EL SANTO DE LA SEMANA: SAN BERTOLDO DE MONTE CARMELO

En el monte Carmelo, en Palestina, San Bertoldo, que, abandonando la milicia, fue admitido entre los hermanos que profesaban vida religiosa en ese monte, y más adelante, elegido prior, encomendó la piadosa comunidad a la Madre de Dios. (c. 1188) También se lo conoce como: Bertoldo de Limoges o Bertoldo de Calabria

San Bertoldo nació en Francia y estudió teología en París, donde fue elevado al sacerdocio.

Con su pariente Aimerico, que después llegó a ser patriarca latino de Antioquía, acompañó a los cruzados hacia el oriente y, se encontraba en Antioquía en el tiempo en que ésta fue sitiada por los sarracenos.

Se dice que tuvo una revelación divina, por la que se le dio a conocer que el sitio de la población era un castigo por los pecados y especialmente por la vida licenciosa de los soldados cristianos.

Bertoldo se ofreció en sacrificio e hizo voto de que si los cristianos eran salvados de ese gran peligro, dedicaría el resto de su vida al servicio de la Santísima Virgen. En una visión se le apareció Nuestro Señor acompañado de Nuestra Señora y San Pedro, llevando en sus manos una gran cruz luminosa; el Salvador se dirigió a Bertoldo y le habló de la ingratitud de los cristianos, en pago por todas las bendiciones que habían llovido sobre ellos.

Debido a las insistencias y advertencias del santo, los ciudadanos y los soldados fueron movidos a penitencia. Aunque estaban débiles por los ayunos y privaciones, salieron completamente victoriosos cuando tuvo lugar el siguiente asalto y la ciudad y el ejército fueron liberados. Todo esto sin embargo, al parecer, es una leyenda.

Lo cierto es que por los esfuerzos de un Bertoldo, pariente del patriarca Aimerico, se formó una congregación de sacerdotes en el Monte Carmelo.

Se dice que Bertoldo llevó a su comunidad muchos de los dispersos ermitaños latinos que habían habitado anteriormente en la comarca. Más aún, gracias a su desprendimiento y santidad, fue un ejemplo para la Orden de los Carmelitas, de la que es llamado a menudo fundador.

Parece haber sido probable mente su primer superior, y haber sido alentado por Aimerico.

La vida de Bertoldo transcurrió, en gran parte, en la oscuridad y no hay mucho que relatar acerca de él, excepto el haber emprendido la construcción y reconstrucción de edificios monásticos y el haberlos dedicado en honor del profeta Elías.

Así lo informó después Pedro Emiliano al rey Eduardo I de Inglaterra, en una carta fechada en 1282. San Bertoldo gobernó la comunidad por cuarenta y cinco años y parece haber permanecido allí hasta el tiempo de su muerte, que ocurrió alrededor del año 1195.

El padre Papebroch el bolandista, escribiendo en el Acta Sanctorum, marzo, vol. III, sostenía que San Bertoldo fue el primer superior de la orden carmelitana y que los ermitaños que él reunió a su alrededor no tenían más comunicación con Ellas, que el hecho de haber vivido cerca del Monte Carmelo y haber venerado su memoria. Esta afirmación llevó a una deplorable y acre controversia que duró más de dos siglos, pero todos los estudiosos están de acuerdo en que la opinión del bolandista estaba plenamente justificada. Falta evidencia histórica que pueda establecer cualquier clase de continuidad entre el grupo de ermitaños carmelitas de San Bertoldo y los «Hijos de los Profetas».

INTENCIONES DE ORACIÓN PARA EL MES DE ABRIL

“El Papa Francisco confía cada mes a su Red Mundial de Oración, intenciones de oración que expresan sus grandes preocupaciones por la humanidad y por la misión de la Iglesia”, afirma el sitio web de la iniciativa.

“Su intención de oración mensual es una convocatoria mundial para transformar nuestra plegaria en «gestos concretos», es una brújula para una misión de compasión por el mundo”, agrega.

Este mes de abril  oramos:

Por una cultura de la no violencia

Oremos por una mayor difusión de una cultura de la no violencia, que pasa por un uso cada vez menor de las armas, tanto por parte de los Estados como de los ciudadanos.

La Conferencia Episcopal Española nos pide que este mes oremos:

Por los niños, jóvenes y adultos que en el tiempo pascual reciben los sacramentos de la iniciación cristiana, para que descubran la belleza de la vocación a la santidad.

LA FE UNE, LA IDEOLOGÍA DIVIDE

Los seres humanos somos iguales en lo fundamental, pero diferentes en muchas cosas y esta diferencia es expresión de riqueza, de belleza, de comunión. Es una riqueza para compartir, no para oponernos.

Desgraciadamente, si miramos al conjunto de la Iglesia, a veces tengo la impresión de que hay grupos o personas que crean división por motivos ideológicos, que en ocasiones confunden con la fe. La fe es una cosa: es adhesión a Jesucristo. Sus expresiones son múltiples. Las explicaciones de las grandes verdades de la fe cristiana se expresan en lenguajes y culturas diferentes. Hay quién confunde una expresión cultural con la única posible expresión de la fe. Y entonces aparecen personas que, en vez de esforzarse en entender y comprender, condenan sin entender o, al menos, sin buscar puntos de encuentro o el lado bueno que puede haber en la postura del otro. Comenzar por reconocer el lado bueno del otro es un primer paso importante para encontrarse. Recalcar lo malo que hay en el otro es el mejor (o el peor) modo de alejarse y separarse. Y la vocación cristiana siempre es vocación de encuentro.

Todavía más lamentable, si miramos al conjunto de la Iglesia, son las descalificaciones que se hacen del Papa Francisco. Cada Papa y cada Obispo tiene su estilo, su modo de expresarse, sus preferencias pastorales. Pero esto no es motivo para no respetar al Papa o el Obispo, y no reconocer su autoridad en cuestiones pastorales, disciplinares o litúrgicas. Eso dejando aparte que el problema no es el desacuerdo en estos terrenos, porque ahí hay mucha libertad, sino la crítica sin matices y la manifestación pública de un desacuerdo que se expresa como condena y descalificación.

Los gustos litúrgicos son importantes; las opciones pastorales son importantes. Pero el aceptarse en la diferencia es todavía más importante. Si la liturgia se convierte en un arma descalificatoria, es dudoso que sea una buena liturgia, o sea, un buen culto a Dios. Porque Dios siempre nos llama al entendimiento y el perdón. Las dificultades y tensiones que puedan aparecer en la comunidad eclesial se resolverán, no con medidas de poder o de prepotencia, sino de acogida y, como está de moda decir ahora, de sinodalidad, o sea, de escucha mutua.

BLOG Nihil Obstat – Martin Gelabert.

CÓMO SE CALCULA LA FECHA DE LA SEMANA SANTA Y POR QUÉ CADA AÑO CAMBIA

La luna determina las fechas de la Semana Santa, lo que puede provocar variaciones de hasta 28 días entre un año y otro

La Semana Santa cada año cambia de año. ¿Por qué? Mucha gente se lo pregunta y no sabe realmente que la Semana Santa se puede calcular cada año aunque no tengas a mano ningún calendario… Basta con mirar a la luna. Por ejemplo, en 2019 el Domingo de Ramos fue el 14 de abril y el Domingo de Resurrección el 21 de abril, en 2020 se celebró entre el 5 y el 12 de abril y en 2021 el Domingo de Ramos fue el 28 de marzo y el Domingo de Resurrección el 4 de abril.

¿Cómo podemos calcular cuándo cae la Semana Santa? Es muy sencillo. El domingo de Pascua o Resurrección está marcado como el domingo inmediatamente posterior a la primera luna llena después del equinoccio de marzo, es decir, el comienzo de la primavera, y se debe calcular empleando la luna llena astronómica. Por ello puede ocurrir no antes del 22 de marzo y el 25 de abril como muy tarde. Así de sencillo.

En 2023 la primera Luna Llena tras la llegada de la primavera será el 6 de abril, por lo que el primer domingo posterior es el 9 de abril, esto es, el Domingo de Resurrección.

Por qué con luna llena

Durante la Semana Santa, los cristianos celebran la Resurrección de Cristo, la fiesta más importante del calendario litúrgico. De hecho, durante los tres primeros siglos del cristianismo fue la única fiesta que se celebraba. El origen de la fecha se debe a que la muerte de Cristo tuvo lugar en torno a la fiesta de la Pascua Judía. Los Evangelios hacen referencia justamente a esta celebración en el pasaje bíblico de la Última Cena en la que Jesús se reúne con sus discípulos para celebrar esta fiesta en la que los judíos conmemoran su salida de Egipto y el fin de la esclavitud.

Según el judaísmo, los hebreos deben renovar cada año esta celebración el día 15 del mes de Nisan, que empieza con la primera luna nueva de primavera: es decir, el primer plenilunio de primavera, con independencia del día de la semana.

La fecha más frecuente

Con el paso del tiempo y pese a la resistencia de algunas regiones del mundo, la Iglesia fue unificando la fecha de la Pascua. Desde el I Concilio Ecuménico de Nicea en el año 325, la Semana Santa se celebra el primer domingo de luna llena después del equinoccio primaveral (alrededor del 21 de marzo). Al principio se tenía en cuenta que no coincidiera con la celebración de la Pascua Judía, pero con el paso del tiempo se fue perdiendo esa costumbre en Occidente.

Así pues el Domingo de Pascua acontece en un paréntesis de 35 días, entre el 22 de marzo y el 25 de abril, ambos inclusive. Las fechas de Pascua se repiten en idéntica sucesión en un periodo de 5.700 años, y la más frecuente ha sido el 19 de abril.

SUBIR A JERUSALEN, ESCUELA PARA EL DISCÍPULO: CARTA CUARESMAL DEL ARZOBISPO DE SANTIAGO DE COMPOSTELA

Queridos diocesanos:

Cuando todavía oímos los ecos de la clausura del Año Santo Compostelano, la liturgia de la Iglesia nos anima a vivir la Cuaresma como preparación a la solemnidad de la Pascua.

“El retiro, nos dice el Papa en su Mensaje, no es un fin en sí mismo, sino que nos prepara para vivir la pasión y la cruz con fe, esperanza y amor, para llegar a la resurrección”. Dios nos sigue buscando para implicarnos en el proyecto de su Reino (Mc 1,16-24), llamándonos a la conversión y a creer en el Evangelio.

Como se nos recordaba en el Año Santo, hemos de salir de nuestra tierra como Abrahán porque Dios nos espera siempre allí donde quiere que lleguemos. Es posible que nos sintamos espiritualmente, como en tierra extraña, estando siempre a la defensiva. El pecado nos encierra en nosotros mismos pero puede abrirnos paradójicamente al amor y a la misericordia de Dios que nos ve mejor de lo que nos vemos nosotros mismos (Jn 8,1-11) y espera siempre con los brazos abiertos al hijo que se ha ido de casa (Lc 15).

La Cuaresma, metáfora del paraíso perdido

La Cuaresma es el desierto, metáfora del paraíso perdido, en el que labramos nuestra conversión, venciendo las tentaciones.

En ese ámbito hemos de revitalizar el don de nuestra fe, avivar el deseo de Dios: “Oh Dios, tú eres mi Dios por ti madrugo; mi alma está sedienta de ti, mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua” (Ps 62,2), guardar silencio que nos libere de los ruidos internos y externos, ofrecer nuestra disponibilidad para cumplir la voluntad de Dios como hizo Jesús  tentado en el desierto (Lc 4,1-13) y compartir la fatiga cotidiana sostenidos por una esperanza fiable y con un espíritu sinodal. “Podemos afirmar que nuestro camino cuaresmal es sinodal, porque lo hacemos juntos por la misma senda, discípulos del único Maestro. Esto nos ayudará a comprender mejor la voluntad de Dios y nuestra misión al servicio del Reino”.

Las raíces de nuestra vida como comunidad cristiana son mantenerse unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir teniendo los sentimientos propios de Cristo (cf. Fil 2,1-11). De manera especial en este tiempo cuaresmal os animo a sentir la Iglesia con una actitud agradecida por la transmisión del Evangelio a través de ella, sabiendo que sus problemas son los nuestros; a sentir en la Iglesia viéndola como un cuerpo cuyos miembros están al servicio de todo el cuerpo; y a sentir con la Iglesia no convirtiendo nuestro criterio personal en criterio absoluto y poniendo al servicio de los demás los dones recibidos.

Recordemos que en la misión no va incluido el éxito, pero esta certeza no ha de llevarnos ni a la indiferencia ni a la pasividad. “La ascesis cuaresmal es un compromiso animado por la gracia para superar nuestras faltas de fe y nuestras resistencias a seguir a Jesús en el camino de la cruz”. No tenemos excusa para no dar frutos de santidad que glorifiquen a Dios. Hay que podar las ramas secas que impiden crecer el árbol de nuestra vida. La vocación cristiana debe ser vivida siempre con alegría, manteniendo las lámparas encendidas (cf. Mt 25,1-13) aunque la espera se alargue. Esta actitud interpelará proféticamente y nunca defraudará.

Vivir la fraternidad

Dios Padre quiere que nos sintamos hermanos y vivamos la fraternidad. Así lo percibimos en la parábola del hijo pródigo. Es verdad que la vuelta del hijo menor es interesada: “Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre” (Lc 15, 17) y que el hijo mayor acapara una filiación que no es exclusivamente suya: “Mira en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado” (Lc 15,29-30), pero el Padre sale al encuentro de los dos aunque no sabemos si el hijo mayor participó en la fiesta preparada con motivo de haber encontrado al hijo menor.

24 Horas para el Señor

En este camino cuaresmal celebramos las 24 horas para el Señor, que tendrán lugar el viernes 24 y el sábado 25 de marzo, recordando las palabras de Jesús a la pecadora perdonada: “Han quedado perdonados tus pecados” (Lc 7,48). En la adoración eucarística encontramos también el sosiego propicio para celebrar el Sacramento de la Reconciliación cuya experiencia nos lleva a ser misericordiosos con los demás. Pido que en las parroquias, en las comunidades religiosas y en nuestros Seminarios se programen momentos de adoración al Santísimo, lectura de la Palabra de Dios y celebraciones penitenciales en el contexto de esta celebración.

Doy gracias a Dios por todos vosotros que me habéis posibilitado realizar la misión que el Señor me encomendó como vuestro Obispo, unas veces yendo delante, otras en medio y alguna vez también detrás. ¡Buen camino hacia la Pascua! Os saluda con afecto y bendice en el Señor.

+ Julián Barrio Barrio,

Arzobispo de Santiago de Compostela.

FRANCISCO DIEZ AÑOS DE PONTIFICADO

Justamente, el Papa Francisco, en estos diez años de Pontificado, nos ha mostrado un estilo humano y pastoral propio de su condición de jesuita, de latinoamericano y de buen pastor, ajustado siempre a los principios del evangelio de Jesucristo. Estilo del papa Francisco que impacta más en el mundo y en la Iglesia cuanto más el mundo se aparta de los caminos de Dios y más necesita la comunidad eclesial de volver a las fuentes primeras del cristianismo.

Su pontificado ha causado admiración y a nadie ha dejado indiferente, bien por lo novedoso de su genuina personalidad como ser humano y como Papa o bien por los temas, acentos y énfasis de su ministerio Petrino. Francisco abraza la vida y enseñanzas de Jesús de Nazaret para hacerlas su propia vida y sus propias enseñanzas.

Y esta manera de querer vivir auténticamente el evangelio de Jesucristo, de manera sencilla, transparente y sin poses, no es ajena ni escapa al asombro y admiración de todos, dentro y fuera de la Iglesia Católica. Su propio temperamento y su vida como cristiano lo convierten, además, en un hombre y pastor bueno, cercano, sencillo, humilde, en uno como nosotros.

Jorge Mario Bergoglio es, como hombre y como Papa, un ser cotidiano y auténtico en sus palabras y gestos, en los temas que trata, en sus actitudes y en su muy propio y personal modo de comunicarse y de acercarse a todos…

Su manera de ser y estar en la Iglesia y en el mundo lo muestran como un hombre conservador en su doctrina pero progresista en sus actitudes y enfoques; como acogedor, compasivo e incluyente y no excluyente y como un Papa que tiene, quiere y propone una nueva manera de entender las formas de gobierno al interior de la Iglesia hasta aparecer y presentarse él mismo como “anticlerical”.

Desde el primer instante en que asomó al balcón de la Plaza de San Pedro para ofrecer su primera bendición Papal “Urbi et Orbi”, el Pontificado de Francisco ha estado acompañado de signos y gestos novedosos y proféticos con los que ha refrescado la imagen de la Iglesia ante el mundo pero, sobre todo, nos ha convocado permanentemente a los creyentes, a la adhesión a la persona de Cristo, a volver a las fuentes primarias de nuestra fe para vivir la autenticidad evangélica, como verdaderos discípulos y misionera de la Buena Nueva en el mundo.

En la complejidad de esta coyuntura histórica, política, social y cultural en la que vive hoy la humanidad entera, en medio de los enormes desafíos por los que atraviesa hoy el mundo y la Iglesia Católica en él, la guía del Papa Francisco, su vida, sus gestos, sus enseñanzas, han sido, para todos, un viento fresco y un faro de luz en medio de las vicisitudes e incertidumbres que todos afrontamos. Su deseo de avanzar, de poner en marcha a la Iglesia para que avance al mismo paso de los cambios y “signos de los tiempos” que experimenta hoy la humanidad.

Francisco, luz del mundo

Su afán porque la Iglesia entera sea “luz en medio de las tinieblas”, porque alumbremos en las periferias del mundo y compartamos el amor de Dios especialmente con los “descartados” de la tierra, ha encontrado críticas y frenos, sobre todo, al interior de la misma Iglesia, de los que – laicos y clérigos – ven en Francisco una amenaza para sus comodidades e intereses, de los que sienten que Francisco los confronta con el Evangelio y desempolva y sacude el apaciguamiento de sus conciencias, y de todos los que – como los fariseos en tiempos de Jesús de Nazaret – dejan de lado el mandamiento de Dios por aferrarse a los legalismos y tradiciones de los hombres (Cfr. Mc 7,1-13).

Todo esto porque Francisco es primero que todo un “cristiano” a carta cabal, un convencido del Evangelio de Cristo como la respuesta a nuestras ansias de felicidad y a las búsquedas de todos por un mundo mejor, más vivible, más sostenible, más humano y fraterno.

En este décimo aniversario de su pontificado, nos alegramos por todo lo que es y ha significado para la iglesia y el mundo la guía y el Pontificado de Francisco. Celebramos su afán por acercarnos – de nuevo – al evangelio de Cristo y al amor de Dios experimentado y compartido por todos. Nos alegramos por su empeño en que volvamos a ser cristianos y en sacar a la Iglesia de las sacristías para que “alumbre a todos los que están en casa” (Cfr. Mt 5,14-16).

Agradecemos a Dios todo su amor y devoción por los más pobres, los enfermos, los encarcelados, los migrantes, los que más sufren. No le ha tocado fácil al Papa Francisco. Le ha tocado nadar contracorriente de un mundo que quiere construir realidades, relaciones, instituciones y sociedades en contra o a espaldas de Dios y, sobre todo, lo que más duele al Papa, experimentar y padecer las resistencias, oposiciones, negaciones y traiciones al evangelio de Cristo, de laicos y ministros ordenados, al interior mismo de la Iglesia que preside.

Recemos por Francisco, como él mismo nos lo pidió desde el primer instante de su pontificado, para que el Espíritu de Dios continúe fortaleciéndolo, consolándolo, animándolo y nos acompañe y presida en la fe por muchos años más. ¡Ad multos annos!

MARIO J. PAREDES

*Mario J. Paredes es director ejecutivo de SOMOS Community Care, una red de 2600 médicos independientes, la mayoría de ellos proveedores de atención primaria, que atienden a cerca de un millón de los pacientes de Medicaid más vulnerables de la ciudad de Nueva York.

UN LEONÉS SE GRADÚA EN HISTORIA DEL ARTE…¡A LOS 81 AÑOS!

Lucio Santamarta es originario de Villamoratiel de las Matas (León), inició el Grado en Historia del Arte en 2014 y desde entonces ha sido constante en su asistencia a clase

 El pasado viernes 3 de marzo, la Facultad de Filosofía y Letras acogió la lectura y defensa de uno más de los Trabajos Fin de Grado que se celebran en este centro y resto de escuelas y facultades de la Universidad de León (ULE). Sin embargo, en esa ocasión merecía un mayor reconocimiento y atención al tratarse del alumno Lucio Ángel Santamarta Alegre, que a sus 81 años ha logrado graduarse en Historia del Arte.

Santamarta, natural de León aunque su familia procede de Villamoratiel de las Matas (León), inició el Grado en Historia del Arte en 2014 y desde entonces ha sido constante en su asistencia a clase, solo suspendida una temporada por motivos de salud.

Su TFG (Trabajo Fin de Grado) versa sobre la Catedral de León

El Salón de Grados de la Facultad de Filosofía y Letras recién inaugurado el pasado miércoles fue el escenario donde dio lectura a su proyecto de fin de estudios, un Trabajo Fin de Grado (TFG) titulado ‘Arquitectura renacentista en la Catedral de León’, donde analiza los promotores, arquitectos y circunstancias que transformaron el templo leonés durante el siglo XVI y que defendió con éxito ante un tribunal integrado por Mª Dolores Teijeira Pablos (presidenta), José Alberto Moráis Morán (Vocal) y Javier Castiñeiras López (secretario).

Con este trabajo, según explicó el profesor y tutor del TFG, Joaquín García Nistal, «no solo ha demostrado desarrollar las competencias propias del título, sino también, y especialmente, porque Lucio Ángel se ha convertido en un ejemplo de superación y un referente para su generación y otras más jóvenes con las que ha compartido los últimos años su entusiasmo por el Arte».

LEONOTICIAS

ESTA CUARESMA VOLVEMOS AL DESIERTO

Necesitamos que nos recuerden las cosas, bien para reforzar lo que ya sabemos o para hacernos reflexionar y descubrir.

Éstos son los SIETE SACRAMENTOS DEL DESIERTO, son reflexiones para leerlas despacito, en voz baja y dejarlas que entren hasta el fondo de nuestro ser:

1º El desierto está aquí, en tu edad con sus achaques, en tu cruz de cada día. Llévalos con paz, incluso con gozo, conviértelos en ofrenda.

2º El desierto está dentro de ti, en tu intimidad, donde te cuesta pasar, porque el ruido, la prisa, la superficialidad te echan fuera. ¡Vuélvete dentro, donde Dios habita y te espera!

3º El Desierto es ahora, aquí mismo, en tu vivir cotidiano con sus cuestas arriba y abajo, su trajín, sus madrugones, sus insomnios, en la ventanilla cerrada, la multa o la hipoteca sin pagar. Cada roce, mala cara, ruido, silencio molesto, cada dolor de rodilla, de espalda, cada tropezón son instantes que nos maduran en el sufrir y en el luchar.

4º El Desierto está cerca, alrededor. ¡Hay tantas seducciones, ofertas, señuelos! Cada pecado capital te envía su mensaje seductor, con el sexo, la codicia, la comodidad, o soliviantador, como la envidia o la ira

5º El desierto es purificación, maduración. Las tentaciones de Jesús estaban disfrazadas de

bien: ¡Asegúrate, ten un buen proyecto, cuídate, no te compliques! Son las tentaciones de los buenos. En el desierto aprendemos a diferenciar lo que viene de Dios, o de los hombres.

6º El desierto es intimidad, vida interior, encuentro amoroso con el Señor, penitencia y reconciliación.

7º El desierto, en fin, está en el piso solitario de la abuelita, en la chabola llena de frío y hambre, en los portales de Belén sin pastores ni Reyes Magos, en las frías noches del enfermo, el mendigo.

Reflexionemos y meditemos…..

LAS EXIGENCIAS, CON UNO MISMO

La buena noticia de Jesús debe ser defendida por todo seguidor de Jesús. Pero como en la base de esta buena noticia está siempre el amor, un amor que termina dando la vida por los enemigos, es inconcebible que esta buena noticia se emplee para odiar, condenar o rechazar a quien no la acepta. En la cruz de Cristo se rompe toda espiral de violencia, porque allí Jesús se niega a devolver mal por mal. El único modo de parar el mal es no respondiendo al mal. Y el único modo de desarmarlo es devolviendo bien por mal.

No es extraño, por tanto, que el Papa Francisco insista en la necesidad de una Iglesia acogedora, una Iglesia de puertas abiertas, no una Iglesia de puros o de perfectos, sino una Iglesia en la que los impuros y los imperfectos, muchas veces condicionados por circunstancias difíciles de superar, por no decir imposibles, hacen lo que pueden. Evidentemente cuando hablamos de impuros e imperfectos, no nos referimos a personas que hacen el mal o dañan a otros. Una cosa es que yo tenga dificultades en controlar mis pasiones y otra es que esas pasiones me lleven a dañar al prójimo o a abusar de él. En el primer caso, un cristiano es comprensivo y busca ayudar; en el segundo, un cristiano busca impedir; o busca ayudar impidiendo que una tercera persona sea dañada.

Por eso decía en el post anterior que con la precisión de evangélica nos orientamos en el buen sentido del término radicalidad. Porque el evangelio no es extremoso ni intransigente. Ese modo de pensar y de proceder no debería tener lugar en la Iglesia. Si un cristiano es radical es porque entiende que nunca ama suficientemente, que siempre puede hacer más por los demás. Un cristiano nunca se cansa de hacer el bien. Pero esta radicalidad se aplica sobre todo con uno mismo. De cara a los demás, la radicalidad del amor se ofrece como una propuesta, nunca como una exigencia.

En este sentido un cristiano es alguien muy exigente consigo mismo, pero nada intransigente con los demás. Un amor a la fuerza es imposible. El amor siempre nace, crece y se desarrolla en un clima de libertad. Dígase lo mismo de la fe: ella es libre por su propia naturaleza. Por eso, cualquier género de coacción en materia religiosa está en total desacuerdo con la índole de la fe cristiana. La verdad solo se impone “por la fuerza de la misma verdad, que penetra suave y a la vez fuertemente en las almas” (Concilio Vaticano II).

Martin Gelabert

Blog Nihil Obstat

EL LEGADO TEOLÓGICO PASTORAL DEL PAPA FRANCISCO TRAS 10 AÑOS DE PONTIFICADO

Así resume Mons. Mariano Fazio, vicario auxiliar del Opus Dei, el legado que el Papa ha dejado a la Iglesia y a la sociedad desde 2013 hasta hoy. Estas ideas fueron presentadas en un evento organizado recientemente por la Academia de líderes católicos y la Pontificia Comisión para América Latina.

Me gustaría subrayar algunos puntos del Magisterio de Papa Francisco, que están ayudando a renovar la fe de la Iglesia siempre dentro de la tradición.

Diez años son muchos, por lo que se trata necesariamente de una selección de ideas.

“El nombre de Dios es misericordia”.

Al recordarnos que Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre, Francisco plantea una realidad en la que tanto insistió san Juan Pablo II: nos dice que el anuncio del kerigma salvífico es el mensaje fundamental de la fe cristiana. Dios se encarnó para salvarnos, muriendo en la Cruz y abriéndonos las puertas de su perdón a través de su infinita misericordia.

Las bienaventuranzas, corazón del Evangelio.

Tanto las bienaventuranzas como el capítulo 25 del Evangelio de san Mateo -donde se habla de las vírgenes necias y prudentes, de la parábola de los talentos y del juicio final- son el corazón del Evangelio, porque esos textos ponen de manifiesto la misericordia divina y su acogida en el corazón de cada persona.

El matrimonio, participación del amor de Dios.

En Amoris laetitiae, el Papa hace una relectura del himno del amor de la carta de san Pablo a los Corintios que permite comprender que el amor de los esposos es participación del amor de Dios: “Podría tener fe como para mover montañas; si no tengo amor, no soy nada”, dice san Pablo.

Y el Papa añade en su exhortación apostólica: “No podremos alentar un camino de fidelidad y de entrega recíproca si no estimulamos el crecimiento, la consolidación y la profundización del amor conyugal y familiar”. Propone, en concreto, que en la familia se usen tres palabras para estimular ese amor: gracias, perdón, permiso.

El buen samaritano, inspiración para acoger al otro.

En la encíclica Fratelli tutti, el Papa sugiere una relectura de la parábola del buen samaritano. Rastrea sus antecedentes en el Antiguo Testamento e interpela al lector preguntando con qué personaje se identifica.

Mirando al mundo de hoy e incluso a la Iglesia, afirma: “Todavía hay quienes parecen sentirse alentados o al menos autorizados por su fe para sostener diversas formas de nacionalismos cerrados y violentos, actitudes xenófobas, desprecios e incluso maltratos hacia los que son diferentes”. Francisco invita a que en la catequesis y la predicación se tenga más presente hablar dignidad de cada persona.

La santidad “de la puerta de al lado”.

En Gaudete et exsultate, Francisco acerca la santidad a la vida ordinaria, rememorando aquellos gestos cotidianos que podemos llevar a plenitud con la presencia de Dios. Dice así: “Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: a los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo. En esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad de la Iglesia militante. Esa es muchas veces la santidad de la puerta de al lado, de aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios, o, para usar otra expresión, ‘la clase media de la santidad’”.

A los jóvenes: Dios es Amor. Cristo salva. Vive.

Estas tres realidades componen el anuncio kerigmático vivencial que Francisco quiere transmitirles. “No conocerás la verdadera plenitud de ser joven -dice en Christus vivit-, si no encuentras cada día al gran amigo, si no vives en amistad con Jesús”. Y añade que los amigos nos ayudan a madurar y son, al mismo tiempo, un reflejo del cariño del Señor.

Tener amigos nos enseña a abrirnos, a comprender, a cuidar a otros, a salir de nuestra comodidad. Por eso, la amistad con Jesús transforma, porque él “los quiere como sus instrumentos para derramar luz y esperanza, porque quiere contar con vuestra valentía, frescura y entusiasmo”. El Señor invita a todos al anuncio misionero en “cualquier ambiente, hasta las periferias existenciales, también a quien parece más lejano, más indiferente”.

Contagiarnos de la alegría del Evangelio.

El Papa invita a vivir y transmitir la alegría evangélica, y lo recuerda con expresiones como: “No tener cara de Cuaresma sin Pascua”. Es decir, el cristiano tiene que renovar la esperanza -en ocasiones, tantas veces al día- porque “Dios puede actuar en cualquier circunstancia, también en medio de aparentes fracasos”. El pesimismo no es cristiano. Quien se entrega a Dios por amor será fecundo.

“Tal fecundidad es muchas veces invisible, inaferrable, no puede ser contabilizada. Uno sabe bien que su vida dará frutos, pero sin pretender saber cómo, ni dónde, ni cuándo”. Nada hecho por amor se pierde: ningún trabajo, ninguna preocupación sincera, ningún acto de amor a Dios, ningún cansancio generoso… Pero esa espera no implica inactividad o una actitud pasiva ya que, en el misterio de una aparente esterilidad, “sólo sabemos que nuestra entrega es necesaria”.

Cuidar y proteger la casa común.

Tomando como inspiración las palabras del santo de Asís –“Laudato si’”-, papa Francisco recuerda la necesidad de cuidar la tierra, que nos ha sido confiada por Dios. “Hago una invitación urgente a un nuevo diálogo sobre el modo como estamos construyendo el futuro del planeta. Necesitamos una conversación que nos una a todos, porque el desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos interesan y nos impactan a todos”.

El Papa subraya la íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta, con la convicción de que en el mundo todo está conectado. Además, denuncia la cultura del descarte y propone una base para desarrollar una nueva ecología humana.

La fe, luz para vernos y para ver como Cristo.

El Papa dedicó su primera encíclica a la fe. Lumen fidei explica que la fe nos ayuda a participar de la visión de Jesús. “Para la fe, Cristo no es sólo aquel en quien creemos, la manifestación máxima del amor de Dios, sino también aquel con quien nos unimos para poder creer. La fe no sólo mira a Jesús, sino que mira desde el punto de vista de Jesús, con sus ojos: es una participación en su modo de ver”.

Señalaba, además, que es urgente recuperar el carácter luminoso propio de la fe, “pues cuando su llama se apaga, todas las otras luces acaban languideciendo”. La fe, dice el Papa, nace del encuentro con el Dios vivo, que nos llama y nos revela su amor, “un amor que nos precede y en el que nos podemos apoyar para estar seguros y construir la vida”.

La piedad y la revolución de la ternura.

El Papa ha hecho numerosas referencias a devociones cristianas que pueden provocar una revolución en la vida de los cristianos si se viven con ternura: nos ha invitado a poner el belén en Navidad para acoger a Dios (Admirabile Signum), ha escrito sobre san José para que aprendamos a ser custodios de los demás (Patris Corde) y sabemos que acude a saludar a la Virgen a la basílica romana de Santa María la Mayor cada vez que regresa de un viaje. Son gestos de hijo del que aprendemos a ser hijos del Padre.

El autor: Mariano Fazio

Sacerdote, historiador y profesor. Actual vicario auxiliar del Opus Dei.​