La Ascensión es una solemnidad litúrgica común a todas las Iglesias cristianas; se celebra el cuadragésimo día después de la Resurrección Pascual. San Juan Crisóstomo y San Agustín ya hablaban de esta solemnidad en sus escritos. Pero una influencia decisiva para su difusión se debe probablemente a San Gregorio de Nisa.
Como este día cae en jueves, en muchos países la solemnidad se ha trasladado al domingo siguiente. Con la Ascensión de Jesús al cielo se concluye la presencia del «Cristo histórico» y se inaugura el tiempo de la Iglesia.
Del Evangelio según San Lucas
En aquel tiempo, Jesús les dijo: «Así está escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto. Y yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido. Permanezcan en la ciudad, hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto».
Después Jesús los llevó hasta las proximidades de Betania y, elevando sus manos, los bendijo. Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo.
Los discípulos, que se habían postrado delante de Él, volvieron a Jerusalén con gran alegría, y permanecían continuamente en el Templo alabando a Dios. (Lc 24,46-53).
Les abrió las Escrituras
Es Jesús mismo quien se convierte en el «Educador» de los discípulos: «Así está escrito: el Mesías debía sufrir…». Los discípulos acababan de encontrar al Señor Jesús resucitado. A la luz de este Acontecimiento, Jesús abre la mente de los discípulos para ayudarles a comprender que lo ocurrido era y es parte de un proyecto de amor, del plan de salvación.
Revestidos desde lo alto
Tras la Ascensión de Jesús llega el don del Espíritu Santo, que permitirá a los discípulos ser testigos de lo que han visto y experimentado, y hacerlo con alegría: «Volvieron a Jerusalén con gran alegría, y permanecían continuamente en el Templo alabando a Dios». Los discípulos han abandonado el miedo y la timidez que les llevaron a alejarse de la Cruz: ahora encuentran el valor para seguir haciendo presentes las grandes obras del Señor Jesús mediante su testimonio alegre y valiente.
Conversión y perdón de los pecados
El contenido del testimonio es la alegría de que Dios es Amor, es Misericordia. Esta será la fuerza capaz de hacer que las personas cambien de dirección, abandonando una vida de pecado y orientándose hacia una vida buena.
Hacia Betania
La ciudad de Betania está situada al este de Jerusalén, y desde aquí se esperaba el regreso de la Gloria (Ez 43:2; 11:23). Ahora Jesús se prepara para ascender al Padre, pero no antes de haber conducido a los discípulos «fuera». Un acto que recuerda la acción de Dios cuando liberó a su pueblo de Egipto. El evangelista Lucas trata así de reanudar la historia, haciéndonos comprender que en Jesús todo se completa.
Una nueva forma de estar ahí
El texto de los Hechos nos ofrece unas coordenadas teológico-espirituales para entender el misterio que celebramos. Jesús «fue arrebatado» -dice el texto de Hechos 1,11-, resaltando que la acción es de Dios; la nube que «lo apartó de sus ojos» (v. 9) recuerda la imagen de la nube en el Sinaí (Ex 24,15), sobre la tienda de la alianza (Ex 33,9) y la nube en el monte de la Transfiguración (Mc 9,7).
La Ascensión de Jesús al cielo no supone un «abandono», sino un estar presente de una manera nueva: esto explica que los discípulos «se llenaran de alegría» (Lc 24,52). Con Jesús, muerto, resucitado y ahora ascendido, se abrieron las puertas del cielo, de la vida eterna. La «nube de fe» que envuelve hoy nuestra vida no es un obstáculo, sino el camino a través del cual podemos tener una experiencia más viva y verdadera de Jesús, animados por la certeza de que, si Él ha resucitado y ha subido al cielo, también nosotros estamos llamados a la misma suerte, en cuanto que Él es “el primero de todos” (cfr. 1 Co 15,20).
Iglesia en salida
Esta espera del último día no ha de vivirse en la ociosidad, ni siquiera en la intimidad de la propia casa, sino que, nos recuerda Jesús, la espera ha de vivirse en el compromiso de la misión, extendida hasta los confines de la tierra: «Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo… y seréis mis testigos… hasta los confines de la tierra» (Hc 1,7ss).
Oración
Señor Jesús,
Tú, que en tu ascensión
has llenado de alegría a los Once,
haznos dignos de esta alegría
en virtud de tu oración y de tu misericordia.
Señor Jesús,
Tú, que en tu ascensión
has llevado al cielo nuestra frágil humanidad
y nos has abierto el camino al Cielo,
infunde en nosotros la alegría de la serenidad y de la paz.
Señor Jesús,
Tú que al subir al cielo
nos han revestido con el don del Espíritu Santo,
haz que seamos tus testigos en nuestra vida cotidiana
narrando la alegría de tu Misericordia.
(Oración de A.V.)
