La ecuación de Einstein (energía igual a masa multiplicada por la velocidad de la luz al cuadrado) puede ofrecer un modelo para comprender el misterio de la resurrección de la carne. San Pablo se preguntaba con qué cuerpo resucitan los muertos. Respondía: con un cuerpo espiritual, imagen del cuerpo de Cristo resucitado (1Co 15,35.44.48-49). Espiritual aquí no tiene connotación de inmaterial sino de participación en el Espíritu Santo. Se trata de un cuerpo transformado, que no pierde nada de los que nos constituye e individualiza, aunque liberado de todo automatismo y de todo lo que impide que nuestro cuerpo transparente nuestra más auténtica realidad.
El cuerpo resucitado será una forma corpórea que desconocemos. Una forma nueva e inédita, debida a la acción del Espíritu Santo, energía divina que habita el espíritu del ser humano. Y aquí es donde viene en nuestra ayuda la fórmula de Einstein que nos recuerda que la materia tiene unas extrañas afinidades con el espíritu, pues la materia es una especie de vacío, atravesado por partículas, campos de fuerza y flujos de energía, y se encuentra en una constante transformación. No es inverosímil, por tanto, pensar el cuerpo transfigurado como recibiendo una nueva estructura, conservando siempre las huellas de su “yo” único. El hombre seguirá siendo el mismo, independientemente del soporte material que le construye y que, en este mundo, puede gastarse y degradarse.
Hoy sabemos que la materia puede transformarse en energía y luz, y que la luz y la energía pueden originar materia. Todo objeto dotado de su propia masa puede convertirse en energía perdiendo un poco de su masa. El sol pierde cada segundo varios millones de toneladas de masa que se convierten en energía, luz y calor. Lo contrario también es posible: la energía puede originar materia dotada de masa. Energía y masa son la misma cosa. Este podría ser un eslabón que nos permite entender el misterio de la resurrección. Ahora bien, esta convergencia de ciencia y fe nunca puede constituir el fundamento de la fe cristiana. Cristo resucitado es el fundamento de nuestra esperanza. De la esperanza de resucitar como miembros de su cuerpo. Pues Él ha resucitado como primicia, como el primero de una larga lista de hermanos.
MartínGelabert. Blog Nihil Obstat