Todos los días en la Misa se pronuncian estas palabras: “tú que dijiste a tus discípulos « la paz os dejo, mi paz os doy» no tengas en cuenta nuestros pecados sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra concédele la paz y la unidad”.
Ciertamente, Cristo es nuestra paz, Él en la cruz hace caer los muros que nos separan a los unos de los otros; con su amor cura nuestro odio y con sus brazos abiertos abraza a los que se consideran enemigos en un acto de amor infinito.
De este modo nos podemos enfrentar a un mundo hostil que por el hecho de ser cristianos nos rechaza. Teniendo en cuenta que a Jesús ya le rechazaron.
Nadie debe ser más que su Maestro.
La Paz del Señor no es la paz del mundo, sino que es mucho más transcendental, no quiere decir que a nuestro alrededor no haya guerras, luchas, sufrimientos etc… sino que en nuestro corazón pase lo que pase esta la Paz.
La Paz nos la infunde el Espíritu Santo y no es algo que nosotros podamos controlar se nos dona y hace que podamos vivir con serenidad los acontecimientos que van llagando a nuestra vida, teniendo la confianza del que el Padre esta con nosotros hasta el final de los tiempos, de mi tiempo que es finito pero al que luego le sigue una vida con Él.
Para poder vivir esa Paz es necesario que nos reconciliemos primero con nosotros mismo luego con Dios y después con los hermanos. Tenemos que echar fuera nuestros odios, enfados, rencores y derribar los muros que nos separan los uno de los otros, Cristo ha pagado por nuestros pecados en la Cruz donde ha muerto de una manera ignominiosa.
Hoy en día cuando se habla de paz se piensa en que acabe la guerra, el hambre, las necesidades pero la Paz es algo mucho más profundo. Esta bien que se acaben todas esas cosas pero no tiene que ver con la Paz que Cristo nos da. Podrían terminarse y si Él no nos da la Paz, nuestro corazón seguiría con ansia y sin estar tranquilo.
Jesús, escribe San Juan en el discurso de despedida, desea la paz a sus discípulos, la que les va a mantener unidos como comunidad cuando el no este. Cuando se aparece resucitado también les saluda: “la Paz con vosotros” (Jn. 20,21)
Esa Paz nos la da Él cada vez que vamos a misa y como saludo y como despedida repetimos esas frases, también nos damos la paz entre nosotros para que continúe en medio de nosotros. Tenemos que ser consciente de lo que vivimos en la Eucaristía, que no sea una rutina sino que nos vaya transformando en sus discípulos y pueda Él vivir en nosotros, que lo llevemos a los demás y podamos ser apostoles en medio de nuestra familia, comunidad, trabajo, grupo y allí donde quiera que estemos.
Tenemos que sentir y experimentar esa paz cuando estamos cerca del Señor cuando realizamos las obras que a Él le agradan y los que nos ven puedan comprobar que los cristianos somos gente normal a que le pasan las cosas como a todo e mundo pero que somos capaces de vivirlas con serenidad y alegría por que nos inunda de Paz.
“La paz os dejo, mi paz os doy”. (Jn, 14,27)
Mercedes Montoya Diaz