GRACIAS DE TODO CORAZÓN

La Conferencia Episcopal ha recibido ya los datos provisionales de la campaña de la Renta del año 2024 que corresponde al ejercicio fiscal de 2023. Según estos datos, se constata que ha aumentado en 208.841 el número de declaraciones en favor de la Iglesia, lo que supone un valioso reconocimiento de la labor realizada por la Iglesia.

7.839.984 personas marcaron la ‘X’ de la Iglesia en su declaración de la renta, lo que supone el 30,43 % de las declaraciones presentadas. Contando las declaraciones conjuntas, son 9 millones los contribuyentes que confían en la labor de la Iglesia, el número más alto de apoyos en la historia del sistema.

Según estos datos, el importe total asignado a la Iglesia se sitúa en los 382.437.998 euros, lo que supone un incremento de 23,6 millones de euros, un 6,6 % más, lo que va a permitir a la Iglesia hacer frente al aumento de las necesidades. De media, la aportación que recibe la Iglesia de cada contribuyente que marca la casilla de la X es de 42,5 euros.

Uno de los datos para la reflexión es que setecientos mil nuevos declarantes no han marcado ninguna casilla de las que la Declaración deja a la libertad de los contribuyentes, lo que implica una bajada de 1,5% de casillas marcadas. Este dato afecta tanto a las declaraciones de fines sociales como a las de la Iglesia. En el caso de la Iglesia supone un descenso de 0,56 puntos. Este dato obliga a hacer un mayor esfuerzo para explicar la casilla de la X en favor de la Iglesia y el significado que tiene, un ejercicio de libertad para el contribuyente que no supone ni pagar más ni que te devuelvan menos.

Declaraciones y porcentaje de asignación por comunidades

El número total de declaraciones a favor de la Iglesia aumenta en 16 de las 17 comunidades autónomas, especialmente en Andalucía, Madrid, Comunidad Valenciana y Castilla-La Mancha. También destaca el aumento del porcentaje de asignación en la Hacienda foral de Guipúzcoa.

En relación con el importe asignado, se ha producido un incremento de la cantidad recaudada en todas las Comunidades Autónomas. En términos absolutos, los mayores aumentos en euros asignados se producen en Madrid, Andalucía y Cataluña. Además, 10 comunidades se sitúan por encima de la media en % de asignantes, destacando Castilla-La Mancha (43,2%), La Rioja (42,3%), Extremadura (42,3%), Murcia (41,9%) y Castilla y León (40,7%).

Declaraciones y porcentaje de asignación por delegaciones de Hacienda

Por delegaciones de Hacienda, la provincia con más % de asignación continúa siendo Ciudad Real (50,7%). Le siguen Jaén (46,03%), Badajoz (44,08%) y Ávila (44,4%).

En valor absoluto, las delegaciones de hacienda donde han crecido más el número de asignaciones son Madrid, Guipúzcoa, Sevilla, Valencia y Málaga. En relación con los importes asignados, en todas las delegaciones de hacienda ha crecido el importe asignado, destacando por orden Madrid (+ 5,6 millones €), Barcelona (+ 2 mm), Guipúzcoa (+1,2 mm) y Sevilla (+ 1 mm).

Datos para destacar

En estos datos provisionales, destaca que:

Los tres últimos tramos de renta, es decir aquellos que ganan más de 30.000 € al año, representan en la práctica el 85,1% del dinero recaudado, incrementándose un año más en un punto su peso con relación al año anterior. La subida es especialmente importante en el tramo de 60.000 a 150.000 €.

    Por tramos de edad, la mejor evolución está en los tramos entre 50 y 70 años.

    Por sexo, aunque la distancia entre hombres y mujeres es muy pequeña, han aumentado más las declaraciones de las mujeres por su creciente incorporación al mercado laboral.

    En cuanto al tipo de declaración, por segunda vez desde que tenemos datos, el porcentaje de declaraciones conjuntas con asignación (32,43%) supera al de las declaraciones individuales (30,75%).

Pero detrás de todos estos datos están cada una de las personas que cada año muestran su confianza en la labor de la Iglesia marcando la X en la Declaración de la Renta. Y a ellas está dedicada la campaña de agradecimiento que pone hoy en marcha la oficina de Sostenimiento de la Iglesia con el lema, “Gracias de corazón”.

Los protagonistas de esta Campaña son esas casi 9 millones de personas que mostraron su apoyo a la Iglesia marcando la X en su declaración de la Renta. Todas forman parte de la familia Xtantos. Una familia que hace posible sostener la actividad de la Iglesia ofreciendo su tiempo, su oración o con su aportación económica. Y una familia que se completa con los que reciben esta ayuda de la Iglesia, tanto social como espiritual. Ellos también son los rostros que están detrás de los datos que hoy se presentan.

Además, para responder a su compromiso con la transparencia, en la página web Xtantos se pueden consultar, de manera visual y accesible, todos los resultados de la campaña de 2024 (IRFP 2023).

El especial se sirve de un vídeo en el que enlaza con el viaje por tantos, que fue el hilo conductor de la Campaña de la Renta 2024. Además, incluye un mapa de España interactivo donde es posible consultar los datos segmentados por Comunidades Autónomas. También cinco ránquines con las delegaciones de Hacienda y CC.AA. líderes en porcentaje de asignación, número de ‘X’ en términos absolutos, o recaudación…  Además, propone seguir el viaje de la X mostrando su recorrido desde la casilla de la Renta hasta llegar a los más desfavorecidos y se vuelven a presentar los testimonios que este año pedían que se marcara la casilla de la Iglesia.

Otro portal, donoamiiglesia.es, permite donar directamente a cualquier parroquia de España, para hacer llegar directamente las ayudas a las instituciones que las ponen al servicio de la sociedad.

Por su parte, la Oficina de Transparencia de la CEE presentó  el martes 10 de diciembre la Memoria de actividades de la Iglesia católica en España 2023, donde dio cuenta de toda la actividad de la Iglesia en España en ese año.

Fuente: Web de la Conferencia Episcopal

AÑO JUBILAR; BAJO EL SIGNO DE LA ESPERANZA

El año jubilar, convocado por el Papa Francisco, se abrirá oficialmente en Roma el 24 de diciembre y el domingo, 29 de diciembre, en las demás diócesis del mundo. Hace falta valor para convocar un año jubilar bajo el signo de la esperanza. Valor, porque este signo contrasta con la situación de desesperanza en la que vive gran parte de nuestra sociedad.

¿Qué esperanza puede haber para los pobres y desheredados de este mundo, para todas esas personas que se encuentran en situaciones sin salida porque la guerra, la pobreza, la política de sus gobiernos corruptos, o la ambición de los poderosos, les ha dejado sin nada? El capítulo primero de la encíclica Fratelli tutti lleva como título “las sombras de un mundo cerrado”. Por tanto, si está cerrado no tiene futuro. En este capítulo el Papa pasa revista a las heridas y atropellos que están maltratando la sociedad de nuestro tiempo que, más que a la esperanza, conducen a la desesperación: maltrato de la tierra, pobreza, xenofobia, mala acogida a los emigrantes, personas descartadas.

También en nuestro mundo capitalista y consumista estamos faltos de esperanza. “La palabra esperanza, dice Byung-Chul Han, no pertenece al vocabulario capitalista”. Y añade: “los consumidores no esperan. Tan solo tienen deseos y necesidades que hay que satisfacer. Tampoco necesitan un futuro. Viven en el presente del consumo”. Los que tienen de todo, o mejor, los que tenemos de todo y nada nos falta, ya no esperamos nada. Solo buscamos disfrutar el momento presente. Y lo que pretendemos no es un futuro distinto, sino conservar lo que tenemos. Somos conservadores. Y el conservador no tiene futuro. Solo pretende conservar lo que hay.

Lo que, sin duda, puede generar esperanza en nuestra sociedad es una cultura de la inclusión, de la compasión, de la atención a los más débiles. Una cultura cuyo lema podría ser: si quieres cuidar de ti, cuida de los demás. Cultura que debe ser asimilada por cada uno para así contagiarla a los demás. Precisamente, la gran esperanza, la esperanza en ese Reino de Dios en el que no habrá llanto, ni lágrimas, ni dolor, porque Dios será la realidad que todo lo determine, es un motivo más para ocuparnos de tantas necesidades con las que nos encontramos mientras vamos peregrinando hacia el Reino. Un motivo más para ofrecer esperanza concreta en lo inmediato, en el aquí y el ahora.

La bula del Papa recuerda que la peregrinación es un elemento fundamental de todo acontecimiento jubilar. Ponerse en camino es algo así como buscar el sentido de la vida. Y en estos tiempos en donde aviones y trenes de alta velocidad facilitan los desplazamientos, el Papa habla de “la peregrinación a pie”. Está claro que ninguno vamos a ir a Roma a pie. Pero este recordatorio de la buena peregrinación es una llamada a la austeridad para no gastar más de lo necesario y así tener reservas para compartirlas con los demás, para ayudar, para demostrarnos a nosotros mismos que consideramos a los necesitados como hermanos y como presencia de Cristo entre nosotros.

Martín Gelabert Ballesteros. Blog Nihil Obstat

TESTIMONIO DE LA  ASISTENCIA  AL ENCUENTRO DE FORMACIÓN  DE VIDA ASCENDENTE NACIONAL NOVIEMBRE 2024

Conozco Vida Ascendente desde hace más de 20 años, cuando María Luisa lo trajo a la parroquia y una vecina y amiga de mi madre la invitó a ir a las reuniones. La asistencia a estas reuniones fue algo muy bueno para mi madre, ya que volvió a encontrarse con personas con las que hacia años que no había tenido relación y supuso un revulsivo en su vida espiritual.

Los últimos años de su vida hizo que yo la acompañara y me quedara con ella en las reuniones que en esos momentos llevaba el párroco. Paulatinamente comencé a intervenir en las reuniones y desde la parroquia me propusieron hacerme cargo de las reuniones, porque se veía peligrar el grupo ya que el párroco por temas personales iba cancelando sesiones y distanciando las reuniones.

Al hacerme cargo de las reuniones, entré en contacto con Tomi, y comencé a asistir a las asambleas de la diócesis. Todo ello me ha hecho pertenecer al consejo diocesano y poder asistir a este encuentro.

No tenía muy claro que me iba a encontrar en este encuentro, la formación para mí es fundamental. No tenía un modelo de moderador de grupo, ya que cuando empecé a asistir con mi ama, el encuentro lo llevaba el párroco de aquel momento y las reuniones se limitaban a leer el guión y él hacía algún comentario y alguna pregunta ocasional.

Este encuentro ha sido muy importante para mi. No sólo me llevo formación “reglada”, por decirlo de algún modo, sino que me he puesto al día del Sínodo y del próximo jubileo, además de haber conocido a un grupo de personas geniales.

Me sentí acogida cariñosamente desde el minuto uno. El conocer y cambiar impresiones con tras personas de toda España, enriquece mucho. Aprender de la experiencia del otro, compartir intimidades como si te conocieras de toda la vida, unidos en la oración y en el compartir (experiencias personales, experiencia de llevar grupos durante mucho tiempo, etc.). Personas tan diferentes, con distintos recorridos pero unidos por una misma fe, unos mismos objetivos que a su vez son los pilares del movimiento: Amistad, Apostolado, Espiritualidad.

Hasta ahora no tenía sentimiento de pertenencia al movimiento. Ahora sí, y me defino como mujer, católica  que pertenece a la Real Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Bilbao y al movimiento de Vida Ascendente.

Esto hace que mi vida se caracterice por la alegría y la ilusión, de “pertenencia” a un movimiento que posibilita formación , acompañamiento , compartir experiencias de vida una veces alegres, otras no tanto, pero siempre en la confianza y en las manos del Señor, a quien agradezco toda esta riqueza que me ha sido regalada.

Mercedes Santamaría

NOTICIAS DEL MOVIMIENTO: ENCUENTRO DE FORMACIÓN DE ANIMADORES

Del 27 al 28 de noviembre han tenido lugar las Jornadas de Formación de VA en Madrid.

Seis ponencias han marcado estas Jornadas:

  1. Testimonio del Sínodo de la Sinodalidad. Padre Luis Manuel Romero.

El Padre Luis Manuel, nos dio testimonio del Sínodo de la Sinodalidad como el acontecimiento eclesial más importante después del Concilio Vaticano II. Habló de la sinodalidad como un modo de ser de Iglesia, incluso como un modo de ser cristiano.

Destacó como ideas fundamentales:

  1. La universalidad y catolicidad de la Iglesia
  2. La elaboración de un Documento de Consenso buscando la comunión mediante la escucha del Espíritu Santo y de todos los participantes.
  3. La participación del Papa Francisco.
  4. Práctica de la relatividad que permite respetar y valorar lo que aportan los otros.
  5. No juzgar, ni condenar, no poner etiquetas ni perjuicios.

Estas ideas han fundamentado el aprendizaje del Sínodo para descubrir la belleza de la Iglesia, amarla más y disfrutar del regalo de la fraternidad.

Durante los tres años de preparación del Sínodo se ha consultado a todo el Pueblo de Dios, finalizando con un Documento que el Papa ha autentificado sin exhortación. El Documento:

– Invita a la conversión, como una profecía a la sociedad.

– Destaca que la Iglesia debe dedicarse a la Misión y huir de la referencialidad,

porque en la fe todos somos iguales.

– Señala el ecumenismo como una familia, con vocación y carismas diferentes,

donde hay que cuidar las relaciones humanas para sentirnos Iglesia y

evangelizar.

También resaltó la formación compartida y facilitó unas pautas para el discernimiento

comunitario en el Espíritu Santo.

El Papa Francisco le dio un mensaje para los laicos de España: “Que no sean

clericales, que cumplan su vocación en la vida pública empezando por la familia”.

  1. Los pilares de VA: La Espiritualidad. Jaime Tamarit

Nos habló Jaime de VA como un brote del Espíritu, que con los otros pilares —

amistad y apostolado —, nos convierte y nos une. El acompañamiento espiritual del

mayor debe estar dirigido a quererle, animarle y respetar su identidad.

Vivimos en una sociedad llena de contradicciones y sin trascendencia, donde el mayor

se ve como débil, ignorante, sin salud y sin respuestas. Juan Pablo II llamó carismas

del atardecer al conjunto de valores que constituyen el tesoro de su espiritualidad.

Estos son:

  1. Renacer. Propósito de luchar cada día con la convicción de que Dios no sigue

llamando.

  1. Sabiduría. Primero de los dones del Espíritu Santo, es el saber de los sencillos,

expresado en amar (hágase, aceptación), no saber (mística, contemplación) y

sabor del Espíritu (compartir, rezar). No es maestra, sino discípula que escucha,

aprende y acoge. Nos dona los siguientes frutos: Ver lo esencial, desapego,

benevolencia con nosotros y con los demás, estar pacificados y ser pacificadores,

perspectiva con la realidad, decir si a nuestra vida y a nuestro pasado, aceptación

del sufrimiento, agradecimiento y, aprecio de cada día como regalo de Dios.

  1. Memoria y discernimiento. Nos permiten valorar nuestra historia mediante los

recuerdos, ver que está bien y que está mal, alabar y agradecer la misericordia y el

perdón. Favorece la auto-reconciliación y en los grupos una amistad sincera.

  1. Esperanza. Benedicto XVI decía que la esperanza salva. Es una esperanza

personal — como la reconciliación — pero que usa el tiempo con dimensión de

eternidad. Es extraña, intangible, pero nos da libertad; es aventurera, está más allá

en sueños e ilusiones; y es mi esperanza, donde espero y soy esperado.

  1. Alegría. La fe produce esperanza, la esperanza da alegría y esta nos llena de

libertad. Está basada en el amor del Dios cercano que nos llena de gozo; en

comunicar sentimientos buenos y tristes, porque entonces los primeros se crecer y

los otros disminuyen; en ir ligeros de equipaje y ser generosos; es la Gran

Esperanza en un Futuro Nuevo.

  1. Cotidianidad. Cada día, cada momento es una oportunidad para el encuentro con

Dios, por eso tiene un carácter transcendente. No debemos olvidar detenernos en

el camino a contemplar, admirar y agradecer la fe, para armonizarla con la vida y

alcanzar la gracia de la presencia de Dios. Así fue con los discípulos de Emaús (Lc

24, 13-35), Jesús se puso a caminar con ellos y cambió su realidad llenándolos de

futuro, porque “Estaré con vosotros hasta la consumación del mundo” (Mt 28, 19).

De dos fuentes brotan estos carismas: el santuario del corazón donde habita Dios y la

Eucaristía. Ambos nos permiten peregrinar hacia cimas, que no son altas sino en

descenso, que instan a lo pequeño, humilde, más solos, más viejos y enfermos.

III. Los pilares de VA: La Amistad y el Apostolado. María Dolores

Núñez

El objetivo del grupo de VA es ayudar a descubrir y vivir, cada vez mejor, la vocación y

misión de laicos cristianos; es decir, profundizar en la fe (espiritualidad), vivir el amor

fraterno (amistad), anunciar la Buena Noticia y ser testigos en el mundo con amigos y

no amigos, con los que comparten nuestra fe y los que no (apostolado).

Para el Papa Francisco la amistad es un regalo y un don de Dios, sus características

son: acoger, aceptar y no juzgar; compartir y cuidar del otro fraternalmente. Nos la

descubre Jesús en las páginas del Evangelio:

– “Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado” (Jn

15, 12)

– “Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros

os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer”.

(Jn 15, 15)

– “En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros” (Jn

13, 35)

Nos habló también que para ser apóstol antes hay que ser discípulo, y aún antes estar

convertido. El Señor toma siempre la iniciativa y pide sígueme en lo cotidiano. Esta

conversión, primero personal y después pastoral, obliga a cambiar de vida. Nadie se

salva solo, nos salvamos en comunidad.

Palabra y el testimonio.

¿QUÉ OCULTA LA VIRGEN DE GUADALUPE EN LOS OJOS Y EN EL MANTO?

Esta imagen se ha convertido en uno de los elementos más importantes del catolicismo, no sólo de México, sino a nivel mundial. Una imagen no exenta de discrepancias y enigmas, que giran en torno a esta representación
Para el pueblo mexicano, ser «guadalupano», trasciende las fronteras del catolicismo. Miles de ellos, se lanzan en peregrinación días antes del 12 de diciembre, su celebración, para agradecer todas las gracias recibidas y rezar a su «Morenita». La Basílica de Guadalupe, es uno de los templos de la iglesia católica con más peregrinos después de la Basílica de San Pedro en Roma. La imagen es un estandarte popular del pueblo mexicano, venerada por campesinos, empresarios, obreros o médicos.
De acuerdo con el «Acontecimiento Guadalupano» la Virgen de Guadalupe se le apareció en cuatro ocasiones al indígena San Juan Diego. En uno de estos encuentros, ocurridos en 1531, la Virgen le pidió subir al Cerro del Tepeyac, recolectar varias flores con ayuda de su tilma y llevárselas al obispo como prueba de su existencia. Al estar frente al religioso, Juan Diego extendió la prenda y de forma milagrosa, en ella quedó plasmada la imagen de una virgen morena con rasgos mestizos. Estas apariciones marianas se sustentan en el Nican Mopohua, relatado en náhuatl de 1556 atribuido al noble indígena Antonio Valeriano, y que se construyó a partir de los testimonios que el propio Juan Diego dio de viva voz.
Desde entonces, esta imagen se convirtió en uno de los elementos más importantes del catolicismo, no sólo de México, sino a nivel mundial. Una imagen no exenta de discrepancias y enigmas, que giran en entorno a esta representación.
La Tilma
La Iglesia y sus investigadores sostienen que el material sobre el que está plasmada la imagen de la Virgen proviene de una especie de agave, material que con el paso de los años tiende a deteriorarse fácilmente. Además, carece de preparación de fondo, lo que haría imposible que pudiera pintarse al óleo o al temple. De hecho, no hay rastros de pinceladas ni de pintura animal, mineral o natural. En la tela, y al acercarse lo único que se ve es la tela del maguey, sin ningún tipo de pintura encima.
Sin embargo, otros sostienen que la tilma está hecha de cáñamo y lino, un material mucho más duradero y que sí puede pintarse. Aseguran que a simple vista se puede apreciar una preparación de color blanco, probablemente sulfato de calcio, sobre la que luego pintó. Se dice que la obra ha sido pintada varias veces y que es posible identificar la firma de algunos de los artistas responsables, entre ellos la del indio Marcos Cipac de Aquino.

Las diferencias entre las reproducciones de la Virgen realizadas siglos atrás y la imagen actual, sugieren que, el lienzo fue alterado. Una prueba es la corona que desapareció en el siglo XIX sin que hasta ahora haya una explicación clara.
Otra polémica dice que muchas de las pruebas ofrecidas para probar el milagro no son veraces. En lo particular se cuestiona la existencia de los supuestos estudios que la NASA realizó de la imagen.
Los ojos
Son unos de los elementos más inquietantes de esta figura. La pieza ha sido analizada por distintos oftalmólogos de prestigio internacional, uno de ellos el Dr. Enrique Graue, quien encontró que la pupila de la virgen se contrae y dilata de acuerdo a la luz que recibe, tal y como ocurre con los ojos reales.
En los ojos de la Virgen también es posible distinguir «el reflejo» de varias figuras humanas. Se habla del hallazgo de hasta 12 personajes, que, según se narra, fueron los testigos del milagro cuando San Juan Diego mostró su ayate, es como una fotografía que capturó ese momento.
El Manto
La posición de las estrellas del manto que porta la virgen de Guadalupe, de acuerdo a estudios astronómicos, corresponden a la configuración exacta del cielo el día en el que esta imagen fue revelada.
No obstante, la vestimenta y configuración de la Virgen de Guadalupe es muy anterior a su aparición de Nueva España. El ejemplo más claro es la Virgen de Guadalupe de Extremadura. Una imagen de la Virgen, con tez morena de origen árabe y que fue llevada a México por Hernán Cortés.
El tejido dañado se restauró por sí mismo: los incidentes
Entorno a esta imagen hay varios sucesos insólitos. Uno de ellos ocurrió en 1791, cuando accidentalmente vertieron en la tela un poco de ácido muriático. Un mes después, y sin aplicarle ningún tratamiento especial, el tejido dañado se restauró por sí mismo, dejando sólo una breve decoración en la zona como prueba de lo ocurrido.
El 14 de noviembre de 1921, un anarquista colocó un arreglo floral junto a la imagen, este objeto contenía en su interior una bomba que al detonar destruyó todo lo que se encontraba alrededor, con excepción de la tilma de la Virgen de Guadalupe, estaba detrás de un simple cristal y de forma inexplicable no se rompió. Junto a la imagen, había una cruz de metal que se dobló, y que se dice, protegió al ayate del percance.
Todas estas contradicciones, versiones encontradas y diversos puntos de vista, contribuyen a darle más profundidad e interés al culto a la Virgen de Guadalupe.
Matilde Latorre de Silva

EL SANTO DE LA SEMANA: SAN JUAN DIEGO

San Juan Diego Cuauhtlatoatzain, de la estirpe indígena nativa, varón provisto de una fe purísima, de humildad y fervor, que logró que se construyera un santuario en honor de la Bienaventurada María Virgen de Guadalupe, en la colina de Tepeyac, en la ciudad de México, en donde se le había aparecido la Madre de Dios.

El Beato Juan Diego, que en 1990 Vuestra Santidad llamó «el confidente de la dulce Señora del Tepeyac» (L’Osservatore Romano, 7-8 maggio 1990, p. 5), según una tradición bien documentada nació en 1474 en Cuauhtitlán, entonces reino de Texcoco, perteneciente a la etnia de los chichimecas.Se llamaba Cuauhtlatoatzin, que en su lengua materna significaba «Águila que habla», o «El que habla con un águila».

Ya adulto y padre de familia, atraído por la doctrina de los PP. Franciscanos llegados a México en 1524, recibió el bautismo junto con su esposa María Lucía. Celebrado el matrimonio cristiano, vivió castamente hasta la muerte de su esposa, fallecida en 1529. Hombre de fe, fue coherente con sus obligaciones bautismales, nutriendo regularmente su unión con Dios mediante la eucaristía y el estudio del catecismo.

El 9 de diciembre de 1531, mientras se dirigía a pie a Tlatelolco, en un lugar denominado Tepeyac, tuvo una aparición de María Santísima, que se le presentó como «la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios». La Virgen le encargó que en su nombre pidiese al Obispo capitalino el franciscano Juan de Zumárraga, la construcción de una iglesia en el lugar de la aparición. Y como el Obispo no aceptase la idea, la Virgen le pidió que insistiese. Al día siguiente, domingo, Juan Diego volvió a encontrar al Prelado, quien lo examinó en la doctrina cristiana y le pidió pruebas objetivas en confirmación del prodigio.

El 12 de diciembre, martes, mientras el Beato se dirigía de nuevo a la Ciudad, la Virgen se le volvió a presentar y le consoló, invitándole a subir hasta la cima de la colina de Tepeyac para recoger flores y traérselas a ella. No obstante la fría estación invernal y la aridez del lugar, Juan Diego encontró unas flores muy hermosas. Una vez recogidas las colocó en su «tilma» y se las llevó a la Virgen, que le mandó presentarlas al Sr. Obispo como prueba de veracidad. Una vez ante el obispo el Beato abrió su «tilma» y dejó caer las flores, mientras en el tejido apareció, inexplicablemente impresa, la imagen de la Virgen de Guadalupe, que desde aquel momento se convirtió en el corazón espiritual de la Iglesia en México.

El Beato, movido por una tierna y profunda devoción a la Madre de Dios, dejó los suyos, la casa, los bienes y su tierra y, con el permiso del Obispo, pasó a vivir en una pobre casa junto al templo de la «Señora del Cielo». Su preocupación era la limpieza de la capilla y la acogida de los peregrinos que visitaban el pequeño oratorio, hoy transformado en este grandioso templo, símbolo elocuente de la devoción mariana de los mexicanos a la Virgen de Guadalupe.

En espíritu de pobreza y de vida humilde Juan Diego recorrió el camino de la santidad, dedicando mucho de su tiempo a la oración, a la contemplación y a la penitencia. Dócil a la autoridad eclesiástica, tres veces por semana recibía la Santísima Eucaristía.

En la homilía que Vuestra Santidad pronunció el 6 de mayo de 1990 en este Santuario, indicó cómo «las noticias que de él nos han llegado elogian sus virtudes cristianas: su fe simple […], su confianza en Dios y en la Virgen; su caridad, su coherencia moral, su desprendimiento y su pobreza evangélica. Llevando una vida de eremita, aquí cerca de Tepeyac, fue ejemplo de humildad» (Ibídem).

Juan Diego, laico fiel a la gracia divina, gozó de tan alta estima entre sus contemporáneos que éstos acostumbraban decir a sus hijos: «Que Dios os haga como Juan Diego».

Circundado de una sólida fama de santidad, murió en 1548.

Su memoria, siempre unida al hecho de la aparición de la Virgen de Guadalupe, ha atravesado los siglos, alcanzando la entera América, Europa y Asia.

El 9 de abril de 1990, ante Vuestra Santidad fue promulgado en Roma el decreto «de vitae sanctitate et de cultu ab immemorabili tempore Servo Dei Ioanni Didaco praestito».

El 6 de mayo sucesivo, en esta Basílica, Vuestra Santidad presidió la solemne celebración en honor de Juan Diego, decorado con el título de Beato.

Precisamente en aquellos días, en esta misma arquidiócesis de Ciudad de México, tuvo lugar un milagro por intercesión de Juan Diego. Con él se abrió la puerta que ha conducido a la actual celebración, que el pueblo mexicano y toda la Iglesia viven en la alegría y la gratitud al Señor y a María por haber puesto en nuestro camino al Beato Juan Diego, que según las palabras de Vuestra Santidad, «representa todos los indígenas que reconocieron el evangelio de Jesús» (Ibídem).

Beatísimo Padre, la canonización de Juan Diego es un don extraordinario no sólo para la Iglesia en México, sino para todo el Pueblo de Dios.

(Fuente: vatican.va)

CATEQUESIS DE PAPA FRANCISCO. EL ESPÍRITU Y LA ESPOSA. LOS FRUTOS DEL ESPÍRITU SANTO. LA ALEGRÍA

Después de haber hablado de la gracia santificante y de los carismas, quisiera detenerme hoy en una tercera realidad vinculada a la acción del Espíritu Santo: los «frutos del Espíritu». ¿Qué cosa es el fruto del Espíritu? San Pablo ofrece una lista de éstos en su Carta a los Gálatas. Escribe: «el fruto del Espíritu es: amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza, mansedumbre y temperancia» (5,22). Nueve frutos del Espíritu. ¿Pero qué cosa es este “fruto del Espíritu”?

A diferencia de los carismas, que el Espíritu concede a quien quiere y cuando quiere para el bien de la Iglesia, los frutos del Espíritu – repito: amor, gozo, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad, dominio propio – son el resultado de una colaboración entre la gracia y la nuestra libertad.

Estos frutos expresan siempre la creatividad de la persona, en la que «la fe obra por medio de la caridad» (Gal 5,6), a veces de forma sorprendente y llena de alegría.

No todos en la Iglesia pueden ser apóstoles, profetas, evangelistas; pero todos indistintamente pueden y deben ser caritativos, pacientes, humildes, constructores de paz, y etcétera. Todos nosotros, si, debemos ser caritativos, debemos ser pacientes, debemos ser humildes, artífices de paz y no de guerra.

Entre los frutos del Espíritu indicados por el Apóstol, me gustaría destacar uno de ellos, recordando las palabras iniciales de la exhortación apostólica Evangelii gaudium: «La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría.» (n. 1). A veces habrá momentos tristes, pero siempre existirá la paz. Con Jesús existe la alegría y la paz.

La alegría, fruto del Espíritu, tiene en común con cualquier otra alegría humana un cierto sentimiento de plenitud y satisfacción, que hace desear que dure para siempre. Sin embargo, sabemos por experiencia que eso no ocurre, porque todo aquí abajo pasa rápidamente: Todo pasa rápidamente. Pensemos juntos: la juventud, pasa rápidamente, ¿la salud, las fuerzas, el bienestar, las amistades, el amor… duran cien años? Pero después no más.

Por otra parte, aunque estas cosas no pasaran rápidamente, después de un tiempo ya no son suficientes, o incluso se vuelven aburridas, porque, como dijo San Agustín a Dios: «Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti» [1]. Existe la inquietud del corazón por buscar la belleza, la paz, el amor, la alegría.

La alegría del Evangelio, la alegría evangélica, a diferencia de cualquier otra alegría, puede renovarse cada día y volverse contagiosa. «Sólo gracias a ese encuentro —o reencuentro— con el amor de Dios, que se convierte en feliz amistad, somos rescatados de nuestra conciencia aislada y de la auto referencialidad. […] Allí está el manantial de la acción evangelizadora. Porque, si alguien ha acogido ese amor que le devuelve el sentido de la vida, ¿cómo puede contener el deseo de comunicarlo a otros?» (Evangelii gaudium, 8). Esta es la doble característica de la alegría que es fruto del Espíritu: no sólo no está sujeta al inevitable desgaste del tiempo, ¡sino que se multiplica al compartirla con los demás! Los demás. Una verdadera alegría se comparte con los demás, y se “contagia”.

Hace cinco siglos, vivía en Roma un santo llamado Felipe Neri. Él pasó a la historia como el santo de la alegría. A los niños pobres y abandonados de su Oratorio les decía: “Hijos, estén alegres; no quiero escrúpulos ni melancolía; me basta con que no pequen”. Y todavía: “¡Sean buenos, si pueden!”. Menos conocida es, sin embargo, la fuente de la que procedía su alegría. San Felipe Neri sentía un amor tal por Dios que a veces parecía que el corazón le iba a estallar en el pecho. Su alegría era, en el sentido más pleno, un fruto del Espíritu. El santo participó en el Jubileo de 1575, que enriqueció con la práctica, mantenida posteriormente, de visitar las Siete Iglesias. Fue, en su época, un verdadero evangelizador a través de la alegría. Y tenía esta característica de Jesús: perdonaba siempre, perdonaba todo. Quizás alguno de nosotros puede pensar: “pero he cometido este pecado, y esto no tendrá perdón…”. Escuchen bien: Dios perdona todo, Dios perdona siempre. Y esta es la alegría: ser perdonados por Dios. A los sacerdotes y a los confesores siempre digo: perdonen todo, no preguntar mucho, pero perdonar todo, todo y siempre.

La palabra «evangelio» significa buena nueva. Por tanto, no se puede comunicar con caras largas y rostro sombrío, sino con la alegría de quien encontró el tesoro escondido y la perla preciosa. Recordemos la exhortación que San Pablo dirigió a los creyentes de la Iglesia de Filipos, y que ahora nos dirige a todos nosotros: «Estén siempre alegres en el Señor, les repito estén alegres, y den a todos muestras de un espíritu muy abierto. El Señor está cerca» (Fil 4,4-5).

Queridos hermanos y hermanas, alégrense con la alegría de Jesús en el corazón. Gracias.

MEDITA CON LOS «SANTOS DE ADVIENTO»

El tiempo litúrgico de Adviento nos lleva a reflexionar en el misterio de Dios. Los santos, con sus palabras de fe, amor a los demás y su vida rendida a Dios son un privilegio para ello. La lectura de algunos de sus textos y de su ejemplo de vida nos ayudará a reconocer que Dios es amor. Estos «santos de Adviento», que se celebran durante las cuatro semanas que preceden a la llegada de El Salvador, pueden ser una «guía de preparación» para su gloriosa venida.
3 de diciembre: san Francisco Javier, presbítero, memoria obligatoria
San Francisco Javier nació en Navarra (España) el 7 de abril de 1506. Fue un importante misionero jesuita, miembro del grupo inicial de la Compañía de Jesús y estrecho colaborador de su fundador, Ignacio de Loyola. Destacó por la propagación de la fe en sus misiones que se desarrollaron en el oriente asiático y en Japón, recibiendo el sobrenombre de Apóstol. Fue beatificado el 25 de octubre de 1619 y canonizado el 12 de marzo de 1622. Falleció el 3 de diciembre de 1552. Es el patrono de las misiones
De las Cartas de san Francisco Javier, presbítero, a san Ignacio
Visitamos las aldeas de los neófitos, que pocos años antes habían recibido la iniciación cristiana. Esta tierra no es habitada por los portugueses, ya que es sumamente estéril y pobre, y los cristianos nativos, privados de sacerdotes, lo único que saben es que son cristianos.
No hay nadie que celebre para ellos la misa, nadie que les enseñe el Credo, el Padrenuestro, el Avemaría o los mandamientos de la ley de Dios.
Por esto, desde que he llegado aquí, no me he dado momento de reposo: me he dedicado a recorrer las aldeas, a bautizar a los niños que no habían recibido aún este sacramento. De este modo, purifiqué a un número ingente de niños que, como suele decirse, no sabían distinguir su mano derecha de la izquierda. Los niños no me dejaban recitar el Oficio divino ni comer ni descansar, hasta que les enseñaba alguna oración; entonces comencé a darme cuenta de que de ellos es el reino de los cielos.
Por tanto, como no podía cristianamente negarme a tan piadosos deseos, comenzando por la profesión de fe en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, les enseñaba el Símbolo de los apóstoles y las oraciones del Padrenuestro y el Avemaría. Advertí en ellos gran disposición, de tal manera que, si hubiera quien los instruyese en la doctrina cristiana, sin duda llegarían a ser unos excelentes cristianos.
Muchos, en estos lugares, no son cristianos, simplemente porque no hay quien los haga tales. Muchas veces me vienen ganas de recorrer las universidades de Europa, principalmente la de París, y de ponerme a gritar por doquiera, como quien ha perdido el juicio, para impulsar a los que poseen más ciencia que caridad, con estas palabras: «¡Ay, cuántas almas, por vuestra desidia, quedan excluidas del cielo y se precipitan en el infierno!»
¡Ojalá pusieran en este asunto el mismo interés que ponen en sus estudios! Con ello podrían dar cuenta a Dios de su ciencia y de los talentos que les han confiado. Muchos de ellos, movidos por estas consideraciones y por la meditación de las cosas divinas, se ejercitarían en escuchar la voz divina que habla en ellos y, dejando de lado sus ambiciones y negocios humanos, se dedicarían por entero a la voluntad y al arbitrio de Dios, diciendo de corazón: «Señor, aquí me tienes; ¿qué quieres que haga? Envíame donde tú quieras, aunque sea hasta la India.»
(del Oficio de lecturas)
6 de diciembre: san Nicolás, obispo, memoria libre
San Nicolás nace en Patara, hoy Turquía, en el siglo III después de Cristo, en el seno de una familia acomodada que lo educó en el cristianismo. Su vida estuvo fundamentada en la obediencia. Quedó huérfano muy joven de ambos progenitores y usó toda la fortuna heredada de sus padres para atender a necesitados, niños, enfermos y pobres. Fue obispo de Mira, en Asia Menor, hoy Turquía. Murió a mediados del siglo IV y fue venerado por toda la Iglesia, sobre todo desde el siglo X.
Es llamado San Nicolás de Mira o de Bari. Sus reliquias reposan en Bari, en la basílica de dicha ciudad que lleva su nombre.
Fuente: parroquia – museo San Nicolás de Valencia
7 de diciembre: san Ambrosio, obispo y doctor de la Iglesia, memoria obligatoria
San Ambrosio nació en Tréveris, hacia el año 340, de una familia romana. Estudió en Roma. Fue arzobispo de Milán y un destacado teólogo y orador. Es uno de los Padres de la Iglesia y uno de los 33 doctores de la Iglesia Católica. Es el símbolo de la Iglesia que renace después de los duros años de persecuciones. Su conocimiento de política y su autoridad de jurista, hicieron de él un consejero para los emperadores. Murió el día 4 de abril del año 397.
(Carta 2,1-2.4-5.7: PL 16 [edición 1845], 847-881)
Recibiste el oficio sacerdotal y, sentado a la popa de la Iglesia, gobiernas la nave contra el embate de las olas. Sujeta el timón de la fe, para que no te inquieten las violentas tempestades de este mundo. El mar es, sin duda, ancho y espacioso, pero no temas: Él la fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos.
Por consiguiente, la Iglesia del Señor, edificada sobre la roca apostólica, se mantiene inconmovible entre los escollos del mundo y, apoyada en tan sólido fundamento, persevera firme contra los golpes de las olas bravías. Se ve rodeada por las olas, pero no resquebrajada, y, aunque muchas veces los elementos de este mundo la sacudan con gran estruendo, cuenta con el puerto segurísimo de la salvación para acoger a los fatigados navegantes. Sin embargo, aunque se agite en la mar, navega también por los ríos, tal vez aquellos ríos de los que afirma el salmo: Levantan los ríos su voz. Son los ríos que manarán de las entrañas de aquellos que beban la bebida de Cristo y reciban el Espíritu de Dios. Estos ríos, cuando rebosan de gracia espiritual, levantan su voz.
Hay también una corriente viva que, como un torrente corre por sus santos. Hay también el correr del río que alegra al alma tranquila y pacífica. Quien quiera que reciba de la plenitud de este río, como Juan Evangelista, Pedro o Pablo, levanta su voz; y, del mismo modo que los apóstoles difundieron hasta los últimos confines del orbe la voz de la predicación evangélica, también el que recibe de este río comenzará a predicar el Evangelio del Señor Jesús.
Recibe también tú de la plenitud de Cristo, para que tu voz resuene. Recoge el agua de Cristo, esa agua que alaba al Señor. Recoge el agua de los numerosos lugares en que la derraman esas nubes que son los profetas.
Quien recoge el agua de los montes, o la saca de los manantiales, puede enviar su rocío como las nubes. Llena el seno de tu mente, para que tu tierra se esponje y tengas la fuente en tu propia casa.
Quien mucho lee y entiende se llena, y quien está lleno puede regar a los demás; por eso dice la Escritura: Si las nubes van llenas, descargan la lluvia sobre el suelo.
Que tus predicaciones sean fluidas, puras y claras, de modo que, en la exhortación moral, infundas la bondad a la gente, y el encanto de tu palabra cautive el favor del pueblo, para que te siga voluntariamente a donde lo conduzcas.
Que tus discursos estén llenos de inteligencia. Por lo que dice Salomón: Armas de la inteligencia son los labios del sabio, y, en otro lugar: Que el sentido ate tus labios, es decir: que tu expresión sea brillante, que resplandezca tu inteligencia, que tu discurso y tu exposición no necesite sentencias ajenas, sino que tu palabra sea capaz de defenderse con sus propias armas; que, en fin, no salga de tu boca ninguna palabra inútil y sin sentido.
(del Oficio de lecturas)
9 de diciembre: san Juan Diego, memoria libre
San Juan Diego Cuauhtlatoatzin, laico indígena, padre de familia, converso al cristianismo gracias a la presencia de los franciscanos en la Ciudad de México, a quien se le apareció la Virgen de Guadalupe. Nació hacia 1474 en Cuauhtitlán (México). De origen chichimenca fue bautizado y educado en la fe católica por los franciscanos. Juan Diego murió el 30 de mayo de 1548. Fue beatificado el 6 de mayo de 1990 y en 2002 canonizado por el papa Juan Pablo II.
Palabras del papa Juan Pablo II en la homilía de beatificación de Juan Diego
El 6 de mayo de 1990 tuvo lugar en México, durante el viaje apostólico de Juan Pablo II a ese país, tuvo lugar el acto de beatificación de Juan Diego. En la homilía el Santo Padre destacó el ejemplo de humildad, su fe sencilla, su confianza en Dios y en la Virgen y su pobreza evangélica.
“Su amable figura es inseparable del hecho guadalupano, la manifestación milagrosa y maternal de la Virgen, Madre de Dios, tanto en los monumentos iconográficos y literarios como en la secular devoción que la Iglesia de México ha manifestado por este indio predilecto de María.
A semejanza de los antiguos personajes bíblicos, que eran una representación colectiva de todo el pueblo, podríamos decir que Juan Diego representa a todos los indígenas que acogieron el Evangelio de Jesús, gracias a la ayuda maternal de María, inseparable siempre de la manifestación de su Hijo y de la implantación de la Iglesia, como lo fue su presencia entre los Apóstoles el día de Pentecostés.
Las noticias que de él nos han llegado encomian sus virtudes cristianas: su fe sencilla, nutrida en la catequesis y acogedora de los misterios; su esperanza y confianza en Dios y en la Virgen; su caridad, su coherencia moral, su desprendimiento y pobreza evangélica.
Llevando vida de ermitaño aquí, junto al Tepeyac, fue ejemplo de humildad. La Virgen lo escogió entre los más humildes para esa manifestación condescendiente y amorosa cual es la aparición guadalupana. Un recuerdo permanente de esto es su rostro materno y su imagen bendita, que nos dejó como inestimable regalo. De esta manera quiso quedarse entre vosotros, como signo de comunión y de unidad de todos los que tenían que vivir y convivir en esta tierra”.
(De la Homilía de beatificación de Juan Diego)
11 de diciembre: san Dámaso I, Papa, memoria libre
San Dámaso I, papa de origen hispano, nació hacia el año 305. Su pontificado comprende desde el año 366 al 384. En los difíciles tiempos en que vivió, convocó sínodos para defender la fe de Nicea contra cismas y herejías. Durante su pontificado tuvo una dedicación especial a los ritos, oraciones y predicaciones, con nuevas instituciones litúrgicas y catequéticas que alimentaron la vida cristiana. A este Papa se deben los estudios para la revisión del texto de la Biblia y la nueva traducción al latín (llamada Vulgata) hecha por San Jerónimo, a quien San Dámaso escogió como secretario privado. Veneró piadosamente los sepulcros de los mártires, adornándolos con inscripciones. Murió en el año 384.
13 de diciembre: santa Lucía, virgen y mártir, memoria obligatoria
Santa Lucía nació en el año 281 en Siracusa (Italia). Padeció el martirio durante la persecución de Diocleciano. Su martirio se produjo el 13 de diciembre del año 304 en Siracusa, donde fue enterrada y están sus reliquias. Su culto se difundió desde la antigüedad a toda la Iglesia, y su nombre fue introducido en el Canon Romano.
Entre sus múltiples virtudes destaca la entrega total de su vida a Dios, la humildad y la piedad cristianas. El Papa San Gregorio en el siglo VI puso su nombre a dos conventos femeninos que él fundó.
14 de diciembre: san Juan de la Cruz, doctor de la Iglesia, memoria obligatoria
San Juan de la Cruz, nace en 1542, en Fontiveros (Ávila), religioso y místico español. Fue reformador de la familia carmelita junto a Santa Teresa de Jesús. Falleció el 14 de diciembre de 1591. El 27 de diciembre de 1726 fue canonizado por Benedicto XIII. El 24 de agosto de 1926, aniversario del comienzo de la Reforma teresiana, fue proclamado Doctor de la Iglesia Universal por Pío XI.
Del tratado Subida al monte Carmelo (Libro 2, cap. 22, núms. 3-4)
La principal causa por la cual en la ley antigua eran lícitas las preguntas que se hacían a Dios, y convenía que los profetas y sacerdotes quisiesen visiones y revelaciones de Dios, era porque entonces no estaba aún fundada la fe ni establecida la ley evangélica; y así, era menester que preguntasen a Dios y que él hablase, ahora por palabras, ahora por visiones y revelaciones, ahora en figuras y semejanzas, ahora en otras muchas maneras de significaciones. Porque todo lo que respondía y hablaba y obraba y revelaba eran misterios de nuestra fe y cosas tocantes a ella o enderezadas a ella. Pero ya que está fundada la fe en Cristo y manifiesta la ley evangélica en esta era de gracia, no hay para qué preguntarle de aquella manera, ni para qué él hable ya ni responda como entonces.
Porque en darnos, como nos dio, a su Hijo -que es una Palabra suya, que no tiene otra-, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar.
Y éste es el sentido de aquella autoridad, con que san Pablo quiere inducir a los hebreos a que se aparten de aquellos modos primeros y tratos con Dios de la ley de Moisés, y pongan los ojos en Cristo solamente, diciendo: Lo que antiguamente habló Dios en los profetas a nuestros padres de muchos modos y maneras, ahora a la postre, en estos días, nos lo ha hablado en el Hijo todo de una vez.
En lo cual da a entender el Apóstol, que Dios ha quedado ya como mudo, y no tiene más que hablar, porque lo que hablaba antes en partes a los profetas ya lo ha hablado en él todo, dándonos el todo, que es su Hijo.
Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios o querer alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad, sino haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer otra cosa o novedad. Porque le podría responder Dios de esta manera: «Si te tengo ya hablado todas las cosas en mi Palabra, que es mi Hijo, y no tengo otra cosa que te pueda revelar o responder que sea más que eso, pon los ojos sólo en él; porque en él te lo tengo puesto todo y dicho y revelado, y hallarás en él aún más de lo que pides y deseas.
Porque desde el día que bajé con mi espíritu sobre él en el monte Tabor, diciendo: Éste es mi amado Hijo en que me he complacido; a él oíd, ya alcé yo la mano de todas esas maneras de enseñanzas y respuestas, y se la di a él; oídle a él, porque yo no tengo más fe que revelar, más cosas que manifestar. Que si antes hablaba, era prometiéndoos a Cristo; y si me preguntaban, eran las preguntas encaminadas a la petición y esperanza de Cristo, en que habían de hallar todo bien, como ahora lo da a entender toda la doctrina de los evangelistas y apóstoles».
(del Oficio de lecturas)
21 de diciembre: san Pedro Canisio, presbítero y doctor de la Iglesia
San Pedro Canisio nació el año 1521 en Nimega (Güeldres, actualmente Holanda). Estudió en Colonia y entró en la Compañía de Jesús. Fue ordenado sacerdote el año 1546. Destinado a Alemania desarrolló una valiente labor de defensa de la fe católica con sus escritos y predicación. Publicó numerosas obras, entre las cuales destaca su Catecismo. Murió en Friburgo, de Suiza el año 1597.
De los escritos (Edición O. Braunsberger, Petri Canisii Epistulae et Acta, I, Friburgo de Brisgovia 1896, pp 53-55)
San Pedro Canisio, llamado con razón el segundo apóstol de Alemania, antes de marchar para este país y recibida la bendición del Papa, tuvo una profunda experiencia espiritual, que describe él mismo con estas palabras:
«Tuviste a bien, Pontífice eterno, que yo encomendase solícitamente el efecto y la confirmación de aquella bendición apostólica a tus Apóstoles del Vaticano, que tantas maravillas operan bajo tu dirección. Allí sentí un gran consuelo y la presencia de tu gracia, que venía por medio de tales intercesores. Pues me bendecían y confirmaban mi misión a Alemania, y me pareció que me prometían su favor como a apóstol Alemania. Ya sabes, Señor, cómo y cuántas veces pusiste aquel día Alemania en mis manos, esa Alemania que había de ser mi preocupación constante y por la cual deseaba vivir y morir.
Tú, Señor, me ordenaste, finalmente, beber del caudal que manaba de tu santísimo corazón, invitándome sacar las aguas de mi salvación de tu fuente, Salvador mío. Lo que yo más deseaba es que de ahí derivaran torrentes de fe, esperanza y caridad, en mi persona. Tenía sed de pobreza, castidad y obediencia, y te pedía que me purificaras y vistieras por completo. Por eso, tras haberme atrevido a acercarme a tu dulcísimo corazón, calmando en él mi sed, me prometías un vestido de tres piezas con que cubrir mi alma desnuda y realzar con éxito mi misión: las piezas eran la paz, el amor y la perseverancia. Revestido con este ornamento saludable, confiaba en que nada habría de faltarme, y que todo acontecería para tu gloria.»
(del Oficio de lecturas)
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¿SANACIÓN INTERGENERACIONAL? PERO, ¿DE QUÉ VAMOS?

La Conferencia Episcopal Española acaba de publicar una oportuna nota sobre la así llamada “sanación intergeneracional”. La nota es oportuna, el hecho sobre el que la Conferencia se pronuncia es penoso. Uno se pregunta dónde han estudiado teología o en qué seminario han sido formados esos sacerdotes que la practican.

¿De qué se trata? De la atribución de ciertas enfermedades actuales al supuesto o real pecado de alguno de los antepasados del enfermo. Los defensores de esta práctica suponen que el pecado se transmite a los descendientes, y que ese pecado transmitido es la causa de alguna enfermedad psíquica o física. Para curar la enfermedad sería necesario romper el vínculo entre la persona enferma y el pecado de sus antepasados, por medio de oraciones o determinadas prácticas. Sin duda, es posible transmitir una enfermedad o algunas consecuencias de una enfermedad, pero lo que no es posible, de ningún modo, es transmitir un pecado. El pecado es responsabilidad de cada uno. Y no se transmite. El pecado siempre es personal y requiere una decisión libre de la voluntad. Nadie puede pecar por mi, de la misma forma que nadie puede creer por mi. Lo fundamental en la vida de cada uno es cosa suya, personal e intransferible.

El único pecado que se transmite de generación en generación es el pecado original, dice la nota de los Obispos, pero añaden algo muy importante: el pecado original “no tiene carácter de culpa personal”. Es un pecado de naturaleza, que no lo transmiten los padres; se adquiere por el hecho de nacer. Y por eso, como muy bien dice el Catecismo de la Iglesia Católica, (n. 404) “al pecado original se le llama pecado de manera análoga”. O sea, no es pecado personal, aunque afecte a la persona. Y si se le llama pecado no es porque la persona haya cometido un acto contrario a la voluntad de Dios, sino porque se encuentra en una situación de ausencia de Dios, ya que todavía no se lo ha encontrado, pues el encuentro con Dios implica no sólo que Dios nos ame y venga hacia nosotros, sino que nosotros le amemos y vayamos hacia él. El pecado original no es algo malo que hemos hecho, es algo que nos falta y que nos vendría muy bien tener, a saber, la gracia de Dios.

Cosa distinta es que podamos rezar los unos por los otros. La comunión de los santos es un importante artículo de nuestra fe. Podemos interceder, mediante la oración, por los vivos y por los difuntos; y, por su parte, los santos del cielo pueden interceder por nosotros. En la oración siempre pedimos cosas positivas y buenas, y además en línea con lo que dice el Padrenuestro: “hágase tu voluntad”. Por eso, la oración no es magia. Cuando pedimos por una persona enferma, pedimos que el Señor le ayude a vivir con esperanza y paz, y, si es posible, que le alivie en sus dolores. También pedimos por los difuntos que están en estado de purificación, como muestra de solidaridad con ellos. Pero eso es algo totalmente distinto a romper una supuesta transmisión de los pecados de los antepasados a sus descendientes de hoy.

Martín Gelabert. Blog Nihil Obstat

JUBILEO 2025: EL HIMNO DEL JUBILEO

Durante el camino, el canto aflora muy frecuentemente en los labios, casi como si fuera un fiel compañero para expresar los motivos del viajero. Esto se aplica también a la vida de fe que es una peregrinación a la luz del Señor Resucitado. Las Sagradas Escrituras están impregnadas de canto y los Salmos son un ejemplo notable: las oraciones del pueblo de Israel fueron escritas para ser cantadas, y en el canto presentar ante el Señor los acontecimientos más humanos. La tradición de la Iglesia no hace más que prolongar esta relación, haciendo del canto y de la música uno de los pulmones de la liturgia. El Jubileo, que de por sí se expresa como un acontecimiento de pueblo en peregrinación a la Puerta Santa, encuentra también en el canto uno de los modos para dar voz a su lema, «Peregrinos de la esperanza».

El texto preparado por Pierangelo Sequeri y musicalizado por Francesco Meneghello contiene numerosos temas del Año Santo. En primer lugar, el lema, “Peregrinos de la esperanza”, encuentra el mejor eco bíblico en algunas páginas del profeta Isaías (Isaías 9 e Isaías 60). Los temas de la creación, la fraternidad, la ternura de Dios y la esperanza en el destino resuenan en un lenguaje que no es «técnicamente» teológico, aunque lo sea en el fondo y en las alusiones, para hacerlo resonar con elocuencia en los oídos de nuestro tiempo.

Paso a paso, el pueblo de los creyentes en su peregrinación diaria se apoya confiadamente en la fuente de la Vida. El canto que surja espontáneamente durante el camino (cf. Agustín, Discorsi, 256) está dirigido a Dios. Es un canto lleno de la esperanza de ser liberados y sostenidos. Es un canto acompañado del deseo de que llegue a los oídos de Aquel que lo hace brotar. Es Dios quien, como una llama siempre viva, mantiene encendida la esperanza y da energía a los pasos del pueblo que camina.

El profeta Isaías ve repetidamente a la familia de hombres y mujeres, hijos e hijas, que regresan de la dispersión, reunidos a la luz de la Palabra de Dios: “El pueblo que caminaba en tinieblas ha visto una gran luz” (Isaías 9, 1). La luz es la del Hijo hecho hombre, Jesús, que con su Palabra reúne a todos los pueblos y naciones. Es la llama viva de Jesús la que mueve el paso: “Levántate, revístete de luz, porque viene tu luz, la gloria del Señor resplandece sobre ti” (Isaías, 60,1).

La esperanza cristiana es dinámica e ilumina la peregrinación de la vida, mostrando el rostro de hermanos y hermanas, compañeros de camino. No es un deambular como lobos solitarios, sino un camino de pueblo, confiado y gozoso, que avanza hacia una destinación Nueva. El soplo del Espíritu de vida no deja de iluminar la aurora del futuro que está por surgir. El Padre celestial observa con paciencia y ternura la peregrinación de sus hijos y les abre de par en par el Camino, señalando a Jesús, su Hijo, que se convierte en espacio de camino para todos.

https://www.youtube.com/watch?v=UW3cBjl2-T8

Peregrinos de Esperanza

Texto de la versión en español: Conferencia Episcopal Española

Llama viva para mi esperanza,

que este canto llegue hasta ti,

seno eterno de infinita vida,

me encamino, yo confío en ti.

Toda lengua, pueblos y naciones

hallan luces siempre en tu Palabra.

Hijos, hijas, frágiles, dispersos,

acogidos en tu Hijo amado.

 Llama viva para mi esperanza,

que este canto llegue hasta ti,

seno eterno de infinita vida,

me encamino, yo confío en ti.

Dios nos cuida, tierno y paciente

nace el día, un futuro nuevo.

Cielos nuevos y una tierra nueva.

Caen muros gracias al Espíritu.

Llama viva para mi esperanza,

que este canto llegue hasta ti,

seno eterno de infinita vida,

me encamino, yo confío en ti.

Una senda tienes por delante,

paso firme, Dios sale a tu encuentro.

Mira al Hijo que se ha hecho hombre

para todos, él es el camino.

Llama viva para mi esperanza,

que este canto llegue hasta ti,

seno eterno de infinita vida,

me encamino, yo confío en ti.