MENSAJE DE CUARESMA DEL OBISPO DE AVILA

Cuaresma: caminemos juntos en esperanza.

Con el Miércoles de Ceniza comenzamos el tiempo de Cuaresma, con la mirada puesta en la Pascua, porque este tiempo adquiere sentido a la luz de la Pascua de Resurrección. Comencemos el camino cuaresmal con la meta bien clara: llegar a la gran noticia de la resurrección y el envío del Espíritu Santo.  El profeta Joel, en la primera lectura que se proclama en la Eucaristía del Miércoles de Ceniza, nos dice: “rasgad vuestros corazones, no vuestros vestidos». Con estas palabras, el profeta nos introduce en la Cuaresma, tiempo de preparación a la fiesta de Pascua, indicando en la conversión del corazón la característica de este tiempo de gracia. El llamamiento profético constituye un desafío para todos los cristianos sin exclusión y nos recuerda que la conversión no se reduce a formas exteriores o vagos propósitos, sino que implica y transforma toda la existencia a partir del centro de la persona, desde la conciencia.  En el Evangelio de este día se nos indican los elementos del camino espiritual de la Cuaresma. La oración, el ayuno y la limosna. A lo largo del tiempo estas prescripciones de la ley mosaica habían sido corroídas por la herrumbre de lo social. Jesús pone de relieve una tentación común a estas tres obras que se puede resumir precisamente en la hipocresía. La nombra tres veces: “Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos. Cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante como hacen los hipócritas. Cuando recéis, no seáis como los hipócritas a quienes les gusta rezar de pie para que los vea la gente. Y cuando ayunéis no pongáis cara triste como los hipócritas”. La aborrecía de Jesucristo nos despierta y llama a todos a una religión sincera. Se nos insiste en no dejarnos dominar por las cosas que aparentan. Lo que cuenta no es la apariencia. El valor de la vida no depende de la aprobación de los demás o del éxito, sino de lo que tenemos dentro. La oración es la fuerza del cristiano y de cada persona creyente. La Cuaresma es tiempo de oración, de una oración más intensa, más prolongada, más asidua, más capaz de hacerse cargo de las necesidades de los hermanos.  El segundo elemento significativo del camino cuaresmal es el ayuno. Debemos estar atentos a no practicar un ayuno formal o que en verdad nos sacia porque nos hace sentir satisfechos. Ayunar significa liberar nuestra existencia de todo lo que nos estorba, para abrir las puertas de nuestro corazón aquel que viene a nosotros pobre de todo pero lleno de gracia y de verdad. Nos ayuda a cultivar el estilo del buen samaritano que se inclina sobre el hermano en dificultad y se ocupa de él. El ayuno comporta la elección de una vida sobria en su estilo, una vida que no derrocha, una vida que no descarta. El tercer elemento es la limosna. Ella indica la gratuidad, porque la limosna se da a alguien de quien no se espera recibir algo a cambio. La gratuidad debería ser una de las características del cristiano que, consciente de haber recibido todo de Dios gratuitamente, es decir, sin mérito alguno, aprende a donar a los demás gratuitamente. Hoy a menudo la gratuidad no forma parte de la vida cotidiana, donde todo se vende y se compra, todo es cálculo y medida.  No olvidemos que este año celebramos la Cuaresma en el contexto del Año Jubilar de la esperanza. El Papa Francisco propone un jubileo que renueve la fe, fomente la unidad y promueva la justicia y la paz. El jubileo es un tiempo para descubrir la misericordia de Dios y vivir la fe como un camino de esperanza, comprometiéndonos con los necesitados. En su mensaje para esta Cuaresma, el Papa nos advierte que Dios nos pide que comprobemos si en nuestra vida, en nuestras familias, en los lugares donde trabajamos, en las comunidades parroquiales o religiosas, somos capaces de caminar con los demás, de escuchar, de vencer la tentación de enterrarnos en nuestra autorreferencialidad, ocupándonos solamente de nuestras necesidades.  Sigamos hermanos pidiendo por el Papa en estos momentos críticos por los que está pasando. Os invito, especialmente durante este tiempo de Cuaresma, a caminar con nuestra mirada fija en Jesús como nos dice la carta a los Hebreos. Él nos revela el verdadero rostro de Dios que es la misericordia, nos guiará hacia el puerto seguro de la salvación que es el corazón de Cristo, que nos ha reconciliado a los pecadores con el Padre.  Para todos, un fecundo tiempo de Cuaresma. + Jesús Rico, obispo de Ávila