Boletín Mensual Nº39 de Vida Ascendente Internacional

Una cita un poco retrasada, estas son cosas que pasan… y a pesar de este retraso, el rito introductorio es necesario: suscriptores de este boletín o lectores ocasionales, dondequiera que estén -en África, América, Asia, Europa, Oceanía- les agradezco su lealtad y les envío mi saludo muy amistoso y el de los miembros del Comité Ejecutivo.

También me gustaría saludar con cálida sinceridad al Padre Montferrand y a Margaret Mugeni que firman artículos de este boletín…

    • Leerás el post espiritual que el Padre Montferrand envió a los miembros argentinos de VA con motivo de la Pascua; no hay retiro para quien ha sido durante mucho tiempo consejero espiritual para América del Sur, sino «un tiempo de fertilidad renovada*». Le agradecemos su continuo compromiso con VA y me uno a los miembros del Comité Ejecutivo para agradecerle por su sentido de servicio.
    • En cuanto a Margaret, nos hace vivir un hermoso momento con «el nacimiento» de un grupo de VA en la Arquidiócesis de Gulu; Me vienen a la mente estos versos de Víctor Hugo: «Cuando el niño aparece el círculo familiar / Aplaude con fuertes gritos… / Cuando llega el niño, la alegría llega y nos ilumina…». Todo está dicho en estas palabras que se traducen en términos simples, la alegría que ilumina los corazones y las mentes: es la alegría que sentimos con esta buena noticia de Uganda.  ¡Felicitaciones a Margaret y a su esposo Charles!

También leerás el mensaje del Papa para el día 24 de julio de 2022 y los llamamientos que hago para ilustrar el tema de la segunda edición de esta fiesta; Margarita y el padre Montferrand, cada uno a su manera, dan testimonio de este deseo de negarse a «vivir de manera desencantada, resignados a no tener más «fruto que dar»; Retomo aquí las palabras del Papa en su mensaje de 3 Mai, que estigmatizan «el descarte» al que los ancianos podrían ser condenados. Por el contrario, sabremos ser «hermosos olivos en la casa de Dios» (Sal 52:10).

*Oración del Papa para el 24 de julio de 2021

La Presidenta
Monique Bodhuin


MENSAJE DEL CONSEJERO ESPIRITUAL DE ARGENTINA
A SUS MIEMBROS PARA LA SEMANA SANTA 2022

Queridos amigos y amigas de Vida Ascendente

Cristo ha resucitado, esta es nuestra alegría, esta es la verdad que anunciamos viviendo ya como resucitados.   ¡Alleluia!

Estamos ya retomando en todas partes nuestras reuniones presenciales, con todos los cuidados necesarios, pero dejando el encierro que vivimos casi dos años.  Nuestros grupos naturalmente han sufrido pérdidas queridas y también se han desacostumbrado a las reuniones semanales o mensuales.  Pero esto nos ha pasado en todas las cosas, ahora tenemos que incorporarnos y comenzar a reunirnos con los que sea posible.

La buena noticia de este año es que el Secretariado para la Familia, renovó todas sus autoridades, y el Área de Adultos Mayores será coordinada por un matrimonio (que ya son abuelos) y por un Obispo diocesano.  Ya se han reunido por zoom con todos los miembros de ese Secretariado y han comenzado el trabajo.

Nuestro movimiento Vida Ascendente participa en el Área de Adultos Mayores desde siempre y también ahora tiene algunos miembros que son de nuestros grupos.  Me han pedido que colabore en lo referente a “espiritualidad del adulto mayor”, lo que haré con todo gusto.

Esta es una ocasión de ayudar a que la Pastoral del Adulto Mayor tan esperada, pueda al fin comenzar a rodar, pueda extenderse a todas las diócesis y a toda comunidad eclesial del país, y que así podamos integrar este sector familiar que formamos los abuelos y abuelas y todos los mayores.

Por supuesto que seguimos recibiendo esta bendición de las “Catequesis del Papa Francisco sobre los Mayores”.  A partir de la Palabra de Dios nos explica el lugar y el valor de nuestro testimonio en la familia, en la misma Iglesia y en la sociedad.

La Pascua nos ha reunido y alentado, el Señor resucitó y vive entre nosotros.  Que lo podamos sentir en cada reunión, en nuestros grupos y también sabiendo que estamos integrados a la Pastoral Orgánica de la Iglesia, caminamos juntos (al modo sinodal).

Que Dios nos bendiga siempre y la Virgen nos cuide.

Padre Osvaldo


LIFE ASCENDING UGANDA EN LA ARQUIDIÓCESIS DE GULU

En 2019 se creó Life Ascending en Uganda con Margaret Mugeni como presidenta.

A principios de abril de este año esta última nos informa con alegría del acuerdo que le acaba de enviar el arzobispo de Gulu para que la asociación funcione en la región.

Fue en los siguientes términos que le llegó la autorización.

«Recuerdo muy bien la breve visita que usted y el Sr. Atim, su esposo, me hicieron en 2019 durante la cual me presentaron la naturaleza y los objetivos de su asociación.

Dada la gran importancia que la Iglesia concede al Apostolado y a la Pastoral de los Ancianos, la reciente catequesis y exhortaciones del Santo Padre Papa Francisco nos dicen que los ancianos tienen un papel que desempeñar en el plan de salvación de Dios, que debemos aprehender y apreciar seriamente el valor pleno de la vejez y considerando que la Asociación Life Ascending Uganda es un excelente medio al servicio de esta Apostolado, yo, Arzobispo de Gulu, otorgo a la Asociación permiso para comenzar y operar en la Arquidiócesis.

Por favor, póngase en contacto con el Secretario General de la Comisión para el Apostolado de los Laicos de la Arquidiócesis para que el inicio de la asociación se pueda hacer en las mejores condiciones, y comunique al Apostolado de los Laicos toda la información útil y necesaria al respecto.

Les aseguro mis oraciones y bendiciones y aprovecho esta oportunidad para desearos a todos un final fructífero de la Cuaresma y alegres celebraciones de Pascua.  ¡Felices Pascuas! »

John Baptist Odama
Arzobispo de Gulu

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Felicitaciones a Margaret y a su esposo, Charles Atim, y les deseamos mucho éxito en esta nueva aventura.


REPETIR PARA SER ESCUCHADO

Bis repetita placent  [1]

Repetir para ser escuchado… repetir porque, la primera vez, el mensaje no tuvo el eco esperado, repetir para que los espíritus entiendan la necesidad de una movilización… En definitiva, me gusta repetir estas cosas que ya se han dicho y que me parecen, en este momento, ¡tan importantes para nuestro movimiento! Aquí están:

El 3 de mayo, el Santo Padre publicó un mensaje -lo reproduce nuestro boletín- para la segunda Jornada Mundial de los Abuelos y los Ancianos, que tendrá lugar el 24 de julio, sobre el tema «todavía dan fruto en la vejez» (Sal 92:15): celebren este día, ya sea en esta fecha o en otro momento, celebrarlo para mostrar este papel insustituible que los ancianos tienen en la Iglesia y en la sociedad. Celebralo y ENVÍANOS TUS INICIATIVAS; es importante que el Comité Ejecutivo los conozca, que testifique, cuando se le dé la oportunidad, de la «riqueza de los años» y, en consecuencia, de la vitalidad de VAI.

En su catequesis del 23 de marzo, el Santo Padre invita a nuestra institución a establecer, en el marco del camino catequético, encuentros entre jóvenes y mayores para que estos últimos puedan decir a los primeros cómo la fe ha alimentado sus vidas, a pesar de los altibajos inherentes a cualquier camino de fe, a pesar de los fracasos y ensayos. DEPENDE DE VOSOTROS JUGAR, DEPENDE DE VOSOTROS SER LOS PROMOTORES DE ESTA IDEA: depende de vosotros desafiar a los líderes de la catequesis en vuestro país para evocar esta propuesta papal y ver cómo podría implementarse, depende de vosotros reuniros con el párroco para iniciar reuniones en los diferentes niveles del camino catequético

Monique Bodhuin


«EN LA VEJEZ SEGUIRÁN DANDO FRUTO» (SAL 92,15)

Querida hermana, querido hermano:

El versículo del salmo 92 «en la vejez seguirán dando frutos» (v. 15) es una buena noticia, un verdadero “evangelio”, que podemos anunciar al mundo con ocasión de la segunda Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores. Esto va a contracorriente respecto a lo que el mundo piensa de esta edad de la vida; y también con respecto a la actitud resignada de algunos de nosotros, ancianos, que siguen adelante con poca esperanza y sin aguardar ya nada del futuro.

La ancianidad a muchos les da miedo. La consideran una especie de enfermedad con la que es mejor no entrar en contacto. Los ancianos no nos conciernen —piensan— y es mejor que estén lo más lejos posible, quizá juntos entre ellos, en instalaciones donde los cuiden y que nos eviten tener que hacernos cargo de sus preocupaciones. Es la “cultura del descarte”, esa mentalidad que, mientras nos hace sentir diferentes de los más débiles y ajenos a sus fragilidades, autoriza a imaginar caminos separados entre “nosotros” y “ellos”. Pero, en realidad, una larga vida —así enseña la Escritura— es una bendición, y los ancianos no son parias de los que hay que tomar distancia, sino signos vivientes de la bondad de Dios que concede vida en abundancia. ¡Bendita la casa que cuida a un anciano! ¡Bendita la familia que honra a sus abuelos!

La ancianidad, en efecto, no es una estación fácil de comprender, tampoco para nosotros que ya la estamos viviendo. A pesar de que llega después de un largo camino, ninguno nos ha preparado para afrontarla, y casi parece que nos tomara por sorpresa. Las sociedades más desarrolladas invierten mucho en esta edad de la vida, pero no ayudan a interpretarla; ofrecen planes de asistencia, pero no proyectos de existencia[i].  Por eso es difícil mirar al futuro y vislumbrar un horizonte hacia el cual dirigirse. Por una parte, estamos tentados de exorcizar la vejez escondiendo las arrugas y fingiendo que somos siempre jóvenes, por otra, parece que no nos quedaría más que vivir sin ilusión, resignados a no tener ya “frutos para dar”.

El final de la actividad laboral y los hijos ya autónomos hacen disminuir los motivos por los que hemos gastado muchas de nuestras energías. La consciencia de que las fuerzas declinan o la aparición de una enfermedad pueden poner en crisis nuestras certezas. El mundo —con sus tiempos acelerados, ante los cuales nos cuesta mantener el paso— parece que no nos deja alternativa y nos lleva a interiorizar la idea del descarte. Esto es lo que lleva al orante del salmo a exclamar: «No me rechaces en mi ancianidad; no me abandones cuando me falten las fuerzas» (71,9).

Pero el mismo salmo —que descubre la presencia del Señor en las diferentes estaciones de la existencia— nos invita a seguir esperando. Al llegar la vejez y las canas, Él seguirá dándonos vida y no dejará que seamos derrotados por el mal. Confiando en Él, encontraremos la fuerza para alabarlo cada vez más (cf. vv. 14-20) y descubriremos que envejecer no implica solamente el deterioro natural del cuerpo o el ineludible pasar del tiempo, sino el don de una larga vida. ¡Envejecer no es una condena, es una bendición!

Por ello, debemos vigilar sobre nosotros mismos y aprender a llevar una ancianidad activa también desde el punto de vista espiritual, cultivando nuestra vida interior por medio de la lectura asidua de la Palabra de Dios, la oración cotidiana, la práctica de los sacramentos y la participación en la liturgia. Y, junto a la relación con Dios, las relaciones con los demás, sobre todo con la familia, los hijos, los nietos, a los que podemos ofrecer nuestro afecto lleno de atenciones; pero también con las personas pobres y afligidas, a las que podemos acercarnos con la ayuda concreta y con la oración. Todo esto nos ayudará a no sentirnos meros espectadores en el teatro del mundo, a no limitarnos a “balconear”, a mirar desde la ventana. Afinando, en cambio, nuestros sentidos para reconocer la presencia del Señor[ii], seremos como “verdes olivos en la casa de Dios” (cf. Sal 52,10), y podremos ser una bendición para quienes viven a nuestro lado.

La ancianidad no es un tiempo inútil en el que nos hacemos a un lado, abandonando los remos en la barca, sino que es una estación para seguir dando frutos. Hay una nueva misión que nos espera y nos invita a dirigir la mirada hacia el futuro. «La sensibilidad especial de nosotros ancianos, de la edad anciana por las atenciones, los pensamientos y los afectos que nos hacen más humanos, debería volver a ser una vocación para muchos. Y será una elección de amor de los ancianos hacia las nuevas generaciones»[iii].  Es nuestro aporte a la revolución de la ternura[iv], una revolución espiritual y pacífica a la que los invito a ustedes, queridos abuelos y personas mayores, a ser protagonistas.

El mundo vive un tiempo de dura prueba, marcado primero por la tempestad inesperada y furiosa de la pandemia, luego, por una guerra que afecta la paz y el desarrollo a escala mundial. No es casual que la guerra haya vuelto en Europa en el momento en que la generación que la vivió en el siglo pasado está desapareciendo. Y estas grandes crisis pueden volvernos insensibles al hecho de que hay otras “epidemias” y otras formas extendidas de violencia que amenazan a la familia humana y a nuestra casa común.

Frente a todo esto, necesitamos un cambio profundo, una conversión que desmilitarice los corazones, permitiendo que cada uno reconozca en el otro a un hermano. Y nosotros, abuelos y mayores, tenemos una gran responsabilidad: enseñar a las mujeres y a los hombres de nuestro tiempo a ver a los demás con la misma mirada comprensiva y tierna que dirigimos a nuestros nietos. Hemos afinado nuestra humanidad haciéndonos cargo de los demás, y hoy podemos ser maestros de una forma de vivir pacífica y atenta con los más débiles. Nuestra actitud tal vez pueda ser confundida con debilidad o sumisión, pero serán los mansos, no los agresivos ni los prevaricadores, los que heredarán la tierra (cf. Mt 5,5).

Uno de los frutos que estamos llamados a dar es el de proteger el mundo. «Todos hemos pasado por las rodillas de los abuelos, que nos han llevado en brazos»[v]; pero hoy es el tiempo de tener sobre nuestras rodillas —con la ayuda concreta o al menos con la oración—, junto con los nuestros, a todos aquellos nietos atemorizados que aún no hemos conocido y que quizá huyen de la guerra o sufren por su causa. Llevemos en nuestro corazón —como hacía san José, padre tierno y solícito— a los pequeños de Ucrania, de Afganistán, de Sudán del Sur.

Muchos de nosotros hemos madurado una sabia y humilde conciencia, que el mundo tanto necesita. No nos salvamos solos, la felicidad es un pan que se come juntos. Testimoniémoslo a aquellos que se engañan pensando encontrar realización personal y éxito en el enfrentamiento. Todos, también los más débiles, pueden hacerlo. Incluso dejar que nos cuiden —a menudo personas que provienen de otros países— es un modo para decir que vivir juntos no sólo es posible, sino necesario.

Queridas abuelas y queridos abuelos, queridas ancianas y queridos ancianos, en este mundo nuestro estamos llamados a ser artífices de la revolución de la ternura. Hagámoslo, aprendiendo a utilizar cada vez más y mejor el instrumento más valioso que tenemos, y que es el más apropiado para nuestra edad: el de la oración. «Convirtámonos también nosotros un poco en poetas de la oración: cultivemos el gusto de buscar palabras nuestras, volvamos a apropiarnos de las que nos enseña la Palabra de Dios»[vi].  Nuestra invocación confiada puede hacer mucho, puede acompañar el grito de dolor del que sufre y puede contribuir a cambiar los corazones. Podemos ser «el “coro” permanente de un gran santuario espiritual, donde la oración de súplica y el canto de alabanza sostienen a la comunidad que trabaja y lucha en el campo de la vida»[vii]. Es por eso que la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores es una ocasión para decir una vez más, con alegría, que la Iglesia quiere festejar con aquellos a los que el Señor —como dice la Biblia— les ha concedido “una edad avanzada”. ¡Celebrémosla juntos! Los invito a anunciar esta Jornada en sus parroquias y comunidades, a ir a visitar a los ancianos que están más solos, en sus casas o en las residencias donde viven. Tratemos de que nadie viva este día en soledad. Tener alguien a quien esperar puede cambiar el sentido de los días de quien ya no aguarda nada bueno del futuro; y de un primer encuentro puede nacer una nueva amistad. La visita a los ancianos que están solos es una obra de misericordia de nuestro tiempo.

Pidamos a la Virgen, Madre de la Ternura, que nos haga a todos artífices de la revolución de la ternura, para liberar juntos al mundo de la sombra de la soledad y del demonio de la guerra.

Que mi Bendición, con la seguridad de mi cercanía afectuosa, llegue a todos ustedes y a sus seres queridos. Y ustedes, por favor, no se olviden de rezar por mí.

Roma, San Juan de Letrán,
3 de mayo de 2022, fiesta de los santos apóstoles Felipe y Santiago.
FRANCISCO

[1] Cosas repetidas placen…

[i] Catequesis sobre la vejez, 1: “La gracia del tiempo y la alianza de las edades de la vida” (23 febrero 2022)

[ii] Ibíd., 5: “La fidelidad a la visita de Dios para la generación que viene” (30 marzo 2022)

[iii] Ibíd., 3: “La ancianidad, recurso para la juventud despreocupada” (16 marzo 2022)

[iv] Catequesis sobre san José, 8: “San José padre en la ternura” (19 enero 2022)

[v] Homilía durante la Santa Misa, I Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores (25 julio 2021)

[vi] Catequesis sobre la familia, 7: “Los abuelos” (11 marzo 2015)

[vii] Ibíd.

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