El pasado lunes, día 3 de febrero, celebramos en la Diócesis de Alcalá de Henares la festividad de nuestros Santos Patronos Simeón y Ana. Un gran número de representantes de los distintos grupos del Movimiento acudimos a dicha celebración, pudiendo participar, a su vez, en el Jubileo de los Mayores en este año jubilar de la esperanza 2025.
A las 12,00 horas estábamos convocados en el Monasterio de San Bernardo y nuestro Consiliario Nacional Don José Ignacio Figueroa hizo una reflexión e introducción de lo que era el jubileo en el pueblo judío. El Papa Bonifacio VIII proclamó el primer jubileo universal en 1300 como Año Santo.
Hoy los jubileos son ordinarios cada 25 años, o extraordinarios en el caso de un año especial declarado por el Pontífice, por ejemplo el jubileo extraordinario de la Misericordia, convocado por el Papa Francisco en 2015.
El jubileo en la Iglesia es siempre una oportunidad de mirar a Cristo de nuevo. Continuó diciendo que los ancianos que a menudo experimentan soledad y sentimientos de abandono merecen signos de esperanza, valorando el tesoro que son, sus experiencias de vida, la sabiduría que tienen y el aporte que son capaces de ofrecer. Que este jubileo sea una ocasión de reavivar la esperanza. Nuestra esperanza está en el Cielo.
¡Dejémonos llevar hasta el Cielo!
De allí partimos hasta la Catedral Magistral en procesión, precedida por nuestro estandarte y la Cruz Jubilar, que ha sido realizada para esta ocasión, por internos del Centro Penitenciario de Estremera, y participamos en la Santa Misa Jubilar de la Esperanza 2025, que fue presidida por nuestro Obispo Don Antonio Prieto, y concelebrada con nuestro Consiliario Nacional y varios sacerdotes de la Diócesis.
El Obispo en la Homilía resaltó las figuras de Simeón y Ana, recordando que Dios se hace presente en la edad madura y con los primeros con los que quiso entrar en contacto, siendo un niño, fueron unos ancianos, Simeón y Ana.
La vida avanzada es un tesoro en el que Jesús se hace presente. Nos animó a vivir esta etapa de la vida asociados a los grupos de Vida Ascendente, seguir cultivando la fe, la amistad y el apostolado, los tres pilares sobre los que se construye y sustenta la Vida Ascendente y a transmitir la fe y la sabiduría de la vida a las generaciones más jóvenes.
Nos invitó, también, a rezar por la Iglesia y seguir formándonos en nuestra vida Cristiana. El Cielo estará siempre esperándonos. Es la esperanza que no defrauda.
Una vez finalizada la celebración Eucarística, que fue solemne, con la participación de un coro y el órgano de la Catedral, retornamos de nuevo al Convento de San Bernardo para compartir un almuerzo de fraternidad en el antiguo refectorio del mencionado Convento.
