Hoy es sábado, 7 de octubre, anoche sobre las 22,30 horas llegaba a casa, muy cansada, mucho, pero alegre, intensamente alegre y bullendo de ideas para este curso.
Estos días que hemos vivido fuera de nuestros hogares nos deberían haber alejado no solo física sino emocionalmente de lo que dejábamos en casa, vaciar la mente de nuestra vida cotidiana para dedicar estos días a estar con nuestros hermanos de Vida Ascendente y aprovechar al máximo todos los actos que la organización nos había preparado, y que en el próximo boletín os contaré.
Los teléfonos móviles han estado todos los días sin excepción insertos en todos y cualquiera de los momentos, en los autobuses, en la Charla de D, Baldomero Rodríguez Carrasco sobre la religiosidad popular y la transmisión de la fe, en la visita al Monasterio de la Rábida, en el Santuario de Nuestra Señora de la Cinta, e incluso en la Eucaristía en forma de Vigilia de la Catedral de Huelva, en la Visita a la Catedral de Sevilla o en los Reales Alcázares, mientras celebrábamos la misa del Jubileo en la parroquia de San Andrés junto al Obispo Auxiliar D. Ramón Valdivia, en el Rocío durante la misa, en el rezo del Santo Rosario, no ha habido uno solo de los actos en los que no haya sonado un teléfono móvil.
Nos cuesta desenganchar de lo cotidiano y así es difícil escuchar al Señor, y me diréis, somos mayores y se nos olvida apagar el móvil, pues es cierto que no somos jóvenes, pero si le quitáramos la voz cuando nos subimos al bus por la mañana y la pusiéramos cando nos subimos al bus de vuelta al hotel tendríamos todo el día para estar con os compañeros de viaje, para el Señor, nos distraeríamos menos e incluso evitaríamos despistarnos y perdernos.
La tecnología es una oportunidad pero no debe convertirse nunca en una esclavitud. Hemos visitado una tierra preciosa y para muchos desconocida, punto de partida de la Evangelización del Nuevo Mundo, sacudida brutalmente por el Terremoto de Lisboa y el Tsunami posterior que se ha levantado nuevamente con el trabajo de hombre y mujeres, y que decir de la acogida de nuestros hermanos sevillanos y onubenses, nos han mimado exquisitamente y hoy desde estas líneas solo podemos dar gracias. Gracias por todo y por todos.
Ana María Marqués