SI NO ESTÁ BIEN, DÉJALO Y VETE

Hay situaciones inevitables que debemos soportar y de las que no nos cabe otra postura que la aceptación serena y la reconciliación interna: Por ejemplo, debemos estar reconciliados con nuestra forma de ser, con nuestro físico, con nuestras limitaciones y precariedades. Tenemos la altura que tenemos, el color de pelo que tenemos, las disposiciones psicológicas que tenemos… La aceptación es necesaria para vivir saludablemente y aprovechar las capacidades y no ir anhelando, revestidos de envidia o resentimiento, las posibilidades ajenas. Eso que no podemos elegir hay que aceptarlo.

Pero otras cosas sí las podemos elegir. Nadie nos obliga a estar donde no queremos estar. Eso depende no tanto de nuestra herencia biopsicológica cuando de nuestra elección personal. Si no te gustan los amigos, elige otros… Si no te gusta el trabajo que has elegido, pues elige otro… Si no estás contento con el lugar en el que trabajas, cambia. Pero no generes esa animadversión resentida que derrama disgusto en tu derredor. Donde la naturaleza nos coloca, nos coloca; y es difícil la queja. Pero donde es la libertad la que nos lleva y nos trae, la queja es una inútil actitud que desdice de tu capacidad de decisión.

Es cierto que no siempre podemos elegirlo todo en la dinámica social: ¡Cuánto saben de estos el alumnado de selectividad que contempla reducirlo el mundo de sus opciones académicas conforme la calificación que obtienen. Pero “quien la sigue, la consigue”. Puede más quien quiere y se esfuerza por conseguirlo, que quien se sienta a esperar que las cosas le sea dadas como si tuviera derechos. En todo hay un poco de don y un poco de tarea.

Si se puede evitar, evítese; si no se puede evitar, acéptese. Es saludable esta actitud, creo yo.

Hay mucha infelicidad como consecuencia de una pasividad en relación a nuestra condición de seres libres. Queremos que el mundo cambie sin que cambiemos nosotros. Y todo cambio y mejora cuando pasa por una decisión persona. Al menos, las más importantes. Y, además, hay mucha generación de mal ambiente porque nos convertimos en quejicas que no se atreven a poner decisiones en nuestra vida y nos pasamos los días analizando qué debe cambiar para que uno se sienta bien.

Si no estás bien, si no estás a gusto, pues deja ese lugar y busca los que te haga sentir bien. Que “el que busca el mal por su cuenta, al infierno a quejarse”. Lo que se puede evitar, se ha de evitar. Lo que no se puede evitar ni cambiar, se debe aceptar.

Últimamente he escuchado numerosos testimonios de profesionales que han sabida adaptarse a las circunstancias que le tocaron vivir sin que fuesen inicialmente las esperadas. La plasticidad y adaptabilidad, además de la confianza en la Providencia, hizo que fuesen capaces de brillar en lugares que inicialmente no consideraban capaces de hacerles felices. Somos así.

Pero, en serio: si no estás a gusto, mejor vete y busca tu lugar, antes que derramar malestar en tu entorno.

Juan Pedro Rivero González