En su catequesis de la audiencia general, el Papa Francisco afirmó que “la sociedad debe interpelarse por su incapacidad de convivir con la vejez”. También se refirió a la necesidad de reformar una civilización y una política que marginan la vejez y la enfermedad. De los ancianos, dijo, “aprendemos el don de abandonarse al cuidado de los demás, empezando por Dios mismo».
Al tomar la palabra, el Santo Padre explicó que en esta catequesis deseaba considerar, con el salmista, “la fragilidad y la vulnerabilidad presentes en la vida de los ancianos”. Se trata de una realidad, afirmó, que ya es dura en sí misma, que “da origen en nuestra civilización a situaciones de abandono, de engaños y de abusos contra las personas mayores”.
“Es paradójico que nuestra sociedad, tan avanzada en su presunta eficacia, propicie al mismo tiempo estas injusticias, cada vez más numerosas, que lejos de ser una excepción, muestran palpablemente la cultura del descarte que se ha apoderado de todos nosotros, de la sociedad”
Ante esta situación Francisco dijo a los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro, que “el salmista reafirma su confianza en el Señor, que es para él ‘la roca de refugio’”. En efecto, prosiguió, “cuando nuestras fuerzas se terminan, el Señor nos colma de seguridad y fortaleza”.
“Toda la sociedad debe sentirse interpelada por su incapacidad de convivir con la vejez, incapacidad que en ocasiones llega a hacer que los ancianos sean despojados de su dignidad y no se acepte la vulnerabilidad y fragilidad propias de esa etapa de la vida”
Francisco invitó a “acoger el magisterio de la fragilidad, que la vejez pone antes nuestros ojos de manea creíble en todo el arco de la vida humana, pues todos tenemos necesidad de confiar en Dios e invocar su ayuda”.
“El magisterio de la fragilidad es necesario para realizar una reforma indispensable en nuestra civilización, pues la marginación de los ancianos afecta todas las etapas de la vida”
“Hagamos nuestra la súplica del anciano enfermo del salmo, la cual nos recuerda que en la oración y confianza en el Señor encontramos nuestra fuerza y refugio en los momentos difíciles de la vida”
Y continuo “Nuestros mayores son un magisterio vivo. A través de su fragilidad nos enseñan la necesidad de abandonarnos al Señor y a los demás. Pidamos al Señor entrar, con fe, en la sabiduría de esta fragilidad para que haga nuestras sociedades más humanas y fraternas”
El Santo Pontífice dijo que “los ancianos, por su debilidad, pueden enseñar a los de otras edades de la vida que todos necesitamos entregarnos al Señor” e invocar su ayuda, “porque Dios es siempre nuestra esperanza y nuestro apoyo».
Luego el Santo Padre dirigió su pensamiento, como es costumbre, a los ancianos, los enfermos, los jóvenes y los recién casados, a quienes les recordó: «El próximo domingo celebraremos la solemnidad de Pentecostés. Que el Espíritu Santo sea para ustedes, jóvenes, como el ‘viento y el fuego’ que los preservan del letargo, impulsándolos al amor de los grandes ideales y al compromiso con la Iglesia y la sociedad. Que sea para ustedes, ancianos y enfermos, el ‘Consolador’ que los acompañe en su trabajo diario, dándoles la certeza del amor de Dios. Que sea para ustedes, recién casados, una fuente de ‘comunión’ que los haga crecer en el amor mutuo. Mi bendición para todos”
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