JORNADA MUNDIAL DE LOS ABUELOS Y DE LOS MAYORES 2025 EN BURGOS

El pasado domingo día 27, y siguiendo las directrices de nuestro Vicario de pastoral, desde el Secretariado para la Pastoral de las Personas Mayores, se prepararon y realizaron los actos para la celebración del 5º día de los Abuelos y Mayores.

 Se prepararon dos actos, uno en la Parroquia de La Anunciación de la Santísima Virgen en Burgos capital, organizado por el secretariado diocesano para la pastoral con las personas mayores y el otro en la Parroquia de San Facundo y San Primitivo en Las Quintanillas, organizado por el Programa de Mayores de Cáritas diocesana.

Esta fiesta instituida por el papa Francisco, ha sido convocada por el papa León XIV este año bajo el lema “Feliz el que no ve desvanecerse su esperanza” 

La celebración de la Eucaristía en Burgos la celebramos solemnemente en la misa de parroquial de la una, presidida por el párroco Don Jesús. La iglesia a rebosar de fieles, con los laterales y el claustro a rebosar

Iniciamos la ceremonia con una monición de entrada que nos recordó, que nos habíamos reunido para celebrar el día del Señor, el cual nos enseñaba a orar y a hacerlo con insistencia y que orar es mirar a nuestro Dios con amor y agradecimiento. También a reconocer que los abuelos y personas mayores nos han enseñado las mejores lecciones de la vida y pedirle al Señor que les bendiga y guarde en estos años apacibles de la ancianidad.

En la homilía, Don Jesús, destaco y desarrolló varios de los puntos tratados por el Papa León en su mensaje y resalto la gran labor que está haciendo el grupo de Vida Ascendente en referencia a los consejos y directrices que nos da el papa en su mensaje. Hizo una invitación especial a los mayores, y a los no tan mayores, para conocer el movimiento basado en tres pilares: Espiritualidad, Apostolado y Amistad que se desarrollan plenamente en sus reuniones semanales.

En el ofertorio se ofrecieron junto con el pan y el vino, el cartel de la Jornada Mundial de los Abuelos y Mayores, dando gracias al Papa León por su precioso mensaje; una cesta de cerezas en las que estaban representados los trabajos y alegrías de nuestra vida y por último un centro de flores que simbolizan lo vello y bonito de la vida.

En la postcomunión, rezamos la oración compuesta por el Papa León para este día y que junto al mensaje del Papa habíamos preparado en un libreto que dimos a la entrada, junto con un marcapáginas que había preparado la responsable de Cáritas.

Al finalizar la Eucaristía, en el claustro, un profesor de música nos deleitó con un recital de música de nuestra juventud, tocada con un acordeón mientras degustábamos las cerezas ofrecidas. Incluso hubo parejas que se animaron a bailar.

En Miranda de Ebro, los grupos de Vida Ascendente, también animaron y celebraron la jornada de los Mayores con una Eucaristía.

Al final todo resultó muy entrañable.

Amelia Díez Reoyo

Presidente de Burgos

PLAN RUT: DE LA INCERTIDUMBRE A FICHAR DE GOLPE A 60 VOLUNTARIOS

El Plan Rut es una de las iniciativas de mayor crecimiento para visitar ancianos en residencias. Tras extenderse rápidamente por la diócesis de Getafe, ahora se prepara para llegar a la archidiócesis de Madrid

Mientras Álvaro Medina se dirigía al local de Parla en el que había convocado a los potenciales y aún desconocidos voluntarios de su iniciativa, en 2024, «iba con incertidumbre y me decía: “Señor, si no viene nadie, dime que eche redes en otro sitio”». Nada más lejos de la realidad, el lugar elegido «se llenó». Él y otros organizadores ofrecieron a los curiosos unos cursos de formación, «60 personas se inscribieron y nació el Plan Rut», como ya anunció Alfa y Omega. Su objetivo: «Formar una nueva familia para acompañar» a los usuarios de residencias a los que nadie visitaba nunca jamás. «Eran personas que habían perdido ese círculo familiar porque sus parientes habían muerto, vivían lejos o directamente los habían aparcado allí», recuerda con crudeza.

Este vecino de Parla nos cuenta que decidió el nombre del proyecto gracias a la carta que el Papa Francisco escribió para la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores del año pasado. Estaba centrada en el libro de Rut, quien se empeñó en no dejar sola a la anciana Noemí después de que enviudara. Así, decidió que Plan Rut era un título con fuerza y diseñó una estrategia junto a la Delegación Diocesana de Pastoral de los Mayores de la diócesis de Getafe.

En medio año se han extendido rápidamente por tres residencias de Parla, una de ellas dependiente de la Comunidad de Madrid, lo que les abrió la puerta al resto de la región. «La acogida ha sido fascinante», añade Medina. Para el curso que viene aspiran a implantarse en Aranjuez, Valdemoro, Getafe, Alcorcón y San Martín de Valdeiglesias. Y en la archidiócesis de Madrid, pues Medina está participando en las reuniones de su Comisión Diocesana de la Pastoral con las Personas Mayores.

Medina reivindica que «los ancianos son nuestros hermanos mayores y están viviendo una soledad lamentable, que no es culpa de las residencias» pero necesita igualmente una solución. Su aportación es que «dos voluntarios visitan a cada usuario». Van en parejas para que, en el caso de que le surja algún imprevisto a alguno de sus miembros, «nunca se interrumpa esa relación semanal».

El Plan Rut ni es de evangelización ni se exigen convicciones religiosas a sus participantes, pero «sí es verdad que nace del espíritu cristiano y ese ánimo que nos lleva a abrazar a quien está en necesidad». También tienen un encuentro mensual «en el que hablar, preguntar y manifestar sus inquietudes» para que los voluntarios se aligeren entre sí las cargas que a veces implica cuidar. Y, aunque Medina está jubilado, reivindica que «aquí hay mucha sensibilidad por los mayores y hay gente de todas las edades, desde los 20 hasta los 70 años».

Trabajo transversal

Alberto Guirao, consiliario de Vida Ascendente de Madrid, considera esta iniciativa «muy importante porque hay personas que no reciben a nadie y así pueden crear lazos de afectividad». Y revela que, con una inspiración similar, desde sus comunidades se están expandiendo con éxito por numerosas residencias, lo que «es muy interesante porque algunas no tienen capellán y así» quienes viven en ellas «pueden reunirse con un grupo que los ayuda a acercarse a Dios». El grueso son usuarios del propio centro, pero en ocasiones se incorporan visitantes. Entre estas residencias y las parroquias de Madrid, durante este año Vida Ascendente ha visto nacer 14 nuevos grupos.

Por su parte, María Bazal, delegada de Familia y Vida de la archidiócesis madrileña, recalca que «es muy de agradecer el espacio conjunto de trabajo que se ha formado» a raíz del relanzamiento de la Comisión Diocesana de la Pastoral con las Personas Mayores. «El año pasado el cardenal Cobo ya nos pidió trabajar de manera transversal entre delegaciones», explica. En cuanto a la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores del próximo domingo, adelanta que entre los participantes en la catedral de la Almudena habrá también ancianos de las residencias  de las hermanitas de los Pobres de Doctor Esquerdo, de las hermanitas de los Ancianos Desamparados de Carabanchel y de la Fundación Residencia Santa Lucía, que gestiona Cáritas.

Rodrigo Moreno Quicios 26 de Julio de 2025

Para Alfa y Omega

EL SANTO DE LA SEMANA: SAN ARTURO DE IRLANDA

Mártir de la Fe, sacrificado por los musulmanes en 1282. Este dato y los pocos más que conocemos y se dan por ciertos sobre él, proceden de las crónicas de la Orden de los Trinitarios. No es mencionado en el Martirologio Romano, ni en la monumental obra de los Bolandistas, ni en las otras colecciones hagiográficas. Su fiesta se celebra el día 1 de septiembre, aniversario, según parece, de su martirio.

En tiempo de San Arturo la vitalidad católica de Irlanda había logrado gran auge. En su historial contaba con varios Santos y algunos teólogos famosos. Era conocido doquier, por otra parte, el dinamismo de los creyentes irlandeses, que les llevaba constantemente a empresas grandes. Nadie extrañaba, pues, que hubieran cuajado allí las órdenes Militares y la directamente emparentada con ellas, la Trinitaria. A ella perteneció nuestro Santo.

A causa de las luchas entre cristianos y sarracenos y debido a los procedimientos de piratería de éstos, yacían en la esclavitud, en todas las ciudades musulmanas, centenares y hasta miles de cristianos, sufriendo toda suerte de penalidades. Sintióse Arturo con alma generosa para trabajar y aun para ofrecer su propia vida en aras de la liberación de los infelices cautivos. Y por esto ingresó en la ínclita y tan fervorosa milicia redentora.

Pronto demostró sus actividades. Siguiendo con perfecta fidelidad las normas directrices de San Juan de Mata, fundador de la Orden, partió Arturo para el Oriente, a rescatar a los fieles que estaban prisioneros… Poco conocemos de sus andanzas por tierras semitas. Pero la celebridad de su heroísmo es indicio seguro del sendero de claridad que dejarían sus huellas, todas ellas en ruta de inmolación por Cristo. Sin cesar, resonaría en su corazón la promesa del divino Maestro: «El que pierde su vida, la recobrará».

Es casi seguro (como de las Crónicas trinitarias se colige, guardadas en el convento de Cerf-Froid) que visitó los Lugares Santos, donde se acabaría de enardecer de amor a Jesús y a su Pasión. Este amor era el que le impulsaba a laborar y luchar por la libertad de los pobres reclusos de las mazmorras mahometanas, y por la abolición total de la esclavitud. Se sabe que estuvo en Babilonia, si bien se ignora si vivió mucho tiempo en ella.

Su condición de fraile cristiano, su activismo proselitista, su celo ardiente y sus osadías, se hicieron odiosos a los discípulos del Corán. Y, según noticias de su Orden, fue apresado y allí mismo, en Babilonia, quemado vivo, por odio a la fe y a la doctrina de nuestra Religión.

A raíz de haber obtenido Fray Arturo la palma del martirio, difundióse su veneración rápidamente por amplias regiones. Y ha sido y es grande la devoción que en muchas partes se le tiene, desde el siglo XIII.

(Fuente: multimedios.org)

CATEQUESIS PAPA LEON XIV JESUCRISTO, NUESTRA ESPERANZA. III. LA PASCUA DE JESÚS. 2. LA TRAICIÓN. «¿SERÉ YO?» (MC 14,19)

Continuamos nuestro camino en la escuela del Evangelio, siguiendo los pasos de Jesús en los últimos días de su vida. Hoy nos detenemos en una escena íntima, dramática, pero también profundamente verdadera: el momento en el que durante la cena pascual Jesús revela que uno de los Doce está a punto de traicionarlo: «En verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar: uno que está comiendo conmigo» (Mc 14,18).

Son palabras contundentes. Jesús no las pronuncia para condenar, sino para mostrar que el amor, cuando es verdadero, no puede prescindir de la verdad. La habitación del piso superior, donde poco antes se había preparado todo con atención, se llena de repente de un dolor silencioso, hecho de preguntas, de sospechas, de vulnerabilidad. Es un dolor que conocemos bien también nosotros, cuando en las relaciones más queridas se insinúa la sombra de la traición.

Sin embargo, el modo en el que Jesús habla de lo que está a punto de suceder es sorprendente. No levanta la voz, no señala con el dedo, no pronuncia el nombre de Judas. Habla de tal modo que cada uno pueda cuestionarse a sí mismo. Y es precisamente eso lo que sucede: «Ellos comenzaron a entristecerse y a preguntarle uno tras otro: ‘¿Seré yo?’» (Mc 14,19).

Queridos amigos, esta pregunta – “¿Seré yo?” – es quizá una de las preguntas más sinceras que podemos hacernos a nosotros mismos. No es la pregunta del inocente, sino la del discípulo que descubre su fragilidad. No es el grito del culpable, sino el susurro de quien, aunque queriendo amar, sabe que puede herir. Es en esta consciencia donde inicia el camino de la salvación.

Jesús no denuncia para humillar. Dice la verdad porque quiere salvar. Y para ser salvados hay que sentir: sentir que se está involucrado, sentir que se es amado a pesar de todo, sentir que el mal es real pero no tiene la última palabra. Solo quien ha conocido la verdad de un amor profundo puede aceptar también la herida de una traición.

La reacción de los discípulos no es rabia, sino tristeza. No se indignan, se entristecen. Es un dolor que nace de la posibilidad real de ser involucrados. Y precisamente esta tristeza, si se acoge con sinceridad, se convierte en un lugar de conversión. El Evangelio no nos enseña a negar el mal, sino a reconocerlo como una ocasión dolorosa para renacer.

Jesús, después, añade una frase que nos inquieta y nos hace pensar: «El Hijo del hombre se va, como está escrito; pero, ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del hombre será entregado!; ¡más le valdría a ese hombre no haber nacido!» (Mc 14,21). Son palabras duras, ciertamente, pero hay que entenderlas bien: no se trata de una maldición, es más bien un grito de dolor. En griego ese “ay de aquel” suena como un lamento, como un “ay”, una exclamación de compasión sincera y profunda.

Nosotros estamos acostumbrados a juzgar. Dios, en cambio, acepta sufrir. Cuando ve el mal, no se venga, sino que se entristece. Y aquel “más le valdría a ese hombre no haber nacido” no es una condena impuesta a priori, sino una verdad que cada uno de nosotros puede reconocer: si renegamos del amor que nos ha engendrado, si traicionando nos volvemos infieles a nosotros mismos, entonces realmente perdemos el sentido de nuestra venida al mundo y nos autoexcluimos de la salvación.

Sin embargo, precisamente allí, en el punto más oscuro, la luz no se apaga. Es más, comienza a brillar. Porque si reconocemos nuestro límite, si nos dejamos tocar por el dolor de Cristo, entonces podemos finalmente nacer de nuevo. La fe no nos evita la posibilidad del pecado, sino que nos ofrece siempre una vía para salir: la de la misericordia.

Jesús no se escandaliza frente a nuestra fragilidad. Sabe bien que ninguna amistad es inmune al riesgo de traición. Pero sigue fiándose. Sigue sentándose en la mesa con los suyos. No renuncia a partir el pan, incluso para quien lo traicionará. Esta es la fuerza silenciosa de Dios: no abandona nunca la mesa del amor, ni siquiera cuando sabe que lo dejarán solo.

Queridos hermanos y hermanas, también nosotros podemos preguntarnos hoy, con sinceridad: “¿Seré yo?”. No para sentirnos acusados, sino para abrir un espacio a la verdad en nuestro corazón. La salvación comienza aquí: en la conciencia de que podremos ser nosotros los que rompamos la confianza en Dios, pero que podemos ser también nosotros los que la recojamos, la custodiemos y la renovemos.

En el fondo, esta es la esperanza: saber que, aunque podamos fallar, Dios nunca nos falla. Aunque podamos traicionar, Él nunca deja de amarnos. Y si nos dejamos alcanzar por este amor – humilde, herido, pero siempre fiel – entonces podemos de verdad renacer. Y empezar a vivir ya no como traidores, sino como hijos siempre amados.

Fuente: The Holy See

CATEQUESIS PAPA LEON XIV JESUCRISTO, NUESTRA ESPERANZA. III. LA PASCUA DE JESÚS. 1. LA PREPARACIÓN DE LA CENA. «PREPÁRENNOS ALLÍ LO NECESARIO» (MC 14,15)

Seguimos nuestro camino jubilar al descubrimiento del rostro de Cristo, en el que nuestra esperanza toma forma y consistencia. Hoy comenzamos a reflexionar sobre el misterio de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Iniciemos meditando una palabra que parece sencilla, pero que custodia un secreto precioso de la vida cristiana: preparar.

En el Evangelio de Marcos se cuenta que «el primer día de la fiesta de los panes Acimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús: «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la comida pascual?”». (Mc 14,12). Es una pregunta práctica, pero también cargada de expectación. Los discípulos intuyen que algo importante está a punto de suceder, pero no conocen los detalles. La respuesta de Jesús parece casi un enigma: «Vayan a la ciudad; allí se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua.» (v. 13). Los detalles se vuelven simbólicos: un hombre que lleva un cántaro —gesto habitualmente femenino en aquella época—, una sala en el piso superior ya preparada, un dueño de la casa desconocido. Es como si todas las cosas hubieran sido preparadas de antemano. De hecho, así es. En este episodio, el Evangelio nos revela que el amor no es fruto del azar, sino de una elección consciente. No se trata de una simple reacción, sino de una decisión que requiere preparación. Jesús no afronta su pasión por fatalidad, sino por fidelidad a un camino acogido y recorrido con libertad y cuidado. Esto es lo que nos consuela: saber que el don de su vida nace de una intención profunda, no de un impulso repentino.

Esa «sala en el piso superior ya preparada» nos dice que Dios siempre nos precede. Incluso antes de que nos demos cuenta de que necesitamos acogida, el Señor ya ha preparado para nosotros un espacio donde reconocernos y sentirnos sus amigos. Este lugar es, en el fondo, nuestro corazón: una “sala” que puede parecer vacía, pero que solo espera ser reconocida, llenada y custodiada. La Pascua, que los discípulos deben preparar, está en realidad ya preparada en el corazón de Jesús. Es Él quien lo ha pensado todo, dispuesto todo, decidido todo. Sin embargo, pide a sus amigos que hagan su parte. Esto nos enseña algo esencial para nuestra vida espiritual: la gracia no elimina nuestra libertad, sino que la despierta. El don de Dios no anula nuestra responsabilidad, sino que la hace fecunda.

Hoy, como entonces, hay una cena que preparar. No se trata solo de la liturgia, sino de nuestra disponibilidad a entrar en un gesto que nos supera. La Eucaristía no se celebra solo en el altar, sino también en la vida cotidiana, donde es posible vivir todo como ofrenda y acción de gracias. Prepararse para celebrar esta acción de gracias no significa hacer más, sino dejar espacio. Significa quitar lo que estorba, rebajar las pretensiones, dejar de cultivar expectativas irreales. Con demasiada frecuencia, de hecho, confundimos los preparativos con las ilusiones. Las ilusiones nos distraen, los preparativos nos orientan. Las ilusiones buscan un resultado, los preparativos hacen posible un encuentro. El amor verdadero —nos recuerda el Evangelio— se da incluso antes de ser correspondido. Es un don anticipado. No se basa en lo que recibe, sino en lo que desea ofrecer. Es lo que Jesús vivió con los suyos: mientras ellos aún no entendían, mientras uno estaba a punto de traicionarlo y otro de renegar de él, Él preparaba una cena de comunión para todos.

Queridos hermanos y hermanas, también nosotros estamos invitados a «preparar la Pascua» del Señor. No solo la litúrgica, sino también la de nuestra vida. Cada gesto de disponibilidad, cada acto gratuito, cada perdón ofrecido por adelantado, cada esfuerzo aceptado con paciencia es una forma de preparar un lugar donde Dios puede habitar. Podemos entonces preguntarnos: ¿qué espacios de mi vida necesito reordenar para que estén listos para acoger al Señor? ¿Qué significa para mí hoy «preparar»? Quizás renunciar a una pretensión, dejar de esperar que el otro cambie, dar el primer paso. Quizás escuchar más, obrar menos o aprender a confiar en lo que ya está dispuesto.

Si acogemos la invitación a preparar el lugar de la comunión con Dios y entre nosotros, descubrimos que estamos rodeados de signos, encuentros, palabras que nos orientan hacia esa sala, espaciosa y ya preparada, en la que se celebra incesantemente el misterio de un amor infinito, que nos sostiene y siempre nos precede. Que el Señor nos conceda ser humildes preparadores de su presencia. Y, en esta disponibilidad cotidiana, crezca también en nosotros esa confianza serena que nos permite afrontar todo con el corazón libre. Porque donde se ha preparado el amor, la vida puede realmente florecer.

Fuente: The Holy See

CATEQUESIS PAPA LEON XIV. JESUCRISTO, NUESTRA ESPERANZA. II. LA VIDA DE JESÚS. 12. EL SORDOMUDO. «Y, EN EL COLMO DE LA ADMIRACIÓN, DECÍAN: «TODO LO HA HECHO BIEN: HACE OÍR A LOS SORDOS Y HABLAR A LOS MUDOS» (MC 7,32-37)

Con esta catequesis terminamos nuestro recorrido por la vida pública de Jesús, hecha de encuentros, parábolas y curaciones.

También este tiempo que estamos viviendo necesita curación. Nuestro mundo está atravesado por un clima de violencia y odio que mortifica la dignidad humana. Vivimos en una sociedad que se está enfermando a causa de una «bulimia» de conexiones en las redes sociales: estamos hiperconectados, bombardeados por imágenes, a veces incluso falsas o distorsionadas. Somos arrollados por múltiples mensajes que suscitan en nosotros una tormenta de emociones contradictorias.

En este escenario, es posible que surja en nosotros el deseo de apagar todo. Podemos llegar a preferir no sentir nada. Nuestras palabras también corren el riesgo de ser malinterpretadas, y podemos sentir la tentación de encerrarnos en el silencio, en una incomunicación en la que, por muy cercanos que estemos, ya no somos capaces de decirnos las cosas más simples y profundas.

A este respecto, me gustaría detenerme hoy en un texto del Evangelio de Marcos que nos presenta a un hombre que no habla ni oye (cf. Mc 7, 31-37). Precisamente como nos podría pasar a nosotros hoy, este hombre quizá decidió no hablar más porque no se sentía comprendido, y apagar toda voz porque se sentía decepcionado y herido por lo que había oído. De hecho, no es él quien acude a Jesús para ser sanado, sino que lo llevan otras personas. Se podría pensar que quienes lo conducen al Maestro son los que están preocupados por su aislamiento. Sin embargo, la comunidad cristiana ha visto en estas personas también la imagen de la Iglesia, que acompaña a cada ser humano hasta Jesús para que escuche su palabra. El episodio tiene lugar en un territorio pagano, por lo que nos encontramos en un contexto en el que otras voces tienden a cubrir la voz de Dios.

El comportamiento de Jesús puede parecer extraño al principio, porque toma consigo a esta persona y la lleva aparte (v. 33a). Parece así acentuar su aislamiento; pero, mirándolo bien, este gesto nos ayuda a comprender lo que se esconde detrás del silencio y la cerrazón de este hombre, como si hubiera captado su necesidad de intimidad y cercanía.

Jesús le ofrece ante todo una proximidad silenciosa, a través de gestos que hablan de un encuentro profundo: toca los oídos y la lengua de este hombre (cf. v. 33b). Jesús no usa muchas palabras, dice lo único que es necesario en este momento: «¡Ábrete!» (v. 34). Marcos reproduce la palabra en arameo, “efatà”, casi para hacernos sentir «en vivo» el sonido y el soplo. Esta palabra, sencilla y hermosa, contiene la invitación que Jesús dirige a este hombre que ha dejado de escuchar y de hablar. Es como si Jesús le dijera: «¡Ábrete a este mundo que te asusta! ¡Ábrete a las relaciones que te han decepcionado! ¡Ábrete a la vida que has renunciado a afrontar!». Cerrarse, de hecho, nunca es una solución.

Después del encuentro con Jesús, esa persona no solo vuelve a hablar, sino que lo hace «normalmente» (v. 35). Este adverbio insertado por el evangelista parece querer decirnos algo más sobre los motivos de su silencio. Quizás este hombre dejó de hablar porque le parecía que decía las cosas mal, quizás no se sentía adecuado. Todos experimentamos que se nos malinterpreta y que no nos sentimos comprendidos. Todos necesitamos pedirle al Señor que sane nuestra forma de comunicarnos, no solo para ser más eficaces, sino también para evitar herir a los demás con nuestras palabras.

Volver a hablar “normalmente” es el comienzo de un camino, no es todavía el punto de llegada. De hecho, Jesús prohíbe a ese hombre contar lo que le ha sucedido (cf. v. 36). Para conocer verdaderamente a Jesús hay que recorrer un camino, hay que estar con Él y atravesar también su Pasión. Cuando lo hayamos visto humillado y sufriendo, cuando experimentemos el poder salvífico de su Cruz, entonces podremos decir que lo hemos conocido verdaderamente. No hay atajos para convertirse en discípulos de Jesús.

Queridos hermanos y hermanas, pidamos al Señor que podamos aprender a comunicarnos con honestidad y prudencia. Oremos por todos aquellos que han sido heridos por las palabras de los demás. Oremos por la Iglesia, para que nunca falte en su tarea de llevar a las personas a Jesús, para que puedan escuchar su Palabra, ser sanadas por ella y convertirse, a su vez, en portadoras de su anuncio de salvación.

Fuente: The Holy See

LA FE EN CRISTO ES CREER EN EL AMOR

Hay un texto, en la primera carta de Juan (3,23) que podría muy bien ser una de las frases del Nuevo Testamento que mejor expresa la esencia del cristianismo: “este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros tal como nos lo mandó”. La fe en Cristo como revelación del Padre, se relaciona con el amor recíproco, como si este amor fuera la realización práctica de la fe. La fe en Dios, o mejor, en Jesucristo que como Hijo nos revela al Padre, y el amor mutuo están indisolublemente relacionados, en el fondo forman una única realidad; por eso no puede darse la fe sin el amor. La fe en Cristo se traduce en amor al prójimo. Y a la inversa: el amor al prójimo manifiesta y expresa la fe en Cristo. La dimensión vertical del amor que Dios nos ha mostrado (Dios que toma la iniciativa de darse a conocer y espera nuestra acogida) se prolonga en la dimensión horizontal, en la relación de amor de los seres humanos.

Lo que se revela en Cristo como Hijo es que Dios es Padre de todos los hombres. Pues si en Cristo todos participamos de la filiación divina, entonces todos somos hermanos, por ser hijos del mismo Padre. Si como dice Gal 3,29, “somos uno en Cristo Jesús”, entonces todos participamos de la filiación divina. Unidos al Padre y al Hijo, todos somos uno (Jn 17,21). Si unidos al Padre y a su Hijo Jesucristo todos somos hijos y por eso estamos profundamente unidos, es claro que somos hermanos. Y lo que une a los hermanos no es la carne y la sangre, sino el amor. Del mismo modo que lo que nos une al Padre no es la carne y la sangre sino la fe y el amor. A cuantos reciben al Hijo, el Padre les da el poder de ser hijo de Dios, y esos no nacen de carne, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre, sino que nacen de Dios (Jn 1,12-13).

En este versículo de la epístola de Juan, quedan claras dos cosas: 1) que el objeto de la fe cristiana no es un Dios cualquiera, sino el Dios de Jesucristo, que es Amor y que se revela; y 2) el modo de unirnos a este Dios, a saber, respondiendo a su Amor con amor y extendiendo este amor a los hermanos. O, dicho de otra manera: el objeto de la fe, Aquel en quién debemos creer, es Dios que se revela como Amor; y el acto de fe, o sea, el modo de acoger a este Dios y de unirnos a él, es el amor al Dios que se revela y, en Él, a los hermanos. Esta carta de Juan deja también claro que el amor al hermano es concreto: “si alguno que posee bienes del mundo, ve a su hermano que está necesitado y le cierra sus entrañas, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios?” (1 Jn 3,17). La acogida del amor de Dios hay que hacerla historia en lo cotidiano de la vida.

Martín Gelabert – Blog Nihil Obstat

LA SOLEDAD NO DESEADA

No es una frase, y la sociedad en general no se da cuenta, en España, más de 850.000 personas mayores de 80 años viven solas, según publicado por el INE (Instituto Nacional de Estadística) de 20 de mayo de 2025. El número de personas que viven solas ha experimentado un aumento significativo en las últimas décadas, alcanzando los 5.4 millones en 2024. Este crecimiento se refleja en el hecho de que el 28% de los hogares en España son unipersonales. La franja de edad con mayor número de personas que viven solas está entre los 70 y 79 años, representan el 41,7%, aunque también muchas personas mayores de 65 años viven solas.

La soledad en España, según el Observatorio Demográfico CEU-CEFA, dice que una de cada nueve personas vive sola, es decir, más del 11 % de la población soporta la soledad. Hay que añadir las 381.514 plazas residenciales donde viven personas mayores, distribuidas en 5.188 centros, datos de 2022 cuando se hizo el último censo; durante este año se está realizando otro donde veremos que han aumentado este tipo de residencias, donde viven desgraciadamente algunas personas que no reciben ninguna visita. Los sin “techo” en España se han contabilizado en 28.552 personas.

Es el efecto causado por el cambio de vida impulsado por las nuevas ideologías (resumidas en la palabra woke) que ha modificado la cultura, en todos sus aspectos que durante milenios, a pesar de las diferentes invasiones, se mantuvo en occidente. Sin remontarnos tanto, el número de personas que viven solas se ha multiplicado por ocho en España desde 1970, pasando del 1,9% al 11,1% en 2024. Según estos datos y proyectándolos, el propio Instituto Nacional de Estadística dice que sólo en 14 años los hogares de una sola persona aumentarán un 41,86%, prácticamente la mitad de la población en 2038, no tan lejano. Es hora de que la sociedad reaccione, conjuntamente con los poderes públicos, para darle vuelta a esta gravísima situación.

Jacinto Seara (Orense)

BEMBIBRE (DIOCESIS DE ASTORGA) PEREGRINA AL SANTUARIO DE LAS ERMITAS EN ORENSE

El pasado viernes 4 de Julio, el grupo de Vida Ascendente de Bembibre , al que se unieron más personas de nuestra parroquia , y también de otras parroquias cercanas , en total 30 personas , realizamos una peregrinación al Santuario de Las Ermitas, en Orense, con motivo de este Año Jubilar 2025 , ya que este templo de nuestra Diócesis de Astorga ha sido designado como jubilar.

El viaje en autobús fue muy ameno , rezamos el Rosario , y , un amigo nuestro, Taki, amenizó el trayecto con su guitarra y con cantos que todos conocíamos y que cantamos con él.

Cuando llegamos al santuario, fuimos recibidos por los sacerdotes que están allí, y también por el equipo de personas que les ayudan. Entre ellos , un guía que muy amablemente, nos enseñó la capilla y también las demás dependencias , con todo lujo de explicaciones y referencias históricas que nos ayudaron a conocer mejor la vida de aquella comarca y la de su santuario.

Pudimos admirar  las bellas imágenes y también los numerosos cuadros que adornan sus paredes , de indudable valor artístico y , sobre todo, religioso.

Después, acudimos a la capilla para la celebración de la Eucaristía. Y pudimos confesarnos todos,  porque D. José Antonio, párroco de Las Ermitas, y el párroco de Bembibre, D. Manuel , que también nos acompañó en la peregrinación, se pusieron a nuestra disposición para que pudiésemos cumplir con el requisito de confesarse para conseguir la indulgencia del Jubileo.

En la Celebración Eucarística , pudimos escuchar la homilía de D. José Antonio, que la presidió , y que nos explicó la admirable labor que están llevando a cabo en aquel lugar.  Según nos dijo , están atendiendo y ayudando a liberarse de sus adicciones al alcohol, drogas, juego…a numerosas personas . En concreto,  actualmente, a unas veinte personas.

Y nos explicó que los resultados son verdaderamente favorables , ya que son muchos los que con su ayuda ( a través del amor que les dan y la fe que les transmiten) , consiguen liberarse de sus esclavitudes e iniciar una vida nueva.

Quedamos admirados por la entrega y la generosidad de todos los que allí participan en esa maravillosa obra , que pienso que todo el mundo debería conocer , y que , por desgracia, es tan necesaria en nuestra sociedad actual.

Después , comimos en uno de los comedores del seminario próximo al santuario , y disfrutamos de una comida compartida ( cada uno llevó alimentos para poner en común con los demás).

Cuando llegamos al comedor , ya estaba todo preparado para nosotros , e incluso tuvieron la atención de servirnos una deliciosa comida preparada por ellos.

Fue un encuentro muy bonito, y disfrutamos de un ambiente de alegría y buena convivencia. Todos comentamos después lo bien que lo habíamos pasado , e incluso , varias personas propusieron que volviésemos a repetirlo más adelante, para las personas que no pudieron acudir en esta ocasión. Y para años posteriores…

Después de comer , volvimos a la capilla , donde rezamos el Rosario , dedicado a nuestra Madre , la Virgen de las Ermitas.

Y seguidamente , a eso de las seis de la tarde, emprendimos nuestro viaje de regreso a Bembibre.

Fue una jornada inolvidable para todos , y , por supuesto, animamos a todo el mundo a visitar este maravilloso santuario , situado en un entorno privilegiado , y a conocer a las personas que lo dirigen , que también son excepcionales , un ejemplo a seguir para todos los cristianos.

LA SANTA DEL MES: TERESA BENEDICTA DE LA CRUZ

Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith) Stein, virgen de la Orden de las Carmelitas Descalzas y mártir, la cual, nacida y educada en la religión judía, después de haber enseñado filosofía durante algunos años entre grandes dificultades, recibió por el bautismo la nueva vida en Cristo y la desarrolló bajo el velo de religiosa, hasta que, en tiempo de un régimen hostil a la dignidad del hombre y de la fe, fue desterrada y encarcelada, muriendo en la cámara de gas del campo de exterminio de Oswiecim o Auschwitz, cerca de Cracovia, en Polonia.

Vida de Santa Edith Stein (Sor Teresa Benedicta de la Cruz) 

Cuando Edith Stein, la última de once hermanos, nació en Breslau el 12 de octubre de 1891, la familia festejaba el Yom Kippur, la mayor fiesta hebrea, el día de la expiación. «Esto hizo, más que ninguna otra cosa, que su madre tuviera una especial predilección por la hija más pequeña». Precisamente esta fecha de su nacimientó fue para la carmelita casi un vaticinio.

El padre, comerciante de maderas, murió cuando Edith no había cumplido aún dos años. La madre, una mujer muy religiosa, solícita y voluntariosa, una persona verdaderamente admirable, al quedarse sola, debió hacer frente tanto al cuidado de la familia como a la gestión de la gran hacienda familiar; pero no consiguió mantener en los hijos una fe viva. Edith perdió la fe en Dios. «Con plena conciencia y por libre elección dejé de rezar».

Obtuvo brillantemente la reválida en 1911 y comenzó a estudiar germanística e historia en la Universidad de Breslau, más para tener una base de sustento en el futuro que por auténtica pasión. Su verdadero interés era la filosofía. Le interesaban también los problemas de la mujer. Entró a formar parte de la organización «Asociación Prusiana para el Derecho Femenino al Voto». Más tarde escribía: » como bachiller y joven estudiante, fui una feminista radical. Perdí después el interés por este asunto. Ahora voy en busca de soluciones puramente objetivas».

En 1913, la estudiante Edith Stein se fue a Gottinga para asistir a las clases universitarias de Edmund Husserl, de quien llegó a ser discípula y asistente, consiguiendo con él el doctorado. Por aquellos tiempos, Edmund Husserl fascinaba al público con un nuevo concepto de verdad: el mundo percibido no solamente existía de forma kantiana, como percepción subjetiva. Sus discípulos entendían su filosofía como un viraje hacia lo concreto. «Retorno al objetivismo». Sin que él lo pretendiera, la fenomenología condujo a no pocos discípulos y discípulas suyos a la fe cristiana. En Gottinga Edith Stein se encontró también con el filósofo Max Scheler y este encuentro atrajo su atención sobre el catolicismo. Pero todo esto no la hizo olvidar el estudio con el que debía ganarse el pan en el futuro y, en 1915, superó con la máxima calificación el examen de Estado. No obstante, no comenzó el periodo de formación profesional.

Al estallar la primera guerra mundial escribía: «ahora ya no tengo una vida propia». Siguió un curso de enfermería y prestó servicio en un hospital militar austríaco. Fueron tiempos difíciles para ella. Atendía a los ingresados en la sección de enfermos de tifus y prestaba servicio en el quirófano, viendo morir a hombres en la flor de su juventud. Al cerrar el hospital militar en 1916, siguió a Husserl a Friburgo en Brisgovia, donde obtuvo el doctorado «summa cum laude» con una tesis «Sobre el problema de la empatía «.

Por aquel tiempo le ocurrió un hecho importante: observó cómo una aldeana entraba en la Catedral de Frankfurt con la cesta de la compra, quedándose un rato para rezar. «Esto fue para mí algo completamente nuevo. En las sinagogas y en las iglesias protestantes que he frecuentado los creyentes acuden a las funciones. Aquí, sin embargo, una persona entró en la iglesia desierta, come si fuera a conversar en la intimidad. No he podido olvidar lo ocurrido». En las últimas páginas de su tesis de doctorado escribió: «ha habido personas que, tras un cambio imprevisto de su personalidad, han creído encontrar la misericordia divina». ¿Cómo llegó a esta afirmación?

Edith Stein tenía gran amistad con el asistente de Husserl en Gottinga, Adolf Reinach y su esposa. Adolf Reinach muere en Flandes en noviembre de 1917. Edith va a Gottinga. Los Reinach se habían convertido al Evangelio. Edith tenía cierta renuencia ante el encuentro con la joven viuda.

Con gran sorpresa encontró una creyente. «Este ha sido mi primer encuentro con la cruz y con la fuerza divina que transmite a sus portadores… Fue el momento en que se desmoronó mi irreligiosidad y brilló Cristo». Más tarde escribirá: «lo que no estaba en mis planes estaba en los planes de Dios. Arraiga en mí la convicción profunda de que -visto desde el lado de Dios- no existe la casualidad; toda mi vida, hasta los más mínimos detalles, está ya trazada en los planes de la Providencia divina y, ante los ojos absolutamente clarividentes de Dios, presenta una coherencia perfectamente ensamblada».

En otoño de 1918, Edith Stein dejó la actividad de asistente de Edmund Husserl porque deseaba trabajar independientemente. La primera vez que volvió a visitar a Husserl después de su conversión fue en 1930. Tuvo con él una discusión sobre la nueva fe de la que la hubiera gustado que participara también él. Tras ello escribió una frase sorprendente: «Después de cada encuentro que me hace sentir la imposibilidad de influenciar directamente, se agudiza en mí el impulso hacia mi propio holocausto».

Edith Stein deseaba obtener la habilitación para la libre docencia, algo que, por aquel entonces, era inalcanzable para una mujer. A este respecto, Husserl se pronunciaba así en un informe: «Si la carrera universitaria se hiciera accesible a las mujeres, la podría recomendar encarecidamente más que a cualquier otra persona para el examen de habilitación». Más tarde, sin embargo, se le negaría la habilitación a causa de su origen judío.

Edith Stein vuelve a Breslau. Escribe artículos en defensa de la psicología y de las humanidades. Pero lee también el Nuevo Testamento, Kierkegaard y el opúsculo de los Ejercicios espirituales de Ignacio de Loyola. Se da cuenta de que un escrito como éste no se le puede simplemente leer, sino que es necesario ponerlo en práctica.

En el verano de 1921 fue durante unas semanas a Bergzabern (Palatinado), a la finca de la Señora Hedwig Conrad-Martius, una discípula de Husserl. Esta señora, junto con su esposo, se había convertido al Evangelio. Una tarde Edith encontró en la biblioteca la autobiografía de Teresa de Ávila. La leyó durante toda la noche. «Cuando cerré el libro, me dije: esta es la verdad».

Considerando retrospectivamente su vida, escribía más tarde: «mi anhelo por la verdad era ya una oración».

En enero de 1922 Edith Stein se bautizó. Era el día de la Circuncisión de Jesús, la acogida de Jesús en la estirpe de Abraham. Estaba erguida ante la fuente bautismal, vestida con el blanco manto nupcial de Hedwig Conrad-Martius, que hizo de madrina. «Había dejado de practicar mi religión hebrea y me sentía nuevamente hebrea solamente tras mi retorno a Dios». Ahora tendrá siempre conciencia, y no sólo intelectualmente, sino de manera tangible, de pertenecer a la estirpe de Cristo. En la fiesta de la Candelaria, una fiesta cuyo origen se remonta también al Antiguo Testamento, fue confirmada por el Obispo de Espira en su capilla privada.

Después de su conversión, lo primero que hizo fue volver a Breslau. «Mamá, soy católica». Las dos lloraron. Hedwig Conrad-Martius escribió: «mira, dos israelitas y en ninguna de ellas hay engaño» (cf. Jn 1, 47).

Inmediatamente después de su conversión, Edith Stein aspira a entrar en el Carmelo, pero sus consejeros espirituales, el Vicario general de Espira y el Padre Przywara, S.J., le impiden dar este paso. Acepta entonces un empleo de profesora de alemán e historia en el Instituto y seminario para maestros del Convento dominico de la Magdalena de Espira hasta Pascua de 1931. Por insistencia del Archiabad Raphael Walzer, del convento de Beuron, hace largos viajes para dar conferencias, sobre todo sobre temas femeninos. «Durante el período inmediatamente precedente y también bastante después de mi conversión… creía que llevar una vida religiosa significaba renunciar a todas las cosas terrenas y vivir solamente con el pensamiento puesto en Dios. Gradualmente, sin embargo, me he dado cuenta de que este mundo exige de nosotros otras muchas cosas…, creo, incluso, que cuanto más se siente uno atraído por Dios, más debe «salir de sí mismo», en el sentido de dirigirse al mundo para llevar allí una razón divina para vivir». Su programa de trabajo es enorme. Traduce las cartas y los diarios del período precatólico de Newmann y la obra Quaestiones disputatae de veritate de Tomás de Aquino, en una versión muy libre por amor al diálogo con la filosofia moderna. El Padre Erich Przywara, S.J., la incitó a escribir también obras filosóficas propias. Aprendió que es posible «practicar la ciencia al servicio de Dios… sólo por tal motivo he podido decidirme a comenzar una serie de obras científicas». Encuentra siempre las fuerzas necesarias para su vida y su trabajo en el convento benedictino de Beuron, al que va para pasar allí las fiestas más importantes del año eclesiástico.

En 1931 termina su actividad en Espira. Intenta de nuevo obtener la habilitación para la libre docencia en Breslau y Friburgo. Todo en vano. Compone entonces una obra sobre los principales conceptos de Tomás de Aquino: «Potencia y acción». Más tarde hará de este ensayo una obra mayor, desarrollándola bajo el título de Endliches und ewiges Sein (Ser finito y Ser eterno) en el convento de las Carmelitas de Colonia. No fue posible imprimir esta obra durante su vida.

En 1932 se le asigna una cátedra en una institución católica, el Instituto de Pedagogía científica de Münster, donde tiene la posibilidad de desarrollar su propia antropología. Aquí encuentra la manera de unir ciencia y fe, y de hacer comprensible esta cuestión a otros. Durante toda su vida sólo quiso ser «instrumento de Dios». «Quien viene a mí, deseo conducirlo a Él «.

En 1933 la noche se cierne sobre Alemania. «Había oído ya antes algo sobre las severas medidas contra los judíos. Pero ahora comencé de pronto a entender que Dios había puesto una vez más su pesada mano sobre su pueblo y que el destino de este pueblo era también el mío». El artículo de la ley de los nazis sobre la raza ariana hizo imposible que continuara su actividad docente. «Si aquí no puedo continuar, en Alemania ya no hay posibilidades para mí «. «Me había convertido en una extranjera en el mundo».

El Archiabad Walzer, de Beuron, ya no le impidió entrar en un convento de Carmelitas. Durante el tiempo que estuvo en Espira había hecho ya el voto de pobreza, castidad y obediencia. En 1933 se presenta a la Madre Priora del Monasterio de Carmelitas de Colonia. «Solamente la pasión de Cristo nos puede ayudar, no la actividad humana. Mi deseo es participar en ella».

Una vez más Edith fue a Breslau para despedirse de su madre y de la familia. El 12 de octubre fue el último día que pasó en su casa, el día de su cumpleaños y, a la vez, la fiesta hebrea de los tabernáculos. Edith acompaña a su madre a la sinagoga. Fue un día nada fácil para las dos mujeres. «¿Por qué la has conocido (la fe cristiana)? No quiero decir nada contra Él. Habrá sido un hombre bueno. Pero ¿por qué se ha hecho Dios? » . Su madre lloró. A la mañana siguiente Edith tomó el tren para Colonia. «No podía tener una alegría arrebatadora. Era demasiado tremendo lo que dejaba atrás. Pero yo estaba tranquilísima, en el puerto de la voluntad de Dios». Cada semana escribirá después una carta a su madre. No recibirá respuesta. Su hermana Rosa le mandará noticias de casa.

El 14 de octubre Edith Stein entra en el monasterio de las Carmelitas de Colonia. En 1934, el 14 de abril, tuvo lugar la ceremonia de toma de hábito. El Archiabad de Beuron celebró la misa. Desde aquel momento Edith Stein llevará el nombre de Sor Teresa Benedicta de la Cruz.

Escribe en 1938: «bajo la Cruz entendí el destino del pueblo de Dios que entonces (1933) comenzaba a anunciarse. Pensaba que entendiesen que se trataba de la Cruz de Cristo, que debían aceptarla en nombre de todos los demás. Es verdad que hoy entiendo mejor estas cosas, lo que significa ser esposa del Señor bajo el signo de la Cruz. Aunque ciertamente nunca será posible comprender todo esto, puesto que es un secreto». El 21 de abril de 1935 hizo los votos temporales. El 14 de septiembre de 1936, en el momento de renovar los votos, murió su madre en Breslau. «Hasta el último momento mi madre ha permanecido fiel a su religión. Pero, puesto que su fe y su firme confianza en su Dios… fue lo ultimo que permaneció vivo en su agonía, confío en que haya encontrado un juez muy clemente y que ahora sea mi más fiel abogada, para que también yo pueda llegar a la meta».

En el recordatorio de su profesión perpetua, el 21 de abril de 1938, hizo imprimir las palabras de San Juan de la Cruz, al que dedicará su última obra: «que ya sólo en amar es mi ejercicio «.

La entrada de Edith Stein en el convento de las Carmelitas no fue una huida. «Quien entra en el Carmelo no se pierde para los suyos, sino que le tienen aún más cercano; y esto porque nuestra profesión es la de dar cuenta de todos a Dios «. Dio cuenta a Dios sobre todo de su pueblo.

«Pienso continuamente en la reina Ester, que fue sacada de su pueblo para dar cuenta ante el rey. Yo soy una pequeña y débil Ester, pero el Rey que me ha elegido es infinitamente grande y misericordioso. Esto es un gran consuelo » (31.10.1938).

El 9 de noviembre de 1938 se puso de manifiesto ante todo el mundo el odio que tenían los nazis a los judíos. Arden las sinagogas, se siembra el terror entre las gentes judías. La Madre Superiora de las Carmelitas de Colonia hace todo lo posible para llevar al extranjero a Sor Teresa Benedicta de la Cruz. La noche de fin de año de 1938 cruza la frontera de los Países Bajos y la llevan al monasterio de Carmelitas de Echt, en Holanda. Allí redacta su testamento el 9 de junio de 1939.

«Ya desde ahora acepto con gozo, en completa sumisión y según su santísima voluntad, la muerte que Dios me haya destinado. Ruego al Señor que acepte mi vida y muerte… de manera que el Señor sea reconocido por los suyos y que su Reino venga con toda su magnificencia para la salvación de Alemania y la paz del mundo… «.

Ya en el monasterio de Carmelitas de Colonia, a Edith Stein se le había dado permiso para dedicarse a las obras científicas. Allí había escrito, entre otras cosas, De la vida de una familia judía. «Deseo narrar simplemente lo que he experimentado al ser hebrea». Ante «la juventud que hoy es educada desde la más tierna edad en el odio a los judíos…, nosotros, que hemos sido educados en la comunidad hebrea, tenemos el deber de dar testimonio».

En Echt, Edith Stein escribirá a toda prisa su ensayo sobre Juan de la Cruz, el místico doctor de la Iglesia, con ocasión del cuatrocientos aniversario de su nacimiento, 1542-1942. En 1941 escribía a una religiosa con quien tenía amistad: «una scientia crucis (la ciencia de la cruz) sólamente puede ser entendida si se lleva todo el peso de la cruz. De ello estaba convencida ya desde el primer instante y de todo corazón he pronunciado: Ave, Crux, Spes unica (te saludo, Cruz, única esperanza nuestra)». Su estudio sobre San Juan de la Cruz lleva como subtítulo: » La ciencia de la Cruz «.

El 2 de agosto de 1942 llega la Gestapo. Edith Stein se encuentra en la capilla con las otras Hermanas. En cinco minutos debe presentarse, junto con su hermana Rosa, que se había bautizado en la Iglesia Católica y prestaba servicio en las Carmelitas de Echt. Las últimas palabras de Edith Stein que se oyen en Echt están dirigidas a Rosa: «Ven, vayamos, por nuestro pueblo».

Junto con otros muchos otros judíos convertidos al cristianismo, las dos mujeres son llevadas al campo de concentración de Westerbork. Se trataba de una venganza contra el comunicado de protesta de los obispos católicos de los Países Bajos por los progromos y las deportaciones de los judíos. «Jamás había pensado que los seres humanos pudieran llegar a ser así, y tampoco podía pensar que mis hermanas y hermanos debieran sufrir así… cada hora rezo por ellos. ¿Oirá Dios mi oración? En todo caso, oye ciertamente sus lamentos». El Prof. Jan Nota, cercano a ella, escribirá más tarde: «para mí, ella es, en un mundo de negación de Dios, una testigo de la presencia de Dios».

Al amanecer del 7 de agosto sale una expedición de 987 judíos hacia Auschwitz. El 9 de agosto Sor Teresa Benedicta de la Cruz, junto con su hermana Rosa y muchos otros de su pueblo, murió en las cámaras de gas de Auschwitz.

Con su beatificación en Colonia el 1 de mayo de 1987, la Iglesia rindió honores, por decirlo con palabras del Sumo Pontífice Juan Pablo II, a «una hija de Israel, que durante la persecución de los nazis ha permanecido, como católica, unida con fe y amor al Señor Crucificado, Jesucristo, y, como judía, a su pueblo «.

Fuente: Santopedia