EL LIENZO DOBLADO QUE HABÍA CUBIERTO EL ROSTRO DE JESÚS EN EL SEPULCRO

Una tradición judía de ese tiempo nos revelaría el importante mensaje representado por ese gesto aparentemente insignificante.

El Evangelio según San Juan, en el capítulo 20, nos habla de un lienzo que había sido colocado sobre la Faz de Jesús cuando Él fue sepultado, al final de la tarde del Viernes Santo.

«El primer día de la semana, al amanecer, mientras aún estaba oscuro, María Magdalena llegó a la tumba y vio que habían rodado la piedra de la entrada. Corrió y se encontró con Simón Pedro y con el otro discípulo, a quien Jesús amaba. Les dijo: « ¡Sacaron de la tumba el cuerpo del Señor, y no sabemos dónde lo pusieron!». Pedro y el otro discípulo se dirigieron a la tumba. Ambos iban corriendo, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero a la tumba. Se agachó a mirar adentro y vio los lienzos de lino apoyados ahí, pero no entró. Luego llegó Simón Pedro y entró en la tumba. Él también notó los lienzos de lino allí, pero el lienzo que había cubierto la cabeza de Jesús estaba doblado y colocado aparte de las otras tiras».

Ocurre que, después de la Resurrección, cuando el sepulcro fue encontrado vacío, ese lienzo no estaba caído a un lado, como la sábana que había envuelto el Cuerpo de Jesús. El Evangelio reserva un versículo entero para contarnos que el lienzo fue doblado cuidadosamente y colocado a la cabeza del túmulo de piedra.

Para poder entender el significado del lienzo doblado, tenemos que entender un poco la tradición judía de la época.

El lienzo doblado tiene que ver con una dinámica diaria entre el amo y el siervo – y todo niño judío conocía bien esa dinámica. El siervo, cuando preparaba la mesa de comer para el amo, procuraba tener la certeza de hacerlo exactamente de la manera deseada por su señor.

Después que la mesa era preparada, el siervo quedaba esperando fuera de la visión del amo hasta que él terminase de comer. El siervo no se atrevería nunca a tocar la mesa antes de que el amo hubiese acabado. Al terminar, el amo se levantaría, se limpiaría los dedos, la boca y la barba, haría una bola con el lienzo y lo dejaría en la mesa. El lienzo arrugado quería decir: “He terminado“.

Ahora bien, si el amo se levantara y dejara el lienzo doblado al lado del plato, el siervo no osaría tocar aún la mesa, porque ese lienzo doblado quería decir: “¡volveré!”.

El sudario doblado lo entendió el discípulo Juan «el Maestro volverá», por eso no entró al sepulcro, respetando esta tradición. Simón Pedro sí lo hizo, porque ya había sido designado como la roca sobre la que «edificaré Mi iglesia» (Mt 16:18).

Jesús al doblar el sudario quería decir, que Él regresaba con un mensaje de resurrección, con un mensaje de vida. Para decirnos que regresaba al altar para bendecir el Pan de Vida Eterna y la Bebida de Salvación (Jn 6:50-57).

Por eso en cada celebración de la misa, el sacerdote dobla el corporal, porque Cristo volverá a hacerse presente en otra celebración.

«El que da testimonio de todo esto dice: ‘Sí, voy a venir pronto’ ¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús!» (Ap 22:20).

Fuente: diario época