilar.

En un primer momento, se presentaron aspectos medulares de ambos temas. Destacamos por la repercusión tenida entre las personas asistentes los siguientes:

El centro de la conversión es el amor de Dios. Dios es misericordioso y quiere perdonar al que peca para que viva. Pero Dios no violenta nuestra voluntad, ni nos impone su perdón. La conversión ha de ser una actitud permanente en la vida del creyente. Somos invitados e invitadas a ser siempre agentes de paz, a cultivar la espiritualidad del cuidado tanto físico como mental. La auténtica conversión debe traducirse en gestos concretos.

La reconciliación es un encuentro a-tres: Dios-sujeto penitente-la Iglesia. Perdonar es mucho más que olvidar una ofensa. Estamos llamados y llamadas a derribar muros que excluyen, dividen y marginan. En su lugar, ser constructores de puentes, que unen, suman y reconcilian. Per-donar es el don por excelencia. Un acto de amor.

Perdonar no es un “evento”, con fecha y hora de inicio y terminación; es, sobre todo, un “proceso”, un camino siempre abierto. Hay que respetar los tiempos de cada persona. Aunque difícil, el primer paso para la reconciliación lo tiene que dar el ofendido, no el que ha producido la ofensa.

Ambos momentos, estuvieron sucedidos, por espacios para la meditación personal y breve puesta en común.

Como procesos que son tanto la conversión como la reconciliación, nos fuimos a casa con “deberes” concretos para continuar orando, meditando y actuando en correspondencia. Conscientes de que Dios no se cansa de perdonar; somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón.

LA XXXII ASAMBLEA GENERAL DEL FORO DE LAICOS INAUGURA CON ESPERANZA SINODAL UNA NUEVA ETAPA

El Centro La Salle ARLEP de Madrid acogió el sábado 5 de abril la XXXII Asamblea del Foro de Laicos. Presidentes y representantes de los movimientos y asociaciones que integran este organismo eclesial compartieron, de manera presencial y online, una jornada de oración, reflexión y discernimiento con el lema “Laicos en clave de esperanza sinodal’’.

La jornada comenzó con unas palabras de la presidenta del Foro, Dolores Loreto García Pi (Movimiento de los Focolares) que, tras agradecer su presencia a los asistentes, les dio la bienvenida a “un día de convivencia, de crear lazos y crecer en comunión”. Seguidamente tomó la palabra monseñor Sergi Gordo Rodríguez, obispo de Tortosa y encargado de acompañar al Foro de Laicos, que exhortó a no olvidar la invitación del papa Francisco a dejarse “atraer por la esperanza”. D. Sergi recordó que el Santo Padre “nos invita a vivir una esperanza activa” que lleve a dar “un testimonio que contagie”, con “la misión en el horizonte”. “Qué mejor testimonio que el de unas asociaciones y movimientos de ámbito nacional que se reúnen para vivir la comunión, la misión y la participación”, concluyó el obispo.

A continuación, se proyectó el saludo de monseñor Carlos Escribano Subías, presidente de la Comisión Episcopal para los Laicos, Familia y Vida, de la Conferencia Episcopal Española (CEE). El también arzobispo de Zaragoza recordó a las asociaciones y movimientos que “participáis en la Asamblea como parte de vuestro compromiso en la construcción del reino de Dios” y manifestó su agradecimiento a la presidenta, Dolores Loreto García Pi, por su dedicación.

Después de un momento de oración que sirvió para enmarcar los trabajos de la Asamblea, varios participantes en el Sínodo compartieron su experiencia y ofrecieron claves para la  lectura y profundización en el documento final. Entre ellos, el subsecretario del Sínodo, monseñor Luis Marín de San Martín; la presidenta de Acción Católica General, Eva Fernández Mateo o el cardenal Carlos Aguiar Retes, arzobispo primado de México, que participaron mediante grabaciones de vídeo.

La Asamblea también pudo escuchar de viva voz el testimonio de Luis Manuel Romero Sánchez, director del Secretariado de la Comisión Episcopal de Laicos, Familia y Vida de la CEE y de María Luisa Berzosa González, consultora de la Secretaría General del Sínodo, que participaron directamente en el aula sinodal. Romero narró la “experiencia de comunión y descubrimiento de la belleza de la Iglesia” que vivió durante su participación en las sesiones del Sínodo. El sacerdote pacense invitó a “tomar conciencia de que el documento final del Sínodo a lo que nos invita es a la evangelización, a la misión”. Por su parte, María Luisa Berzosa destacó la necesidad de establecer “comunidades de fe y vida. Vivencia personal y comunitaria deben ir unidas de la mano”.

Los trabajos de la mañana culminaron con una reunión por grupos en la que se utilizó el método de la conversación espiritual, el mismo que fue utilizado en las sesiones del Sínodo en Roma.

Renovación de la Comisión Permanente

Tras la Eucaristía y la comida se inició la Asamblea estatutaria, con la aprobación de la entrada como miembro en el Foro de Laicos del movimiento Encuentro y Solidaridad. Acto seguido fueron aprobados el Informe de Gestión y el Informe Económico, presentados por la secretaria del Foro, Pilar Gascón Langa (Institución Teresiana) y por Raúl Fernández Abad (Asociación Salesianos Cooperadores), respectivamente.

Uno de los momentos más emotivos de la jornada se vivió cuando la presidenta, Dolores Loreto García Pi, que culminaba su segundo mandato, dirigió unas palabras a la Asamblea, antes de las votaciones que debían renovar parte de la Comisión Permanente, incluida la Presidencia. García Pi agradeció “a Dios, a la Iglesia y a tantos hermanos y hermanas que me han permitido vivir esta experiencia”, marcada por las palabras sinodalidad y encuentro. A lo largo de su intervención, García Pi rememoró algunos de los hitos que se han producido en la vida de la Iglesia durante los 8 años y 5 meses en que ha prestado servicio en el Foro, como el Congreso de Laicos de 2020 o el Sínodo de la Sinodalidad. También quiso tener unas palabras emocionadas para los miembros de la Comisión Permanente fallecidos: el vicepresidente Guillermo Aparicio, de Vida Ascendente, y Ana Ayuga, de Hermandades del Trabajo. “Gracias por la acogida y por ser compañeros del santo viaje de la vida”, concluyó. Por su parte, el vicepresidente del Foro, José Alberto Rugeles Martínez, entregó un ramo de flores y un obsequio en nombre de la Comisión Permanente.

A continuación, los asambleístas eligieron por unanimidad a María Belén Santamaría Eraña (Comunidad de Vida Cristiana- CVX) como nueva presidenta del Foro de Laicos. Además, fue reelegido como tesorero a Raúl Fernández Abad (Asociación Salesianos Cooperadores) y se procedió a la renovación de parte de la Comisión Permanente, resultando elegidos Miriam Berazaluce de Arístegui (Movimiento Cursillos de Cristiandad), Raúl González Galán (Equipos de Nuestra Señora) y Jaime Tamarit Rodríguez (Vida Ascendente).

Tras la invitación de la presidenta electa a seguir caminando juntos, se clausuró esta XXXII Asamblea Ordinaria y Extraordinaria del Foro de Laicos.

El Foro de Laicos es un lugar de encuentro, diálogo y comunión, cauce de representación del apostolado seglar asociado de España, e impulsor de la presencia pública del laicado asociado.

Madrid, 5 de abril de 2025.

Nueva Comisión

EL SANTO DE LA SEMANA: SAN TELMO

Es uno de los santos medievales más populares, cuya figura se agrandó por el juego de la fábula y cuyos milagros verdaderos o menos contribuyeron a meterlo en las entrañas del pueblo.

Su verdadero nombre de pila es Pedro y llevó como apellidos González Telmo. Nació en una familia muy cristiana alrededor del año 1185, cuando es rey en León Fernando II y en Castilla Alfonso VIII; se bautizó en la iglesia románica de san Martín de Frómista, en Palencia.

Un tío suyo que es canónigo y llega a obispo se encarga de su educación. El joven Telmo entra en los Estudios Generales – centro, orgullo de los palentinos, recientemente establecido por Alfonso VIII, el vencedor de las Navas, antes aún que el de Salamanca, fundado en el siglo XIII por Alfonso IX-. Su inteligencia está mejor dotada que la de muchos; rinde más por los buenos maestros que por el esfuerzo que pone. No está Palencia para mucho intelectual esfuerzo ya que en la época no mandan los letrados teólogos sino los armados caballeros; es el tiempo del romance con juglares y trovadores que ganan su vida cantando batallas por el camino de Santiago bien cercano. A decir verdad, a Telmo le va la jarana, la bulla, la chanza y los torneos. Influye en la estudiantina y en el pueblo. Tiene éxito entre las mozas y es ¡sobrino mimado del obispo! Aunque las disposiciones son mínimas y parece que no habrá muchas promesas de buen clérigo, su tío lo hace canónigo y al poco tiempo lo eleva a deán con pingüe beneficio.

Rechaza el deanato, renuncia a la canongía y a sus prebendas. Llama a las puertas del convento de Dominicos que ha poco fundó en Palencia Domingo de Guzmán y donde se forman monjes que para la disputa con los albigenses. Allí se entrega a la oración, con disciplina y sacrificio, orden, obediencia, sacrificio, humildad, estudio, servicio a los demás y… ¡con alegría por dentro! Pasado un tiempo, con dotes de predicador innatas, explica la doctrina al pueblo, se producen conversiones, dedica tiempo a los pobres y visita a los enfermos.

Andalucía es promesa ahora que Fernando el Santo es rey de los dos reinos. Se ha pasado la línea de Sierra Morena y la arrebatar el sur a la Media Luna es el empeño de la cruzada. Los ejércitos están necesitados de ilusión, los soldados tienen alma que cuidar cuando los avances y retrocesos son vandálicos y las pasiones entran en juego. Allá está Telmo predicando, perdonando, alentando y encauzando a caballeros y mesnadas.

De nuevo en Galicia, es Lugo quien se beneficia de su actividad apostólica. Las predicaciones son multitudinarias y con frecuencia son insuficientes los templos. Difunde ampliamente el Santo Rosario y tiene los primeros contactos con los marineros.

Córdoba es también, cuando la toman en el 1236, el lugar donde ejerce Telmo el ministerio y ahora es consejero y confesor del rey Fernando, además de atender a los ejércitos. Una preciosa tabla de la catedral de Tuy representa al rey arrodillado dentro de la real tienda con Telmo sentado impartiéndole perdón y consejo. Pero, como no es palaciego, terminado el encargo, vuelve a la Galicia de sus sueños.

Tuy se aprovechará de sus desvelos. Enseña lo que sabe, tiene cura de almas, resalta su oficio de padre de los pobres, dirige conciencias, socialmente influye -con la formación que da a los pescadores y marineros- poniendo los cimientos de lo que luego serán las cofradías y los gremios. Dicen que le vieron hacer milagros, mandar a las nubes, aplacar tormentas, atravesar a pie el Miño, conseguir milagrosamente comida y predecir el día y hora de su muerte conocidos por aviso del Cielo.

El obispo don Lucas -el autor del Chronicon Mundi- presidió sus funerales, mandó fabricar su mausoleo, conservar religiosamente sus reliquias y recoger información judicial para abrir su proceso.

Fuente: SANTOPEDIA

CATEQUESIS PAPA FRANCISCO. II. LA VIDA DE JESÚS. LOS ENCUENTROS. 2. LA SAMARITANA. «¡DAME DE BEBER!» (JN 4,7)

Después de haber meditado sobre el encuentro de Jesús con Nicodemo, quien había ido a buscar a Jesús, hoy reflexionamos sobre aquellos momentos en los que parece que Él nos estaba esperando justo allí, en esa encrucijada de nuestro camino. Son encuentros que nos sorprenden, y al principio tal vez sentimos un poco de desconfianza: tratamos de ser prudentes y entender lo que está sucediendo.

Esta probablemente fue también la experiencia de la mujer samaritana, de la que se habla en el capítulo cuarto del Evangelio de Juan (cf. 4,5-26). Ella no esperaba encontrar a un hombre en el pozo al mediodía, sino que esperaba no encontrar a nadie. De hecho, va a buscar agua al pozo a una hora inusual, cuando hace mucho calor. Quizá esta mujer se avergüenza de su vida, quizá se ha sentido juzgada, condenada, incomprendida, y por eso se ha aislado, ha roto las relaciones con todos.

Para ir a Galilea desde Judea, Jesús podría haber elegido otro camino y no atravesar Samaria. Habría sido incluso más seguro, dadas las tensas relaciones entre judíos y samaritanos. En cambio, ¡Él quiere pasar por allí y se detiene en ese pozo justo a esa hora! Jesús nos espera y hace que lo encontremos justo cuando pensamos que ya no hay esperanza para nosotros. El pozo, en el antiguo Oriente Medio, es un lugar de encuentro, donde a veces se conciertan matrimonios, es un lugar de compromiso. Jesús quiere ayudar a esta mujer a comprender dónde buscar la verdadera respuesta a su deseo de ser amada.

El tema del deseo es fundamental para entender este encuentro. Jesús es el primero en expresar su deseo: «¡Dame de beber!» (v. 10). Con tal de entablar un diálogo, Jesús se muestra débil, así hace que la otra persona se sienta cómoda, hace que no se asuste. La sed es a menudo, también en la Biblia, la imagen del deseo. Pero Jesús aquí tiene sed ante todo de la salvación de esa mujer. «El que pedía de beber —dice San Agustín— tenía sed de la fe de esta mujer».  [1]

Si Nicodemo había ido a Jesús de noche, aquí Jesús se encuentra con la samaritana al mediodía, el momento en que hay más luz. De hecho, es un momento de revelación. Jesús se da a conocer ante ella como el Mesías y, además, arroja luz sobre su vida. La ayuda a releer de una manera nueva su historia, que es complicada y dolorosa: ha tenido cinco maridos y ahora está con un sexto que no es su marido. El número seis no es casual, sino que suele indicar imperfección. Quizá sea una alusión al séptimo esposo, el que finalmente podrá saciar el deseo de esta mujer de ser amada de verdad. Y ese esposo solo puede ser Jesús.

Cuando se da cuenta de que Jesús conoce su vida, la mujer cambia el tema a la cuestión religiosa que dividía a judíos y samaritanos. Esto nos pasa a veces también a nosotros cuando rezamos: en el momento en que Dios toca nuestra vida con sus problemas, a veces nos perdemos en reflexiones que nos dan la ilusión de una oración bien hecha. En realidad, hemos levantado barreras de protección. Pero el Señor es siempre más grande, y a aquella mujer samaritana, a la que según los esquemas culturales ni siquiera debería haberle dirigido la palabra, le regala la revelación más alta: le habla del Padre, que debe ser adorado en espíritu y en verdad. Y cuando ella, sorprendida una vez más, observa que es mejor esperar al Mesías para estas cosas, Él le dice: «Soy yo, el que habla contigo» (v. 26). Es como una declaración de amor: Aquel a quien esperas soy yo; Aquel que puede responder finalmente a tu deseo de ser amada.

En ese momento, la mujer corre a llamar a la gente del pueblo, porque es precisamente de la experiencia de sentirse amada de donde surge la misión. ¿Y qué anuncio podría haber llevado sino su experiencia de ser comprendida, acogida, perdonada? Es una imagen que debería hacernos reflexionar sobre nuestra búsqueda de nuevas formas de evangelizar.

Como una persona enamorada, la samaritana olvida su ánfora a los pies de Jesús. El peso de esa ánfora sobre su cabeza, cada vez que volvía a casa, le recordaba su condición, su vida atribulada. Pero ahora el ánfora está depositada a los pies de Jesús. El pasado ya no es una carga; ella está reconciliada. Y lo mismo nos pasa a nosotros: para ir a anunciar el Evangelio, primero tenemos que dejar la carga de nuestra historia a los pies del Señor, entregarle la carga de nuestro pasado. Solo las personas reconciliadas pueden llevar el Evangelio.

Queridos hermanos y hermanas, ¡no perdamos la esperanza! Aunque nuestra historia nos parezca pesada, complicada, tal vez incluso destrozada, siempre tenemos la posibilidad de entregarla a Dios y comenzar de nuevo nuestro camino. ¡Dios es misericordia y siempre nos espere

[1]   Omelia 15,11.

Fuente : The Holy See

EL TRIDUO PASCUAL

La palabra triduo en la práctica devocional católica sugiere la idea de preparación. A veces nos preparamos para la fiesta de un santo con tres días de oración en su honor, o bien pedimos una gracia especial mediante un triduo de plegarias de intercesión.

El triduo pascual se consideraba como tres días de preparación a la fiesta de pascua; comprendía el jueves, el viernes y el sábado de la semana santa. Era un triduo de la pasión.

En el nuevo calendario y en las normas litúrgicas para la semana santa, el enfoque es diferente. El triduo se presenta no como un tiempo de preparación, sino como una sola cosa con la pascua. Es un triduo de la pasión y resurrección, que abarca la totalidad del misterio pascual. Así se expresa en el calendario:

Cristo redimió al género humano y dio perfecta gloria a Dios principalmente a través de su misterio pascual: muriendo destruyó la muerte y resucitando restauró la vida. El triduo pascual de la pasión y resurrección de Cristo es, por tanto, la culminación de todo el año litúrgico.

Luego establece la duración exacta del triduo:

El triduo comienza el Jueves Santo con la misa vespertina de la cena del Señor, alcanza su cima el viernes con la celebración de la Pasión de Cristo y cierra con las vísperas del domingo de pascua (Vigilia Pascual en Sábado).

Esta unificación de la celebración pascual es más acorde con el espíritu del Nuevo Testamento y con la tradición cristiana primitiva. El mismo Cristo, cuando aludía a su pasión y muerte, nunca las disociaba de su resurrección. En el evangelio del miércoles de la segunda semana de cuaresma (Mt 20,17-28) habla de ellas en conjunto: «Lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen, y al tercer día resucitará».

Es significativo que los padres de la Iglesia, tanto san Ambrosio como san Agustín, conciban el triduo pascual como un todo que incluye el sufrimiento de Jesús y también su glorificación. El obispo de Milán, en uno de sus escritos, se refiere a los tres santos días (triduum illud sacrum) como a los tres días en los cuales sufrió, estuvo en la tumba y resucitó, los tres días a los que se refirió cuando dijo: «Destruid este templo y en tres días lo reedificaré». San Agustín, en una de sus cartas, se refiere a ellos como «los tres sacratísimos días de la crucifixión, sepultura y resurrección de Cristo».

Esos tres días, que comienzan con la misa vespertina del jueves santo y concluyen con la oración de vísperas del domingo de pascua, forman una unidad, y como tal deben ser considerados. Por consiguiente, la pascua cristiana consiste esencialmente en una celebración de tres días, que comprende las partes sombrías y las facetas brillantes del misterio salvífico de Cristo. Las diferentes fases del misterio pascual se extienden a lo largo de los tres días como en un tríptico: cada uno de los tres cuadros ilustra una parte de la escena; juntos forman un todo. Cada cuadro es en sí completo, pero debe ser visto en relación con los otros dos.

Interesa saber que tanto el viernes como el sábado santo, oficialmente, no forman parte de la cuaresma. Según el nuevo calendario, la cuaresma comienza el miércoles de ceniza y concluye el jueves santo, excluyendo la misa de la cena del Señor 1. El viernes y el sábado de la semana santa no son los últimos dos días de cuaresma, sino los primeros dos días del «sagrado triduo».

Pensamientos para el Triduo

La unidad del misterio pascual tiene algo importante que enseñarnos. Nos dice que el dolor no solamente es seguido por el gozo, sino que ya lo contiene en sí. Jesús expresó esto de diferentes maneras. Por ejemplo, en la última cena dijo a sus apóstoles: «Vosotros os entristeceréis, pero vuestra tristeza se cambiará en alegría» (Jn 16,20). Parece como si el dolor fuese uno de los ingredientes imprescindibles para forjar la alegría. La metáfora de la mujer con dolores de parto lo expresa maravillosamente. Su dolor, efectivamente, engendra alegría, la alegría «de que al mundo le ha nacido un hombre».

Otras imágenes acuden a la memoria. Todo el ciclo de la naturaleza habla de vida que sale de la muerte: «Si el grano de trigo, que cae en la tierra, no muere, queda solo; pero si muere, produce mucho fruto» (Jn 12,24).

La resurrección es nuestra pascua; es un paso de la muerte a la vida, de la oscuridad a la luz, del ayuno a la fiesta. El Señor dijo: «Tú, en cambio, cuando ayunes, úngete la cabeza y lávate la cara» (Mt 6,17). El ayuno es el comienzo de la fiesta.

El sufrimiento no es bueno en sí mismo; por tanto, no debemos buscarlo como tal. La postura cristiana referente a él es positiva y realista. En la vida de Cristo, y sobre todo en su cruz, vemos su valor redentor. El crucifijo no debe reducirse a un doloroso recuerdo de lo mucho que Jesús sufrió por nosotros. Es un objeto en el que podemos gloriarnos porque está transfigurado por la gloria de la resurrección.

Nuestras vidas están entretejidas de gozo y de dolor. Huir del dolor y las penas a toda costa y buscar gozo y placer por sí mismos son actitudes equivocadas. El camino cristiano es el camino iluminado por las enseñanzas y ejemplos de Jesús. Es el camino de la cruz, que es también el de la resurrección; es olvido de sí, es perderse por Cristo, es vida que brota de la muerte. El misterio pascual que celebramos en los días del sagrado triduo es la pauta y el programa que debemos seguir en nuestras vidas.

Fuente: Aciprensa

SEGORBE-CASTELLÓN: RETIRO CUARESMAL

El pasado 10 de marzo, los grupos de Vida Ascendente de la Diócesis celebraron un retiro de Cuaresma en la parroquia de San Miguel Arcángel de Castellón, un encuentro que permitió a los asistentes reflexionar sobre el tiempo litúrgico de la Cuaresma y profundizar en la Palabra de Dios.

A las 11 de la mañana, se inició el retiro con una ponencia a cargo del párroco, D. Joaquín Tejedo, quien, con su elocuencia y profunda espiritualidad, ofreció una reflexión sobre el amor de Dios y la importancia de escuchar su voz. D. Joaquín destacó cómo Dios nos habla a cada uno de nosotros y nos dio la capacidad de oír para poder recibir su mensaje. Habló también sobre la necesidad de discernir la Palabra de Dios y cómo, a través de ella, el Señor pone las cosas en su lugar. En su intervención, abordó el tema del perdón, instando a orar para pedir al Señor que aumente nuestra fe para perdonar a quienes nos han calumniado. «Cuando Dios cura el ojo, cura el corazón», aseguró el párroco, subrayando la sanación interior que provoca la escucha atenta de la Palabra de Dios.

La jornada continuó con la celebración de la Eucaristía, en la que el párroco estuvo acompañado por D. Juan Forcada, consiliario de Vida Ascendente, y por D. José María Bou, acólito de la parroquia, siempre dispuesto a colaborar en este tipo de encuentros. Tras la Misa, se compartió una comida de hermandad.

La Presidenta de Vida Ascendente, Berta Sancho, agradeció a todos los que hicieron posible este día tan especial, destacando la importancia de la reflexión cuaresmal y la unión entre los miembros en un clima de fraternidad y oración.

LA SANTA DE LA SEMANA: SANTA CASILDA DE TOLEDO

En el lugar llamado San Vicente, cerca de Briviesca, en la región de Castilla, en España, santa Casilda, virgen, que, nacida en la religión mahometana, ayudó con misericordia a los cristianos detenidos en la cárcel y después, ya cristiana, vivió como eremita.

En el cerro que domina el valle, en el santuario actual, descansan desde el 1750 las reliquias de Santa Casilda, -«la virgen mora que vino de Toledo», muy venerada en Burgos-, en la urna, obra de Diego de Siloé, rematada por su propia imagen yacente. El lugar ha sido centro de peregrinación durante siglos y no deja de frecuentarlo la piedad de nuestros contemporáneos.

En torno a santa Casilda todo lo que encontramos es incierto, confuso y contradictorio. Pero su figura tiene el encanto de la sencillez y el sabor de lo heroico en el amor. Cautivó al pueblo cristiano medieval y le animó a la fidelidad. Su propio nombre -casida en árabe significa cantar- es como un verso con alas de canción.

Ni siquiera se conoce con exactitud el nombre de su padre, rey moro de Toledo, al que se nombra como Almacrin o Almamún. Sobre su condición, unos lo describen como un sanguinario perseguidor de los cristianos, mientras que otros lo presentan como apacible y bondadoso.

La princesita mora tiene un natural abundante en clemencia y ternura. Rodeada de todo tipo de comodidades y atenciones en la fastuosidad de la corte, no soporta la aflicción de los desafortunados que están en las mazmorras. Siente una especial piedad con los cautivos pobres y los intenta consolar llevándoles viandas en el hondón de su falda. Un día, cuando realizaba esta labor misericordiosa, fue sorprendida por su padre que le preguntó por lo que transportaba, contestando ella que «rosas» y ¡rosas aparecieron al extender la falda!

Quizá fueron los mismos cautivos cristianos quienes, viendo lo recto de su conducta, le hablaron de Cristo; posiblemente correspondieron a sus múltiples delicadezas y dádivas de la mejor manera que podían, instruyéndola en la fe cristiana.

Pero, aunque en su corazón era ya de Cristo, ¿cómo podría recibir ella el Bautismo con los lazos tan fuertes del Islam que la rodeaban?

Comienza una grave dolencia. El flujo de sangre aumenta y la ciencia médica de palacio es incapaz de curarla. El Cielo le revela que encontrará remedio en las aguas milagrosas de San Vicente, allá por la Castilla cristiana. Almamún prepara el viaje de su hija con comitiva real. En Burgos recibe Casilda el Bautismo y marcha luego a los lagos de San Vicente, junto al Buezo, cerca de Briviesca. Recuperada la salud según se le dijo, decide consagrar a Cristo la virginidad de su cuerpo milagrosamente curado y resuelve pasar el resto de sus días en la soledad, dedicada a la oración y a la penitencia.

Murió de muy avanzada edad, siendo sepultada en la misma ermita que ella mandó construir. Pronto se convirtió en lugar de peregrinación. Cuentan que los caminantes sintieron desde entonces su especial protección y las mujeres la invocan contra el flujo de sangre, y hasta dicen que basta que una mujer pruebe las aguas y eche una piedra al lago para tener asegurada la descendencia.

Se juntan la historia, la imaginación del pueblo sencillo y la bruma del misterio en torno a la santa. Resta aprender la lección del ejemplo. El amor a Cristo hace posible el trueque del regalo propio de la corte morisca por la aspereza de una vida austera y penitente.

VÍDEOS Y ROBOS INAPROPIADOS

El pasado 23 de marzo el Observatorio de Derechos Humanos Samba Martine (nombre de la mujer africana que murió, por no recibir la debida atención médica, cuando permanecía retenida en un Centro de internamiento de extranjeros de Madrid) organizó una conferencia bajo el título: “La trata en nuestra sociedad: una mirada global y local”. Si mis datos son buenos, la conferencia se estaba retransmitiendo en cuatro salas: en una de modo presencial y en tres por medio de zoom. Pues bien, la reunión fue saboteada con videos de contenido inapropiado, vamos, de pornografía pura y dura, lo que hizo imposible continuar con la sesión e incluso dificultó el cierre de la misma. Este es un ejemplo más de los desafíos a los que se enfrentan quiénes abordan temas tan sensibles y urgentes como la trata de personas.

La técnica moderna es maravillosa cuando se utiliza para bien. Pero es nefasta cuando con ella se busca hacer el mal. El problema no es la técnica (y dicho sea de paso el problema no es la inteligencia artificial), sino el modo de utilizarla y lo que se pretende hacer con ella. Dígase lo mismo de cualquier otro medio. La lengua humana es maravillosa, pero como dice la carta de Santiago “con ella bendecimos al Señor, y con ella maldecimos a los seres humanos, hechos a imagen de Dios; de una misma boca proceden la bendición y la maldición”.

Hablando de inteligencia artificial puedo contar un caso reciente del que tengo información de primera mano. Una buena persona recibe una llamada telefónica. Al otro lado del teléfono hay una voz muy conocida, de un personaje importante para ella. La voz le pide una serie de cosas y de datos, y la persona que ha recibido la llamada la hace caso. Resulta que la voz ha sido creada con inteligencia artificial. Yo aconsejo que, en caso de recibir llamadas así, sobre todo si piden dinero o datos bancarios, aunque parezca que quien llama es la propia madre, antes de hacerle caso, hagan alguna pregunta cuya respuesta solo ella pueda conocer. Recuerdo que un dominico anglicano (sí, ¡hay dominicos anglicanos!) un día me llamo desde bastante lejos, me pidió un pequeño favor, y me dijo: para que veas que soy yo, te voy a dar el nombre de “nuestra abuela”. Al principio me despistó, pero cuando me dijo: “se llama Juana”, comprendí enseguida. Juana es el nombre de la madre de Santo Domingo de Guzmán, “el padre” de los dominicos.

Voy a contar una anécdota de la que soy protagonista. No caí en la trampa. Por eso la cuento: hace unos quince años recibí una carta de un supuesto eclesiástico conocido de un país europeo. En el sobre había un cheque, que todavía conservo, de 225.000 libras esterlinas. Ya saben: una moneda más valiosa que el dólar o el euro. En la carta me pedía que ingresara el cheque en una cuenta mía, que enviara 200.000 libras a una cuenta de un país africano, de una supuesta institución caritativa, ya que (me decía el falso corresponsal) desde su país no era posible hacer esa transacción. Y añadía (tentando mi ambición y mi egoísmo) que me quedará 25.000 libras esterlinas para “mis gastos” o “mis pobres”. Moraleja: si alguien le pide o le ofrece dinero y no es cara a cara, piense que es una estafa. Si es cara a cara, usted verá lo que hace.