¿A QUÉ JESÚS REZAMOS?

¿Rezamos a un Jesús que, porque es Dios, todo lo puede? Y si no responde a nuestras peticiones es o bien porque no nos escucha o bien porque nos pone a prueba. ¿O rezamos a un Jesús solidario con nuestros sufrimientos?

¿Rezamos a un Jesús que, porque es Dios, puede solucionar todos los problemas de nuestro mundo, injusticias, hambres, guerras? Y lo convertimos, por una parte, en la criada de la casa, esperando pasivamente que él solucione nuestros problemas, olvidando que nuestros problemas, precisamente porque son nuestros, los tenemos que solucionar nosotros. Pedir a Jesús que, por ser Dios, puede solucionar todos nuestros problemas, es falsificar la oración. Por otra parte, esta oración resulta la mayor de las frustraciones, porque las guerras y el hambre siguen estando presentes. ¿O pedimos a Jesús que nos envíe su Espíritu para que nos haga sensibles ante las necesidades del prójimo y nos mueva a solucionarlas, a ser su mano, en la medida de nuestras posibilidades?

En la oración nos dirigimos a Dios, confiados en que él nos escucha y nos comprende. La respuesta de Dios a nuestra oración es el cambio que se produce en nosotros cuando oramos como conviene. La oración se dirige a Dios, pero nos conduce al prójimo. También aquí es verdad eso de que no es posible amar a Dios sin amar al prójimo. El amor a Dios nunca puede ser un pretexto para alejarnos de los hermanos. Si la persona no descubre el amor al prójimo en su vida contemplativa es porque no ha alcanzado de verdad a Dios, sino a una caricatura de Dios. Dios es Amor, como dice san Juan y, por eso, él da el amor.

Una oración que no conduce al prójimo no es una buena oración. En esta línea hay que interpretar todas estas peticiones que se encuentran incluso en los textos litúrgicos oficiales de la Iglesia, en las que se pide a Dios que “dé la libertad a los cautivos y la alegría a los pobres” (Vísperas del martes de la primera semana de adviento), o que “haga justicia a los pobres y desamparados” (Laudes del miércoles de la primera semana de adviento). Lo que en realidad estamos pidiendo es que nos mueva a nosotros a ser, para los pobres, promotores de alegría y actores de justicia. O sea, a ser su mano en todos aquellos lugares donde encontremos a un prójimo herido o necesitado.

Cosa distinta es si este tipo de fórmulas deberían cambiarse. En todo caso, se mantengan o se cambien, importa tener claro que, en la oración, más que pedir a Dios la solución de los problemas, lo que pedimos es dejarnos empujar por Dios para solucionar nosotros los problemas.

Martin Gelabert – Blog Nihil Obstat

CORPUS CHRISTI EN TOLEDO: «LA EUCARISTÍA ES LA LOCURA DE DIOS PARA QUE NO ESTEMOS NUNCA SOLOS»

El arzobispo de Toledo, Francisco Cerro Chaves, ha defendido que «la Eucaristía es la locura de Dios para que no estemos nunca solos». «El cristiano ha descubierto que su patria no es la soledad, es Jesucristo«, ha apuntado.

«Nuestra patria no es la soledad, no es la tristeza, nuestra patria es vivir con los sentimientos del corazón vivo de Jesús», ha enfatizado.

Durante la homilía en la misa del Corpus en la Catedral de Toledo a la que acudieron multitud de fieles, Cerro Chaves ha destacado que «Corpus Christi que es, sencillamente, Dios en la calle, Dios que quiere estar cerca de los hombres, que no se quiere quedar encerrado en los templos sino que quiere salir a visitar a sus hijos, a sus hermanos, a todas las personas que sufren».

«Toledo no se entiende sin el Corpus, la ciudad eucarística. Y el Corpus tiene en Toledo una de las expresiones más bellas de la humanidad, de cultura, de arte, sobre todo el arte de las artes que es el Señor vivo y resucitado presente en nuestro mundo», ha añadido el arzobispo toledano.

Dicho esto, Cerro Chaves ha asegurado que «la riqueza de la iglesia son los pobres», tal y como ha recordado, repite el Papa Francisco, que ha sido operado de una hernia intestinal. «Pedimos en estos momentos por su salud, por su recuperación. La salud del Papa para nosotros, como todos, es muy importante».

Y es que, ha insistido, «la riqueza de la iglesia son los que sufren, los enfermos, que algunos de ellos nos van a contemplar en esta procesión, quizás desde sus ventanas o desde su balcón o desde cualquier lugar, porque quizás no puedan salir de sus casas», ha lamentado.

«Nos van a contemplar en las calles, quizá gente que nunca pise el templo pero también ellos tienen derecho a ese Dios que se ha hecho tan cercano que se ha hecho uno de nosotros y que ha caminado también por las calles», ha dicho.

LA SANTA DE LA SEMANA: SANTA BENILDE DE CÓRDOBA

Era bastante anciana ya cuando se desató en su Córdoba natal una persecución califal contra el cristianismo de las que hacen época; nunca mejor dicho: la gran era de los mártires cordobeses. Desde hacía dos años no cesaban los muertos por la fe cristiana.

San Fandila, sacerdote natural de Guadix y gran catequista, fue degollado por su actividad cristiana el 13 de Junio de este año 853 y al día siguiente lo fueron santa Digna, religiosa contemplativa, y san Félix, monje de un convento de la capital y natural de Alcalá de Henares. Es decir, todo cristiano significativo estaba siendo eliminado para desarraigar la fe de Cristo y «evangelizar» Córdoba en el espíritu del Corán.

Como los moros eran bien conocedores de las costumbres cristianas, después de la ejecución, se quemaban los cuerpos de los mártires y sus cenizas las esparcían en el río Guadalquivir para evitar la creación de santuarios en las tumbas de los mártires.

Benilde, a pesar de sus muchos años, se llenó de valentía evangélica, alzó su grito de libertad en contra de la tiranía y proclamó en voz alta que prefería la fe a la vida y la coherencia creyente al silencio cómplice con aquel «terrorismo de estado». Su gesto claro, generoso y valiente le costó el cuello y también fue incinerada para desperdigar sus restos en el río.

Dicen los entendidos que las aguas del Guadalquivir bajan, desde entonces, «contaminadas» por el único barro que, en lugar de ensuciar, fecundan a la Iglesia andaluza: la riada del amor que no puede engañarse ni engañarnos.

No, si ya veréis como los viejos que están cerca de la Iglesia van a poder darnos, al final, más de una lección de vida comprometida con el evangelio.

Al tiempo…

 UN POCO DE HISTORIA

Tras la invasión musulmana de la península ibérica en el año 711 los cristianos de las zonas conquistadas se convirtieron en dhimmis o protegidos, término que englobaba a judíos y cristianos, los cuales, de acuerdo con el Corán, eran considerados «gente del Libro» por basar su fe en la Torá o en la Biblia entera, escritos considerados igualmente sagrados por el Islam, lo que significaba que merecían protección y respeto por parte de los musulmanes, a diferencia de los paganos.

 Los dhimmis estaban sujetos a una serie de leyes que les obligaban a pagar un impuesto especial, la yizia, y se les permitía practicar su fe siempre que no hicieran apología o dañaran al islam en modo alguno. De este modo los insultos a la fe islámica se consideraban blasfemias y estaban penados con la muerte. También se consideraba (y se sigue considerando) blasfemia la apostasía de la fe islámica. Esto incluía a los hijos de matrimonios mixtos que según la ley islámica se consideran automáticamente musulmanes.

Muchos cristianos mozárabes veían con preocupación cómo la población se iba arabizando e islamizando progresivamente. Uno de ellos era el clérigo Eulogio de Córdoba quien, al igual que su maestro y amigo Álvaro de Córdoba, compuso una serie de obras en las que hizo una exaltación del martirio.

Ambos estaban convencidos de que los cristianos en Al-Ándalus estaban viviendo unos «tiempos mortíferos» ante los que la única alternativa que cabía era morir por su fe, poniendo así de relieve los errores del islam. Como ha señalado Eduardo Manzano Moreno, «el espejo en el que Eulogio se contemplaba era el de los mártires de la primera época y su esperanza residía en la posibilidad de generar un movimiento que fuera incontenible como el que en los primeros tiempos había obligado a los emperadores romanos a tener que ceder ante el cristianismo».

Según Cyrille Aillet, «en el marco de Córdoba, nueva Roma pagana, Eulogio y Álvaro exaltan la lucha de los elegidos contra las fuerzas del mal. Diabolizando el islam, intentan sobre todo combatir la atracción que ejerce el Islam sobre su comunidad. Tanto como la conversión, Álvaro denuncia el gusto de sus contemporáneos por la lengua árabe, vector de una cultura de imperio en plena expansión. Los jóvenes cristianos, visiblemente más aficionados a la poesía y a la dialéctica árabes que a los textos patrísticos, descuidan el aprendizaje del latín, lengua sagrada de la Iglesia».

Eulogio consiguió convencer a varias decenas de cristianos de Córdoba para que se presentaran ante el juez musulmán (cadí) y profirieran insultos contra la religión musulmana y el profeta Mahoma, teniendo la seguridad de que serían condenados a muerte porque la ley islámica prohíbe la blasfemia contra el Profeta y su religión.

Así fueron ajusticiados unos cincuenta mozárabes cordobeses, entre los que se encontraban Aurelio y su esposa Sabigoto, y nuestra Benilde que fueron convencidos por Eulogio para que emprendieran el martirio con la promesa de que así alcanzarían el paraíso.

Los martirios voluntarios solo fueron disminuyendo hasta desaparecer tras la ejecución del propio Eulogio que tuvo lugar en año 859.

¿CUÁL ES EL SIGNIFICADO DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA?

Ante todo, significa la gran pureza y amor del corazón de la Santísima Virgen María por Dios.

Esa pureza se puso de manifiesto en el “Sí” que ella dio al Padre en la Anunciación; en su amor por su Hijo encarnado, y la cooperación de María en la misión redentora de Jesús; y también en la docilidad que mostró al Espíritu Santo, por lo cual permaneció durante toda su vida libre de ninguna mancha de pecados personales.

El Corazón Inmaculado de María, por lo tanto, nos señala la profunda vida interior de María, con la que ella experimento tanto los gozos como los sufrimientos permaneciendo, igualmente, fiel a Dios, como estamos todos llamados a vivir.

En 2023, celebramos el Memorial del Inmaculado Corazón de María el 17 de junio.

¿Por qué honramos el Inmaculado Corazón de María?

San Juan Pablo II expresó: “De María aprendemos a amar a Cristo, su Hijo y el Hijo de Dios… De ella aprendemos a ser siempre fieles, a confiar en que la Palabra de Dios se cumplirá en nosotros, que nada es imposible para Dios.”

Cuando honramos al Inmaculado Corazón de María, honramos también a Jesús. Al honrar a la Madre, se honra al Hijo. Además, María también es nuestra madre (cf Apocalipsis 12,17), y su corazón de madre es incomparable. San Luis de Montfort afirmó: “Ni todo el amor de todas las madres alcanzaría a equiparar el amor del corazón de María por sus hijos”.

¿Cómo es la historia del Inmaculado Corazón de María?

El Inmaculado Corazón de María recibe honra, de alguna manera, desde antes del siglo XVI, pero San Juan Eudes, sacerdote francés del siglo XVI, popularizó esta devoción por su gran amor a la Santísima Virgen.

¿Qué relación hay entre el Sagrado Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María?

La sierva de Dios Lucía de Jesús Rosa dos Santos, una de las visionarias de Fátima, lo expresó de la siguiente forma: “La obra de nuestra redención comenzó en el momento en que la Palabra descendió del Cielo y asumió un cuerpo humano en el vientre de María. Desde ese momento y durante los siguientes nueve meses, la Sangre de Cristo fue la sangre de María, tomada del Inmaculado Corazón de la Madre; el Corazón de Cristo latió al unísono con el Corazón de María”.

Y Jesús mismo, cuando se apareció a Sor Lucía, le dijo: “Quiero que Mi Iglesia ponga la devoción al Inmaculado Corazón junto con la devoción a Mi Sagrado Corazón”.

¿Qué es la devoción de los primeros sábados?

Parte del mensaje de Fátima consiste en el pedido que Dios nos hace de reparación por los pecados del mundo. En 1916, el ángel que se apareció a los niños les enseñó oraciones de reparación y les pidió que hicieran penitencia. La Santísima Virgen también pidió oraciones y actos de reparación; y el 13 de julio de 1917, prometió que volvería para pedir una forma especial de reparación. Esto se dio en 1925, cuando se le apareció a Lucía, que era novicia en una comunidad española.

    “Mira, hija mía, mi Corazón cercado de espinas que los hombres ingratos me clavan sin cesar con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, procura consolarme y di que a todos los que durante cinco meses en el primer sábado de mes se confiesen, reciban la Sagrada Comunión, recen cinco misterios del Rosario y me hagan compañía durante quince minutos meditando en los quince misterios del Rosario con el fin de desagraviarme, les prometo asistir en la hora de la muerte con las gracias necesarias para la salvación.”

Este pedido está vigente y es tan necesario hoy como en 1929, si no más. No solo está al alcance de todo católico, sino que se agrada así al Señor, que, como cualquier hijo, agradece que otros defiendan el honor de su madre.

¿Por qué se representa a María con una espada en su corazón?

Muchas imágenes del Inmaculado Corazón de María muestran una o varias espadas que lo atraviesan. Simeón le advirtió a la Santísima Madre: “¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!” (Lc 2,35). Eso señala los sufrimientos que María iba a experimentar, en particular la Pasión de Jesús.

¿Cuáles son los siete dolores de María?

  1. La profecía de Simeón (Lucas 2,25-35)
  2. La huida a Egipto (Mateo 2,13-15)
  3. Jesús se pierde durante tres días (Lucas 2,41-50)
  4. María encuentra a Jesús en el camino al Calvario (Lucas 23,27-31; Juan 19,17)
  5. Crucifixión y Muerte de Jesús (Juan 19,25-30)
  6. El cuerpo de Jesús es bajado de la Cruz (Sal 130; Lucas 23,50-54; Juan 19,31-37)
  7. La sepultura de Jesús (Isaías 53,8; Lucas 23,50-56; Juan 19,38-42; Marcos 15,40-47)

¿Se menciona el Corazón de María en la Biblia?

En el Evangelio de San Lucas, se menciona el corazón de María en dos pasajes. Luego del nacimiento de Jesús, San Lucas relata (2,19): “María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón”. Y luego de que María y San José hallaran a Jesús en el Templo después de haber estado perdido durante tres días, San Lucas (2,51) afirma: “Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón”. Ambas referencias apuntan a la vida interior de María en la que ella meditaba los Misterios que rodeaban a su Hijo.

¿Qué significa consagrarse al Inmaculado Corazón de María?

Consagrar algo es reservarlo para Dios. Este “hacerlo sagrado” identifica a la persona o el objeto como consagrado al servicio de Dios. Esto se ve en el Antiguo Testamento cuando las personas o los objetos (el primogénito, los sacerdotes, las ofrendas, etc.) se entregan a Dios; y en el Nuevo Testamento cuando Cristo aparece como el consagrado enviado por el Padre (Juan 10,36), que se consagró a sí mismo al Padre en nombre nuestro (Juan 17,19) y a través de quien nosotros somos consagrados (1 Pedro 2,9).

Cuando nos consagramos al Inmaculado Corazón, dedicamos nuestra persona a Dios a imitación de la consagración plena de sí misma que hizo nuestra Señora en el momento de la Encarnación (Lucas 1,38) y a los pies de la Cruz (Lucas 2,35; Jn 19,25-27); y nos encomendamos a ella para cumplir acabadamente con nuestro compromiso bautismal. Como expresó San Juan Pablo II en su oración de consagración del mundo al Inmaculado Corazón de María el 25 de marzo de 1984:

    . . . Ante ti, Madre de Cristo, delante de tu Corazón inmaculado, yo deseo en este día, juntamente con toda la Iglesia, unirme con nuestro Redentor en esta su consagración por el mundo y por los hombres, la única que en su Corazón divino tiene el poder de conseguir el perdón y procurar la reparación.

Oración de consagración a María:

¡Oh María, Virgen poderosa y Madre de misericordia, Reina del cielo y refugio de los pecadores!, nos consagramos a vuestro Inmaculado Corazón.

Os consagramos nuestro ser y toda nuestra vida; todo cuanto tenemos, todo lo que amamos, todo lo que somos. A Vos, nuestros cuerpos, nuestros corazones, nuestras almas. A Vos, nuestros hogares, nuestras familias, nuestra Patria.

Queremos que todo, en nosotros y en torno nuestro, os pertenezca, y participe de los beneficios de vuestras maternales bendiciones. Y, para que esta consagración sea verdaderamente eficaz y duradera, renovamos hoy, a vuestros pies, ¡oh María!, las promesas de nuestro bautismo y de nuestra primera Comunión.

Nos obligamos a profesar siempre y valerosamente las verdades de la Fe, a vivir como católicos, enteramente sumisos a todas las normas del Papa y de los Obispos en comunión con él.

Nos obligamos a observar los mandamientos de Dios y de la Iglesia, en particular la santificación del domingo.

Nos obligamos a introducir en nuestra vida, en lo posible, las consoladoras prácticas de la Religión cristiana, sobre todo la Sagrada Comunión.

Os prometemos, finalmente, ¡oh gloriosa Madre de Dios y tierna Madre de los hombres!, consagrarnos de todo corazón al servicio de vuestro culto bendito, a fin de apresurar y asegurar, por el reinado de vuestro Corazón Inmaculado, el reinado del Corazón de vuestro adorable Hijo, en nuestras almas y en todas las almas, en nuestra Nación y en todo el universo, así en la tierra como en el cielo. Amén.

FUENTE: EWTN

EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS Y NUESTRO CORAZÓN

Durante este mes de junio nos llama nuevamente a nosotros: ¡Mirad cómo os he amado! ¡Sólo os pido una cosa: que correspondáis a mi amor!

Todo este mes de junio está dedicado al Sagrado Corazón de Jesús. Por eso vamos a meditar, sobre el significado y la actualidad de la devoción al Corazón de Jesús.

Este culto se basa en el pedido del mismo Jesucristo en sus apariciones a Santa Margarita María de Alacoque. Él se mostró a ella y señalando, con el dedo, el corazón, dijo: “Mira este corazón que tanto ha amado a los hombres y a cambio no recibe de ellos más que ultrajes y desprecio. Tú, al menos ámame”. Esta revelación sucedió en la segunda mitad del siglo diecisiete.

Hoy en día, tenemos que preguntarnos: ¿es popular entre los jóvenes esta devoción? ¿La devoción al Sagrado Corazón de Jesús es de interés palpitante para nuestro tiempo actual?

Cuando hablamos del Corazón de Jesús, importa menos el órgano que su significado. Y sabemos que el corazón es símbolo del amor, del afecto, del cariño. Y el corazón de Jesús significa amor en su máximo grado; significa amor hecho obras; significa impulso generoso a la donación de sí mismo hasta la muerte.

Cuando Cristo mostró su propio corazón, no hizo más que llamar nuestra atención distraída sobre lo que el cristianismo tiene de más profundo y original; el amor de Dios. También durante este mes nos llama nuevamente a nosotros: ¡Mirad cómo os he amado! ¡Sólo os pido una cosa: que correspondáis a mi amor!

Nuestra respuesta del amor, en general, no es muy adecuada a su llamada. Porque sufrimos una grave y crónica afección cardíaca, que parece propia de nuestro tiempo: está disminuyendo e incluso muriendo el amor; el corazón se enfría y ya no es capaz de amar ni de sentirse amado.

Es una característica de los últimos tiempos – como nos indica la Santa Escritura – de que se “enfriará la caridad de muchos” (Mt 24,12).

¿Quién de nosotros no sufre bajo esta enfermedad del tiempo actual? ¿Quién de nosotros no sufre bajo esta falta de amor desinteresado hacia Dios y hacia los demás? ¿Quién de nosotros no se siente cautivo de su propio egoísmo, el cual es el enemigo mortal de cada amor auténtico? ¿Y quién de nosotros no experimenta, día a día, que no es amado verdaderamente por los que lo rodean?

Cuántas veces nuestro amor es fragmentario, defectuoso, impersonal, porque no encierra la personalidad total del otro. Amamos algo en el otro, tal vez un rasgo característico, tal vez un atributo exterior (- su lindo rostro, su peinado, sus movimientos graciosos -) pero no amamos la persona como tal, con todas sus propiedades, con todas sus riquezas y también con todas sus fragilidades.

Tampoco amamos a Dios tal como Él lo espera: “con todo nuestro corazón. Con toda nuestra alma. Con toda nuestra mente y con todas nuestras fuerzas” (Mc 12,30).

He aquí, pues, el sentido y la actualidad de nuestra devoción al Sagrado Corazón de Jesús. A este tan enfermo corazón moderno contraponemos el corazón de Jesús, movido de un amor palpable y desbordante. Y le pedimos que una nuestro corazón con el suyo, que lo asemeje al suyo. Le pedimos un intercambio, un trasplante de nuestro pobre corazón, reemplazándolo por el suyo, lleno de riqueza.

¡Que tome de nosotros ese egoísmo tan penetrante, que reseca nuestro corazón y deja inútil e infecunda nuestra vida! ¡Que encienda en nuestro corazón el fuego del amor, que hace auténtica y grande nuestra existencia humana!

Debiéramos juntarnos también con la Santísima Virgen María. Ella tiene tan grande el corazón que puede ser Madre de toda la humanidad. ¡Que, con cariñoso corazón maternal, ella nos conduzca en nuestros esfuerzos hacia un amor de verdad, sin egoísmo y sin límites!

¡Qué así sea!

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

Por: Padre Nicolás Schwizer | Fuente: Catholic.net

ESTE ES EL JABÓN QUE MÁS ODIAN LOS MOSQUITOS, SEGÚN UN ESTUDIO CIENTÍFICO

Un equipo de investigadores de Virginia Tech, en Estados Unidos, ha comprobado que lavarse con algunos jabones atrae a los mosquitos, mientras que otros jabones los repelen, pero estos efectos varían según las personas como resultado de las interacciones entre los jabones y el perfil de olor único de cada persona, según publican en la revista ‘Science’.

«Es sorprendente que el mismo individuo que es extremadamente atractivo para los mosquitos cuando no se lava pueda volverse aún más atractivo para los mosquitos con un jabón, y luego volverse repelente o repulsivo para los mosquitos con otro jabón», afirma el autor principal y neuroetólogo Clément Vinauger.

Los mosquitos no se alimentan sólo de sangre –de hecho, su principal fuente de alimento es el néctar de las plantas–, por lo que rociarnos con aromas derivados de plantas o que las imiten podría confundir su toma de decisiones.

Para explorar la relación entre la aplicación de jabón y el atractivo para los mosquitos, los investigadores caracterizaron primero los olores químicos emitidos por cuatro voluntarios humanos, tanto cuando estaban sin lavar como después de haberse lavado con cada una de las cuatro marcas de jabón: ‘Dial’, ‘Dove’, ‘Native’ y ‘Simple Truth’. También caracterizaron los perfiles de olor de los jabones. El equipo descubrió que cada uno de los voluntarios emitía su propio perfil de olor, algunos más atractivos para los mosquitos que otros. El lavado del jabón modificaba significativamente estos perfiles de olor, y no sólo añadiendo fragancias florales a la mezcla.

«Todo el mundo huele diferente, incluso después de aplicar jabón; tu estado fisiológico, tu forma de vida, lo que comes y los lugares a los que vas afectan a tu forma de oler –dice la coautora y bióloga Chloé Lahondère–. Y los jabones cambian drásticamente nuestra forma de oler, no solo añadiendo sustancias químicas, sino también provocando variaciones en la emisión de compuestos que ya producimos de forma natural».

A continuación, los investigadores compararon el atractivo relativo de cada voluntario humano para los mosquitos ‘Aedes aegypti’ cuando estaba sin lavar frente a una hora después de usar los distintos jabones. Dado que los mosquitos macho se alimentan exclusivamente de néctar y las hembras sólo se alimentan de sangre después del apareamiento, los investigadores comprobaron exclusivamente el atractivo de las hembras adultas que se habían apareado recientemente.

El lavado con jabón influyó en las preferencias de los mosquitos, pero la magnitud y la dirección de este efecto difirieron entre los distintos tipos de jabón y de los sujetos. El lavado con ‘Dove’ y ‘Simple Truth’ aumentó el atractivo de algunos voluntarios (pero no de todos), mientras que el lavado con jabón ‘Native’ tendió a repeler a los mosquitos.

«Lo que realmente importa al mosquito no es la sustancia química más abundante, sino las asociaciones y combinaciones específicas de sustancias químicas, no sólo del jabón, sino también de nuestros olores corporales personales –precisa Vinauger–. Todos los jabones contenían una sustancia química llamada limoneno, que es un repelente de mosquitos conocido, pero a pesar de que esa era la sustancia química principal en los cuatro jabones, tres de los cuatro jabones que probamos aumentaban la atracción de los mosquitos». «Sabemos que las proporciones de las sustancias químicas son extremadamente importantes para determinar si los mosquitos son atraídos o repelidos –añade Lahondère–. Cambiar la proporción de las mismas sustancias químicas exactas puede provocar atracción, indiferencia o repulsión».

Para identificar los ingredientes específicos que atraen y repelen a los mosquitos, los investigadores analizaron las composiciones químicas de los distintos jabones a la luz de su impacto en la preferencia de los mosquitos. Identificaron cuatro sustancias químicas asociadas a la atracción de mosquitos y tres asociadas a la repulsión, entre ellas una sustancia química con aroma de coco que es un componente clave del bourbon americano y un compuesto floral utilizado para tratar la sarna y los piojos. El equipo combinó estas sustancias químicas para crear y probar mezclas de olores atrayentes y repelentes, que tuvieron un fuerte impacto en la preferencia de los mosquitos.

«Con estas mezclas, eliminamos todo el ruido de la señal incluyendo sólo aquellas sustancias químicas que las estadísticas nos decían que eran importantes para la atracción o la repulsión –explica Vinauger–. Yo elegiría un jabón con aroma de coco si quisiera reducir la atracción de los mosquitos».

El equipo pretende ampliar estos resultados y encontrar algunos patrones o reglas generales probando más variedades de jabón y muchas más personas. También tienen previsto estudiar cómo influye el jabón en las preferencias de los mosquitos durante un periodo de tiempo más largo. «Por ejemplo, si uno se ducha por la mañana, ¿sigue siendo importante para los mosquitos por la noche?», se pregunta Vinauger.

Visto en 65ymás

ANGEOLOGÍA: TIPOS DE ÁNGELES Y SU REPRESENTACIÓN EN EL ARTE

Cuando hablamos de los ángeles siempre nos imaginamos a criaturas hermosas con cabellos rizados y alas de plumas, y en realidad no vamos desencaminados. Pero ¿y si hablamos de los querubines? ¿O de los serafines? Todos hemos oído estos nombres, pero pocas veces pensamos en la relación que tienen con el término “ángel”.

El llamado ejército de Dios de la religión cristiana se compone de muchos tipos de criaturas que protegen, anuncian o simbolizan la ley divina a ojos de los hombres. Para conocer un poco más su iconografía y diferenciarlos cuando los vemos en cuadros o esculturas, a continuación os explicamos cuáles son los tipos de ángeles, cómo son representados y su relación con la figura del dios cristiano.

De esta forma, según la tradicional concepción del ejército sacro como un círculo alrededor de la deidad, de los más cercanos a los más alejados del mismo su descripción es la siguiente:

  1. Primer orden del ejército celeste o Epifanía

Los Serafines:

Se trata del primer grupo sagrado dentro de la jerarquía angelical. Por su cercanía a Dios, se caracterizan por su carga de amor y devoción, la cual les inflama hasta el punto de ser representados ardiendo. Son los más abstractos, y a menudo pueden verse como una bola de fuego en la que se trasluce un rostro con tres pares de alas.

Los Querubines:

Siguiendo a los serafines en la Epifanía o Primer Orden Divino se encuentran los querubines. Se les representa con cuatro alas y su nombre se traduce como “la plenitud del conocimiento”, algo que poseen por tener la labor de sostener al Señor en su agudeza intelectual. Su figura ya es menos abstracta, de tono azulado y dotada de pies y manos. Sin embargo, se puede oír de ellos que tienen dos caras, viéndoles en ocasiones representados de esta forma, y que sus alas están llenas de ojos por su incontenible conocimiento de todo.

Los Tronos:

Tercer y último orden angelical epifánico. Su propio nombre nos habla de su representación, y es que por ser su trabajo servir de escaño o asiento celestial a Dios, adquieren una curiosa forma de rueda, pudiendo conducir el carro divino. Están además poblados de ojos y son de color rojo.

  1. Segundo orden o Hyperfanía

Es el grupo menos representado como tal, por lo que su iconografía está menos definida.

Dominaciones:

El primer orden del segundo ejército celeste. Pueden aparecer decorados con estrellas, corona o caso y cetro o espada.

Virtudes:

Este grupo es el encargado de hacer que los milagros se cumplan. Aparecen vestidos como diáconos y portan una rama de lis. Dada su fuerza y sabiduría, es común verles con una espada y el Libro Sagrado. Además, pueden representarse con un tarro de perfume como símbolo de oración, y balanzas, trompetas o rayos simbolizando su papel en el Juicio Final.

Potestades:

Dotados de la diadema real, suelen ser representados ofreciendo a Dios tiaras doradas, mitras, cetros, etc. Todo ello para aludir a las pobres grandezas terrenales. Su labor es proteger al ser humano.

  1. Tercer orden del ejército o Hipomanía:

Principados:

Vigiladores del mundo, son quienes ejercen de imitadores de Dios al representar el “principio” de todo. Varían de atuendo, pero por lo general su representación es muy similar a la de los ángeles comunes.

Arcángeles:

Con nombre propio e iconografía diferente para cada uno de ellos y no como grupo, como ocurre con las otras  órdenes angelicales, son los más importantes en representación.  Sin embargo, son quizás los más complicados de definir, ya que desde la llegada de la religión cristiana a Sudamérica, el mezclarse sus creencias paganas con la fe monoteísta, dio lugar al surgimiento de cientos de arcángeles (los llamados arcabuceros).

Lo más llamativo de sus nombres es que todos terminan en “el”, que por su traducción teofórica refiere directamente a Dios, motivo por el cual algunos son conocidos también en las otras religiones monoteístas como Gabriel en el Islam. A tal llegó su importancia en la religión, que desde el Concilio de Letrán (756) fue limitada la fe a los tres primeros para evitar la creciente idolatría entorno a estas figuras.

Para resumir, destacaremos sólo a los principales, que son los Arcángeles que aparecen nombrados en las Sagradas Escrituras:

        Miguel: es el arcángel guerrero, por lo que no es extraño verle con armadura. Siempre aparece pisando al dragón, o bien atravesando su cuerpo o cabeza con la espada de Dios. Como representación de la Furia divina, siempre aparece con el estandarte de San Jorge o la palma; y como arcángel psicopompo, puede portar también la balanza de la Justicia del pesaje de almas. En ocasiones, incluso puede llevar alguna concha, símbolo del peregrinaje a Saint Michel.

        Rafael: estrechamente relacionado con la conocida imagen del Ángel de la guarda desde la época del Barroco, hace complejo diferenciar estas dos imágenes. Como atributos característicos, lleva la píxide para los ungüentos con la que devolvió la vista a Tobías, a quien lleva en la otra mano que, a su vez, porta un pez. Para diferenciarle del Ángel de la Guarda, resulta clarificador verle vestido como un peregrino.

        Gabriel: el mensajero y anunciador de Dios, el más espléndido de los arcángeles y guardián de la Iglesia. Sobre todo destaca por sus ropas litúrgicas y por la flor de lis con la que se simboliza la pureza virginal. En lugar de la flor, puede aparecer con la rama de olivo de la Paz o una filacteria con las palabras de la Salutación. Otros atributos suyos son el espejo de Jaspe para reflejar las órdenes divinas, y la linterna guía del camino celestial.

    Arcángeles citados en los Textos Apócrifos: son menos representados y, como decimos, resultaron muy polémicos en épocas distintas de la historia. Por este motivo, más que por su representación, podemos mentarlos por su papel en los hechos de la cristiandad. Sus nombres son Maltiel o Baraquiel (representado con rosas guardadas en el doblez de su manto), Jehudiel o Jofiel (con la corona real en una mano, mientras que en la otra sostiene un azote de tres cuerdas), Sealtiel o Seadquiel (en posición de rezo, con las manos unidas ante su pecho), Peliel y Raziel. De entre estos apócrifos, sin duda el más destacado y quien, a pesar de su prohibición, nunca dejó de representarse, es Uriel,  preceptor de Esdras, que siempre aparece portando una espada y con una llama a sus pies.

Ángeles:

Último grupo de la Hipofanía y del ejército de Dios, y por este motivo el más cercano a los hombres. Si las potestades protegen a la colectividad humana, su labor es la de defender a cada hombre uno por uno.

Su presencia en el mundo del arte es una constante, de rasgos juveniles o infantiles, suelen aparecer con cabellos rizados o en bucle, siempre con sus características alas. Sin embargo, dada su importancia iconográfica, la variedad es indefinible, pudiendo ver según qué época, un tipo de ropa adaptado al estilo de su tiempo, multitud de poses, rasgos, tamaños, ángeles músicos, orantes o acompañantes de la fe, etc.

Sin duda, se trata de un tema muy extenso que aquí hemos tratado de resumir a líneas generales, pero lo más interesante es tratar su iconografía desde el punto de vista histórico. Decimos esto porque, sin contar sus variables desde los simbólicos Paleocristiano y Medievo al más humano Barroco, pasando por el fastuoso Bizancio y el estético Renacimiento; la simbología angelical ha bebido de las imágenes de otras culturas desde sus inicios. Así, baste fijarnos, si queremos ahondar en el tema, en las representaciones del psicopompo egipcio, en los genios alados de Mesopotamia y el zoroastrismo, en los erotes y nikés griegos o en los servidores de Yahvé o Alá.

La historia es una constante relación de hechos e influencias que llega incluso a revelarse en la religión, lo que nos permite, sea en forma de fe o como tema antropológico, estudiar este tipo de temas con profundo interés.

Los ángeles están de moda, existen juegos de naipes con preciosas representaciones de ellos, pero andemos atentos porque estos mismos naipes son un método de adivinación del que nos tenemos que guardar, porque el maligno es el príncipe de la mentira y se disfraza para confundirnos.

Autor: Lourdes Martínez Cabrera

NOTICIAS DEL MOVIMIENTO: ARCHIDIÓCESIS DE PAMPLONA Y TUDELA

Los compañeros de la Archidiócesis de Pamplona y Tudela celebraron el día   26 de Mayo el final de curso,   en la Parroquia de San Nicolás, con un  retiro  de Pentecostés y posterior  Eucaristía, presidida por el consiliario Iñaki Malangre  y el Consiliario Alfonso Urrecha.

La asistencia fue de unas 25 personas que gozaron de un encuentro acogedor en el que la Espíritu Santo se dejó sentir y los  llenó de alegría,  esperanza y gran ilusión para comenzar a preparar el nuevo curso.

JOSÉ SAURAS ORDENADO SACERDOTE A LOS 72 AÑOS

A los nueve años, José María Sauras le dijo a su madre desde su mirada infantil que quería ser cura. Ella, prudente, no le desanimó pero le recomendó que esperara a vivir un poco más la vida porque aún era muy pequeño. Él esperó seis décadas.

Por el camino se hizo policía nacional y se licenció en la facultad de Ciencias de la Información en Madrid. Se retiró como inspector-jefe en Asturias y, ya jubilado, el recorrido vital le llevó por otros derroteros que han confluido, a sus 72 años, en el punto originario. Este domingo de Pentecostés ha sido  como sacerdote en la Catedral de Oviedo en una ceremonia presidida por el arzobispo Jesús Sanz Montes.

José María Sauras nació en el barrio madrileño de Chamberí en 1950. Aún no ha soplado las 73 velas y para él no existe la palabra “imposible”. Es un claro ejemplo de que si se persigue un sueño hay que llevarlo hasta el final. Aunque el motivo de que él sea ahora como el Ave Fénix y haya pasado de la tristeza más profunda a “rozar casi la perfección de la felicidad”, según sus propias palabras, haya sido una pérdida tan importante como la muerte de su mujer Maricarmen, con la que llevaba casado más de cuatro décadas.

Dos fechas estarán siempre unidas por ser claves en su vida: el 16 de junio de 2020, cuando murió Maricarmen, y el 28 de mayo de 2023, cuando se convertirá en sacerdote. Son dos días que ya están marcados a fuego en su cabeza y su corazón.

José María Sauras reconoce que estaba profundamente enamorado de Maricarmen, una ovetense a la que conoció en 1975. Era sobrina de una amiga íntima de su madre. En aquel momento él vivía en Madrid y su madre, de forma premonitoria de nuevo, le pidió que fuera su “cicerone”. De acompañarla a conocer la capital española pasó a convertirse en su novia, luego su esposa y más tarde en la madre de sus tres hijos: Borja, Pablo y Carlos que les han dado dos nietas: Jane y Emma.

José María y Maricarmen eran los “eternos novios”, suscribe, tanto en Oviedo como en Gandía donde pasaban las vacaciones de verano, porque siempre estaban juntos. Por eso su muerte fue para él un mazazo y reconoce que se hundió en un pozo de “tristeza y dolor” del que creyó que no iba a salir. Incluso deseaba reunirse pronto con ella. Por eso esta nueva etapa que se abre para él a través del sacerdocio le ha devuelto la alegría y la ilusión por vivir. Sostiene que ahora está “muy feliz rozando la perfección”.

Él mismo relata cómo tuvo un primer acercamiento a la idea de ser cura que tanto le rondaba en la cabeza desde niño. Recuerda que le daba vueltas continuamente. Cuando se jubiló como inspector-jefe de la Policía Nacional, adscrito a la Jefatura Superior de Asturias, volvió a plantearse su vida relacionada con la Iglesia. Pidió autorización a su mujer Maricarmen cuando quiso ser diacono. Explica que ella le contestó que lo hiciera si era ese su deseo. Por eso admite que se enfadó consigo mismo cuando, estando ella recién fallecida, él vio que había llegado el momento de tomar la decisión definitiva de ser cura.

 “Estábamos el 16 de junio de 2020 mi hijo Borja y yo en la misma habitación con mi mujer. Mi hijo Carlos estaba en otra. Yo estaba en la cama con Maricarmen. Cuando vi que no respiraba le dije a mi hijo: ‘Borja, ya está’. Me levanté para ir a avisar a Carlos y cuando iba por el pasillo me vino a mi mente la frase ‘ahora te puedes ordenar como presbitero’. Me cogí un cabreo muy fuerte conmigo mismo. Me llamé de todo, hasta miserable”, rememora.

José María Sauras ilustra con un ejemplo gráfico cómo se sintió ese día. Dice que en la vida uno se encuentra un camino donde todo son “flores, mariposas y un cielo azul”. De repente te encuentras una tapia que te impide seguir, pero hay otro camino por el que puedes andar. Y lo coges hasta que hay otra tapia y otro camino. En el penúltimo camino él se encontró con una montaña que era “inexpugnable”, describe.

Esa montaña pensaba que no la podía escalar pero en ese momento vio la luz. “Dios me indicó el camino, que también estaba lleno de flores y de mariposas y de un cielo azul…”.

Y se dio cuenta de que esa idea que le atormentaba y que de forma repetitiva volvía a su cabeza una y otra vez era ese camino alternativo a la montaña. Consultó a varios curas, entre ellos a Alberto Reigada, el párroco de la iglesia de San Francisco Javier del barrio ovetense de La Tenderina donde el próximo 4 de junio celebrará su primera Misa.

“En mi guión estaba que no iba a poder ser cura por mi edad”

También le trasladó sus pensamientos al rector del Seminario Metropolitano de Oviedo, Sergio Martínez Mendaro. Dice que en su guión estaba la palabra “no” porque pensaba que a su edad adónde iba a ir. Que ya era diacono y que ya estaba “haciendo su misión”.

Pero el rector no le contestó con una negativa. Al contrario, le recomendó que hablara con el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, con el que siempre José María Sauras había tenido un trato muy cercano. Recuerda especialmente que todos los años le enviaba una felicitación por su cumpleaños. “Siempre fue muy cariñoso, muy simpático y agradable conmigo”, dice emocionado.

Pero la última felicitación era diferente. En esa ocasión a los buenos deseos por su 72 cumpleaños le añadía unas palabras de recuerdo hacia Maricarmen. Y esa dedicatoria a su mujer ya le acabó de animar por completo. Le contestó por Whatsapp y ambos quedaron en verse el 22 de julio de 2022, otra fecha para enmarcar en el calendario vital de José María Sauras. Y ese día el arzobispo le dio su bendición para cumplir su sueño.

“Lo primero que se me ocurrió fue preguntarle si realmente hablaba en serio. Pensé que me iba a decir que no. Pero me dio una lección más de las muchas que me está dando. Me dijo una frase que me llegó profundamente. Me dijo que ‘el dueño de la viña llama a unos a primera hora de la mañana y, a otros, a última hora de la tarde y a todos les pagó lo mismo’. Y yo pensé que ya estaba claro mi camino”.

Cuando le dije a mi madre que quería ser sacerdote ella me dijo: ‘muy bien, pero no’. Cuando le pregunté por qué, ella me contestó que ‘era muy pequeño, que antes tenía que conocer la vida y luego si quería que fuera cura’. Siempre quise ser sacerdote

José María Sauras veía así cumplida su máxima aspiración. Recalca que no ha habido ni un solo instante en que no se acuerde de su mujer. Piensa en ella continuamente. Y también se acuerda de su madre, a la que ya de pequeño le confesó que quería ser cura. Esa madre muy religiosa que tenía mucho carácter y se preocupaba de que él y sus tres hermanos fueran todos los domingos a misa. La misma que les matriculó en el colegio de los Sagrados Corazones en Madrid donde cursó sus estudios desde párvulos.

 “Recuerdo perfectamente que no fue antes de los nueve años, ni después de los diez cuando le dije a mi madre que quería ser sacerdote, me dijo textualmente: ‘muy bien, pero no’ y cuando le pregunté por qué, me contestó que era muy pequeño, que antes tenía que conocer la vida y luego si quería que fuera cura”, comenta.

Como diácono, José María Sauras ha bautizado a sus dos nietas, Jane y Emma, en la iglesia parroquial de San Javier, en Oviedo, y ha participado en la boda de Borja, donde ofició el rito de la liturgia del matrimonio. “Como diácono podía hacer tres sacramentos: matrimonio, eucaristía y bautizos”, recuerda con orgullo.

Sus antiguos compañeros del Cuerpo Nacional de Policía han acogido tan bien su nueva faceta que le han pedido incluso que oficie la Misa del patrono. “Ya me han dado la enhorabuena”, corrobora. Y a la pregunta de si ha invitado al jefe superior de Policía de Asturias, Luis Carlos Espino, al solemne acto de Ordenación Presbiteral que tendrá lugar el domingo, día 28, en la Catedral de Oviedo a las seis de la tarde, donde junto a él serán ordenados otros cinco nuevos sacerdotes, él responde que no ha querido decir nada para no comprometerle. Y añade con humor que “hay un undécimo mandamiento que es no molestar”.

Afirma que la coincidencia de la ordenación con las elecciones municipales y autonómicas es mala fecha para la Policía Nacional porque tiene mucho trabajo ese día para controlar que la jornada se desarrolle con normalidad y sin incidencias.

José María Sauras tiene un lema que practica a la perfección que es no mezclar temas. Por eso prefiere centrarse en su etapa actual. Trabajó como policía nacional desde los 19 a los 56 años. Entre otros destinos, ejerció como jefe de prensa, lo que le permitió compaginar su otra profesión como periodista.

Asegura que nunca se llevaba el trabajo a casa. En la Jefatura Superior de Policía de Asturias, donde se retiró del servicio activo en 2006, era el inspector-jefe y cuando llegaba a su domicilio se desprendía de ese papel para ejercer únicamente como marido, padre y como abuelo siempre que tiene la oportunidad de estar con sus dos nietas, ya que son hijas de Pablo, el único de sus tres hijos que no vive en Oviedo, ya que residen en Greenville, en Carolina del Sur (Estados Unidos).

Aunque guarda un buen recuerdo de su etapa profesional como policía, a la que también se entregó por completo, ahora se centra en una fecha y un lugar concreto: el 28-M y la Catedral de Oviedo. No obstante, opina que aunque pueda parecer que son caminos muy opuestos, hay una similitud. A su juicio, no hay tanta diferencia entre ser policía o cura.

 “En la Policía nunca decíamos ‘vamos a trabajar, sino entramos de servicio’. En ese caso, antes como policía desarrollaba un servicio a la sociedad; ahora soy diácono permanente y a los diáconos se les denomina servidores. Así que, con mi nueva misión como diácono y a partir del domingo 28 como sacerdote, será como retomar el servicio a la sociedad”, compara.

Aún desconoce cuál será su destino siguiente. Pero afronta con ilusión esta nueva vuelta al sol. “Tengo un doble sentimiento: por un lado, siento pena, dolor y tristeza porque no tengo a la mujer de mi vida a mi lado, Maricarmen. Pero, por otro, siento felicidad y una alegría inmensa por ordenarme sacerdote”, corrobora. Una felicidad que, en el caso de José María Sauras, ya roza con la perfección.

Sus tres  hijos bromean con que ahora todos le llamaran padre.

Visto en Ideal.

LO QUE SE DICE Y LO QUE SE QUIERE DECIR

Muchas palabras tienen distintos sentidos según el contexto en el que se utilizan. Hoy muchos llaman al sexo amor. Hacer el amor es tener relaciones sexuales. Sin necesidad de llegar a este ejemplo extremo, el término amor tiene un sentido distinto si pensamos en el amor que tenemos a un recuerdo familiar, al perro de compañía o al hijo pequeño. Lo mismo ocurre con el término fe. Pero con la palabra “fe” resulta menos evidente que su sentido puede cambiar según el contexto, pues muchos funcionan con un modo único de entender la fe y, en función de este sentido, califican o descalifican otros usos del término, sin darse cuenta de que su calificación o descalificación lo único que demuestra es su supina ignorancia.

Si nos quedamos con el concepto de fe como conocimiento de verdades, entonces los demonios (como dice la carta de Santiago) también tiene fe, puesto que creen que Dios existe. Desgraciadamente concebir la fe como adhesión a una serie de verdades está bastante difundido en el mundo católico. Pero hay otro concepto de fe más bíblico y profundo: fe es un encuentro, una adhesión incondicional al misterio del Dios de Jesucristo, que compromete y cambia la vida entera. Este concepto de fe permite a San Pablo decir que la fe sola nos salva.

Al leer la Biblia, o un texto de teología, o al escuchar una catequesis, es importante distinguir (como hace la constitución “Dei Verbum” del Concilio Vaticano II) entre lo que se dice y lo que se quiere decir. Si no hacemos esta distinción podemos entender muy mal algunos textos bíblicos. Y no sólo bíblicos. Si digo que alguien me pone entre la espada y la pared, y un francés pide que le traduzcan lo que digo, si se lo traducen literalmente puede entender que alguien me está amenazando de muerte. O quizás que le estoy gastando una broma.

Un ejemplo bíblico: la biblia, traduciendo literalmente del griego, pone en boca de Jesús esta palabra: “muchos son los llamados y pocos los escogidos”. Si no se sabe que detrás de esta comparación entre muchos y pocos, está el modo de expresar en arameo (que era la lengua de Jesús) el comparativo de superioridad, entiende muy mal lo que Jesús quiere decir. En castellano el comparativo de superioridad se expresa así: “hay más llamados que escogidos”. Mil es más que 999. ¿Qué quiere decir Jesús? ¿Qué serán muchos los que se condenen? No. Quiere decir que Dios llama a todos. Pero es posible que no todos respondan.

Un ejemplo más conocido: ¿Cuántas veces tengo que perdonar?, pregunta Pedro a Jesús. ¿Siete veces? No, dice Jesús, setenta veces siete. Jesús no dice que el límite del perdón está en 490 veces. Dice que hay que perdonar sin límite, siempre. En aquellas mentalidades los términos absolutos, como “siempre” o “nunca”, no eran conocidos. Para expresar el “siempre” de nuestras lenguas modernas empleaban este tipo de expresiones: setenta veces siete. Si las tomamos en su literalidad no entendemos nada. Si nos paramos a pensar un poco, veremos que son expresiones muy significativas y muy gráficas.

Martin Gelabert. Blog Nihil Obstat