LA SANTA DE LA SEMANA: REBECA DE HIMLAIA

Rafka Choboq Ar-Rayes,  en español Santa Rebeca de Himlaia,  nació en Himlaia, a 30 km de Beirut,  Libano,  el 29 de junio de 1832 – murió en  Batroun, Libano,  el 23 de marzo de 1914), , fue una religiosa maronita libanesa, su nombre real era Petra Choboq Ar-Rayes, descendía de una familia campesina.

Fue canonizada en 2001  su festividad es el  23 de marzo. Es venerada en Líbano por la  Orden religiosa Baladites y  la Orden Libanesa Maronita y por toda la Iglesia Católica.

Desde su juventud, Petra sintió un profundo amor por Cristo y la Eucaristía, por lo que quería ingresar como novicia en las Hermanas de María, pero la fuerte influencia de los que más tarde serían futuros santos libaneses, los maronitas, Chárbel Makhlouf y Nimatullah Al-Hardini, la volvieron hacia el monasterio maronita de San José de Batroun, al cual ingresó en 1897, tomando el nombre de Sor Rafka (en español, Rebeca).

En el 1860, Rafqa  fue trasladada a Deir al-Qamar, para enseñar el Catecismo a los jóvenes. Tuvieron lugar en aquel período los dramáticos acontecimientos que ensangrentaron Líbano en aquel año. Rafqa vio con los mismos ojos el martirio de un gran número de personas. También tuvo el ánimo de esconder a un niño bajo su propia capa, salvándolo de la muerte. Rafqa estuvo en Deir al-Qamar cerca de un año: luego regresó a Ghazir.

El primero domingo de octubre del 1885, en la iglesia del monasterio, mientras estuvo en oración, le suplicó a Dios hacerla participar en su Pasión redentora. Su ruego fue atendido esa misma tarde: ella empezó a sentir fuertes dolores de la cabeza y poco después el dolor se extendió a sus ojos. Todos los tratamientos resultaron inefectivos y se decidió mandarla a Beirut para intentar otros tratamientos.

Durante el viaje se detuvo en Biblos, dónde fue confiada a un médico americano que, después haber analizar su caso, decidió operarla, pero durante la operación le extrajo por error el ojo derecho. La enfermedad pronto afectó al ojo izquierdo; ahora los médicos juzgaron que cualquier tratamiento sería inútil y Rafqa regresó a su monasterio, donde el dolor ocular la acompañó por 12 años. Soportó su dolor con paciencia, en silencio, en oración y con alegría, repitiendo continuamente: «En unión con la Pasión de Cristo”

En 1897, un grupo de monjas del convento de San Simeón de Aitou se trasladó al nuevo convento de San José de Ad-Daher. La Madre Úrsula, que iba a ser la superiora de la nueva fundación, pidió que la hermana Rafqa fuera incluida en el grupo, para que su ejemplo ante las hermanas disminuyera las dificultades que siempre existen en una nueva fundación.

La Hermana Rafqa pasó los últimos diecisiete años de su vida en este convento, que iba a ser el escenario de sus más grandes sufrimientos, así como de sus alegrías más espirituales.

Rafqa no decepcionó a la Madre Úrsula. Su ejemplo y ayuda resultó muy valiosa en el establecimiento del nuevo monasterio. Las novicias fueron especialmente impresionadas con el espíritu de oración de la monja ciega, además de su humildad y caridad. Muchos años después de su muerte, varias de las hermanas que, o bien habían llegado con ella a la nueva fundación, o que habían sido novicias durante los diecisiete años que vivió en San José de Ad-Daher, y que no habían olvidado lo vivido junto a ella, dieron testimonio de su santidad…

Rafqa sufrió durante esos diecisiete años de ceguera. Sólo Dios sabe lo mucho que tuvo que soportar. Su dolor era continuo noche y día, sin embargo, las demás hermanas nunca la oyeron murmurar o quejarse. A menudo la oyeron dar gracias a Dios por sus sufrimientos, «… porque sé que la enfermedad que tengo es para el bien de mi alma y de Su gloria» y que «la enfermedad aceptada con paciencia y acción de gracias purifica el alma como el fuego purifica el oro».

Siempre estaba tranquila, sonriente, soportando incluso el dolor más grande, con paciencia, confiando en el Señor quien se comprometió a aumentar el deleite de sus siervos fieles en el cielo (cf. Lucas 21:19).

Sor Rafka se caracterizó también por el amor que sintió hacia los enfermos y los niños abandonados, y oraba por ellos. En 1899, la religiosa sufre de diversas enfermedades, queda paralítica y ciega, pero su fe no se quebrantó, y ofreció sus dolores físicos para propiciación de los pecados de toda la humanidad, sobre todo, de su nación.

Murió en Batroun en 1914, a la edad de 82 años

«EL SEÑOR NOS LLAMA CADA DÍA Y CADA HORA»: EL PENSAMIENTO DE SAN ALONSO DE OROZCO PARA LA CUARESMA

San Alonso de Orozco recuerda la importancia del ayuno para el cristiano y la necesidad del recogimiento para orar con Dios en la Cuaresma

Ayuno

El ayuno está tan loado en la Sagrada Escritura, que por él los ninivitas, una gente sin fe, aplacaron la justicias rigurosa de Dios; Moisés, para recibir la ley, ayunó cuarenta días con sus noches; el bienaventurado san Pablo en tres días no comió no bebió, luego que fue convertido, y así mereció ver a Dios, siendo robado al tercer cielo; finalmente el ayuno derriba los vicios, levanta el alma al cielo y alcanza gran favor de Dios.

Ejemplo preclaro en la presente materia nos ofrece Jesucristo, nuestro invencible Príncipe, quien ‘guiado por el Espíritu Santo se retiró al desierto’ -ayunando cuarenta días-, acabados los cuales triunfó completamente a Satanás y, fuertemente amarrado, lo puso a nuestros pies.

Cosa digna de admiración, amadísimo hermano: Dios, el omnipotente, por cuyo imperio todo se gobierna y conserva, no quiso entrar en batalla con el astuto enemigo antes de mortificar la carne con una larga y austerísima abstinencia de cuarenta días, con cuyo ejemplo somos sabiamente aleccionados para que, venciendo nuestra pusilanimidad y cobardía, desbaratemos con frecuentes ayunos a nuestro doméstico tirano.

Se retira también nuestro Salvador a ayunar al desierto, huyendo de las alabanzas de los hombres. Es lo que debemos hacer en Cuaresma.

Nuestro Padre dice que nos dispongamos para la oración siendo abstinentes y ayunando, no según nuestro deseo querría, sino según nuestra flaqueza lo sufre. Esto es lo que san Pablo amonesta, que nuestro sacrificio sea puesto en razón, y que vaya siempre, según Dios lo mandaba en la ley, acompañado con sal de sabiduría y discreción.

Recogimiento

Lo que suplico, mi dulcísimo Redentor, es que me llevéis tras vos a este vergel y paraíso a donde vais a orar. Acompañen a vuestra Majestad todas nuestras potencias, como apostolado fiel y obediente, para que, olvidado el tumulto y turbación de esta Babilonia y valle de lágrimas, salgamos al campo adonde vais a orar.

El Señor nos llama cada día y cada hora, como llamó allí a sus apóstoles, para que nos levantemos y vayamos a orar en secreto, dejando compañía de hombres para gozar de nuestra compañía de ángeles.

Muchas veces se apartó solo nuestro Redentor parar orar en el monte de los Olivos, según dice san Lucas: no por necesidad de apartarse para orar con más quietud el que siempre gozaba de la visión beatífica del Verbo Dios, sino para que diese regla a nuestra flaqueza de seguir tal documento, orando con soledad y recogimiento.

En Cuaresma, te has de comenzar a disponer para orar, imitando al Redentor del mundo, dejando no solamente los negocios de casa y las compañías que quiten la oración, lo cual significa salir de Jerusalén, mas aun todo pensamiento extraño e impertinente se ha de olvidar, porque no basta estar solitaria el alma cuando ora, sino que ha de callar para que se levante sobre sí misma.

Así lo dice Jeremías: «Sentaráse solo y callará, levantándose sobre sí mismo». Aquel se asienta en la oración, que descansa perseverando en ella; y entonces calla, cuando a todos sus pensamientos pone silencio.

San Alonso de Orozco

LA BÚSQUEDA DE DIOS

No es suficiente con que Dios nos busque a nosotros. No podemos sentarnos y esperar con los brazos cruzados a que Dios nos encuentre.

Es necesario que también nosotros busquemos a Dios. Para que se dé el encuentro al que Dios nos llama y para el que ya ha puesto todo de su parte y que es lo único que nos da plenitud humana, cristiana y en la vida contemplativa- hay que escuchar, responder, dejar actuar a Dios.

Ese encuentro que Dios quiere, no se produce sin nuestra colaboración, sin nuestro permiso.

«Dios nos visita frecuentemente. La mayoría de las veces no estamos en casa», dice un proverbio africano. Y es verdad: andamos tan dispersos y tan acelerados por el activismo que difícilmente Dios nos encuentra en casa.

Para que la búsqueda de Dios hacia nosotros dé su fruto hace falta, por lo menos, que nos dejemos encontrar; pero es mucho mejor si salimos nosotros a su encuentro por el mismo camino por el que él viene a visitarnos.

Por eso es necesario buscar a Dios, por eso es necesaria una tarea muy concreta por nuestra parte.

Una advertencia importante: la necesidad de nuestra búsqueda no niega que es Dios el que tiene más interés en que se produzca este encuentro y el que ya ha hecho todo lo necesario para que podamos buscarle con éxito.

Tenemos que saber y mantener en nuestro corazón que Dios es el que busca primero y el que nos busca con toda intensidad, aunque experimentemos con frecuencia la lejanía de Dios y nos cueste trabajo, esfuerzo y tiempo encontrarle.

Pero por grande que sea la dificultad y el esfuerzo de purificación y de renuncia para buscar a Dios, no podemos pensar que Dios se esconde o que no quiere encontrase con nosotros, o que esa búsqueda es imposible para nosotros.

Lo que sentimos espontáneamente es la distancia que nos separa de él y lo que nos cuesta a nosotros recorrerla; pero no nos damos cuenta de que somos nosotros los responsables de esa distancia, que si hace falta trabajo y esfuerzo para buscar a Dios es porque nosotros, en nuestro estado actual, no podemos encontrarnos con Dios.

Necesitamos un proceso de transformación para ver a Dios: ésa es la búsqueda de Dios que nosotros tenemos que hacer, pero sabiendo que Dios respalda esta búsqueda.

a) Hemos de comenzar prestando atención a lo que nos dice el profeta Jeremías:

“Me buscaréis y me encontraréis cuando me busquéis de todo corazón; me dejaré encontrar de vosotros” (Jr 29,13).Muchas veces nos quejamos de que Dios está lejos de nosotros, y ponemos como excusa nuestros pequeños esfuerzos para encontrarle (hacemos un poco de oración, nos hemos parado un poco a pensar… y queremos resultados inmediatos).

Pero lo que garantiza encontrar a Dios, según nos dice el profeta, es “buscarle con todo el corazón”. Es decir, sin condiciones, sin reservas; del todo, no a ratos o sólo cuando nos interesa.

Mientras sigamos poniendo otras cosas por encima de la búsqueda de Dios (trabajo, preocupaciones, respetos humanos, perezas), no le buscaremos con todo el corazón y no es extraño que no le encontremos.

Porque la dificultad de ese encuentro no es un largo camino que recorrer para encontrar a Dios -porque Dios está a nuestro lado-, sino un corazón abierto y limpio en el que Dios pueda entrar, por eso hay que buscarle con todo el corazón.

b) También el salmo 69, al que nos hemos referido antes, nos dice todavía más cosas sobre cómo debe ser el que busca a Dios.

“Miradlo, los humildes y alegraos, buscad a Dios y revivirá vuestro corazón” (Sal 69,33).

Es a los «humildes » a los que se manda buscar a Dios. Es a los «pobres » a los que se les promete que Dios les escuchará. El que busca a Dios es el pobre y el pobre busca necesariamente a Dios. Por tanto, el que busca a Dios ha de ser pobre o ha de hacerse pobre, es decir:

Saberse débil y acudir confiadamente a Dios.

Estar necesitado y buscar en Dios la salvación.

Escuchar a Dios con infinito respeto, con sobrecogimiento religioso y obedecer sus palabras.

c) El Salmo 14 nos dice:

“El Señor observa desde el cielo

a los hijos de Adán,

para ver si hay alguno sensato

que busque a Dios”

(Sal 14,2 = 53,3).

El salmo nos habla de dos categorías de hombres:

El necio que vive a espaldas de Dios (que no busca a Dios), que es el malhechor, el injusto, el que no invoca a Dios.

El sensato, el que busca a Dios, el que obra bien. Dios busca desde el cielo a alguien que le busque a él.

El cristiano, especialmente el contemplativo, ha de tener la sensatez de ponderar lo que merece la pena buscar: lo que vale para siempre, lo que no termina, un tesoro que ni la polilla puede roer ni los ladrones robar: la comunión con Dios.

Este salmo nos confirma que no podemos dudar que Dios busca al que le busca, que mira desde el cielo para encontrar verdaderos buscadores de Dios.

d) El salmo 24 identifica más claramente al grupo que busca al Señor. Primero aparece una pregunta en el salmo:

“¿Quién puede subir al monte del Señor?” (Sal 24,6)

Y la respuesta es clara:

“El hombre de manos inocentes,
y puro corazón,
que no confía en los ídolos,
ni jura contra el prójimo en falso.”

Y concluye:

“Este es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia Dios de Jacob.”

Ése es el retrato del verdadero buscador de Dios: el hombre justo, de corazón puro (los limpios de corazón verán a Dios, nos dice el Señor, Mt 5,8), que ha puesto su confianza sólo en Dios.

Esto recitaban los judíos piadosos al acercarse al templo de Jerusalén. Con mayor razón nos lo debemos aplicar nosotros que caminamos a la Jerusalén Celestial. «Este es el grupo que busca al Señor» ha de poder decirse especialmente de los contemplativos, a eso es a lo que debemos ayudarnos con el esfuerzo de cada uno, con el estímulo del mutuo ejemplo, con la corrección fraterna. No buscamos a Dios solos, formamos parte del grupo que busca al Señor.

 Características de la búsqueda de Dios

Podemos terminar estos puntos de oración contemplando las características fundamentales de la búsqueda de Dios. Ya hemos visto dos de ellas:

1º. Lo primero es la llamada de Dios: él despierta nuestro corazón para que le deseemos y le busquemos, nos muestra su rostro para que podamos buscarlo y reconocerlo.

2º. El hombre debe consentir y recibir ese deseo de Dios como un don precioso de Dios y convertirlo en búsqueda activa de Dios para llegar a entrar en la intimidad que nos ofrece.

3º. El deseo de Dios aumenta según vamos sintiendo más cercana su presencia.

Dios no nos sacia como las cosas del mundo. Una vez que tenemos las cosas que tanto deseábamos, o hemos conseguido las metas por las que tanto luchábamos, se satisface el deseo, nos aburren, no nos parecen ya tan valiosas, incluso nos hartan de tal manera que llegamos a aborrecer lo que antes deseábamos fervientemente.

Con Dios sucede al contrario: cuanto más le conocemos y le tenemos más aumenta el deseo de él; se hace mayor la atracción cuanto más cerca está de nosotros. Se trata de una búsqueda que no termina nunca, mientras dura esta vida; una búsqueda que nos produce el vértigo de sabernos más y más atraídos por Dios, según nos vamos acercando a él.

De nuevo podemos apoyarnos en los salmos para profundizar en esta verdad y avivar este deseo creciente en nosotros.

“Como busca la cierva corrientes de agua,                                                                            así mi alma te busca a ti, Dios mío;                                                                                      tiene sed de Dios, del Dios vivo:”

Mercedes Montoya Diaz

¡GRACIAS MARÍA, POR RESPONDER CON TU ‘SÍ’ A DIOS!

Cada año, el 25 de marzo, la Iglesia celebra la Solemnidad de la Anunciación del Señor. Es decir, se recuerda de manera solemne que, un día como hoy, la historia de la humanidad cambió de curso radicalmente, en el momento en que una humilde doncella de Nazaret, María, dio un “Sí” valiente a Dios, que la invitaba a cooperar en su plan salvífico. Por su ‘sí’ María concibe a Jesús y se convierte en madre del mismo Dios, en protectora del Aquel que nacería y moriría para redención del género humano.

Por qué celebrar

“‘El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible’. María contestó: ‘Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra’. Y la dejó el ángel” (Lc. 1, 35 – 38).

El Evangelio del día (Lc. 1, 26-38) recuerda el diálogo del mensajero de Dios con la Virgen. No hubo imposición, hubo libertad. Fue una propuesta que María pudo haber rechazado -la salvación del mundo dependía de ella- pero la “bendita entre las mujeres” aceptó, produciéndose el más grande de todos los milagros, la Encarnación del Hijo de Dios. Dios eterno hecho hombre, el Amor infinito ingresando a la historia, haciendo que todo quede elevado.

Un día solemne

La Solemnidad de la Anunciación se celebra nueve meses antes de la Navidad (25 de diciembre). Si se considera con detenimiento el pasaje bíblico correspondiente (la narración del encuentro de la Virgen con el ángel), es claro que el camino que se abría para la Madre de Dios no sería fácil. En ese momento, María estaba comprometida con José y ya había un “plan trazado” para ella y su futuro esposo. No resulta difícil calcular, en consecuencia, que ese plan sería dejado de lado e iban a aparecer dificultades e incertidumbres.

José, sorprendido por lo que María le contaba, decidió repudiarla en secreto, intentando, en la medida de lo posible, no avergonzarla frente a todos. María, por su parte, tendría a su Hijo y confiaría en la Providencia de Dios aunque todo se pusiese en contra.

Pero como Dios no abandona a los suyos, envía un ángel que le habla a José en sueños. Dios esperaba muchísimo de él. Quería que su Hijo estuviera bajo el cuidado paternal del santo varón. José, de esta manera, recibiría el privilegio incomparable de ser el padre de Jesús en la tierra y de formar con María un hogar santo, lleno del amor divino: la Sagrada Familia de Nazaret.

La Anunciación del Señor y la cultura de la vida

María tuvo en su vientre a Jesús. Fueron nueve meses de espera, albergando a la fuente de la vida dentro de sí. Nueve meses en los que cada instante era una confirmación de Dios de que la naturaleza humana posee una grandeza y dignidad incalculables. Dios abrazó nuestra naturaleza, quiso pasar por cada etapa de nuestra vida, desde la concepción hasta la muerte. No se encarnó a los tres meses, ni a los seis, la Encarnación se produjo en el instante de la concepción. He aquí una razón más por la que la Iglesia defiende a cada ser humano desde el primer instante de su vida, y por qué en muchas partes del mundo,  se celebra “el día del niño por nacer” (25 de marzo).

¡Feliz día de la Anunciación!

¡Por María entró la alegría al mundo entero!

CARTA DEL OBISPO DE CORIA-CÁCERES: «CUARESMA, TIEMPO DE SANACIÓN»

Estamos en Cuaresma y D. Jesús Pulido nos propone la práctica de la limosna, que aúna el amor a Dios y el amor al prójimo, especialmente al más necesitado

La Cuaresma es un tiempo de sanación. Lázaro que resucita, la Samaritana que descubre un agua que salta para la vida eterna, y el ciego de nacimiento que recobra la vista serán nuestros guías. En Cuaresma nos ponemos en “cuarentena” para sanar de la enfermedad del pecado, del alejamiento de Dios y de la indiferencia para con los hermanos, y celebrar así, limpios de corazón y bien dispuestos, la Pascua anual de la resurrección del Señor. Estos cuarenta días son un símbolo, una metáfora, de toda nuestra vida, en peregrinación al Reino de los cielos, a la Pascua definitiva. Por eso, la Cuaresma se abre con estas palabras al imponernos la ceniza: Acuérdate de que estás de paso… “conviértete y cree en el evangelio”.

Sin el anuncio gozoso de la resurrección, sin la certeza de que nos espera la vida después de la muerte, las penitencias cuaresmales no pasarían de ser una estéril mortificación. Seríamos de esos cristianos con cara de funeral, a los que se refiere el Papa Francisco, “cuya opción parece ser la de una Cuaresma sin Pascua”. Sin la Pascua, las prácticas cuaresmales no serían curativas sino punitivas, como esos latigazos de más, prohibidos por las Escrituras, porque ya no sirven para regenerar al pecador sino para torturarlo. Pero con la Pascua en el horizonte, estos cuarenta días son una nueva oportunidad que el Señor nos da para reorientar nuestra vida; y las renuncias son como una medicina saludable, una poda de los sarmientos viejos para que broten renovados.

Hay tres medicinas, tres podas, que se remontan al mismo Jesús, para convertirnos en Cuaresma: el ayuno, la oración y la limosna. No se trata de mandamientos de la ley. Son actos de religión, dirigidos directamente al “Padre que ve en lo secreto” (Mt 6,6).

En esta primera semana de Cuaresma proponemos la práctica de la limosna, que aúna el amor a Dios y el amor al prójimo, especialmente al más necesitado. La limosna puede tener tres motivaciones que se implican unas a otras: hacer limosna es practicar la justicia porque lo que damos al pobre, a quien carece de lo necesario para vivir, es algo debido; por otra parte, limosna nos construye como personas de bien y nos hace crecer en humanidad, en la virtud la generosidad, contraria a la avaricia; y, en tercer lugar, hacemos limosna como sacrificio agradable a Dios, fruto de la conversión.

Estos tres niveles no son excluyentes, sino inclusivos y se refuerzan mutuamente. Aunque repartiéramos todos nuestros bienes para dar de comer a los pobres, si no tenemos amor, de nada nos sirve. «Si extiendes la mano para dar, pero no tienes misericordia en tu corazón, no has hecho nada; en cambio, si tienes misericordia en el corazón, aun cuando no tuvieses nada que dar con tu mano, tu limosna es válida» (San Agustín, Enarrat. in Ps. 125). Amar es darse, no solo dar cosas. Y, por otra parte, no es agradable a Dios la limosna que no repercute en bien de los demás. La sensibilidad social va unida a la verdadera fe en Dios Padre desde los primeros siglos. San Ambrosio, en el siglo IV, dice algo que nos tiene que inquietar: «No es menos delito quitar los bienes al que los tiene, que negárselos a quien le faltan, cuando nosotros estamos sobrados y podemos dar” (Sent. 153).

Para esta Cuaresma 2023, nuestra Iglesia diocesana propone una práctica común de la limosna en favor de las personas mayores de nuestras seis residencias. En ellas intentamos ofrecer, como cristianos, un servicio caritativo, social y espiritual, especialmente a aquellas personas que no tienen acceso a las ayudas públicas y no se pueden permitir los costes de unos cuidados privados. Durante la pandemia, los ancianos son los que más han sufrido las consecuencias sanitarias y sociales, y nuestras residencias se han tenido que convertir por momentos en un hospital de campaña para las enfermedades y en una familia para acompañar la soledad del confinamiento.

Invito a los párrocos y a los responsables de las comunidades religiosas o laicales a unirse a esta penitencia comunitaria que nos sane del egoísmo, de la indiferencia, de la avaricia… y nos introduzca en la comunión de los santos, como la primera comunidad cristiana.

Nuestro granito de arena puede formar grandes playas con la bendición de Dios.

Deseo a todos una santa Cuaresma. Que Dios os bendiga,

+ Jesús Pulido Arriero

Obispo de Coria-Cáceres

HISTORIAS CON ALMA: DOS AMIGOS DE LA INFANCIA SE REENCUENTRAN EN LA RESIDENCIA 75 AÑOS DESPUÉS

Ninguno de los dos sabía que el otro vivía en el mismo lugar, hasta que se vieron a comienzos de año

Las residencias de mayores están repletas de grandes historias que los usuarios y usuarias guardan de años de experiencias, otras las crean ellos mismos durante su estancia allí, protagonizando momentos conmovedores para quienes las viven junto a ellos. José Berral y Antonio Belman, dos amigos de la infancia, han sido los protagonistas de una de ellas, que ha tenido lugar en Palma de Mallorca.

José Berral, de 94 años, y Antonio Belman, de 92 años, son amigos de la infancia y naturales del pueblo sevillano de Herrera. Los años los llevaron a vivir en la residencia Fontsana Son Armadams, pero ninguno de los dos sabía que su mejor amigo se encontraba también allí, lo cual llevo a un reencuentro de lo más emocionante en la residencia.

Ha sido la propia residencia quien ha contado la historia de cómo estos dos amigos pasaron casi toda su infancia juntos. «Eran amigos y cómplices en sus travesuras, y se pasaban el día jugando al fútbol con una pelota de trapo. Ya de adolescentes empezaron a trabajar en la huerta que tenía la familia de Antonio, y después de faenar entre olivos y viñas recuerdan comer, muchas veces a escondidas, alcachofas recién cogidas», cuentan en una nota.

Sin embargo, en 1948, José y Antonio separaron sus caminos cuando el primero puso rumbo a Mallorca junto a su padre viudo y sus 6 hermanos. Se mudaron en busca de una vida próspera en la isla, y allí se quedaron, en la Puerta de San Antonio de Palma. Desde ese momento, José creó una vida en la isla, donde trabajó como vidriero en el barrio de Santa Catalina, se casó hace 67 años, tuvo 2 hijas y 3 nietos, 2 de los cuales son ingenieros, según relataba orgulloso.

Lo que no sabía era que su amigo Antonio acabó siguiendo sus pasos años después de que él se marchara. Y es que Antonio también se mudó a Mallorca, donde logró formar una familia también con la que fue su novia de toda la vida, y con la que tuvo 3 hijos. Él, por su parte, comenzó trabajando en la construcción como maestro de obra, sin embargo, poco después y debido a la crisis, se hizo camionero, lo cual le llevó a recorrer durante años las carreteras de España y Francia. Finalmente, se afincó en Son Anglada, por lo que tampoco supo nada de José hasta comienzos de este año.

Con todo, José y Antonio llevaban sin verse más de siete décadas, en concreto, 75 años en los que «no se han cruzado ni una sola vez en la isla que les acogió cuando dejaron su Herrera natal en búsqueda de prosperidad», señalan. Hasta que el pasado mes de enero, Antonio oyó hablar de José en la residencia Fontsana Son Armadams, donde entró tras el fallecimiento de su mujer, hace alrededor de un año.

«La alegría fue máxima cuando reconoció a su paisano, que también vive en el centro desde hace un año tras haberse quedado viudo», aseguran. «José y Antonio mantienen un buen estado físico y recuerdan perfectamente algunos de los episodios que vivieron cuando eran amigos de la infancia. Acaban de protagonizar un reencuentro de amigos que confirma cómo el destino a veces es caprichoso, y vuelve a unir a personas que durante 75 años no se han cruzado ni una sola vez en la isla», explican desde la residencia.

Setenta y cinco años dan para mucho, tal y como han demostrado los protagonistas de esta historia, por lo que no es de extrañar que ahora los dos amigos quieran aprovechar el tiempo para ponerse al día, recordar experiencias y crear recuerdos nuevos. Y es que desde que se reencontraron en la residencia de mayores del centro de palma Fontsana Son Armadams, tanto José como Antonio pasan el día juntos, «comparten las comidas y fusionan el pasado que los unió con trazos de sus longevas vidas», señalan.

Esta no es la única «historia con alma», sino que las residencias de mayores, como esta, han demostrado estar llenas de momentos emocionantes, como este tipo de reencuentros, personas que vuelven a verse después de muchos años sin saber el uno del otro, o incluso personas que encuentran el amor en ellas. Con esta, José y Antonio han demostrado una vez más que las residencias de mayores «están llenas de vida y de amistad, incluso pasados los 90».

Visto  en 65ymás

DIEZ AÑO DE FRANCISCO: UN PAPA QUE NO DEJA A NADIE INDIFERENTE

Entrada publicada en el Blog Nihil Obstat, de Martin Gelabert el día 9 de Marzo de 2023.

El 13 de marzo de 2013, alrededor de las ocho de la tarde, el cardenal Jean-Louis Touran anunció al mundo que Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, había sido elegido Papa. Fue una gran sorpresa. Desde el primer momento todos pudieron darse cuenta de que empezaba un papado con un nuevo estilo pastoral. El gesto de pedir a los fieles que rezaran a Dios para que le bendijera, antes de impartir él la bendición sobre el pueblo, fue un primer gesto, al que siguieron otros igualmente significativos. Este es un buen momento para dar gracias a Dios por este Papa. En estos diez años ha publicado dos encíclicas y cinco exhortaciones apostólicas, que no han dejado a nadie indiferente. Unos le han aplaudido y otros le han criticado.

Las dos encíclicas comienzan con unas palabras de Francisco de Asís en italiano, orientativas del contenido. Laudato si’, o sea, alabado seas mi Señor. ¿Por qué debe ser alabado? Por esta madre tierra que nos sustenta. Y por eso debe ser cuidada, porque ella es nuestro alimento, nuestro cobijo y un horizonte de belleza. La otra encíclica se titula: Fratelli tutti, o sea todos hermanos, con una fraternidad que tiene consecuencias sociales, económicas y políticas, una fraternidad que nos invita a compartir los bienes de la tierra, de forma que haya pan para todos. Que las dos encíclicas comiencen con unas palabras en italiano es significativo de un estilo pastoral cercano y misericordioso. No olvidemos que todas las encíclicas papales comienzan con una frase latina.

En las exhortaciones apostólicas aparece con frecuencia la palabra “alegría”. La primera de ellas, Evangelii Gaudium, podemos considerarla como el programa de su pontificado, a saber, poner toda la Iglesia en estado de misión, y anunciar el evangelio con alegría, de forma inteligible, poniendo el acento en lo esencial. Un principio que aparece en esta exhortación, a saber, que la realidad es más importante que la idea, encuentra en otra exhortación, la dedicada a la alegría del amor que se vive en las familias, unas aplicaciones importantes, a partir de la convicción de que cada persona es un misterio que merece un gran respeto; por eso, cuando alguien tiene dificultades en su vida matrimonial es importante saber que la Iglesia está ahí para acompañar y para ayudar. Los principios son importantes, pero las personas son aún más importantes.

La sinodalidad, le reforma de la curia, los pobres, los inmigrantes, la paz, van a ser sin duda las grandes preocupaciones de Francisco durante los próximos años. Lo que depende de él tiene más posibilidades de llegar a término. Con respecto al Sínodo es cierto que Francisco tiene la virtud de escuchar a todos, pero también es verdad que será él quien tenga la última palabra y publique, como ha ocurrido con los Sínodos anteriores, una exhortación apostólica post sinodal en la que recoja aquellas orientaciones que considere válidas e importantes para toda la Iglesia

UNA DE LIBROS: “SENIOR. LA VIDA QUE NO CESA”

Manel Domínguez, autor de ‘Sénior. La vida que no cesa’ afirma que: «Si eres mujer, sénior y viuda, no existes»

El ensayo denuncia el edadismo y ofrece una nueva perspectiva sobre el envejecimiento

El extraordinario aumento de la esperanza de vida en las últimas décadas ha sido toda una revolución demográfica y las pirámides poblacionales están cambiando. En la actualidad, hay más sénior que niños menores de 5 años y las estimaciones apuntan hacia un futuro en el que es probable que la tendencia se acentúe.

Con este panorama a la vista, Manel Domínguez, doctor en Comunicación Social, profesor emérito del Departamento de Comunicación y director del Máster Universitario en Comunicación Digital y Nuevas Tecnologías de la Universidad Abat Oliba CEU de Barcelona, ha publicado Sénior. La vida que no cesa (Diëresis), un ensayo en el que condensa una década de estudio del envejecimiento.

Sénior es una cuidada síntesis de divulgación, crítica y reflexión disruptiva sobre el papel que desempeñan a día de hoy los mayores en la sociedad y el que desempeñarán en los años venideros. “Los sénior volveremos a un primer plano”, adelanta el autor.

La sociedad, especialmente a partir de las profundas transformaciones que las revoluciones industriales introdujeron en el modelo productivo, ha premiado e idolatrado a la juventud, según ha explicado Domínguez a 65YMÁS. Este ensayo no pretende desplazar a los jóvenes, sino poner en valor a los mayores y denunciar el maniqueísmo del edadismo.

La sociedad de las edades

Carlos San Juan y su campaña para denunciar los obstáculos que las entidades bancarias ponían a los mayores fue una de las primeras voces que colocó el foco sobre el gran problema del edadismo. Madonna también se ha unido a esta denuncia de la marginación social que llega a muchas personas cuando alcanzan cierta edad. Manel Domínguez incide con especial ahínco en esta cuestión. “Es un error y un ataque tremendo”, lamenta.

La sociedad de las edades hace referencia a la división y diferente valoración que se hace de las personas según su edad. Así, por ejemplo, los jóvenes son apreciados por los departamentos de recursos humanos, mientras que, una vez alcanzados los 50, el valor de las personas cae en picado. Esta concepción, que Domínguez define con términos como “pandemia de doble filo”, relega a los mayores a un rol pasivo.

El talento sénior es una de las principales víctimas de este grave problema. El autor detalla en su libro cómo distintas investigaciones han arrojado luz sobre las diferencias entre un cerebro jóven y uno sénior y subraya que, en el caso de este último, es más ponderado. “La unión generacional es el éxito, pero el edadismo separa y lo impide”, concluye.

Desde la propia portada del libro en la que aparecen sus ojos, él ha querido mirar a los poderes edadistas. Los ejemplos de cómo esta discriminación actúa son numerosos. Domínguez lo ejemplifica con su propio DNI, materialización del “edadismo administrativo de Estado”: un DNI de una persona de 72 años caduca el 1 de enero de 9999, en 7000 años. “Ya no le renuevo”, es el mensaje que él recibe con esa fecha.

Sin embargo, el edadismo más brutal que él ha detectado en estos diez años de investigación afecta a las mujeres viudas. “Si eres mujer, sénior y viuda, no existes”, afirma con contundencia.

La memoria como patrimonio inmaterial de la humanidad

“Los sénior ya estamos empoderados”, asegura. Lo que reclama el autor es una nueva mirada que ponga de manifiesto esto mismo.

El viraje en la ciencia, que ha empezado a dotar de importancia al envejecimiento en estos últimos 10 años, ha sido uno de los cambios fundamentales que Domínguez ha observado. Según él, la política debe seguir estos pasos y tomar conciencia para que la sociedad y el mundo empresarial asimilen el nuevo papel de los mayores.

Un ejemplo de este porvenir y de lo que denomina la “sociedad sénior del conocimiento” es el proyecto Citilab. Se trata de un centro de innovación social digital ubicado en Cornellà de Llobregat (Barcelona) y que representa, en palabras del autor, “un núcleo de lo que va a ser el futuro”.

Otro punto clave que destaca es la importancia de la memoria. En su ensayo, también acerca al lector a los proyectos de recuperación y mantenimiento de esta. “La memoria y experiencia del sénior será patrimonio inmaterial de la humanidad”, asegura. En este sentido, augura un cambio importante en instituciones como los museos: veremos voces y sentimientos, no solo objetos materiales inertes.

Sénior. La vida que no cesa es producto de una concienzuda investigación y del contraste de conversaciones y visiones de expertos de diferentes ámbitos. En el libro incluye entrevistas con biólogos, médicos y gestores sanitarios como Valentín Fuster, Manuel Serrano, Humberto Loscertales y María Ángeles de Miquel. Sus 320 páginas son un recorrido por diferentes aspectos del envejecimiento con el objetivo principal de desmentir y desterrar la concepción de una “tercera edad” caduca y pasiva.

SAN LEANDRO DE SEVILLA

En Sevilla, en Hispania, san Leandro, obispo, hermano de los santos Isidoro, Fulgencio y Florentina, que con su predicación y diligencia convirtió, contando con la ayuda de su rey Recaredo, a los visigodos de la herejía arriana a la fe católica (c. 600).

 Aunque por el Vetus Ordo se celebra el 27 de febrero tanto en el rito mozárabe como en el Novus Ordo dicha celebración es el 13 de marzo

¿Qué secreto poseía aquella familia de Cartagena que supo poner en los altares a sus cuatro  hijos? Porque no hay duda de la influencia de los padres en la vida de sus hijos tanto para bien como para mal.

Eso no quiere decir que los hijos que han nacido en buena y cristiana familia tengan una póliza de seguro que les garantice la fidelidad a los principios que mamaron ni tampoco que quienes conocieron a unos padres mediocres estén condenados irreparablemente a la desgracia moral. No, pero hechas las salvedades y sabiendo que el uso de la libertad es privado y personal, no cabe duda -es testigo la historia- de la impronta que deja en los retoños el estilo de quienes los engendraron y educaron. En este caso, Leandro tuvo otros tres hermanos que están como él en los altares, Isidoro que le sucedió en el arzobispado de Sevilla, San Fulgencio y Santa Florentina.

Su nacimiento fue en torno al 535, en la ciudad de Cartagena, en el Levante español, en el seno de una importante familia, de madre alegadamente visigoda y de padre hispanorromano.

Con la invasión bizantina de su tierra levantina en el año 554, la familia se marchó a Sevilla, ciudad donde Leandro. Al morir sus padres, Leandro se queda al cuidado de sus hermanos menores, ingresando años más tarde en un convento.

Fue arzobispo de Sevilla desde el año 578 hasta el año 600, en el que es sustituido por su hermano menor San Isidoro de Sevilla. Está considerado como uno de los grandes impulsores del catolicismo en la España visigoda de su tiempo.

Funda una escuela de artes y ciencia que la concibe como instrumento para difundir la doctrina ortodoxa en medio de una España que está inficcionada de arrianismo, particularmente en la corte visigoda. Dos hijos del rey arriano Leovigildo están formándose en su escuela, Hermenegildo y Recaredo.

Leovigildo asienta en Toledo la capital del reino visigodo. Su hijo Hermenegildo será su igual en la Bética y residirá en Sevilla; por su ciencia, bondad y celo Hermenegildo se convierte a la fe nicena con el ejemplo y apoyo de su esposa Igunda. Pero en Toledo hay reales aires de grandeza; el rey piensa que el principio de unidad y estabilidad está en la religión arriana; se enciende la persecución contra la fe católica con fuego y espada, incluidos los territorios de la Bética, en la que su propio hijo Hermenegildo morirá mártir.

Leandro ha sido obligado a abandonar su Iglesia y su patria. Aprovecha el destierro para pedir ayuda al emperador de Bizancio. En Constantinopla se encuentra con Gregorio, que ha sido enviado por el papa Pelagio -lo sucederá luego en la Sede romana- con quien traba una gran amistad; le anima a poner por escrito los libros Morales -comentario al libro de Job- que influirán de un modo decisivo en la ascética de todo el Medievo.

Vuelve a Sevilla su Arzobispo al disminuir la tensión del rey Leovigildo y lo verá morir. Leandro, en el 589, convoca el III Concilio de Toledo donde Recaredo, que ha sucedido a su padre en el trono, abjura de los errores arrianos y hace profesión de fe católica lográndose la unidad del reino visigodo y la paz. Sobreviene como esperada consecuencia una renovación en la vida religiosa, un resurgir de las letras y una fresca ganancia en el terreno de las artes.

La conversión paulatina a la fe católica de los arrianos visigodos del reino es sincera y la deseada unidad ha encontrado el vínculo de cohesión en la unidad de la fe. Lo que intuyó el rey Leovigildo, pero con signo contrario; en esta ocasión, triunfó la verdad.

Ahora y hasta su muerte en el año 600, el sabio y santo Arzobispo deja de ser un hombre influyente en la política del reino. Le ocupa el alma el ansia de hacer el bien. Mucha oración, atención a las obligaciones pastorales, estudio de la Sagrada Escritura, penitencia por los pecados de su vida, y la carta que escribe a su hermana Florentina que llega a servir de pauta para la vida monástica femenina hasta el punto de ser llamada «la regla de San Alejandro» le llenaron su tiempo.

Considerado uno de los Padres de la iglesia y fundador de la escuela teológica de Sevilla, tuvo especial interés en la enseñanza oral y escrita del catolicismo y en la formación de los religiosos.

Su gran importancia histórica para la iglesia se hace patente en la estatua de barro cocido a tamaño natural que le representa en la Puerta del Bautismo de la Catedral de Sevilla, formando pareja y frente a la de su hermano y también obispo de Sevilla, San Isidoro. Aparece también, junto a San Isidoro, en el escudo de Sevilla.

Sevilla tiene motivos para mostrar orgullo con un santo así ¿verdad? Hay quien afirma que los santos pertenecen a todos y posiblemente no les falte razón, pero ¿no podrán pertenecer a algunos un poco más?

LÁVATE LA CARA Y PERFUMA TU CABEZA

En Cuaresma, Santo Tomás de Villanueva pide recomenzar en el interior de cada uno y mostrarse limpio ante Dios.

Ha llegado el tiempo de mirar por el bien de uno mismo, y de escudriñar la conciencia. Ya es hora de despertarnos de nuestro letargo (Rom 13,11). Ha llegado el tiempo de la poda de los pecados; es el tiempo de oír en nuestra tierra el arrullo de la tórtola, es decir, del pecador que se lamenta (Cant 2,12). Que abandone el malvado sus caminos y el inicuo sus designios y se convierta al Señor (Is 55,7). Bástenos ya con haber consumido el tiempo en vanidades; bástenos ya con haber andado desenfrenadamente detrás de nuestras concupiscencias. Yo os pregunto: ¿Qué frutos habéis cosechado en aquello de lo que ahora os avergonzáis? Pasó el gozo, quedó la tristeza; volaron los placeres, y han quedado las penas; “pasó el acto y quedó el reato”, como dice Agustín. Breve ha sido ese acto; el reato y la confusión y el castigo, eternos.

Bástenos, pues, con haber sido engañados y atraídos por nuestras concupiscencias y halagados por ellas, como dice Santiago (Sant 1,14). Convertíos, convertíos (Ez 33,11). Entrad en vosotros mismos, ¡oh prevaricadores! (Is 46,8). Entra dentro de tu corazón y examínalo: ocúltate en una hoya bajo tierra de la vista airada del Señor; tápate la cara con el manto de la vergüenza y confúndete ante él, porque hay vergüenza que conduce a la gloria (Sir 4,25), y teme que se diga de ti aquello del Profeta: Han cometido abominaciones y no sienten vergüenza (Jr 6,15).

Ciertamente hemos pecado mucho, pero generoso es el Señor para perdonar: Él tiene soberanos pensamientos de paz y no de aflicción, tanto para los justos como para los pecadores. Escucha al Profeta que dice: Porque hablará de paz en favor de su pueblo y de sus fieles, y también de cuantos de corazón vuelven a él (Sal 84,9).

Mira que el Señor quiere hacer las paces con los pecadores convertidos; invita a ello el mismo que ha sido injuriado, el que ha sido vilipendiado. Pide la paz el mismo que debía tomar venganza. Quiere unirse en amistad el que debía castigar. El juez quiere hacer la paz con el culpable.

Ahora bien, ¿cuál es la manera de lograr esa paz? Lávate la cara y perfuma tu cabeza. ¿Quieres ser aceptado por el Señor? Lava la cara. ¿Quieres que él te ame? Perfuma tu cabeza. Lava tu cara para que seas aceptado; unge tu cabeza para ser amado, pues la fragancia del perfume atraerá al Señor y el esplendor de tu rostro le encantará.

¿Y cuál es la casa del alma? Sin duda la conciencia. Por la cara conocemos a las personas, la conciencia es conocida por Dios. Si la conciencia está limpia, hermosa está el alma. Dios no reconoce la lengua de una persona: Mirad, muchos van a venir diciendo: Señor, Señor, y el Señor a ellos: No os conozco (Mt 7,22). No conoce tampoco las manos, o sea, las obras exteriores, pues hay muchos que hacen obras externas muy llamativas y tampoco son conocidos por el Señor: Señor, ¿no es verdad que hemos profetizado en tu nombre?

¿Acaso no hemos hecho milagros? ¿No hemos expulsado demonios? … Y él les responderá: Nunca os reconocí en aquellos tiempos en que os teníais por familiares e íntimos míos al hacer aquellos milagros. Yo no os reconocía: Alejaos de mí, ejecutores de maldad (Mat 25,41), pues yo sólo reconozco la pureza de conciencia, sólo la limpieza si va además acompañada por la unción de la cabeza.

Así que, lávate la cara, y además perfuma tu cabeza. Sin duda Dios reconocerá en ti lo que de él plantó en ti: reconocerá su imagen en ti, la que él plasmó en ti. Afirmaba Gregorio: “Lo mismo que los hombres se dan a ver y conocer por la apariencia exterior del cuerpo, así por nuestra imagen interior somos por Dios conocidos y dignos de que él nos mire”. El hombre no sólo fue hecho a imagen de Dios, sino también a semejanza suya. La imagen de Dios permanece indeleble en las potencias del alma; la semejanza, en los actos y virtudes, extraordinariamente deleble junto con la caridad. La semejanza, pues, está en la nitidez de la imagen; si falta la semejanza de la caridad la imagen está más renegrida que el carbón (Lam 4,8). Tiene el rostro de Dios, pero no tiene el esplendor de Dios: Dios no la conoce. Cuando el hombre peca, pierde la semejanza, pero no la imagen, pues el pecador pasa en la imagen.

Por consiguiente, el esplendor de la imagen de Dios, es decir, el amor de Dios, es el ungüento. Unge por tanto con él tu cabeza, o sea, tu mente. La cabeza es lo más alto en el hombre, pero lo supremo en él es la mente, como dice san Agustín. Unge, pues, tu mente, en la que reside la imagen, con el ungüento de la semejanza y de la caridad para que perdures como te hicieron: y te hicieron, por cierto, a imagen y semejanza de Dios (Gn 1,26). Si continúas siendo como te crearon en imagen y semejanza, serás reconocido por Dios; de otro modo, aquel supremo Artífice no reconoce una obra suya deformada. Lávala, pues, y úngela; lávala para quitar el polvo, y úngela para arrancarle las manchas. ¿Y cómo lo haremos? Llorando. Si ya la tienes limpia de polvo, pero aún le quedan manchas, sigue limpiando. Aprende de aquellas cinco vírgenes necias: en ellas estaba todavía sucia la cara, por eso no las reconoció el Esposo.

Santo Tomás de Villanueva (Sermón 64, Miércoles de Ceniza)