FIN DE CURSO EN CORIA CÁCERES

Hemos tenido un curso muy intenso y el final ha sido el mejor colofón.

Hemos tenido el privilegio y honor de contar con la presencia de nuestros queridos, presidente nacional, Jaime Tamariz y la secretaria Mercedes Montoya.

Comenzamos con la asamblea para evaluar el curso. Leímos el programa que hicimos al principio y un resumen de lo realizado y de los objetivos no alcanzados.

A continuación Jaime hizo una magistral intervención de “El mayor y la Evangelización” acompañado de un PowerPoint de imágenes ilustrativa que hacía que todo calara con facilidad y deleite.

Luego Mercedes hizo una interactuación para que se presentaran los miembros de los distintos grupos y terminar hablándonos de la espiritualidad y la oración. Con su talante sencillo que inmediatamente se metió a todos en el bolsillo. Y fue causa para que nuestro Consiliario dijera: “Tenemos unos dirigentes nacionales excepcionales”.

Sin movernos del sitio, por los 40º de temperatura que teníamos, tuvimos la Eucaristía de acción de gracias, donde presentamos al Señor nuestros sueños y proyectos, éxitos y fracasos, cansancios y fatigas. Buscando en Él nuestro descanso. Él que no nos juzga, porque nos conoce y a pesar de todo nos llama y nos espera. Le llevamos todo lo vivido en este curso, con la alegría de nuestros nietos, el amor de nuestros hijos y la serenidad de nuestros años a decirle ¡Gracias, Señor! Si quieres puedes contar con nosotros para el próximo curso.

En la homilía nuestro Consiliario nos sorprendió con dos sencillas y profundas ideas relacionadas con el Movimiento la primera y en relación al Evangelio del día la segunda,  decía que la parroquia es una comunidad de comunidades, donde si echamos un azucarillo es como si lo echamos en un cubo grande de agua, no se aprecia la dulzura, pero si un azucarillo lo ponemos en un vasito, sí que se endulza. Así florecen los grupos de Vida Ascendente en las parroquias. La segunda idea es: “Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen” No le podremos amar afectivamente, pero sí efectivamente, sin odio, ni rencor y pidiendo por él.

Al final compartimos una comida con alegría y hermandad.