La celebración de la Vigilia Pascual en la noche del Sábado Santo acoge uno de los himnos en versión gregoriana más bellos de la Iglesia, el Exultet o también conocido como Pregón Pascual.
En la liturgia de la Vigilia Pascual, el Pregón Pascual se canta tras la ceremonia del fuego, de esta forma se anuncia la Pascua, tiempo litúrgico, mientras los fieles sostienen entre sus manos una vela encendida. Con este canto se proclama a Jesús como el fuego nuevo:
Primero anuncia a todos la alegría de la Pascua, alegría del cielo, de la tierra, de la Iglesia, de la comunidad cristiana congregada; alegría que procede de la victoria de Cristo sobre las tinieblas de la muerte y del pecado. Luego entona una gran acción de gracias, cuyo tema es la historia de la salvación, resumida así por el poema: redención que nos libró del pecado de Adán, figuras de esta redención: el Cordero Pascual, el Mar Rojo, la columna de fuego. En esta noche se da la salvación y Cristo alcanza su victoria. Seguidamente, con un gran lirismo, el diácono ensalza la noche venturosa en la que se rompen las cadenas de la muerte y Dios nos manifiesta su inefable ternura y amor, pues para rescatar al esclavo entregó a su propio Hijo. «¡Feliz culpa, canta entusiasmado, que mereció tal y tan grande redentor!» .
La Carta de la Sagrada Congregación del Culto sobre la preparación de las fiestas pascuales recoge en su artículo 84 las características y protocolo relacionado con el Pregón Pascual:
El diácono proclama el pregón pascual, magnífico poema lírico que presenta el misterio pascual en el conjunto de la economía de la salvación. Si fuese necesario, o por falta de un diácono o por imposibilidad del sacerdote celebrante, puede ser proclamado por un cantor. Las Conferencias de los Obispos pueden adaptar convenientemente este pregón introduciendo en él algunas aclamaciones de la asamblea.
El Exultet es el himno en alabanza del cirio pascual cantado por el ministro celebrante en la liturgia del Sábado Santo durante la noche, en la Vigilia Pascual. El misal lo denomina Praeconium.
Según la Enciclopedia católica «la regularidad del cursus métrico del Exultet nos llevaría a colocar la fecha de su composición quizás tan temprano como el siglo V, y a más tardar el VII». Sin embargo, «los primeros manuscritos del Sacramento Gregoriano no contienen el Exultet, pero se añadió en el suplemento sobre a lo que ha sido vagamente llamado Sacramento de Adrián y, probablemente, elaborado bajo la dirección de Alcunio», durante el siglo VIII.
La música en la liturgia de la Iglesia.
Para la Iglesia católica la música tiene un valor inestimable «que sobresale entre las demás expresiones artísticas, principalmente porque el canto sagrado, unido a las palabras, constituye una parte necesaria e integral de la Liturgia solemne», indica el artículo 112 de la Constitución Sacrosanctum Concilium, documento que en su artículo 116 establece que «la Iglesia reconoce el canto gregoriano como el propio de la liturgia romana; en igualdad de circunstancias, por tanto, hay que darle el primer lugar en las acciones litúrgicas».
Origen y evolución del uso de música en la Iglesia.
Gracias a la Carta encíclica Musicae Sacrae conocemos que en Roma, tras ser permitida y protegida la Iglesia, los salmos y los himnos del culto litúrgico eran de uso cotidiano y, con el transcurso del tiempo, se crearon nuevas formas de canto sagrado.
San Gregorio Magno (siglo VI) recogió toda la tradición existente hasta ese momento sobre la música sagrada y la dotó de leyes y normas para velar por la pureza e integridad del canto sagrado.
Desde Roma el canto se extendió a otras regiones de Occidente enriqueciéndose con nueva formas y melodías propias de cada territorio creando un canto sagrado nuevo, el himno religioso.
El mismo canto coral, que desde su restaurador, San Gregorio, comenzó a llamarse Gregoriano, adquirió ya desde los siglos VIII y IX nuevo esplendor en casi todas las regiones de la Europa cristiana, siendo acompañado por el instrumento musical llamado órgano.
Al canto coral se le añade el canto polifónico a partir del siglo IX y adquiere su perfección en los siglos XV y XVI consiguiendo ser admitido en los ritos sagrados para dotarlos de mayor realce.
Durante el pontificado de San Pío X (1903-1914) se inicia el camino que otorga a la música sacra su función ministerial en el servicio divino.