El Viernes Santo es un día de ayuno y abstinencia en el que se recuerda la pasión y muerte de Jesús crucificado. Se recuerda la Pasión del Señor y no se realizan misas, es un día que debe vivirse en la oración personal y las celebraciones litúrgicas.
Hoy contemplamos a Cristo que, con su muerte inaugura la Pascua venciendo la muerte de toda la humanidad. La cruz, la eterna pregunta por el sentido del sufrimiento, el dolor, la muerte. Dios no permanece impasible, Dios no guarda silencio: el crucificado (la Palabra definitiva) es su respuesta.
Del huerto de los Olivos al Monte Calvario hay toda una noche de tormento, de abandono, de traición, de agonía, el Señor es traído y llevado por esas piedras que conforman Jerusalén y que 2000 años después aun hablan de aquello, que erizan el vello de la nuca al pensar que tu pie se coloca encima de donde estuvo el del Señor, que esa pisada, esa entrega, esos azotes, fueron para la salvación de todos y cada uno de nosotros, que esa muerte gloriosa de Cristo en la Cruz nos abre las puertas del reino, sin embargo no olvida la Resurrección del Señor cuando en la antífona decimos “ Tu Cruz adoramos, Señor, y tu Santa Resurrección alabamos y glorificamos”.
La austeridad de los signos litúrgicos y el ayuno de este día no es una práctica penitencial, ni de tristeza, pues ya no estamos en cuaresma, es más bien un signo sacramental con los que expresamos que los fieles estamos unidos intensamente a Jesucristo preparándonos para la Resurrección y con ello nuestro propio transito del pecado a la gracia.
Este día la sobriedad se adueña de los templos, no hay flores, ni alfombras, ni música, tan solo las antífonas regladas por el Canon que son muy ricas en cuanto al lenguaje y el sentido. El celebrante hoy se revise de color rojo
La celebración de la Pasión del Señor está estructurada en cinco partes:
1.-Rito de entrada: procesión en silencio y oración.
“Recuerda, Señor. Que tu ternura y tu misericordia son eternas: santifica a tus hijos y protégelos siempre, pues Jesucristo, tu Hijo, en favor nuestro instituyó, por medio de su sangre, el misterio pascual. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén”
2.- Liturgia de la Palabra: con especial atención a la proclamación de la Pasión y la oración universal o solemne.
3.- Adoración de la cruz: triunfo de la donación y amor de Jesús. Generalmente y con la cruz tapada con un velo va hacia el presbiterio haciendo tres paradas en cada una de las cuales va descubriendo primero la parte superior de la Cruz, después el brazo derecho y por último el izquierdo, en cada parada se canta:
“Mirad el árbol de la cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo”
Y el pueblo responde: “Venid a adorarlo”.
A continuación tiene lugar la adoración de la Cruz mientras se cantan los improperios, Oh Cruz Fiel, ¡Victoria! tu reinaras. Al finalizar la Cruz se coloca ya en su lugar.
4.- Rito de comunión: configuración sacramental con Cristo, muerto y resucitado.
Llega el momento de revestir el altar que permanecía desnudo, de ir a buscar la Reserva Eucarística, que el día de Ayer dejábamos en el Monumento, de orar al Padre con la misma oración que Cristo nos enseñó para continuar con el rito de comunión.
Durante la comunión hoy es recomendable guardar silencio
5.-Rito de conclusión con la recitación de oraciones para que la asamblea reunida, una vez dispersa, viva el misterio que ha celebrado.
Para meditar a lo largo del día podemos hacerlo con el Vía Crucis o con el Sermón de las Siete Palabras.
Fuente: Celebrar la Semana Santa, Pedro Farnés
Vivir el año Litúrgico, Ramiro González
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