Catequesis del Santo Padre sobre la vejez (V): Simeón y Ana, ejemplo de fidelidad en la espera

El Santo Padre continuó con su serie de catequesis sobre el sentido y el valor de la vejez, bajo el tema “La fidelidad a la visita de Dios para la generación que viene”.

El Papa Francisco habló de Simeón y Ana, figuras bíblicas modelo de vejez, de los que: “Primero, aprendemos que la fidelidad de la espera afina los sentidos. Por otro lado, lo sabemos, el Espíritu Santo hace precisamente esto: ilumina los sentidos”.

Su Santidad propone el ejemplo de los ancianos Simeón y Ana e indica que ellos “conservan esta sensibilidad del espíritu y son capaces de entender las diferentes situaciones, como estos dos entendieron que esta situación que estaba ante ellos era la manifestación del Mesías”.

Estar atentos a las visitas del Señor

Para Francisco, “una vejez que se ha ejercitado en la espera de la visita de Dios no perderá su paso: es más, estará también más preparada a acogerla, tendrá más sensibilidad para acoger al Señor cuando pasa”.

Y recordó que “una actitud del cristiano es estar atento a las visitas del Señor, porque el Señor pasa en nuestra vida con las inspiraciones, con la invitación a ser mejores. Y san Agustín decía: ‘Tengo miedo de Dios cuando pasa’ .  ‘¿Pero por qué tienes miedo?’ .  ‘Sí, tengo miedo de no darme cuenta y dejarlo pasar’. Es el Espíritu Santo que prepara los sentidos para entender cuándo el Señor nos está visitando, como hizo con Simeón y Ana”.

En este sentido, el Papa apunta que “hoy más que nunca necesitamos esto: necesitamos una vejez dotada de sentidos espirituales vivos y capaz de reconocer los signos de Dios, es más, el Signo de Dios, que es Jesús”. Y añade que “la anestesia de los sentidos espirituales —y esto es feo— la anestesia de los sentidos espirituales, en la excitación y en el entumecimiento de los corporales, es un síndrome generalizado en una sociedad que cultiva la ilusión de la eterna juventud, y su rasgo más peligroso está en el hecho de que esta es mayoritariamente inconsciente. No nos damos cuenta de estar anestesiados”.

Esto, insiste “sucede: siempre ha sucedido y sucede en nuestra época. Los sentidos anestesiados, sin entender qué sucede; los sentidos interiores, los sentidos del espíritu para entender la presencia de Dios o la presencia del mal, anestesiados, no distinguen”.

Pérdida de sensibilidad del alma

La pérdida de sensibilidad del alma “no se refiere simplemente al pensamiento de Dios o de la religión. La insensibilidad de los sentidos espirituales se refiere a la compasión y la piedad, la vergüenza y el remordimiento, la fidelidad y la entrega, la ternura y el honor, la responsabilidad propia y el dolor ajeno. Es curioso: la insensibilidad no te hace entender la compasión, no te hace entender la piedad, no te hace sentir vergüenza o remordimiento por haber hecho algo malo”.

El Pontífice describe también que en una sociedad “que ejerce principalmente la sensibilidad por el disfrute, disminuye la atención a los frágiles y prevalece la competencia de los vencedores. Y así se pierde la sensibilidad. Ciertamente, la retórica de la inclusión es la fórmula de rito de todo discurso políticamente correcto. Pero todavía no trae una real corrección en las prácticas de la convivencia normal: cuesta que crezca una cultura de la ternura social”.

No ser protagonistas, sino solo testigos

De la historia de Simeón y Ana “viene una indicación escondida que merece ser llevada a primer plano. ¿En qué consiste, concretamente, la revelación que enciende la sensibilidad de Simeón y Ana?”. Esto, “consiste en el reconocer en un niño, que ellos no han generado y que ven por primera vez, el signo seguro de la visita de Dios. Ellos aceptan no ser protagonistas, sino solo testigos. Y cuando un individuo acepta no ser protagonista, sino que se involucra como testigo, la cosa va bien: ese hombre o esa mujer está madurando bien”.

Pero, prosigue el Sucesor de Pedro, “si tiene siempre ganas de ser protagonista no madurará nunca este camino hacia la plenitud de la vejez. La visita de Dios no se encarna en su vida, de los que quieren ser protagonistas y nunca testigos, no los lleva a la escena como salvadores: Dios no se hace carne en su generación, sino en la generación que debe venir. Pierden el espíritu, pierden las ganas de vivir con madurez y, como se dice normalmente, se vive con superficialidad”.

“Es la gran generación de los superficiales, que no se permiten sentir las cosas con la sensibilidad del espíritu. ¿Pero por qué no se lo permiten? En parte por pereza, y en parte porque ya no pueden: la han perdido. Es feo cuando una civilización pierde la sensibilidad del espíritu. Sin embargo, es muy bonito cuando encontramos ancianos como Simeón y Ana que conservan esta sensibilidad del espíritu y son capaces de entender las diferentes situaciones, como estos dos entendieron que esta situación que estaba ante ellos era la manifestación del Mesías”, explica el Papa Francisco

La sensibilidad espiritual de la edad anciana “es capaz de abatir la competición y el conflicto entre las generaciones de forma creíble y definitiva. Supera, esta sensibilidad: los ancianos, con esta sensibilidad, superan el conflicto, van más allá, van a la unidad, no al conflicto. Esto ciertamente es imposible para los hombres, pero es posible para Dios. ¡Y hoy necesitamos mucho de la sensibilidad del espíritu, de la madurez del espíritu, necesitamos ancianos sabios, maduros en el espíritu que nos den una esperanza para la vida!”, concluye.

Visto en Exaudi.org

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https://www.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2022/documents/20220330-udienza-generale.html