Un recorrido por dos mil años de Cristianismo
Hablar de la Catedral de Almería es hablar de la historia de la ciudad en los últimos cinco siglos, ya que la vida espiritual de la comunidad almeriense tiene como norte y guía de su devoción la catedral-fortaleza de la Encarnación, donde se ubica la cátedra del antiquísimo obispado de esta región del sur peninsular, en la que la evidencia histórica evoca dos mil años de Cristianismo.
Las antiguas y venerables tradiciones afirman que San Indalecio, Varón Apostólico, fundó en la cercana Urci (actual Pechina) en el siglo I la primera comunidad cristiana de las tierras almerienses, convirtiéndose en su primer obispo y muriendo mártir por predicar la palabra de Cristo.
Los hallazgos arqueológicos paleocristianos corroboran la presencia de la comunidad cristiana fundada por San Indalecio, hasta la invasión musulmana del siglo VIII. Abderramán III, en el período de apogeo del Califato de Córdoba, erige Almería como centro neurálgico de la comarca, que durante la época de Taifas (siglo XI) vive un período de esplendor urbano, cultural y comercial debido, fundamentalmente, a su situación estratégica a orillas del Mediterráneo.
Durante una década la ciudad pasó a estar controlada por las tropas cristianas comandadas por Alfonso VII de Castilla, que no pudo esquivar el envite de los almohades que reincorporaron la ciudad al dominio musulmán nuevamente hacia 1157; desparecido el poder almohade, Almería pasó a formar parte del Reino Nazarí de Granada hasta que en 1489 las tropas de los Reyes Católicos recobraron la ciudad a la fe cristiana, reinstaurando en ella el antiguo episcopado fundado cientos de años atrás por San Indalecio, cuya memoria se habilita nuevamente.
En los años siguientes se levantó una primitiva catedral en el perímetro que en tiempos medievales fue ocupado por la Mezquita Mayor, aunque este primer templo quedó seriamente dañado por un terremoto. La llegada del obispo Fray Diego de Villalán dará un impulso definitivo al patrimonio urbano –y espiritual- de Almería, con la construcción sobre un emplazamiento diferente de un nuevo templo madre de la diócesis: la Santa, Apostólica Iglesia Catedral de la Encarnación, con su notable aspecto exterior de fortaleza para la defensa frente a los continuos ataques de piratas berberiscos que asolaban las costas mediterráneas.
Para ello, se valió del buen hacer del arquitecto Juan de Orea, quien, siguiendo la estela de Diego de Siloé y Pedro Machuca, proyectó la ejecución de la nueva catedral bajo los postulados del más clásico Renacimiento artístico del siglo XVI, que rezuma en los diversos espacios que componen este recinto sacro. Las obras fueron impulsadas y ampliadas años después bajo el episcopado de Fray Juan de Portocarrero, gran mecenas y promotor de la construcción de la Capilla del Sagrario anexa a la Catedral.
En los siglos siguientes la Catedral fue dotándose de un rico patrimonio escultórico y ornamental, el cual, lamentablemente, fue destruido casi en su totalidad durante los trágicos sucesos de la Guerra Civil (1936-1939), en los que una parte del clero almeriense, junto a su obispo, el Beato Diego Ventaja, perdieron la vida. Terminada la contienda y durante las décadas siguientes, los obispos almerienses promovieron la reconstrucción del patrimonio dañado no perdido. Es más, este patrimonio fue aumentando y hoy puede apreciarse en las magníficas Salas de Exposición Permanente –Levante y Poniente- habilitadas junto al claustro.
Gótico y renacentista
Desde el exterior, el entorno construido que conforma la Catedral de Almería destaca por su uniformidad, apreciándose la ausencia de cambios bruscos de estilos constructivos; antes bien, todo el edificio se concibe en un mismo espacio uniforme ideado como el perímetro en el cual se custodia el templo catedralicio. De esta forma, sus anchos muros y la escasa altura –impropia de una iglesia catedral común- denotan su carácter auxiliar de fortaleza.
Para hablar de la arquitectura de la catedral almeriense es necesario partir de la fecha en la cual comienzan las obras de construcción: hacia la segunda década del siglo XVI, cuando todavía la tendencia de los maestros seguía los postulados artísticos del ya caduco estilo gótico, que algunos autores adjetivan de “tardío” para diferenciarlo de su época de esplendor propia de los siglos XIII y XIV.
Pese a ello, es muy probable que el gran arquitecto de la Catedral, Juan de Orea, siguiera un primer trazado proyectado, posiblemente, por Diego de Siloé que anuncia la nueva tendencia constructiva renacentista (a lo romano) que culmina magistralmente Orea en las décadas siguientes.
Por tanto, en el interior del templo, contrastan (y esto es un rasgo propio y enriquecedor de la Catedral de Almería) los arcos ojivales de las bóvedas góticas con sus llamativas nervaduras entrecruzadas, con los arcos de medio punto más propios del clasicismo renacentista y los frontones y columnas corintias pareadas más propias del Neoclásico de finales del XVIII. Tres naves con la misma altura articulan el espacio.
No pueden pasar desapercibidos, tanto en el exterior como en el interior de la Catedral, los rasgos de fortaleza que han acompañado al templo desde sus cimientos, quedando por esta razón los aspectos estéticos subordinados a los defensivos.
Así pues, a pesar de las cubiertas góticas, es un hecho la ausencia de ventanales y vanos destinados a grandes vitrales; y más aún, la razón primordial por la que las tres naves guardan la misma altura (cuando lo más normal es que la central sea de mayor altura), es fruto del pragmatismo de una fortaleza, ya que una techumbre plana permitía una mejor defensa del conjunto de cara a un eventual asedio o ataque.
Aunque sin estridencias que hieran la observación visual, es evidente el cambio de estilo artístico entre las capillas de la girola, que rezuman un arcaísmo de reminiscencias medievales, con las de la nave de la epístola, que siguen en su trazado el canon imperante de las capillas catedralicias propias del XVI y del XVII.
Como ejemplo de la simbiosis entre ambos estilos –gótico y renacentista-, podemos observar los pilares de las naves que, a pesar de seguir el esquema gótico (rematados con capiteles casi figurados), anuncian en su base la evolución hacia el pilar cruciforme que consagrarán las obras religiosas de Siloé y sus discípulos a lo largo del XVI.
Fachada Principal
Con una clara simbología mariana, dedicada a la Virgen Madre de Dios, la fachada de la portada principal de Almería es el preludio del arte renacentista que hay en su interior. Está formada por una serie de elementos teológicos e históricos que hacen que en ella confluyan el tiempo y el arte.
Podemos observar sobre las puertas cómo se entremezclan motivos decorativos cristianos, marianos e, incluso, de origen pagano, como los angelotes que revolotean entre sus espacios: una reconversión del dios pagano Eros admitida en el Renacimiento por los artistas más relevantes.
Tal como ocurre en el alzado de la Catedral, la portada es obra de Juan de Orea, ejecutada a mediados del siglo XVI. En ella se pone de manifiesto, siguiendo los postulados del arte renacentista español, toda la intencionalidad de la Iglesia de mostrar su apogeo triunfante en el Concilio de Trento; así como la fuerza que, por entonces, poseía la Cristiandad bajo el imperio de Carlos V, cuya heráldica timbra el conjunto.
Decia Pedro Antonio de Alarcón: «… Tampoco dejéis de ver la Catedral gótica, de las postrimerías de este orden arquitectónico, y la cual, por fuera, más parece fortaleza o castillo que templo cristiano. Fortaleza es, efectivamente, construida ex profeso por tal arte que sirviese, como sirvió largos años, al propio tiempo para el culto de Dios y para defenderse de los hombres; quiero decir, para rechazar a los piratas berberiscos y turcos, dueños del Mediterráneo y azote de sus costas cuando se empezó a erigir esta iglesia, lo cual fue con alguna anterioridad a la batalla de Lepanto y a la consiguiente decadencia de la piratería musulmana».
Puerta de Los Perdones: Obra de Juan de Orea, concluida en 1569
Aunque se trata de un trasunto de la portada principal, la conocida como Puerta de los Perdones reúne el mismo esquema iconográfico y constructivo. Dividida en dos cuerpos, está situada a los pies de la nave central catedralicia, también obra de Juan de Orea. Concluida en 1569, como dejan constancia las inscripciones latinas que en ella pueden advertirse, levantándose la portada bajo el episcopado de Villalán y reinando en España Felipe II.
El campanario: En él se sustentan las 8 campanas de la Catedral
Aunque su conclusión se llevó a cabo casi un siglo después del comienzo de las obras catedralicias, la torre campanario (de planta cuadrada y dos cuerpos), cierra el conjunto monumental de la Catedral, respetando el carácter sobrio del exterior y exaltando su carácter auxiliar de fortaleza.
Su conclusión se llevó a cabo gracias al impulso y tesón del obispo Portocarrero, continuando la obra que años antes había comenzado su antecesor, el obispo Villalán, levantando desde los cimientos los primeros cuerpos de la futura torre, finalizada a comienzos del siglo XVII. En ella se sustentan las ocho campanas de la Catedral, realizadas en distintas épocas, siendo las más antiguas las de la espadaña, fundidas por José Corona en 1781. La más grande de todas, llamada Campana Gorda, data de comienzos del siglo XIX.
La Capilla Mayor
Es difícil condensar en unas pocas líneas todo el programa iconográfico y espiritual que recoge la Capilla Mayor de la Catedral, un deleite visual para los sentidos que supone toda una catequesis digna de identificar en cada uno de sus elementos técnicos y plásticos, con la simbología alegórica que caracteriza las obras del barroco.
Sobre el presbiterio, alzado sobre cinco arcos de medio punto que comunican con la girola (cuya misión es permitir la adoración del Santísimo Sacramento desde cualquier ángulo externo a la capilla mayor) se levantan una serie de pinturas y esculturas en relieve que muestran un recorrido por los principales hitos de la Historia de la Salvación, centrados en la vida de Cristo y María.
El paño central ocupa el relieve de la Encarnación de Cristo en María, cuya sobresaliente ejecución los estudiosos sitúan en el entorno del maestro granadino Pablo de Rojas. Sobre él se alza un Calvario: Cristo Crucificado entrega su vida para la remisión del género humano, junto a la Virgen Dolorosa y el Discípulo Amado. Este crucificado, de gran mérito, se atribuye a Jerónimo Quijano, pionero de la escultura renacentista en España. Llama poderosamente la atención el sentido ascendente de todo el relato bíblico, culminando los nervios entrecruzados en la bóveda formando una crucería lograda cuya observación no deja indiferente a nadie.
En el espacio central de la capilla se alza el poderoso tabernáculo de alabastro, jaspe y mármol, concebido en el diseño de Ventura Rodríguez para albergar el Santísimo Sacramento para su adoración. Situado entre columnas pareadas corintias y una cúpula decorada con figuras alegóricas y hagiográficas, al igual que el basamento. Santos, evangelistas, doctores, profetas… Toda su iconografía constituye un solemne canto litúrgico en honor de la Eucaristía.
Junto a él se encuentra la Cátedra del Obispo, padre, pastor y maestro de la Diócesis. De ahí que el nombre de esta primera iglesia diocesana sea “catedral”.
Precede al presbiterio, sobre el crucero, una magnífica bóveda de crucería que destaca por su singularidad como identificativa del primer templo almeriense.
Capillas menores: El gótico tardío que rezuman sus bóvedas de nervios entrecruzados
La Catedral de la Encarnación de Almería se caracteriza por el alzado de su planta, con el trazado comúnmente llamado de salón, dividida en tres naves, ocupando el espacio central el coro catedralicio.
Alzando la mirada nos llamará poderosamente la atención el gótico tardío que rezuman sus bóvedas de nervios entrecruzados, que, en cambio, contrasta con su altura escasa y unánime en las tres naves, además de la escasez de vidrieras y ventanales. Ello denota la concepción de este templo como fortaleza, pues la altura excesiva y un gran número de vanos la hacían más que desaconsejable, debido al peligro que corría el edificio en el caso de ser sometido y atacado con artillería enemiga.
En cambio, la techumbre uniforme podía ser utilizada para albergar cañones y sistemas defensivos –cañones y ballestas- en caso de ataque. Por todo lo anterior, en la estructura del alzado de la Catedral podemos observar diversos elementos que cumplen con un fin defensivo más que decorativo, como los adarves, las troneras y las atalayas.
En la nave lateral del lado de la epístola se encuentran tres capillas, además de la portada que accede a la Capilla del Sagrario, de grandes dimensiones y muy características de esta Catedral. Estas tres capillas guardan un entramado arquitectónico similar, accediéndose a ellas cruzando un arco de doble abocinamiento, datan del siglo XVII.
La primera de ellas, la de San Ildefonso, fue antaño capilla funeraria de la Familia Ballesteros. La segunda, advocada “de los mártires”, alberga un gran retrato del Beato Diego Ventaja, obispo de Almería, junto al Obispo de Guadix y una serie de hermanos de la Salle, todos ellos asesinados al comienzo de la Guerra Civil, en agosto de 1936. La capilla que cierra este conjunto, fue antaño el Baptisterio. En ella se encuentra una gran pila bautismal realizada primorosamente en mármol de Macael, estando dedicada a la memoria a la Virgen del Carmen.
La Capilla del Sagrario debe su existencia al empeño del obispo Fray Juan de Portocarrero, concebida para reserva y adoración del Santísimo Sacramento, aunque fue ampliada posteriormente hasta otorgarle su aspecto actual, siendo las pinturas que exornan la bóveda y las pechinas obra de autores de la tierra, realizadas hacia la segunda mitad del pasado siglo XX.
El retablo neobarroco es obra de Jesús de Perceval, también realizado en la misma época que las pinturas. En 1974, fue descubierto el sepulcro del obispo promotor bajo los cimientos de la capilla.
En la cabecera del templo, en la girola, se sitúan las capillas más antiguas de la Catedral, levantadas durante el siglo XVI. La capilla de la Piedad se caracteriza por albergar en sus muros pinturas de Alonso Cano, pertenecientes a un antiguo retablo desaparecido.
Pero sin duda, la capilla más significativa de este espacio es la del Santo Cristo de la Escucha, de gran veneración entre el pueblo de Almería, en la que se encuentra el sepulcro de alabastro del obispo Fray Diego de Villalán. Este mausoleo, labrado por Juan de Orea en el siglo XVI, es todo un referente de la escultura funeraria en el sudeste peninsular.
La hornacina central alberga el Cristo de la Escucha, realizado siguiendo el modelo de otro anterior desaparecido. De notable influencia tardogótica, es procesionado en la madrugada del Viernes Santo por las calles aledañas al templo, con presencia de gran número de fieles rezando solemnemente el Vía Crucis.
Cierra la girola, antes de dar paso a la Sacristía, la Capilla de San Indalecio, dedicada a la memoria del que se considera el obispo fundador de la diócesis. Si bien el retablo y las imágenes que conservan son de factura reciente de gran calidad artística, la capilla guarda en sí todo su trazado primitivo, a pesar del infortunio sufrido durante el saqueo de la Catedral durante la Guerra Civil. La capilla, además, tiene gran significado espiritual, pues en ella se encuentran sepultados varios obispos recientes de la segunda mitad del siglo XX.
Muralla y Sol de Portocarrero: Blanco fácil de piratas berberiscos y argelinos durante el siglo XVI
La situación de Almería a orillas del mar Mediterráneo convertía a la ciudad en blanco fácil de piratas berberiscos y argelinos durante el siglo XVI
El temor a sus ataques llevó a las autoridades eclesiásticas a concebir esta nueva catedral como un templo protegido por un recinto fortalecido y amurallado. Esta idea presidió durante las obras de levantamiento de la Catedral a lo largo del siglo XVI, y los maestros que intervinieron en ella hubieron de ceñirse a este inusual carácter defensivo. Por ello, todo el perímetro queda circundado por anchos muros y robustos contrafuertes, con cubos en sus extremos. Hacia 1620 se refuerza toda la fábrica a través de mosquetes y arcabuces.
Sin duda uno de los iconos más característicos de la Catedral de Almería (y por extensión, de toda la ciudad), es el bajorrelieve conocido como Sol de Portocarrero. De rostro antropomorfo y bordonado de cintas, está situado en el paño exterior del testero de la Capilla del Santo Cristo, que da cobijo al sepulcro del Obispo Villalán (bajo cuyo episcopado se levantó, en el punto central de la girola).
Aunque el Sol es muy anterior al período del obispo Portocarrero, popularmente se ha atribuido a este obispo su autoría, y desde antiguo es denominado como Sol de Portocarrero.
La Sacristía: Clasicismo renacentista
La Sacristía Mayor conforma el espacio más característico y laureado de la Catedral de Almería, constituyendo un referente del arte renacentista del sur de España. Juan de Orea, en el siglo XVI, concibió la Sacristía almeriense como aquel lugar de preparación de los ministros del culto para la celebración de los Sagrados Misterios, y en la estructura de toda la estancia proyectó esta idea.
Es indiscutible el clasicismo renacentista que, uniformemente, recorre todo el perímetro desde la base hasta la bóveda de cañón dividida en tres tramos con diferentes motivos decorativos, escultóricos y arquitectónicos, cuajados de simbolismo y alegoría.
La presencia de cajoneras y espejos (elementos ineludibles en este espacio) se completan con una rica colección de óleos sobre cobre, fechados en el siglo XVII, de gran valía artística.
Coro
Sin duda, una de las joyas de la Catedral de Almería es el coro catedralicio, en el que la maestría artística de Juan de Orea llega a su plenitud, con un conjunto escultórico de fuerte sabor clasicista, fruto del más puro Renacimiento primitivo.
Una doble sillería se reparte por todo el espacio destinado al Coro, el lugar donde los canónigos se congregan para la lectura del Oficio Divino. Situado frente a la Capilla Mayor, plasma en sus tallas una verdadera catequesis hagiográfica: santos, profetas o mártires quedan bellamente reflejados sobre la sillería superior, mientras que en la inferior los medallones decorados con efigies antropomorfas evocan los postulados de la escultura antigua grecolatina y los modelos potenciados por Da Vinci y Miguel Ángel.
El espacio central es ocupado por la Silla reservada al obispo, plena de motivos alegóricos como la Caridad, representada como una mujer que alimenta maternalmente a los niños; la Iglesia, cuerpo místico de Cristo; y Jesucristo rey y maestro. Cierran este espacio los órganos, cuyas bellas y antiguas cajas de estilo barroco bien merecen ser observadas detenidamente.
Trascoro
Ejecutado siguiendo el diseño de Ventura Rodríguez (afamado arquitecto madrileño del XVIII), el trascoro de la Catedral es una muestra del arte neoclásico entre los muros del templo, contrastando, bella y armónicamente, con el trazado gótico de las naves de los pies del monumento.
La vocación mariana de la ciudad de Almería queda patente con la presencia de una bella Inmaculada Concepción en la hornacina central, escoltada por las imágenes de Santo Domingo de Guzmán y San Juan Nepomuceno vestidos con hábito de canónigos.
Es aconsejable observar detenidamente la conjunción de los distintos elementos que conforman el trascoro –columnas y frontones-, creando un conjunto caracterizado por la suavidad de las formas perfectamente superpuestas en torno a las tres hornacinas que jalonan el espacio central. Cierra la escena, sobre la reja, una leyenda mariana en latín que reza: «Toda hermosa eres, amiga mía, y no hay tacha en ti».
Aunque en su origen fue concebido como Patio de Armas (dado el carácter de fortaleza del recinto), el Claustro se ha convertido en uno de los espacios más característicos de la Catedral. Su aspecto neoclásico denota los postulados artísticos y constructivos de la época en que fue ejecutado, en la segunda mitad del siglo XVII, obra de Juan Antonio Munar.
Desde el patio es posible apreciar el aspecto exterior de las cubiertas de la Catedral y las troneras sobre el muro meridional. El interior de la galería se articula en tramos de planta cuadrada cubiertos por bóvedas baídas y separadas por arcos perpiaños apeados sobre medias pilastras.
Se accede a él desde el interior de la Catedral a través de la una portada gótica de gran vistosidad, decorada con motivos vegetales y animales fantásticos, en cuyas puertas se puede contemplar el jarrón de azucenas, blasón catedralicio; una clara alusión a la pureza y virginidad de María.
Sala capitular
El claustro conecta con las dependencias de la Sala Capitular, aquella en la que el Cabildo Catedralicio se reúne para debatir y deliberar sobre determinadas cuestiones. Llama poderosamente la atención la decoración de la Sala, tanto de la puerta de acceso, como de la bóveda.
La Sala Capitular fue levantada por los mismos constructores de la Sacristía Mayor a mediados del siglo XVI, aunque no fue rematada hasta comienzos del XVII. Es en este siglo cuando Mancio Infante construyó la singular bóveda esquifada –de llamativo decorado- que cubre la planta, casi cuadrada, conectando la bóveda con el interior a través de pilastras corintias alzadas sobre plintos.
El friso se encuentra poblado de motivos renacentistas: roleos, mascarones y cabezas de querubines. La iluminación penetra en el interior a través de dos grandes vanos circulares, en la zona baja de los paños orientales.
La plaza de la Catedral
Una placa nos recuerda que en los años 70 del pasado siglo XX, la plaza de la Catedral de Almería fue escenario del rodaje de la película norteamericana Patton, si bien su fisonomía era muy diferente a la actual, ya que desde entonces ha sufrido diferentes modificaciones.
La plaza actual, que antecede a la portada principal de la Catedral de la Encarnación, festoneada de palmeras, fue remodelada entre 1999 y 2000 por los arquitectos Alberto Campo y Modesto Sánchez. En ella tienen lugar importantes acontecimientos socioculturales de la vida de la ciudad.
Al pie de la torre se sitúa la estatua en bronce de Diego Ventaja, obispo de Almería martirizado durante la Guerra Civil. Fue beatificado en Roma por Juan Pablo II en 1993. Dicha estatua fue realizada en la posguerra por el escultor Pérez Comendador.