El Santo de la Semana: San Ireneo obispo de Lyon

Escritor del siglo II (140-202), Padre de la Iglesia, el teólogo más profundo e importante de su siglo, fue declarado doctor de la Iglesia por el Papa Francisco el 27 de enero de 2022. Celebra su fiesta el 28 de junio.

Su Vida

Nació cerca del año 140 y, en su adolescencia fue oyente de San Policarpo, discípulo a su vez de San Juan Evangelista, el discípulo amado, lo cual hace suponer su procedencia asiática y probablemente de Esmirna. Por esta misma razón, San Jerónimo no duda en llamarlo «hombre de los tiempos apostólicos”

No se sabe el motivo por el que San Ireneo se encontraba en Roma a la muerte de San Policarpo (23 de febrero del 155), como tampoco se conoce la razón por la que abandona el Asia Menor y se traslada a las Galias. Es cierto que en tiempos de Antonino Pío (161-180) era presbítero de la iglesia de Lyon.

Una vez sacerdote fue enviado por los confesores de aquella diócesis al papa Eleuterio (174-189) para que hiciese de mediador en una cuestión referente al montanismo. El aprecio hacia su persona y su rectitud doctrinal hace explicable el que a la muerte de Fotino, obispo de Lyon, sea nombrado su sucesor. Su dignidad episcopal queda también confirmada por los testimonios de San Jerónimo.

Este obispo vive cuando la Iglesia estaba creciendo y expandiéndose en su identidad todavía joven. Después de la muerte del último Apóstol, San Juan, fue tarea especial de los Padres de la Iglesia post-apostólicos – hombres como Justino el Mártir, Ignacio de Antioquía e Ireneo de Lyon – mantener viva la fe.

De su tarea como obispo, conocemos su papel pacificador en la controversia de la Pascua durante el pontificado del papa Víctor I (189-198). Se ignora el año de su muerte (cerca del 202) y no parece ser cierto el hecho de su martirio, en tiempo de Septimo Severo.

Sus obras

De su producción literaria también nos han llegado noticias a través de Eusebio y de Sócrates aunque solamente dos de sus escritos se nos han trasmitido completos.

La obra principal la escribió contra los gnósticos, cuyo título original griego “Elenjos kai anatrope tes pseudonímou gnóseos” (Demostración y refutación de la falsa gnosis) nos ha conservado Eusebio. Se le conoce comúnmente con el nombre de Adversus Haereses, (Contra los herejes) y nos ha llegado no en la lengua original griega sino en una traducción latina muy literal.

Es una obra polémica, dividida en cinco libros. En el primero intenta descubrir como falsas las doctrinas de los herejes (Valentín, Basílides, Cerinto, Marción, Taciano, etc.); en el segundo, refuta con argumentos de razón dichas herejías; en el tercero prueba la misma suerte, pero apoyándose en la Sagrada Escritura; en el cuarto hace lo mismo pero con palabras del Señor, y en el quinto, que trata casi exclusivamente de la resurrección de la carne, ofrece idéntica perspectiva, pero partiendo de otras doctrinas del Señor así como de las epístolas apostólicas.

Se propone, en esta obra, desenmascarar a los herejes para que reconociendo sus errores se conviertan a la Iglesia de Dios a la vez que pretende confirmar la fe de los recién bautizados en la doctrina tradicional.

Su obra “Epídeixis tou apostolikou kerigmatos” (Demostración de la enseñanza apostólica) no es un libro polémico sino más bien apologético. Expone la predicación de la verdad y explana las pruebas de los dogmas divinos; es un precioso testimonio de la teología y de la doctrina del santo, al mismo tiempo que ofrece un sentido del cristianismo sencillo, seguro y profundo.

Además de las obras enumeradas, escribió el “Adversus Gentes” que se titula De scientia Contra los que adulteraban la ley precisa de la Iglesia. Escribió diversas cartas a muchos obispos

Su doctrina

a) Trinitaria:

El principio frontal del que se sirve para refutar los sistemas gnósticos es el de la unidad divina: un solo Dios, un solo Señor, un solo Creador, un solo Padre, sólo El contiene todas las cosas dando el ser a todas ellas. Teniendo en cuenta los presupuestos de la gnosis, identifica el Dios único y verdadero no sólo con el Creador del mundo, sino también con el Dios del Antiguo Testamento. El Padre es Señor y el Hijo es Señor.

El Padre es Dios y el Hijo es Dios, ya que el que ha nacido de Dios es Dios. Asimismo, por la esencia misma y la naturaleza de su ser, se demuestra que no existe más que un solo Dios, aunque en la economía de nuestra redención haya un Hijo y un Padre.

También afirma la divinidad del Espíritu Santo incluyéndolo en el rango de Dios y que Él mismo lo derrama sobre la humanidad por El adoptada. El Espíritu Santo es eterno y se adueña del hombre interior y exteriormente no abandonándolo jamás.

La historia de la humanidad creada y redimida, así como las palabras «hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra» de Gen 1,26 (que el Padre dirige al Hijo y al Espíritu Santo), según Ireneo prueban claramente la existencia del Padre, del Hijo y del Espíritu.

El Verbo, pues, es Hijo de Dios, Hijo único de Dios y su filiación no comienza con la concepción virginal sino que es eterno como el Verbo que preexiste desde siempre.

Por su parte el Espíritu Santo, que ha hablado por los profetas, que ha enseñado a nuestro padres las cosas divinas y que ha guiado a los justos por el camino de la justicia, es el que, llegada la plenitud de los tiempos, ha sido derramado de un modo nuevo sobre la humanidad, mientras que Dios renovaba al hombre sobre toda la tierra.

El Verbo es quien revela al Padre y el Espíritu Santo es el revelador del hijo.

b) Encarnación:

Contra la teoría de Valentín afirma que la carne y sangre de Cristo son tan reales y verdaderas que fue el antiguo plasma de Adán lo que Cristo recapituló en Sí mismo. De esta manera, resulta evidente que si la afirmación de los herejes fuese cierta, el Verbo de Dios no habría tomado la carne ya que el asumirla hubiera supuesto la carga de un elemento despreciable.

Pone un interés especial en probar la realidad de la Encarnación precisamente porque estriba en ella la posibilidad de salvación para la carne.

El hecho de que Cristo asumió una carne verdadera explicará el relato sobre la plasmación del hombre haciendo ver cómo Cristo es el ejemplar del hombre de Gen 2,7.

El que el Verbo aún no hubiese tomado carne acarreó dos efectos desastrosos para el hombre, es decir, olvidándose que había sido hecho a imagen de Aquel que aún no se había manifestado, perdió fácilmente dicha semejanza.

Es, pues, la Encarnación el postulado necesario para que la obra redentora tenga sentido, al mismo tiempo que Cristo hecho carne, sufriente, muerto y revivido apunta a la idea de hombre perfecto, idea ahora realizable, porque de un modo ejemplar se ha realizado ya en Cristo.

Por otra parte, Cristo hecho carne queda constituido, después de restituir su dignidad al hombre plasmado, en mediador entre Dios y los hombres renovando, mediante su obediencia, los vínculos de amistad entre las dos partes alejadas.

c) Hombre:

El hombre, hecho de la tierra, es una obra de Dios y las tres divinas Personas intervinieron en su creación con su característica personal. Correspondió al Padre dar la consistencia a la materia ex qua del futuro cuerpo humano; al Hijo, en cambio, configurando la materia según la forma del hombre, le corresponde el cuerpo, el plasma o carne; quien fue capaz de sanar al ciego con el polvo de la tierra hecho barro, fue también capaz de formar ojos y cuerpo con el mismo polvo árido de la tierra que pisamos.

Por eso corresponde al Hijo recapitular en Sí el antiguo plasma de Adán para que sin renunciar a él, sino sólo a sus concupiscencias, pueda el hombre hacerse espiritual y viviente.

Y, por último, corresponde al Espíritu Santo, vistiendo de semejanza interna el cuerpo de Adán, el individuo viviente, dotado de Espíritu de Dios y destinado a poseerle. Y llega a afirmar que la carne y sangre que no tienen el espíritu de Dios están muertos.

En cuanto a su constitución, enseña que el hombre está compuesto de cuerpo, alma y espíritu.

La carne es el elemento capaz de ser perfeccionado, mientras que el alma es un elemento intermedio que se elevará unas veces siguiendo las mociones de la parte espiritual del hombre, o se rebajará otras accediendo a las concupiscencias de la carne.

Si se toma la sustancia-carne, el plasma, e independientemente el espíritu, se tendrá el plasma por un lado y el espíritu por otro pero no resultará el hombre espiritual y perfecto hasta que el Espíritu de Dios, unido al espíritu del hombre, transforme el plasma.

Parece, pues, que son dos cosas totalmente distintas en San Ireneo el hombre perfecto y hombre espiritual y perfecto; hombre perfecto equivale a hombre acabado, íntegro, es decir, que tiene las partes esenciales que hacen que dicho ser sea un hombre y no otra cosa; en cambio, hombre espiritual y perfecto equivale a aquel que una vez constituido en sus partes integrantes -cuerpo, alma y espíritu-, se abre libremente para recibir el Espíritu de Dios.

Tanto el alma como el espíritu tienen asegurada la pervivencia por su misma naturaleza; la carne, en cambio, por configuración propia es perecedera y mortal. Pero Cristo, haciéndose hombre, asumió la carne específicamente igual que la de cualquier otro hombre y redimiéndole con ella y resucitando, aseguró a dicho elemento la perseverancia en su ser.

Y esto no por su propia sustancia, ni por unas fuerzas ocultas que el hombre pudiese despertar en determinado momento; el que la carne adquiera una perseverancia eterna se deberá únicamente a la intervención de Dios, que puede hacer inmortal a lo mortal y puede traspasar de incorruptibilidad a lo que por naturaleza es corruptible.

El Espíritu, absorbiendo a la carne en su debilidad, le comunica su fuerza y virtualidades. Lo débil ha sido asumido por el elemento más poderoso quedando la enfermedad de la carne desterrada por la fuerza del Espíritu; la incorruptibilidad, pues, consistirá en una transfiguración, en un paso de mortal a inmortal, de corruptible a incorruptible, no por su propia sustancia sino por la intervención de Dios.

d) Escatología:

Si era necesario que fuese asumido lo que había de ser redimido, el fin último de la Encarnación consiste en que el Verbo de Dios depare en los tiempos novísimos una morada apta a cada uno, dado que en este mundo muchos se ponen de parte de la luz y otros se separan de ella.

La obra recapituladora de Cristo aparece, pues, como la designación concreta de cada uno al lugar que le corresponde. Hasta tal punto es necesario un juicio que discrimine la actitud de los hombres, que si éste no se diese habría sido inútil el advenimiento de Cristo.

Si el Hijo ha venido igualmente para todos y el Padre ha hecho a todos de modo semejante dotándolos de recto juicio y de libertad en sus operaciones, es necesario que se declare mediante una acción judicial la sumisión o desacato de los hombres.

La comunión con Dios es vida, luz y participación de su gozo; en cambio, los que haciendo uso de su libertad rompen la comunión con Dios, se separan de Él y de todo lo que tal unión lleva consigo. Y dado que Dios es eterno, eterna será la participación en su gozo y eterna la duración de los sufrimientos. El juicio supone que la obra comenzada en la Encarnación ha quedado consumada.

Y del mismo modo que existe la comunión con Dios que asegura la comunión en su eterna gloria, existe también la comunión con el diablo. Él recapitulará toda maldad, de modo que los que le están unidos por el lazo de la injusticia y de la impiedad participarán siempre con él en la maldición del fuego sin fin.

e) Iglesia:

Sus ideas en torno a la Iglesia pueden ser agrupadas en los apartados siguientes:

Cristo Cabeza de la Iglesia atrae a Sí todas las cosas a su debido tiempo continuando, mediante ésta, la obra de renovación hasta el fin de los tiempos.

A diferencia de los gnósticos, que no tienen un cuerpo de doctrina uniforme y armónico, la Iglesia, extendida por todo el mundo, guarda celosamente la fe recibida de los Apóstoles y de sus discípulos como si estuviera toda reunida en una sola casa y cree todo como si no tuviera más que una sola mente y un solo corazón y su predicación y tradición es conforme a esta fe, como si no tuviera más que una sola boca.

Así como la gnosis está reservada a pocos, la Iglesia, en cambio, esparcida por la tierra abarca a los hombres de todos los tiempos; y aunque haya muchas lenguas en el mundo, la fuerza de la fe y de la tradición es en todas partes la misma.

-Solamente los Apóstoles y sus sucesores han recibido del Padre el don seguro de la verdad, carisma, por tanto, que falta a los herejes puesto que no son sucesores de los Apóstoles.

f) Primado de la Iglesia romana:

El texto que dice relación al Primado es el siguiente: porque, a causa de su principalidad, es preciso que concuerden con esta Iglesia todas las iglesias, es decir, los fieles que están en todas partes, ya que en ella se ha conservado siempre la tradición apostólica por los fieles que son en todas partes

En el contexto trata San Ireneo sobre la Iglesia romana y demuestra que la tradición que ésta ha recibido de los Apóstoles y la fe que ha anunciado a los hombres han llegado hasta nosotros por sucesiones ininterrumpidas de obispos.

g) Mariología.

Es el teólogo por excelencia del tema María Nueva Eva. La obra de la redención sigue, en el obispo de Lyon, las mismas etapas de la caída del hombre y, por consiguiente, la antítesis Eva-María no es más que un aspecto o un momento de la recapitulación.

“Eva es una virgen caducada, seducida por el ángel rebelde, desobediente, que causa por sí misma la muerte, virgen condenada, causa de muerte para todo el género humano, que engendra en la corrupción y en el dolor; María, en cambio, es virgen que recapitula a Eva, evangelizada por el ángel fiel, obediente, que causa por sí misma la salvación, virgen abogada de Eva, causa de salvación para todo el género humano, que engendra sin corrupción y sin dolor”.

Cristo abrió con toda pureza el seno puro que regenera a los hombres en Dios.

¿Cómo ayudó San Ireneo al papado y al episcopado en los primeros días de la Iglesia?

Principalmente estando disponible para hacer una defensa racional de la verdad de la fe. Se centra en la Tradición, un concepto que lamentablemente se malinterpreta en la actualidad. Este es el ataque de Ireneo a los gnósticos herejes, quienes afirmaban tener un “conocimiento secreto” de Dios:

Así, la tradición de los apóstoles, manifestada en todo el mundo, está presente en cada iglesia para ser percibida por todos los que desean ver la verdad.

Podemos enumerar a los que fueron nombrados por los apóstoles como obispos en las iglesias como sus sucesores incluso hasta nuestro tiempo, hombres que enseñaron o no sabían nada de lo que imaginan locamente.

Sin embargo, si los apóstoles hubieran conocido misterios secretos que habrían enseñado en secreto a los “perfectos”, desconocidos para los demás, los habrían transmitido especialmente a aquellos a quienes confiaron las iglesias.

Porque querían que aquellos a quienes dejaron como sucesores, y a quienes transmitieron sus propias posiciones de enseñanza, fueran perfectos e irreprensibles (1 Ti. 3: 2) en el mismo respeto.

 Si estos hombres actuaran correctamente, sería un gran beneficio, mientras que si fracasaran, sería la mayor calamidad.

Al describir la legítima sucesión de los apóstoles, Ireneo escribe:

“Señalamos aquí las sucesiones de los obispos de la más grande y antigua Iglesia conocida por todos, fundada y organizada en Roma por los dos más gloriosos apóstoles, Pedro y Pablo, esa Iglesia que tiene la tradición y la fe que nos llega.

 Después de haber sido anunciado a los hombres por los apóstoles. Con esa Iglesia, por su origen superior, todas las Iglesias deben estar de acuerdo, es decir, todos los fieles del mundo entero, y es en ella donde los fieles de todas partes han mantenido la tradición apostólica. (Contra los herejes, 3: 3: 2)”

Yendo más allá, en su batalla con los herejes, San Ireneo lleva a sus lectores a través de los primeros papas, llevándonos a algunas de las dificultades teológicas que enfrentaba la Iglesia de su época. Al describir la carta del Papa San Clemente a los corintios, afirma:

“Aquellos que lo deseen pueden aprender que el Dios proclamado por las iglesias es el Padre de nuestro Señor Jesucristo, y pueden entender la tradición apostólica por esta carta, más antigua que los que ahora enseñan falsamente que hay otro dios por encima del Demiurgo y Creador de todos.”

Con la misma secuencia y doctrina, la tradición de los apóstoles en la iglesia, y la predicación de la verdad, ha llegado hasta nosotros.

Esta es una prueba completa de que la fe vivificante es una y la misma, preservada y transmitida en verdad en la iglesia desde los apóstoles hasta ahora.

 Una de las principales razones por las que San Ireneo pudo refutar a los gnósticos se debe a su falta de tradición. El Catecismo de la Iglesia Católica dice (83): La Tradición aquí en cuestión proviene de los apóstoles y transmite lo que recibieron de la enseñanza y el ejemplo de Jesús y lo que aprendieron del Espíritu Santo.

La primera generación de cristianos aún no tenía un Nuevo Testamento escrito, y el mismo Nuevo Testamento demuestra el proceso de la Tradición viva.

La tradición debe distinguirse de las diversas tradiciones teológicas, disciplinarias, litúrgicas o devocionales, nacidas en las iglesias locales a lo largo del tiempo.

La falta de comprensión de la Tradición era un problema entonces en la Iglesia primitiva y sigue siendo un problema hoy. San Ireneo es necesario como maestro y ejemplo ahora más que nunca por tal motivo fue nombrado doctor de la Iglesia a primeros de 2022 por Papa Francisco.

FUENTE. Primeros Cristianos .com

En Italia una mujer de 100 años, tras renovar el carnet de conducir manifestó : «Estar vivo significa gozársela hasta el fondo»

Hasta los 102 años, como poco, podrá llevar su coche Candida Uderzo, una señora de la localidad de Brigenza, al noreste de Italia. El mes pasado renovó por dos años su carné de conducir poco después de haberse convertido en centenaria. Tras comprobar que no tenía problemas de visión ni cognitivos, en la autoescuela no tuvieron problema para extenderle durante dos años más el permiso.

«Yo siempre he conducido. Me gusta ser autónoma para no pesarle a mi hijo. Esta renovación me hace feliz y permitirá que me sienta libre todavía por un poco de tiempo», contó Uderzo en una entrevista con el diario milanés ‘Corriere della Sera’, en la que reconoció que se consideraba una «afortunada» por no sufrir enfermedades a tan provecta edad. «Tener tan buena salud me sorprende también a mí. No tomo nunca medicinas, como mucho alguna pastilla para dormir».

El secreto para convertirse en centenario podría estar en saber gozarse la vida, según la experiencia de esta señora que supo superar momentos duros. La que considera su «única tragedia» fue quedarse viuda cuando tenía 52 años. De aquel golpe se repuso con la idea de que «estar vivo significa gozársela hasta el fondo» y «no renunciar a nada», por lo que decidió sacudirse la pena por medio de largas caminatas con las amigas.

A la sombra de la catedral de Burgos

Una sombra alargada que alcanza ya 800 años bajo el sol que nos alumbra. La Catedral de Burgos ha reunido a más de 350 especialistas de todo el mundo en el Congreso Internacional organizado con ocasión de su octavo centenario. ¡Cuánta historia detrás de sus muros! ¡Qué trabajos de escultura en piedra! Y todo grita “gloria”.

Así tituló su ponencia, en la sesión inaugural, el Dr. Santiago del Cura Elena, a quien conocemos mucho en Tenerife porque gracias a su gestión como Decano de la Facultad, tenemos en Canarias un Instituto Superior de Teología. “Todo grita gloria: arte y fe; belleza y teología”. Porque si uno quiere descubrir la belleza de una Catedral y sus reales motivos, debe abrir la posibilidad de que Dios sea aliado de la belleza. Porque una Catedral como la de Burgos es, y cada vez estoy más convencido de ello, “(…) la Biblia en piedra”.

La gloria de Dios está en la obras grandes, pero también en las miniaturas que proclaman su grandeza. La creatividad humana genera obras grandes y pequeñas. Usa la piedra y la tela, el cristal o la partitura. Es como la vida misma. La creatividad humana que nos hace descubrir que hay logros grandes, como una vacuna, y pequeñas aportaciones que facilitan la vida como nuestro cepillo de dientes. Todo suma en el progreso de los pueblos.

La misma inteligencia creativa que fue capaz de elaborar tallada, una pequeña piedra que, en lo más alto de una aguja, nadie podría contemplar. Una joya escultórica escondida. La misma inteligencia puede destruir y arruinar por intereses individuales la vida de otra persona. ¡Qué paradójicos somos! Y tal vez se nos ocurre culpar al Creador de habernos dado inteligencia y libertad.

Aquí, a la sombra de este espectacular edificio, pensaba en nuestra Catedral de La Laguna. Construida e inaugurada en 1913 y rehabilitada en sus techumbres en 2014. Casi empezando su andadura y cargada de juventud. Pensaba que nunca será capaz de competir en belleza con esta que hoy contemplo, pero sí podrá albergar la misma gloria que esta alberga. En eso no hay diferencias. La misma liturgia solemne se celebra en ambas; los mismos sacramentos se celebran en ambas. En cada uno de sus sagrarios está el mismo Dios vivo y verdadero. Una misma gloria en dos envoltorios distintos llamados a contener la misma belleza infinita.

Y como si una mamá se dirigiera a su hija, imaginé -Burgos es tierra para soñar- lo que le diría la Catedral de Burgos a la de La Laguna: “Hola pequeña amiga del alma. Tu grandeza no la va a conquistar el arte de tus paredes ni los colores de tus vidrieras. Tu eres tan grande como yo porque has nacido para servir, uniendo como puente, a Dios y a las personas. Cuando alguien entra por tu puerta, de alguna manera, busca a Dios. Te lo puedo asegurar. Es lo que ha ocurrido durante estos 800 años en los que estoy en pie. Han cambiado gobiernos, han evolucionado las ciencias y la técnica, ha entrado en mí la luz eléctrica y la fibra óptica. Pero las personas siguen buscando a Dios. Incluso sin saberlo. Y servir de ayuda en esta búsqueda nos hace grandes a las dos.”

Juan Pedro Rivero González

Delegado de Cáritas diocesana de Tenerife

PAPA FRANCISCO. ÁNGELUS. Domingo XIII de tiempo ordinario

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En el Evangelio de hoy (cf. Lc 9, 51-62), san Lucas comienza el relato del último viaje de Jesús a Jerusalén, que terminará en el capítulo 19. Es una larga marcha no sólo geográfica sino espiritual y teológica hacia el cumplimiento de la misión del Mesías. La decisión de Jesús es radical y total, y los que le siguen están llamados a medirse con ella. El evangelista nos presenta hoy a tres personajes ―tres casos de vocación, podríamos decir― que ponen de relieve lo que se pide a quien quiere seguir a Jesús hasta el final, totalmente.

El primer personaje le promete: «Te seguiré adondequiera que vayas» (v. 57). ¡Generoso! Pero Jesús responde que el Hijo del Hombre, a diferencia de los zorros que tienen guaridas y los pájaros que tienen nidos, «no tiene donde reclinar la cabeza» (v. 58). La pobreza absoluta de Jesús. Jesús, en efecto, ha dejado la casa de su padre y renunciado a toda seguridad para anunciar el Reino de Dios a las ovejas perdidas de su pueblo. Así, Jesús nos indica a nosotros, sus discípulos, que nuestra misión en el mundo no puede ser estática, sino que es itinerante. El cristiano es un itinerante. La Iglesia por su naturaleza está en movimiento, no es sedentaria y no se queda tranquila en su propio recinto. Está abierta a los horizontes más amplios, enviada ―¡la Iglesia es enviada!― a llevar el Evangelio a los caminos y llegar a las periferias humanas y existenciales. Este es el primer personaje.

El segundo personaje con el que Jesús se encuentra recibe la llamada directamente de Él, pero responde: «Señor, déjame que vaya primero a enterrar a mi padre» (v. 59). Es una petición legítima, basada en el mandamiento de honrar al padre y a la madre (cf. Ex 20,12). Sin embargo, Jesús contesta: «Deja que los muertos entierren a sus muertos» (v. 60). Con estas palabras, deliberadamente provocadoras, tiene la intención de reafirmar la primacía del seguimiento y la proclamación del Reino de Dios, incluso por encima de las realidades más importantes, como la familia. La urgencia de comunicar el Evangelio, que rompe la cadena de la muerte e inaugura la vida eterna, no admite retrasos, sino que requiere inmediatez y disponibilidad. Por lo tanto, la Iglesia es itinerante, y aquí la Iglesia es decidida, actúa con prontitud, en el momento, sin esperar.

HOY VISITAMOS: COLEGIATA SANTA MARIA LA REAL DE CALATAYUD

Reconquistada Calatayud por el rey Alfonso I el Batallador el día de San Juan de 1120, la mezquita mayor de la ciudad fue convertida, según la tradición, en iglesia bajo la advocación de la Virgen María en su misterio de la Asunción.

Se cree fundación de Alfonso I y enseguida se convirtió en parroquia Mayor e iglesia de la Nobleza.

Se desconoce la fecha en que dicha iglesia fue elevada a la dignidad de Colegiata, aunque no sería inverosímil pensar que ya lo fuese en tiempo de Alfonso I. La colegiata fue escenario de los primeras Cortes de Calatayud en tiempo del rey Pedro IV, jurando en ella los fueros de la ciudad el emperador Carlos y el rey Felipe III.

En 1391, Juan I ofrece tratar con la santa sede para transformar la colegiata en iglesia catedral, Esta dignidad nunca se consiguió, pero los sucesivos de intentos hablan claro de la preeminencia del templo.

De la fábrica mudéjar original se conserva el claustro, la torre y el ábside.

En el S. XVI se realizan una serie de obras destacando la magnífica portada, realizada en alabastro del vecino Fuentes de Jiloca y  tallada por los maestros Juan de Talavera y Esteban de Obray.

Entre los S.XVII y S.XVIII se realizan otras obras, posiblemente relacionadas con la idea de conseguir  que fuese elevado a la dignidad catedralicia, que le dan la fisonomía actual. Por  Real Orden de 1884 fue declarada Monumento Nacional, ordenando la restauración de la portada, que se cerró con una verja.

En 2010 una pieza de un arco cayó, revelando que se hacía necesaria y urgente acometer la restauración.

Después de muchos años de profunda rehabilitación durante doce años, el pasado mes de mayo se reabría al público y al culto este precioso templo. Declarado Patrimonio Mundial de la Unesco por las partes de la fábrica mudéjar, que se conservan: el claustro, la torre y el ábside.

Noticias diocesanas: Clausura de Curso en la Diócesis de Tarazona

El pasado miércoles 8 de junio, se reunieron representantes de los distintos grupos de Vida Ascendente de nuestra Diócesis, para celebrar el fin de curso.

Aunque ha sido un curso aún algo extraño,  damos gracias a Dios por todo lo vivido y confiamos en que Él nos vaya devolviendo poco a poco a la tan deseada normalidad.

Durante esta jornada de convivencia visitamos la recién inaugurada Colegiata de Santa María de Calatayud, hemos celebrado la Eucaristía en la Parroquia de San Juan el Real, siendo presididos por su párroco D. Justo José Sánchez Muelas y a continuación hemos visitado la Basílica del Santo Sepulcro de la misma ciudad de Calatayud.

Finalmente hemos compartido la mesa antes de volver cada uno a nuestro lugar de origen.

José Manuel Vargas Puga

Consiliario diocesano de Vida Ascendente

El Inmaculado Corazón de María

María, Madre de Jesús y nuestra, nos señala  su Inmaculado Corazón. Un corazón que arde de amor divino, que rodeado de rosas blancas nos muestra su pureza total y que atravesado por una espada nos invita a vivir el sendero del dolor-alegría.

La Fiesta del Inmaculado Corazón de Maria, se celebra el sábado siguiente  al  segundo domingo de Pentecostés,  nos remite de manera directa y misteriosa al Sagrado Corazón de Jesús. Y es que en María todo nos dirige a su Hijo. Los Corazones de Jesús y María están maravillosamente unidos en el tiempo y la eternidad…

La Iglesia nos enseña que el modo más seguro de llegar a Jesús es por medio de su Madre.

Por ello, nos consagramos al Corazón de Jesús por medio del Corazón de María. Esto se hace evidente en la liturgia, al celebrar ambas fiestas de manera consecutiva, viernes y sábado respectivamente, en la semana siguiente al domingo del Corpus Christi.

Santa María, Mediadora de todas las gracias, nos invita a confiar en su amor maternal, a dirigir nuestras plegarias pidiéndole a su Inmaculado Corazón que nos ayude a conformarnos con su Hijo Jesús.

Venerar su Inmaculado Corazón significa, pues, no sólo reverenciar el corazón físico sino también su persona como fuente y fundamento de todas sus virtudes. Veneramos expresamente su Corazón como símbolo de su amor a Dios y a los demás.

El Corazón de Nuestra Madre nos muestra claramente la respuesta a los impulsos de sus dinamismos fundamentales, percibidos, por su profunda pureza, en el auténtico sentido. Al escoger los caminos concretos entre la variedad de las posibilidades, que como a toda persona se le ofrece, María, preservada de toda mancha por la gracia, responde ejemplar y rectamente a la dirección de tales dinamismos, precisamente según la orientación en ellos impresa por el Plan de Dios.

Ella, quien atesoraba y meditaba todos los signos de Dios en su Corazón, nos llama a esforzarnos por conocer nuestro propio corazón, es decir la realidad profunda de nuestro ser, aquel misterioso núcleo donde encontramos la huella divina que exige el encuentro pleno con Dios Amor.

Historia de la Devoción

La historia de la devoción del Inmaculado Corazón se inicia en el siglo XVII, como consecuencia del movimiento espiritual que procedía de San Juan Eudes.

Más adelante, en diciembre del año 1925 la Virgen Santísima se le apareció a Lucía Martos, vidente de Fátima, y le prometió asistir a la hora de la muerte, con las gracias necesarias para la salvación, a todos aquellos que en los primeros sábados de cinco meses consecutivos, se confesasen, recibieran la Sagrada Comunión, rezasen una tercera parte del Rosario, con la intención de darle reparación.

En la tercera aparición de Fátima, Nuestra Madre le dijo a Lucía: “Nuestro Señor quiere que se establezca en el mundo la devoción al Corazón Inmaculado. Si se hace lo que te digo se salvarán muchas almas y habrá paz; terminará la guerra…. Quiero que se consagre el mundo a mi Corazón Inmaculado y que en reparación se comulgue el primer sábado de cada mes…. Si se cumplen mis peticiones, Rusia se convertirá y habrá paz…. Al final triunfará mi Corazón Inmaculado y la humanidad disfrutará de una era de paz.”

En un diálogo entre Lucía y Jacinta, ella, de diez años, dijo a Lucía: “A mí me queda poco tiempo para ir al Cielo, pero tú te vas a quedar aquí abajo para dar a conocer al mundo que nuestro Señor desea que se establezca en el mundo la devoción al Corazón Inmaculado de María”.

“Diles a todos que pidan esta gracia por medio de ella y que el Corazón de Jesús desea ser venerado juntamente con el Corazón de su Madre. Insísteles en que pidan la paz por medio del Inmaculado Corazón de María, pues el Señor ha puesto en sus manos la paz del mundo.”

El Papa Pío XII, el 31 de Octubre de 1942, al clausurarse la solemne celebración en honor de las Apariciones de Fátima, conforme al mensaje de éstas, consagró el mundo al Inmaculado Corazón de María.

Asimismo, el 4 de mayo de 1944 el Santo Padre instituyó la fiesta del Inmaculado Corazón de María, que comenzó a celebrarse el 22 de Agosto. Ahora tiene lugar el sábado siguiente al Segundo Domingo de Pentecostés.

El Inmaculado Corazón de Maria en la Enciclopedia Católica

La gracia de la Inmaculada Concepción significa “plenitud de Redención en aquella que debía acoger al Redendor”, o en otros términos, plenitud inicial de amor infuso y habitual (no necesariamente actual) creado en aquella que debía acoger al Amor increado.

Desde el primer instante de su existencia terrestre, el Corazón de María, preservado de todos los gérmenes de odio demoníaco o de rebelión, fue invadido por el don infuso del amor sobrenatural, de una caridad tal que su imaginación y su sensibilidad le fueron perfectamente sumisas, y que su primer acto de libertad, opción decisiva respecto del fin último,  fue un acto de puro amor y de perfecto consentimiento a la gracia que obraba en ella.

En este amor creado vivían las Tres personas divinas por la gracia santificante poseída a un punto tal que, considerando el dinamismo de toda la primera gracia recibida por María, Pío XII dijo con razón:

“La santidad del Hijo excedía y sobrepasaba inconcebiblemente la santidad de la Madre; pero el aumento de su santidad (la de María) sobrepasa tan de lejos toda otra santidad creada, que se esconde en inaccesibles cumbres de esplendor delante de las miradas deslumbradas de los santos y de los ángeles”

Inmaculada para la Iglesia ¿No es precisamente para que la Iglesia de los santos y de los ángeles fuese inmaculada en el amor que el Corazón de María fue concebido sin la mancha del pecado original por Joaquín y Ana? ¿No esto lo mismo que se concluye del magisterio pontificio de san Pío X?:

“Si la Virgen fue liberada del pecado original fue porque ella debía ser la Madre de Cristo: ahora bien; ella fue Madre de Cristo con el fin de que nuestras almas pudiesen revivir a la esperanza de los bienes eternos”.

Dicho de otra manera, para que la Iglesia celeste fuese final y perfectamente inmaculada en el amor, María su miembro principal, su Corazón y su Madre, fue concebida inicialmente inmaculada y llena de una caridad sin tacha, sin ninguna vuelta de amor a sí mismo.

El texto de san Pío X dice, con toda la claridad deseada, que el privilegio de la Inmaculada Concepción está ordenado a la misión de María en la economía de la Redención; y podría haberse dicho esto mismo respecto de todos sus otros privilegios. Desde su primer instante, el Corazón de María es, en el plan divino, Corazón de la Iglesia. María es Madre de Dios e Inmaculada para poder ser Madre de la Iglesia.

Por eso, cuando la Iglesia rinde un culto hiperdúlico al Corazón de su Madre, venera el amor infuso y habitual, tal vez inconsciente, pero muy real del que es objeto por parte de María, desde el primer latido de su Corazón Inmaculado; no menos que el primer acto consciente de libertad de este Corazón respecto de su Creador y de todo el pueblo de Dios.

Este primer acto de libertad fue – privilegio de María – un acto de puro amor que abarcó con una sola mirada amante el Amor increado y todas las criaturas queridas por él. Un acto de oblación incondicional a los designios de Dios. Honrando este acto suscitado y obtenido por la gracia divina, formado por la caridad infusa y creada, que el Espíritu Santo derrama en los corazones, la Iglesia honra el acto que siendo su lejano origen creado, es al mismo tiempo el perfecto modelo de su ofrenda a Jesucristo.

Por lo tanto, no es solamente el amor actual y presente del Corazón resucitado de la Virgen, asumida en la gloria de su Hijo, el que venera la Iglesia; venera también el amor pasado, desde su primera entrega que se volvería intangible; un amor que tendía, desde entonces, a la Iglesia que hoy la honra; un amor integralmente humano, a la vez que puramente espiritual de una parte y sensible y corporal de otra. El amor de la más pura de las almas inmortales, unida a un cuerpo mortal. Un amor redimido, radicalmente preservado de todo egoísmo y de toda posibilidad de transformarse en odio, por el triple amor (divino, espiritual y sensible) de su Creador y Redentor, Jesús.

No solamente el Corazón de María, también su ardiente caridad estuvo, inclusive desde entonces, orientado hacia el futuro Corazón de Jesús, “manantial de vida eterna” (Jn 4,14); es un fruto anticipado de la Pasión y de la muerte del Corazón de Jesús. El culto de la Iglesia respecto del Corazón de su Madre tiene por último fin el Corazón de su Esposo y Predestinador.

En el amor predestinado de María, la Iglesia encuentra el signo personal más elocuente del amor del Verbo predestinador para consigo. ¡Cómo no decir con San Juan Damasceno!:

“En la presciencia de tu dignidad, el Dios del universo te amaba; como te amaba te predestinó, y en los últimos tiempos te llamó a la existencia y te estableció madre, para engendrar un Dios y nutrir su propio Hijo y su Verbo (…) Divino y viviente obra maestra, en el cual Dios se complació, cuyo espíritu es gobernado por Dios y se encuentra atento solamente a Dios; en él todo deseo se encamina a lo único deseable y amable; que sólo tiene cólera contra el pecado y contra su progenitor. Tendrás una vida superior a la naturaleza. Porque tú no la tendrás sólo por ti; ya que no fue por ti solamente por quien naciste. Lo harás, también, por Dios: por Él viniste a la vida; por El servirás a la salvación universal, para que el antiguo designio de Dios – la Encarnación del Verbo y nuestra divinización – por ti se cumpla …Corazón puro y sin mancha, que contempla y desea al Dios sin mancha”.

No se podría subrayar suficientemente la profundidad de la formulación del Damasceno. En el progreso de su santidad, el Corazón de María refleja al Dios inmaculado que ve: “Bienaventurados los corazones puros, porque verán a Dios”. A esta pureza del Corazón de María pertenece la cólera, formada por la caridad divina, contra el pecado y contra el demonio que lo genera. Cuando la Iglesia venera al Corazón Inmaculado de María, venera, también este caritativo aborrecimiento, amado e imitado por ella.

EL SAGRADO CORAZON DE JESUS

La Fiesta del Sagrado Corazón (o Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús) es una solemnidad del calendario litúrgico de la Iglesia Católica Romana que ocurre el viernes posterior al segundo Domingo de Pentecostés.

El Sagrado Corazón es la devoción al corazón físico de Jesucristo como un símbolo de amor divino. Es una metáfora del amor de Jesús por la humanidad.

El Sagrado Corazón se representa en el arte cristiano como un corazón en llamas que brilla con la luz divina. Está herido y rodeado de espinas. A veces esta imagen se muestra en la figura de Jesús. La imagen alude a la muerte de Jesús y el fuego representa el poder de transformación del amor divino.

La imagen del Sagrado Corazón es parte de la devoción al corazón humano de Jesús y con frecuencia se encuentra en las casas de los creyentes en un lugar de honor.

Las visiones de Santa Margarita María de Alacoque

El 16 de junio de 1675, Santa Margarita María de Alacoque tuvo una visión de Jesús en la que él le mostró su corazón rodeado de llamas de amor, coronado de espinas y con una herida abierta. De la herida brotaba sangre y del interior del corazón salía una cruz.

Santa Margarita María de Alacoque aprendió la devoción al Sagrado Corazón entre 1673 y  1675, cuando recibió varias visiones de Jesús.

Jesús le dijo a Santa Margarita María de Alacoque que quienes oraran con devoción al Sagrado Corazón, recibirían muchas gracias, llamadas las promesas del Sagrado Corazón de Jesús.

Promesas del Sagrado Corazón de Jesús

En mayo de 1673, el Corazón de Jesús le dio a Santa Margarita María para aquellas almas devotas a su Corazón las siguientes promesas:

    Les daré todas las gracias necesarias para su estado de vida.

    Les daré paz a sus familias.

    Las consolaré en todas sus penas.

    Seré su refugio durante la vida y sobre todo a la hora de la muerte.

    Derramaré abundantes bendiciones en todas sus empresas.

    Los pecadores encontrarán en mi Corazón un océano de misericordia.

    Las almas tibias se volverán fervorosas.

    Las almas fervorosas harán rápidos progresos en la perfección.

    Bendeciré las casas donde mi imagen sea expuesta y venerada.

    Otorgaré a aquellos que se ocupan de la salvación de las almas el don de mover los corazones más endurecidos.

    Grabaré para siempre en mi Corazón los nombres de aquellos que propaguen esta devoción.

    Yo te prometo, en la excesiva misericordia de mi Corazón, que su amor omnipotente concederá a todos aquellos que comulguen nueve Primeros Viernes de mes seguidos, la gracia de la penitencia final: No morirán en desgracia mía, ni sin recibir sus Sacramentos, y mi Corazón divino será su refugio en aquél último momento.

A esta última promesa se le atribuye la costumbre católica de ir a misa y recibir la comunión los viernes.

Las promesas del Sagrado Corazón de Jesús se reciben por medio de la oración al Sagrado Corazón.

EL SANTO DE LA SEMANA; SANTO TOMAS MORO

En la historia del pensamiento, existen pocas personalidades tan ricas y complejas como la de Santo Tomás Moro.

Sus biógrafos coinciden en destacar que fue «un excelso humanista, un juez recto y prestigioso, embajador, consejero y Canciller eximio de Inglaterra, el mejor de los amigos y modelo de padre y esposo».

Luis Vives destacó su «agudeza de ingenio, profundidad de juicio, la excelencia y variedad de su erudición, la elocuencia de su discurso, la integridad de su conducta, su sana intuición, su eficacia, la suavidad de su modestia, su rectitud y su inquebrantable lealtad».

La Iglesia Católica lo hizo santo en 1935. Lo conmemoramos el día 22 de junio.

Nace el 6 o el 7 de Febrero de 1478 en Londres; hijo de Juan Moro, abogado, juez y caballero que influyó decisivamente en su vocación jurídica. En Oxford, de los 14 a los 16 años estudia literatura y filosofía, se enamora de los estudios humanistas, y vive la austeridad, rayando en la pobreza, impuesta por su padre, como una forma de educación.  Estudia derecho y reside en la hospedería de un  Monasterio Cartujo. Fue miembro del Parlamento y se opuso a la petición de contribuciones al reino que Enrique VII planteó,  lo que le supuso la enemistad con el rey.

Fallecido Enrique VII es Consejero del Rey Enrique VIII, quien le nombra Caballero, al igual que lo fuera su padre participando activamente en la política interior y exterior del Reino.

A partir de 1529 Tomás Moro alcanza su más alta cumbre política es nombrado Canciller, y se le presenta un asunto difícil de resolver. En esencia eran dos cuestiones. Primera, cuando Ana Bolena, amante del Rey, queda embarazada, éste decide apartarse de su esposa legítima Catalina, hija de los Reyes Católicos, aduciendo que la dispensa que se había otorgado para el matrimonio entre Enrique VIII y Catalina era nula, y por ello también el matrimonio, porque Catalina había estado casada con el hermano mayor de Enrique, el Príncipe Arturo. Y segunda, como la Santa Sede se opuso a declarar nula la dispensa, Enrique VIII, con el consentimiento del Parlamento, se erige en Jefe de la Iglesia de Inglaterra con potestad normativa en materias eclesiásticas. Tomás Moro no pudo en conciencia aceptar esta situación y renunció al cargo de Canciller en 1532.

A partir de este momento comienza su calvario. Es recluido en la Torre de Londres en 1534, por traición, al no querer reconocer en el Rey la condición de Jefe de la Iglesias de Inglaterra. Durante los quince meses de prisión soportó extremas condiciones materiales; las presiones de familiares, especialmente de su mujer, y de amigos, para que cediera en su posición; y la certeza de que esa posición y la crueldad de Enrique VIII le llevarían a la muerte. Fue decapitado el 6 de julio de 1535.

Tomás Moro reunió las condiciones humanas que hicieron de él un modelo o prototipo de humanista cristiano. Comparable a los humanistas del Renacimiento, reflejó en sus obras una profunda preocupación por la persona humana y al mismo tiempo un hondo conocimiento del legado cultural greco-romano.

Entre tales condiciones humanas, podemos destacar las siguientes:

– La investidura intelectual. Tomás Moro fue, ante todo, un hombre culto, como lo eran los humanistas de su tiempo, y con una cultura universal que abarcaba casi todas las áreas del saber. Esta investidura le venía de sus estudios, lecturas y formación, y en ellas basó el don de la ironía, que aplico y utilizó, incluso, en las circunstancias más trágicas.

– El humanismo. Tomás Moro defendía un humanismo caracterizado por la preocupación por el hombre integral y por su alma trascendente, por el sentido de la amistad, por el profundo conocimiento del legado greco-romano, por su permanente deseo de ser mejor, y por el cultivo de las virtudes tanto humanas como sobrenaturales.

– La utopía. Tomás Moro utilizó esta técnica para describir una organización social y política ideal, fruto de su imaginación, que tenía visos de irrealizable pero que contenía una crítica de la situación existente en su época. Ser utópico no es soñar lo imposible o lo inasequible, sino soñar lo que es difícil. Por primera vez en la historia del pensamiento abordó el tema de la igualdad.

– Competencia profesional. Como jurista, parlamentario (“speaker” en la Cámara de los Comunes), decano universitario, embajador y Canciller de Inglaterra (primer ministro), Tomás Moro demostró su preparación y competencia profesional.. Supo hacer compatible un espíritu contemplativo, que experimentó directa y personalmente en la hospedería de un Monasterio cartujo, con el ejercicio de su profesión y la defensa de sus deberes cívicos, demostrando que ello no era contrario al desprendimiento espiritual del cristiano

– Sentido de la familia. Consta que Tomás Moro en sus dos matrimonios fue un marido y un padre excepcionalmente afectuoso y preocupado por los estudios de humanidades de su mujer e hijos. Las “Cartas desde la Torre” a su hija Maggie lo acreditan.

– Sentido de la amistad. La consideraba como una rara felicidad que resistía los vientos contrarios de la fortuna, como un regalo noble y augusto que procede de la benevolencia de Dios. Mantuvo relaciones de amistad con los protagonistas de la cultura del Renacimiento, especialmente con Erasmo de Rotterdam.

– Sentido de la lealtad. Tomás Moro cultivó esta virtud respecto de la fe cristiana hasta el punto de llevarlo al martirio. Pero además fue leal a la Corona que sirvió, lo que no le impidió mantener su posición contraria al Rey Enrique VIII, sabiendo que ello le llevaría a caer en desgracia y a la muerte.

Las cualidades que hemos destacado de Tomás Moro, justifican plenamente que le consideremos el primero de los humanistas.

El Papa Juan Pablo II lo proclamó Patrono de los gobernantes y los políticos, a petición de Jefes de Estado y de Gobierno, Conferencias Episcopales, Obispos, numerosas instituciones de diversa orientación política, cultural o religiosa, porque de la figura de Tomás Moro emana un mensaje de inalienable dignidad de la conciencia, de primacía de la verdad sobre el poder, de coherencia moral y de una política que tenga como fin el servicio a la persona, virtudes todas ellas propias del auténtico humanista.

Tomás Moro enseñó que el gobierno es, antes que nada, ejercicio de virtudes, y desde este imperativo moral gestionó las controversias sociales, tuteló y defendió con gran empaño a la familia, promovió al educación integral de la juventud, y mantuvo un profundo desprendimiento de honores y riquezas, una humildad serena y jovial, un equilibrado conocimiento de la naturaleza humana, el buen humor y la ironía, y una seguridad en sus juicios y convicciones basado en la fe.

Tomás Moro ilustró con claridad una verdadera ética política, defendiendo a la Iglesia de las indebidas injerencias del Estado, y dando primacía a la libertad de conciencia de la persona frente al poder público.

Desde el ejercicio profesional se lanzó al desempeño de cargos públicos, como tantos Abogados. Y en ambas actividades nos lega una idea plena de actualidad: «el Cristianismo no es solo afán del espíritu, sino labor integral del hombre, en cuerpo y alma, y ha de empapar, por tanto, sus devociones, la vida de familia, los ocios y el trabajo cotidiano«.

Parece que se especializó en asuntos mercantiles y comerciales, navieros, importación y exportación. Sus biógrafos destacan algunos detalles del modo en que ejercía su profesión de Abogado: así aconsejando al cliente que desistiera de reclamaciones sin fundamento, o promoviendo acuerdos privados entre las partes.

Entre las funciones del Lord Canciller figuraban las de resolver peticiones dirigidas a la Corona; y así mismo las de ejercer un poder discrecional y moderador respecto de los demás Tribunales del Reino. Consta igualmente que en la aplicación del Derecho al caso concreto, Moro se inspiraba en criterios de equidad y en los Principios Generales del Derecho, superando la rigidez del Derecho inglés aplicado conforme a costumbres y normas medievales.

Se conocen intervenciones legales de Tomás Moro en temas concretos. Así, en el caso del embargo de un navío de los Estados Pontificios que atracó en el puerto de Southampton, o anécdotas atribuidas a Moro, como el caso en que dos mujeres se disputaban la propiedad de un perro, y que resolvió poniendo al perro entre ellas, haciendo que le llamasen, y entregándole a aquella con la que se fue el perro.

Pero sin duda alguna, el pleito más importante de su vida fue el defenderse de la acusación de traición.

El Parlamento aprobó el «Acta de Sucesión», por la que la Iglesia de Inglaterra se independizaba de Roma y se reconocía a los herederos de Ana Bolena como sucesores de la Corona, de manera que se negaba a Catalina su condición de Reina. El Preámbulo del Acta proclamaba la invalidez del matrimonio con Catalina y en consecuencia negaba la supremacía espiritual del Papa. Era obligatorio para los ciudadanos el jurar acatamiento a esta Ley, y Moro lo rechazó por razones espirituales (Supremacía del Papa), no por razones políticas (herederos de la Corona).

Posteriormente el Parlamento aprueba el «Acta de Traición», en la que se calificaba como traidor a quien privase maliciosamente al Rey, la Reina o sus herederos de sus títulos y dignidades, así como a quien calificase al Rey de hereje, cismático, tirano o infiel.

La negativa de Tomás Moro a jurar estas Leyes le llevó a juicio ante el Consejo Real. A la primera acusación contesta que su resistencia no es «maliciosa» (por tanto no se producen las condiciones del tipo penal), sino «en conciencia». A la segunda acusación, sobre privación del título y dignidad real, contesta que para ello son necesarias actuaciones positivas, y él se ha limitado a guardar silencio, no habiendo dicho ni hecho nada. Aduce además que de acuerdo con el Derecho común «el que calla, otorga».

Y cuando se pronuncia la sentencia de muerte Tomás Moro pide ejercer el derecho de última palabra, y argumenta: la Ley de Sucesión repugna a la Ley de Dios y de su Iglesia al negar la supremacía del Papa, por lo que no puede servir para acusar a ningún cristiano; Inglaterra no era más que un miembro de la Iglesia y no podía dictar leyes contra su universalidad; aunque los Obispos y Universidades de Inglaterra estuviesen contra la posición de Moro, los Obispos y las Universidades del resto del mundo cristiano estaban a su favor. Era consciente que el Tribunal buscaba su muerte no solo por la cuestión de la Supremacía, sino por no querer condescender en el asunto del matrimonio de Enrique VIII.

En resumen, Tomás Moro ostentó una serie de cualidades que, sorprendentemente, tienen plena vigencia en el mundo de hoy: rigor intelectual y competencia profesional, una fe a prueba de martirio, cultura y amor por los suyos.

La obra de Tomás Moro es muy copiosa, pero toda ella referida al humanismo y no al Derecho como se dijo. Es obra en prosa, obra poética, gran número de cartas, así como cursos o conferencias impartidas.

Entre 1498 y 1505 publica «Nueve rimas para las tapicerías de la casa de Sir Juan Moro«, «Endechas a la muerte de la Reina Isabel«; «El libro de la Fortuna«, donde recoge sus temores a las represalias de Enrique VII; «Sainete de cómo un oficial de Justicia tuvo que hacer de fraile«.

En 1506, traduce junto a Erasmo los «Diálogos de Luciano» y la «Vida de Pico de la Mirándola«. En «Epigramas» recoge sus meditaciones sobre la muerte y el desengaño de la existencia, la libertad política de los ciudadanos y la fortuna y azares de la vida. Y en la «Historia de Ricardo III«, recuerda las trágicas circunstancias conocidas en su niñez.

Impartió Conferencias sobre San Agustín y su «De civitate Dei» en Londres, y Cursos en el Lincoln ‘s Inn sobre materias jurídicas en 1511 y 1515. Antes, a la muerte de Enrique VII, escribe «Odas y poemas a Enrique VIII» a la coronación del nuevo Rey y a su boda con Catalina.

En 1515 escribió «Utopía» entre Flandes y Londres, su obra más famosa, nombre de una isla imaginaria, que desde entonces se hace concepto, y en el que reflexiona sobre muy diversos problemas sociales.  “Utopía”, que significa etimológicamente un lugar que no es (del griego “ou”=no y “topos”=lugar), lo que no está en ningún lugar. Se trata de un género literario en el que a través de una representación, más o menos, imaginaria de lo que no es, se describe lo que debería ser, o como se quisiera que fuese la realidad. La obra no contiene un programa social, sino una serie de principios basados en la razón sana y en las leyes de la naturaleza en perfecta armonía, para que, mediante un juego de alusiones, señalar los males que afligen a la sociedad y los criterios que se debería aplicar para resolverlos.

Tomás Moro luchó decididamente contra la herejía Luterana. «Réplica a Martín Lutero«, «Diálogo a cerca de las herejías«, «Escritos contra las herejías«, «Refutación de la respuesta de Tyndale» y «Apología«, están en esta línea. De tema religioso son «Los novísimos» en el que pasa revista a estos aplicándolas a cada uno de los siete pecados capitales; la «Súplica de las almas«, para contestar el libro de Simon Fisher «Súplica de los mendigos», escrito contra el clero; «Debelación de Salem y Bizancio» y «Respuesta a la primera parte del venenoso libro que un hereje anónimo ha titulado «La Cena del Señor«, en defensa de la eucaristía.

Ya en la cárcel, Moro escribe «Diálogo del consuelo en la tribulación«, sobre la invasión turca de Hungría y el peligro de la Cristiandad, y sobre la forma de vivir con Cristo en tiempos de persecución; «Tratado sobre la pasión de Cristo«, «Expositio Passionis«, y “Cartas desde la Torre”.

 Llamamos la atención sobre cómo interpreta Tomás Moro las Sagradas Escrituras, utilizando sus experiencias jurídicas. Así por ejemplo, cuando el Evangelista Mateo relata, «marchó a la otra parte del torrente Cedrón, a un huerto llamado Getsemaní«, la mención de dos lugares, Cedrón y Getsemaní dice Moro, no es vana, porque Cedrón significa tristeza, y Getsemaní, valle fértil.

Catequesis sobre la vejez 14. La Suegra de Pedro, el servicio gozoso de la fe que se aprende en la gratitud

En su audiencia del día 15 de Junio el Santo  nos ponía como ejemplo  a la Suegra de Pedro. Cuyo relato nos ayuda a reflexionar sobre la ancianidad, es  el relato de la curación de una mujer enferma que recibe la visita de Jesús, y su vida cambia.

En este breve pasaje evangélico encontramos varias enseñanzas. Vemos, en primer lugar, que Jesús no va solo, sino acompañado de sus discípulos.

Esto nos recuerda que son los miembros de la comunidad cristiana —familiares, amigos— quienes visitan, consuelan y ayudan a las personas mayores que atraviesan momentos de dificultad.

También son significativos los gestos que realiza Jesús y la actitud de esta mujer. Jesús se acerca a ella, la toma de la mano y hace que se levante, con delicadeza y ternura.

Inclinándose ante quien lo necesita, Jesús revela su sensibilidad por los que sufren y anuncia la salvación. La suegra de Pedro, al verse curada, responde con gratitud y espíritu de servicio. Podemos decir que agradece los dones que ha recibido de Dios con fe y alegría, a través de obras concretas.

Texto íntegro en:

https://www.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2022/documents/20220615-udienza-generale.html