“Sed misericordiosos como vuestro Padre Celestial es misericordioso” (San Lucas 6,36).
El nombre de Lucas viene del latín «luce» = luz y significa «Portador de luz, luminoso, iluminado». Se le atribuye la autoría del tercer Evangelio y de los Hechos de los Apóstoles, obras que en realidad conforman un mismo libro. Se ignoran los detalles de su biografía, y si bien la tradición indica que nació en Antioquía (Siria), pudo haber nacido en la ciudad de Filipos, o al menos en Macedonia, porque los pasajes donde habla en primera persona se refieren, precisamente, a acontecimientos de estos lugares, por él mejor conocidos que los restantes. Así, nacido griego, de padres paganos, sería el único escritor del Nuevo Testamento no israelita, aunque algunos estudiosos y teólogos piensan que Lucas fue un judío de la diáspora. Sí es cierto que es de cultura griega y dirigió su mensaje a gentiles cristianos.
Estaba muy bien educado en la Literatura, es un escritor muy agradable, y el que tiene el estilo más hermoso en el Nuevo Testamento. Sus libros se leen con verdadero agrado. La tradición lo considera médico de profesión, así como dotado para la pintura; probablemente, sin embargo, tal noticia no es sino la transposición al campo pictórico del arte con que Lucas supo describir a los personajes en sus textos, llenos de afecto y sentimiento. Su festividad se celebra el 18 de octubre en las denominaciones cristianas más numerosas.
Lucas recibió la fe alrededor del año 40. Se cree que fue discípulo de San Pablo, al que habría conocido en Antioquía y las primeras referencias a su persona están contenidas precisamente en sus epístolas en las que se le cita como «colaborador» y como «querido médico». De sus obras se infiere que acompañó a San Pablo a lo largo de toda su vida, que dedicó a la enseñanza y a la predicación. Fue su compañero de viajes y en los Hechos de los apóstoles, al narrar los grandes viajes del Apóstol, habla en plural diciendo «fuimos a… navegamos a…» Y va narrando con todo detalle los sucesos tan impresionantes que le sucedieron a San Pablo en sus 4 famosos viajes. Lucas acompañó a San Pablo cuando éste estuvo prisionero, primero dos años en Cesarea y después otros dos en Roma en cuyo viaje sufrieron naufragio y otros peligros. En la víspera de su martirio Pablo recordó que «sólo Lucas está conmigo» (II Timoteo 4:11). Lucas fue el último fiel compañero de Pablo hasta su muerte.
Ninguno de los dos conoció a Jesús durante su vida en la tierra. El propio San Lucas se excluye a sí mismo de las personas que fueron testigos directos de Cristo. Sin embargo Lucas, interesado por la verdad histórica, reprodujo en su Evangelio aquello que había oído directamente a los apóstoles y discípulos de Jesús, como se puede encontrar en el prólogo del Evangelio: «… según nos lo transmitieron los que fueron desde el principio testigos oculares y luego servidores de la palabra, también yo, después de haber investigado con exactitud todos esos sucesos desde su origen, me he determinado a escribírtelos ordenadamente…» (Lucas 1, 2-3). En efecto, más de una vez fue con Pablo a Jerusalén y a Cesarea, donde las primeras comunidades guardaban los documentos en los cuales se inspiraban los tres primeros evangelios. Es el único que narra la infancia de Jesús y el que trata más sobre la Virgen María, quizás porque ella misma lo instruyó en Éfeso en un viaje que hizo con Pablo.
El Evangelio de San Lucas es el más extenso de los cuatro y también es el de expresión y composición literaria más culta y elegante, debido a la preparación cultural de su autor, aunque éste huye del lenguaje clásico para hacerlo más comprensible al pueblo, acomodándose al lenguaje común lo que lo hace el más fácil de leer de todos los cuatro. Su prosa, muy rica, denota una alta formación académica y es, sin duda alguna, la más literaria de los autores del Nuevo Testamento. Escrito en griego, su evangelio relata la predicación y los hechos de Jesús, aunque afirma que no fue testigo de sus obras. Por ello, y también por el estilo y vocabulario utilizado, la crítica suele fechar sus escritos entre 70 y 80 d c. Probablemente en los dos años que San Pablo estuvo preso en Cesarea (Hechos 20, 21).
Lucas escribe para el mundo gentil. Resalta el aspecto universal de la redención y la predicación a todas las naciones, comenzando por Jerusalén (Cf Lc. 24, 46-47). Él está consciente de los peligros de la legalidad judía, de las herejías y de la frivolidad pagana. Su Evangelio muestra una atención especial hacia los pobres, los pecadores arrepentidos y hacia la oración. El poeta Dante le dio a San Lucas este apelativo: «el que describe la amabilidad de Cristo». Y con razón el Cardenal Mercier cuando un alumno le dijo: «Por favor aconséjeme cuál es el mejor libro que se ha escrito acerca de Jesucristo», le respondió: «El mejor libro que se ha escrito acerca de Jesucristo se llama: El Evangelio de San Lucas». Un autor llamó a este escrito: «El libro más encantador del mundo». San Lucas veía a las personas tal cual son (mitad debilidad y mitad buena voluntad) y las amaba y las comprendía. En su evangelio demuestra una gran estima por la mujer. Todas las que allí aparecen son amables y Jesús siempre les demuestra gran aprecio y verdadera comprensión.
A su evangelio lo han llamado «el evangelio de los pobres», porque allí aparece Jesús prefiriendo siempre a los pequeños, a los enfermos, a los pobres y a los pecadores arrepentidos. Es un Jesús que corre al encuentro de aquellos para quienes la vida es más dura y angustiosa. También se ha llamado: “el evangelio de la oración«, porque presenta a Jesús orando en todos los grandes momentos de su vida e insistiendo continuamente en la necesidad de orar siempre y de no cansarse de orar. Otro nombre que le han dado a su escrito es » el evangelio de los pecadores», porque presenta siempre a Jesús infinitamente comprensivo con los que han sido víctimas de las pasiones humanas. San Lucas quiere insistir en que el amor de Dios no tiene límites ni rechaza a quien desea arrepentirse y cambiar de vida. Por eso los pecadores leen con tanto agrado y consuelo el evangelio de San Lucas. Es que fue escrito pensando en ellos.
Lucas conservó, como Marcos, los dos grandes bloques en que se basaba la catequesis primitiva: la actividad de Jesús en Galilea, y sus últimos días en Jerusalén, pero insertó entre ellos el contenido de otro documento que contenía muchas palabras de Jesús (fuente Q). Otros documentos de las primeras comunidades de Palestina le proporcionaron el contenido de sus dos primeros capítulos consagrados a la infancia de Jesús. Aquí está el testimonio de la comunidad primitiva de la cual formaba parte María. Esos capítulos otorgan de partida al evangelio de Lucas su carácter propio; si hubiera que caracterizarlo con una palabra, habría que decir que es el más humano de los cuatro evangelios.
Ese sentido profundamente humano de Lucas, lo vemos por ejemplo en el cuidado que puso para recordar la actitud de Jesús con respecto a las mujeres. Pero, en seguida, ya que Lucas había dejado a su familia para seguir a Pablo misionero, viviendo en la inseguridad, recalcó más que otros la incompatibilidad entre el Evangelio y las posesiones. Lucas, discípulo de Pablo, puso de relieve las palabras de Jesús que recuerdan que la salvación es ante todo, no la recompensa por nuestros méritos, sino un don de Dios. Por eso quiso salvar las parábolas que ilustran la muy asombrosa misericordia de Dios.
Tras una breve introducción, Lucas inicia su relato con el nacimiento y los primeros años de la vida de Jesús, y lo finaliza con la ascensión de Cristo a los cielos, enlazándolo de esta forma con el versículo inicial de los Hechos de los Apóstoles. Después del evangelio de la infancia (Lc 1,1-2,52) y el relato del bautismo de Jesús en Judea, el evangelio de Lucas comprende tres secciones:
-El ministerio de Jesús en Galilea: Lc 3,1-9,56
-El viaje a Jerusalén atravesando Samaria: Lc 9,56-18,17)
-Los acontecimientos de Jerusalén: Lc 18,18-23,56
Después de la muerte de Pedro y Pablo, no se sabe bien el destino de Lucas. Son diversas las versiones sobre su muerte: Según una tradición antigua (Gaudencio PL 20, 962), Lucas habría sido martirizado junto al apóstol Andrés, colgado de un árbol en Patrás en la provincia romana de Acaya; otras tradiciones suponen su muerte en Roma; otras, en fin, en Tebas de Beocia.
Se discute aún si fue martirizado o si, según el antiguo «Prefatio vel Argumentum Lucae», murió de anciano. Algunos autores sostienen que habría predicado en Macedonia, Acaya y Galacia, y que supuestamente falleció en Beocia y que murió soltero, a la edad de 84 años, después de haber gastado su vida en hacer conocer y amar a Jesucristo.
La tradición indica que San Lucas mandó ser enterrado junto a la imagen tallada de «Nuestra Señora» que él mismo había confeccionado. Luego, como refiere San Jerónimo (cf. De viris ill. VI, I), sus huesos fueron transportados a Constantinopla, a la basílica de los Santos Apóstoles. Cuando sus restos sufrieron aquel primer traslado, el emperador se hizo cargo de aquella imagen tallada, la cual originaría (siglos después) el culto a muchas advocaciones marianas.
En tiempos de las Cruzadas, las reliquias del santo llegaron a Padua. Desde entonces se conservan en la iglesia de Santa Justina, Padua, Italia. Estudios conducidos allí en 1998 concuerdan con los datos sobre San Lucas conocidos por la tradición. El cráneo fue en cambio trasladado en 1354 de Padua a Praga a la catedral de San Vito por voluntad del emperador Carlos IV. Las principales localidades que se atribuyen la posesión de las reliquias son Constantinopla, Padua, Praga y Venecia. La traslación de las reliquias de Lucas el Evangelista a Constantinopla en el siglo IV cuenta con suficiente documentación. Por su parte, la de Padua es mencionada en el Martirologio romano; y la Basílica de Santa Justina en Padua conserva un arca, llamada de san Lucas, que custodiaría su cuerpo menos la cabeza.
Es el patrón de artistas, doctores, cirujanos, solteros, carniceros, encuadernadores, cerveceros, escultores, notarios…; y su símbolo como evangelista es el toro (buey o becerro) alado. También representado con libro, como médico, y a menudo se lo representa como un pintor la mayoría de las veces pintando el ícono de María.
Ese símbolo del toro es antiguo y se inspira en el Libro de Ezequiel (Ez 1,10) y en las palabras del Apocalipsis (4,6-7) que señalan la presencia de cuatro seres vivientes delante del trono del Cordero (que se suelen interpretar como los cuatro evangelistas (Tetramorfos), uno de los cuales tenía forma de toro o becerro.