CITA EN ROMA: UN CORAZÓN QUE LATE POR NUESTROS MAYORES

Este encuentro ha sido un laboratorio de ideas y esperanza, pues la contribución de los ancianos es esencial para el futuro de la Iglesia

Qué días tan maravillosos y conmovedores he vivido.

Del 2 al 4 de octubre, Roma se convirtió en el epicentro de la esperanza y yo tuve la inmensa fortuna de ser parte de ello.

El II Congreso Internacional de Pastoral de los Mayores, organizado por el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, no fue solo un evento; fue una declaración de amor y de reconocimiento a la tercera edad.

El viernes 3 de octubre quedaron grabadas en nosotros, 150 delegados de 65 países, así como miembros de asociaciones y congregaciones comprometidas con los mayores, las palabras de León XIV: «Los ancianos son un don, una bendición que hay que acoger. Y la prolongación de la vida es uno de los signos de esperanza de nuestro tiempo». Vivimos en un mundo que envejece, y el congreso nos recordó la urgencia pastoral global de adaptarnos a esta realidad.

Como subrayó el cardenal Kevin Farrell, prefecto del dicasterio, «las personas mayores no son solo el pasado de la Iglesia, sino su presente y su futuro». Esta cita da continuidad al itinerario marcado por la Iglesia desde el encuentro de 2020 y la instauración de la Jornada Mundial de los Abuelos, con la que el Papa Francisco quiso consolidar la atención de la Iglesia a las personas mayores. El tema central Los sueños de los mayores: una visión de futuro, fue una constante invitación a mirar a nuestros mayores como fuente de inspiración, no de carga.

Darío Gervasi lo resumió perfectamente: este encuentro ha sido un «laboratorio de ideas y esperanza», pues «los mayores son el corazón palpitante de nuestras comunidades y su contribución es esencial para el futuro de la Iglesia».

El programa fue riquísimo, abordando la realidad de frente, pero siempre con el corazón puesto en la esperanza. Para ello, cerrábamos cada día con la Eucaristía en el santuario de la Divina Misericordia.

Comenzamos el congreso con la cruda realidad de la transición demográfica que presentó Alessandro Rosina, seguida por la búsqueda de sentido de la vida cuando esta se alarga, abordada por Albert Evrard, SJ. Terezinha Tortelli (Brasil), Paulinus Yan Olla (Indonesia) y Alfred Mateyu Chaima (Malawi), quienes me hicieron ver que la esperanza de los mayores es un desafío global.

La segunda jornada atacó de lleno la «cultura del descarte» como un desafío ético. Josephine Lombardi expuso la postura firme de la Iglesia contra el abandono. El antídoto es el encuentro: Anne-Marie Maison defendió el «diálogo entre generaciones como un encuentro vital». Los sueños de los mayores nos iluminaron: Mariangela Zama habló de la paz y Sofia Soli, representar a mis compañeros de la Comisión Diocesana de la Pastoral de las Personas Mayores, guiados por nuestro querido padre Carlos Rivas.

Llevamos la riqueza del trabajo transversal de nuestra diócesis a un foro global, del que hemos salido con un mensaje claro: «Nuestros mayores son nuestro tesoro, y escucharlos es la clave para un futuro lleno de esperanza». ¡Esa es la misión!

Este encuentro ha sido un laboratorio de ideas y esperanza, pues la contribución de los ancianos es esencial para el futuro de la Iglesia.

Quedaron grabadas en nosotros las palabras de León XIV: «La prolongación de la vida es un signo de esperanza de nuestro tiempo»

 

José Barceló en Alfa y Omega