¿ CÓMO SER UNA IGLESIA SINODAL EN MISIÓN?

Pareciera que con la próxima llegada del JUBILEO 2025 los ecos del Sínodo solo fueran eso, ecos. Monseñor Sergi Gordo nos pone al día con sus colaboraciones.

Prefacio

«Más que decir que la Iglesia tiene una misión, afirmamos que la Iglesia es misión. “Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo” (Jn 20,21): La Iglesia recibe de Cristo, el Enviado del Padre, la propia misión. Sostenida y guiada por el Espíritu Santo, ella anuncia y da testimonio del Evangelio a cuantos no lo conocen o no lo acogen, con la opción preferencial por los pobres, enraizada en la misión de Jesús. De este modo, contribuye a la llegada del Reino de Dios, del que “constituye el germen e inicio” (cf. LG 5)» (Informe de Síntesis de la Primera Sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos [IdS], 8a). Crecer como Iglesia sinodal es una manera concreta de responder, todos y cada uno, a esta llamada y misión.

Los hermanos y hermanas que participaron en las reuniones sinodales, y en particular los participantes en la Primera Sesión, tuvieron una experiencia concreta de la unidad y la pluralidad de la Iglesia. Incluso en un tiempo como el nuestro, marcado por crecientes desigualdades, amargas polarizaciones y una continua explosión de conflictos, la Iglesia es en Cristo signo e instrumento de unión con Dios y de unidad entre los hombres, y está llamada a serlo cada vez más visiblemente. Escuchando al Espíritu Santo, acogiendo el testimonio de la Escritura y escrutando con fe los signos de los tiempos, puede armonizar las diferencias como expresión de la inagotable riqueza del misterio de Cristo. La experiencia del Sínodo como práctica de la unidad en la diversidad representa así una palabra profética dirigida a un mundo que se esfuerza por creer que la paz y la concordia son posibles.

  1. La pregunta que guía

El proceso sinodal nos ha hecho cada vez más conscientes de nuestra misión. En la Primera Sesión de la Asamblea, esta conciencia fue “tomando cuerpo” progresivamente, guiando el camino hacia la Segunda Sesión (octubre de 2024). El tiempo transcurrido entre la Primera y la Segunda Sesión -explica el documento Hacia octubre de 2024 (11 de diciembre de 2023)- nos ve comprometidos en una nueva fase consultiva a partir de la pregunta orientadora: ¿Cómo ser una Iglesia sinodal en misión?

“El objetivo es identificar los caminos a seguir y los instrumentos a adoptar en los diferentes contextos y circunstancias, para potenciar la originalidad de cada bautizado y de cada Iglesia en la misión única de anunciar al Señor Resucitado y su Evangelio al mundo de hoy. No se trata, por tanto, de limitarse al plan de mejoras técnicas o de procedimiento que hagan más eficaces las estructuras de la Iglesia, sino de trabajar en las formas concretas del compromiso misionero al que estamos llamados, en el dinamismo entre unidad y diversidad propio de una Iglesia sinodal” (Hacia octubre de 2024, n. 1).

La atención se centrará, por tanto, en el tema de la participación de todos, en la variedad de vocaciones, carismas y ministerios, en la única misión de anunciar a Jesucristo al mundo. A la luz de esa transformación misionera de la Iglesia prevista en la Exhortación apostólica Evangelii gaudium, según la cual “la nueva evangelización debe implicar un nuevo protagonismo de cada uno de los bautizados” (n. 120), reflexionaremos sobre la contribución a la misión que puede provenir del reconocimiento y la promoción de los dones específicos de cada miembro del Pueblo de Dios, y sobre la relación entre la obra común y el ministerio de autoridad de los Pastores. El nexo dinámico entre la participación de todos y la autoridad de algunos, en el horizonte de la comunión y de la misión, será profundizado en su significado teológico, en las modalidades prácticas de su aplicación y en la concreción de las disposiciones canónicas. La profundización se articulará en tres niveles, distintos pero interdependientes: el de la Iglesia local, el de las agrupaciones de Iglesias (nacional, regional, continental), el de toda la Iglesia en la relación entre el primado del Obispo de Roma, la colegialidad episcopal y la sinodalidad eclesial. La indicación de los tres niveles permite organizar los trabajos con vistas a la Segunda Sesión de la Asamblea, sin olvidar que se trata de tres perspectivas conectadas a través de las cuales mirar una realidad unitaria y orgánica: la vida de la Iglesia sinodal misionera.

  1. Pasos hacia la redacción del Instrumentum laboris para la Segunda Sesión

A partir de la pregunta orientadora, se abre un nuevo proceso de consulta, con características diferentes al de la primera fase del proceso sinodal, como se explica en el documento Hacia octubre de 2024, pidiendo a las Conferencias Episcopales y a las Estructuras Jerárquicas Orientales que sean la referencia para esta parte del proceso y coordinen la recogida de aportaciones de Diócesis y Eparquías, estableciendo los métodos y el calendario. También llevarán a cabo el estudio en profundidad partiendo de la misma pregunta orientadora a su nivel y a nivel continental, según se considere apropiado y factible (cf. Hacia octubre de 2024, n. 1) Las síntesis que recogerán el fruto de esta consulta, por parte de las Conferencias Episcopales, las Estructuras Jerárquicas Orientales y las Diócesis que no pertenecen a ninguna Conferencia Episcopal, deberán llegar a la Secretaría General del Sínodo antes del 15 de mayo de 2024 y servirán de base para la redacción del Instrumentum laboris.

A las síntesis se añadirán otros materiales, a partir de los resultados del encuentro internacional “Párrocos para el Sínodo” (Sacrofano [Roma], 28 de abril – 2 de mayo de 2024), convocado para responder a la necesidad, repetidamente expresada durante la primera fase y también durante la Primera Sesión, de escuchar y valorizar la experiencia de los sacerdotes comprometidos en el ministerio pastoral en las Iglesias locales, con vistas a su mayor implicación en el proceso sinodal.

Por último, los resultados del estudio teológico llevado a cabo por cinco Grupos de Trabajo activados por la Secretaría General del Sínodo, en la estela de lo solicitado varias veces por la Asamblea y en el espíritu de lo previsto por el artículo 10 de la Constitución Apostólica Episcopalis communio sobre el Sínodo de los Obispos, se incluirán también en los materiales subyacentes al Instrumentum laboris. Estos Grupos estarán compuestos por expertos, respetando la necesaria variedad de procedencia geográfica, sexo y condición eclesial, y trabajarán con un método sinodal. En particular, tres Grupos se centrarán principalmente en los tres niveles arriba indicados (un Grupo en cada nivel), mientras que otros dos Grupos trabajarán en los dos ejes transversales, poniendo de relieve las interconexiones e interdependencias entre los niveles, según las líneas generales que se resumen en los párrafos siguientes.

  1. Perspectivas para explorar

I.              El rostro sinodal misionero de la Iglesia local

El Informe de Síntesis aprobado al final de la Primera Sesión reconoce que la corresponsabilidad de todos en la misión “debe ser el criterio base de la estructuración de las comunidades cristianas y de la entera Iglesia local con todos sus servicios, en todas sus instituciones, en cada organismo de comunión” (IdS 18b). La búsqueda del rostro y de los caminos de la Iglesia sinodal misionera implica directamente a cada Iglesia local, en la pluralidad de los sujetos que la constituyen, sin olvidar que la tarea de dar testimonio del Evangelio une a todos los bautizados, más allá de las pertenencias confesionales, en virtud de la común dignidad bautismal. El Grupo de Trabajo, que asumirá la perspectiva de la Iglesia sinodal en misión a nivel de Iglesia local, explorará puntos como:

  1. el sentido y las formas del ministerio del Obispo diocesano como “principio y fundamento perpetuo y visible de unidad” (Lumen Gentium, n. 23) de la Iglesia a él confiada y, en particular, las relaciones con el presbiterio, los órganos de participación, la vida consagrada y las agregaciones eclesiales, en una perspectiva misionera (cf. IdS 12);
  2. la introducción de estructuras y procesos para la verificación periódica del trabajo del Obispo diocesano y de quienes ejercen un ministerio (ordenado o no ordenado) en la Iglesia local, favoreciendo el accountability (dar cuenta del ejercicio de las propias responsabilidades) por parte de todos, de diferentes maneras (IdS 12j);
  3. el estilo y el modo de funcionamiento de los órganos de participación. Se prestará especial atención a la relación entre el momento consultivo y el momento deliberativo en los procesos de toma de decisiones (cf. IdS 18g), garantizando que también las mujeres, allí donde todavía no sea el caso, puedan participar en los procesos de toma de decisiones y asumir funciones de responsabilidad en la atención pastoral y el ministerio (cf. IdS 9m);
  4. la presencia y el servicio de los ministerios instituidos y de los ministerios de hecho, que pueden contribuir a configurar de manera más coral y eficaz la obra de evangelización de la Iglesia local en el territorio y entre las culturas, valorizando los carismas y el papel de los laicos en la realización de la misión de la Iglesia (cf. IdS 8d-e), en el respeto de su especificidad (cf. IdS 8f) y en relación con la tensión entre la misión de santificación de las realidades temporales y el desempeño de oficios y ministerios IdS 8d-e), respetando su especificidad (cf. IdS 8f) y en relación con la tensión entre la misión de santificación de las realidades temporales y el desempeño de oficios y ministerios dentro de la Iglesia (cf. IdS 8j), considerando también la oportunidad de establecer nuevos ministerios (cf. IdS 8n y 16p). Se debe prestar especial atención a “reconocer y valorar la contribución de las mujeres y aumentar las responsabilidades pastorales que se les confían en todos los ámbitos de la vida y la misión de la Iglesia”. Para expresar mejor los carismas de todos y responder mejor a las necesidades pastorales, ¿cómo puede la Iglesia incluir a más mujeres en las funciones y ministerios existentes? Si se necesitan nuevos ministerios, ¿a qué nivel y de qué manera?” (IdS 9i).

II.           El rostro sinodal misionero de las agrupaciones de Iglesias

En 2015, en su Discurso para la conmemoración del 50 aniversario de la Institución del Sínodo de los Obispos, el Papa Francisco afirmó que “el segundo nivel del ejercicio de la sinodalidad es el de las Provincias y Regiones eclesiásticas, los Concilios particulares y, de modo especial, las Conferencias Episcopales”, refiriéndose a los cánones 431-459 del Código de Derecho Canónico, relativos a las agrupaciones de Iglesias particulares. Subrayó la necesidad y la urgencia de “reflexionar para realizar aún más, a través de estos organismos, las instancias intermedias de colegialidad, integrando y actualizando quizás algunos aspectos del antiguo orden eclesiástico. El deseo del Concilio de que estos órganos pudieran contribuir a acrecentar el espíritu de colegialidad episcopal no se ha realizado todavía plenamente. Estamos a mitad de camino, a parte del camino”. Apunta así en la dirección de una “sana descentralización”, ya expresada en la Exhortación Apostólica Evangelii gaudium (n. 16), recogida después en la Constitución Apostólica Praedicate Evangelium (II,2). El Grupo de Trabajo, que asumirá la perspectiva de la Iglesia sinodal en misión a nivel de las agrupaciones de Iglesias, explorará puntos como:

  1. modos y condiciones que hagan posible el intercambio efectivo de dones entre las Iglesias (cf. IdS 4m), compartiendo “riquezas espirituales, obreros apostólicos y ayudas temporales”

(Lumen Gentium, n. 13)

  1. el estatuto de las Conferencias Episcopales en una Iglesia sinodal misionera, para que crezcan como sujetos del ejercicio de la colegialidad en una Iglesia toda sinodal, aumentando también la propia autoridad doctrinal y disciplinar, sin limitar ni la potestad propia de cada Obispo en su propia Iglesia, ni la del Obispo de Roma como principio visible y fundamento de la unidad de toda la Iglesia (cf. IdS 19)
  2. la oportunidad de ampliar las estructuras de comunión entre las Iglesias más allá del nivel de las Conferencias Episcopales, considerando cómo especificar el estatuto de los organismos que agrupan a las Iglesias locales de un área continental o subcontinental, teniendo en cuenta las necesidades de un diálogo fecundo con las culturas y las sociedades en una perspectiva misionera (cf. IdS 19).

III.        El rostro misionero sinodal de la Iglesia universal

El proceso sinodal en curso está dando lugar a un nuevo modo de ejercer el ministerio petrino. Así, a nivel de la Iglesia universal, se plantea la cuestión de la relación entre la sinodalidad eclesial, la colegialidad episcopal y el primado del Obispo de Roma (cf. IdS 13a). El Grupo de Trabajo que se ocupará de esta perspectiva explorará puntos como:

  1. la contribución que las Iglesias de Oriente pueden ofrecer para una profundización de la doctrina del primado petrino, aclarando su vínculo intrínseco con la colegialidad episcopal y la sinodalidad eclesial (cf. IdS 6d)
  2. la contribución de la vía ecuménica “a la comprensión católica del primado, de la colegialidad, de la sinodalidad y de sus mutuas relaciones” (IdS 13b)
  3. el papel de la Curia Romana, como órgano al servicio del ministerio universal del Obispo de Roma, en una Iglesia sinodal, considerando las relaciones entre la Curia y las Iglesias locales, la Curia y las Conferencias Episcopales, la Curia y el Sínodo de los Obispos, en el espíritu de la Constitución Apostólica Praedicate Evangelium (cf. IdS 13c-d)
  4. las modalidades de ejercicio de la colegialidad episcopal en una Iglesia sinodal, teniendo en cuenta la doctrina del Concilio Vaticano II y los desarrollos teológicos y canónicos del postconcilio;
  5. la identidad propia del Sínodo de los Obispos, articulando en particular el papel específico de los Obispos y la participación del Pueblo de Dios en todas las fases del proceso sinodal (cf. IdS 20)

IV.        El método sinodal

Para abrir las mentes y los corazones a la acogida de Cristo presente en su Espíritu, estamos llamados a la meditación de la Sagrada Escritura, a la oración y a la escucha mutua, en disposición de conversión personal y comunitaria. La escucha recíproca, en particular, requiere el ejercicio constante de prácticas que favorezcan, en todos los niveles de la vida de la Iglesia, la articulación de cuatro dimensiones: espiritual, institucional, procedimental y litúrgica.

A lo largo del camino recorrido hasta ahora, y especialmente en el curso de la Primera Sesión, la práctica de la “conversación en el Espíritu” ha sido probada y reconocida como capaz de sostener y expresar la dimensión espiritual del camino que estamos recorriendo. Practicar la “conversación en el Espíritu” no significa seguir una técnica codificada, sino emprender un camino que dé expresión a la naturaleza coloquial per se de la Iglesia, que brota del diálogo con el que Dios mismo, comunicando su vida, “habla a los hombres como amigos (conversatur), movido por su gran amor y mora con ellos” (Dei Verbum, n. 2).

Al mismo tiempo, el método sinodal exige que se preste atención a la dimensión institucional, propia de los organismos y eventos en los que se expresan la vida y la misión de la Iglesia, y a la dimensión procedimental, prestando especial atención a la relación entre la elaboración de decisiones (decision making) y la toma de decisiones (decision taking).

Estas tres dimensiones no deben concebirse como separadas: son aspectos distintos, cada uno de los cuales requiere una atención específica, que debe pensarse y vivirse en su unidad dinámica. Por último, dado que la liturgia es a la vez espejo y alimento de la vida de la Iglesia, los trabajos se referirán también a la dimensión litúrgica: “Si la Eucaristía da forma a la sinodalidad, el primer paso que hay que dar es honrar su gracia con un estilo celebrativo a la altura del don y con auténtica fraternidad” (IdS 3k).

El Grupo de Trabajo, que asumirá la perspectiva transversal del método sinodal, explorará puntos como:

  1. a) la fecunda relación entre el arraigo litúrgico y sacramental de la vida sinodal de la Iglesia

(escucha de la Palabra y celebración de la Eucaristía) y la práctica del discernimiento eclesial; b) una mejor clarificación de la configuración de la conversación en el Espíritu” teniendo en cuenta la pluralidad de declinaciones que conoce a partir de la experiencia de múltiples espiritualidades eclesiales y de diferentes contextos culturales (cf. IdS 2i-j);

  1. la invitación formulada por la Primera Sesión de la Asamblea Sinodal, por una parte, a “aclarar en qué modo la conversación en el Espíritu puede integrar las aportaciones del pensamiento teológico y de las ciencias humanas y sociales” (IdS 2h), y por otra, a que “los expertos en los diferentes campos del saber a madurar una sabiduría espiritual que haga de su competencia especializada un verdadero servicio eclesial” (IdS 15i) mediante la escucha mutua, el diálogo y la participación en el discernimiento comunitario;
  2. la focalización de los criterios de discernimiento teológico y disciplinar, clarificando la relación circular, en obediencia a la Revelación y a la escucha de los signos de los tiempos, entre el sensus fidei de todo el Pueblo de Dios y el Magisterio de los Pastores, en la perspectiva del “cambio de época” que estamos viviendo;
  3. la articulación entre elaboración de decisiones (decision making) y toma de decisiones (decision taking) en la perspectiva eclesiológica de la relación entre la participación de todos y el ejercicio específico de la autoridad por parte de algunos, identificando y especificando las esferas de competencia (doctrinal, pastoral, cultural) de los distintos sujetos eclesiales y de los distintos organismos y eventos en los que se expresa la práctica de la sinodalidad;
  4. La promoción de un estilo celebrativo adecuado a una Iglesia sinodal, que permita vivir y testimoniar la participación común de todos, respetando y promoviendo la especificidad de las funciones, carismas y ministerios de cada uno.

V.  El “lugar” de la Iglesia sinodal en la misión

El actual proceso sinodal muestra claramente cómo la referencia al principio de “interioridad recíproca” entre las Iglesias locales y la Iglesia universal favorece el ejercicio sinfónico de la sinodalidad, la colegialidad y la primacía a distintos niveles (local, regional, universal). El “lugar” en el que la Iglesia está llamada a vivir la comunión, la participación y la misión está constituido por muchos “lugares”. Esto no es sólo un hecho, sino que corresponde al modo en que “Dispuso Dios en su sabiduría revelarse [revelarse en persona] a Sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad” (Dei Verbum, n. 2).  La relación con Jesucristo -mediador y plenitud de toda la revelación- es siempre contextual: “tiene lugar”. El “lugar”, en este sentido, es generador de la experiencia creyente. Es también un espacio hermenéutico en el que “va creciendo en la comprensión de las cosas y de las palabras transmitidas” (Dei Verbum, n. 8) y el anuncio de la verdad salvífica encuentra expresiones siempre nuevas: el “dónde” es constitutivo de la forma kerigmática.

Vivimos en una época en la que la relación de las personas y las comunidades con la dimensión del espacio está cambiando profundamente. La movilidad humana, la presencia en un mismo contexto de culturas y experiencias religiosas diferentes, la omnipresencia del entorno digital (la infosfera) pueden considerarse “signos de los tiempos” que es necesario discernir.

Los cambios que se están produciendo y la conciencia de la pluralidad de los rostros del Pueblo de Dios exigen una renovada atención a las relaciones entre las Iglesias locales que, en comunión entre sí y con el Obispo de Roma, constituyen la Iglesia de Dios, santa, católica y apostólica. En un mundo marcado por la violencia y la fragmentación, parece cada vez más urgente dar testimonio de la unidad de la humanidad, de su origen común y de su destino común, en una solidaridad coordinada y fraterna hacia la justicia social, la paz, la reconciliación y el cuidado de la casa común, superando así el potencial divisorio de algunas formas erróneas de entender la referencia a un lugar, a sus habitantes y a su cultura.

El grupo de trabajo que asumirá esta perspectiva -transversal a los tres niveles distintos de relaciones eclesiales: local, regional, universal- explorará puntos como:

  1. el desarrollo de una eclesiología atenta a la dimensión cultural del Pueblo de Dios (en referencia a lo que dice el Papa Francisco en Evangelii gaudium, n. 115: “La gracia supone la cultura, y el don de Dios se encarna en la cultura de quien lo recibe”). De hecho, parece necesario traducir también a nivel institucional el dinamismo recíproco entre evangelización de la cultura e inculturación de la fe, dando espacio a las hermenéuticas locales, sin que “lo local” se convierta en motivo de división y sin que “lo universal” se convierta en una forma de hegemonía;
  2. la referencia al “lugar” en la dinámica del anuncio, en relación con el principio de que “esta adaptación de la predicación de la palabra revelada debe mantenerse como ley de toda la evangelización. Porque así en todos los pueblos se hace posible expresar el mensaje cristiano de modo apropiado a cada uno de ellos y al mismo tiempo se fomenta un vivo intercambio entre la Iglesia y las diversas culturas” (Gaudium et spes, n. 44);
  3. la referencia a la particularidad del “lugar” y a las necesidades de la comunión eclesial (en los distintos niveles) a la hora de abordar las grandes cuestiones morales y pastorales;
  4. el impacto de los fenómenos migratorios que representan “una realidad que remodela a las Iglesias locales como comunidades interculturales. Con frecuencia, migrantes y refugiados, muchos de los cuales llevan las heridas de la erradicación, de la guerra y de la violencia, se convierten en una fuente de renovación y de enriquecimiento de las comunidades que los acogen, y en una oportunidad para establecer lazos directos con Iglesias geográficamente lejanas” (IdS 5d);
  5. el impacto de la cultura del entorno digital y de las nuevas tecnologías en la noción de “local”. Por ejemplo, todas las relaciones e iniciativas, incluidas las eclesiales, que tienen lugar en línea “tienen un alcance y un radio de acción que se extiende más allá de los tradicionales confines territoriales” (IdS 17h);
  6. las cuestiones canónicas y pastorales abiertas por la constante emigración de fieles del Oriente católico a territorios de mayoría latina, para lo cual “se necesita que las Iglesias locales de rito latino, en nombre de la sinodalidad, ayuden a los fieles orientales migrantes a perseverar en su identidad y a cultivar su patrimonio específico, sin someterlos a procesos de asimilación” (IdS 6c).
  7. Algunos principios transversales de referencia

La profundización de las perspectivas indicadas puede referirse útilmente a algunos principios que se aplican a cada una de ellas.

El primer principio es la misión de evangelización como motor y razón de ser de la Iglesia. La promoción de la figura y de la dinámica sinodal de la Iglesia tiene como finalidad manifestar y apoyar creíble y eficazmente su misión, que es el criterio último de todo discernimiento. Hay que privilegiar lo que es más eficaz para el anuncio del Evangelio, encontrando el valor de abandonar lo que se revela menos útil o incluso un obstáculo. Es este impulso hacia la misión el que hace que el proceso sinodal no sea un ejercicio en el que la Iglesia se mira en el espejo y se preocupa de sus propios equilibrios, sino que se proyecta hacia el mundo y la humanidad entera, pidiendo a cada miembro del Pueblo de Dios que aporte su contribución insustituible. El ecumenismo de la sangre (cf. IdS 7d) nos recuerda con fuerza que testigos del Evangelio hasta dar la vida son todos los bautizados, sin distinción de pertenencia confesional: es, pues, la misión común la que constituye el vector del camino hacia la unidad de los cristianos, a partir de formas concretas de colaboración, que debemos seguir promoviendo y experimentando.

Si el impulso misionero es constitutivo de la Iglesia y marca cada momento de su historia, los desafíos misioneros cambian con el tiempo. Por tanto, hay que esforzarse por discernir los del mundo actual: si no logramos identificarlos y responder a ellos, nuestro anuncio perderá actualidad y atractivo. Enraizada en esta necesidad está la atención a los jóvenes, a la cultura digital, y la necesidad de implicar a los pobres y marginados en el proceso sinodal, portadores de un punto de vista capaz de revelar dinámicas sociales, económicas y políticas que de otro modo permanecerían ocultas. Cualquier cambio en las estructuras de la Iglesia debe diseñarse para que sea eficaz a la hora de responder a los retos de la misión en el mundo actual.

El segundo principio es la promoción de la participación en la misión, que es don y responsabilidad de todos los bautizados, en el ejercicio activo del sensus fidei y de sus respectivos carismas, en sinergia con el ejercicio del ministerio de la autoridad por parte de los Obispos: 

“La circularidad entre el sensus fidei con el que están marcados todos los fieles, el discernimiento obrado en diversos niveles de realización de la sinodalidad y la autoridad de quien ejerce el ministerio pastoral de la unidad y del gobierno describe la dinámica de la sinodalidad. Esta circularidad promueve la dignidad bautismal y la corresponsabilidad de todos, valoriza la presencia de los carismas infundidos por el Espíritu Santo en el Pueblo de Dios, reconoce el ministerio específico de los Pastores en comunión colegial y jerárquica con el Obispo de Roma, garantizando que los procesos y los actos sinodales se desarrollen con fidelidad al depositum fidei y en actitud de escucha al Espíritu Santo para la renovación de la misión de la Iglesia” (Comisión Teológica Internacional, La sinodalidad en la vida y en la misión de la Iglesia, n. 72).

La dimensión sinodal y la dimensión jerárquica no están, pues, en competencia. La tensión que las une es una importante fuente de dinamismo. En particular, los procesos de toma de decisiones son el lugar para manejar creativamente esta tensión, de modo que se permita a cada uno ejercer su responsabilidad específica, sin ser desposeído de ella.

El tercer principio es la articulación entre lo local y lo universal, considerando al mismo tiempo la pluralidad y la coherencia de los niveles intermedios. La Iglesia una, santa, católica y apostólica existe en y desde las Iglesias locales (cf. Lumen gentium, n. 23) en comunión entre sí y con la Iglesia de Roma. Cada Iglesia es en Cristo y por el Espíritu Santo el sujeto comunitario, convocado por la Palabra y edificado por los Sacramentos, en el que vive y camina el único Pueblo de Dios en un contexto cultural y social específico, dentro del cual se encarna el don de Dios. Al mismo tiempo, cada Iglesia está llamada a compartir con todas las demás los dones con los que está enriquecida. Esto se realiza a través del ministerio de su Obispo, principio y garante de la unidad en la participación sinodal de todos en su misión, en comunión colegial con los demás Obispos cum Petro y sub Petro al servicio de toda la Iglesia (cf. Comisión Teológica Internacional, La sinodalidad en la vida y en la misión de la Iglesia, n. 61). La sinodalidad constituye, por tanto, el contexto eclesial adecuado para entender y promover la colegialidad episcopal y describe el camino a seguir para promover la unidad y la catolicidad en el discernimiento de los caminos a seguir en cada Iglesia y en la comunión de las Iglesias. Lo que buscamos es un modo adecuado al mundo de hoy de vivir la unidad en la diversidad, experimentando la interconexión sin aplastar las diferencias y peculiaridades, pero también sin perder de vista que algunos desafíos -como el cuidado de la casa común, la emigración o la cultura digital- sólo pueden afrontarse juntos.

El cuarto principio, el más radical y exigente, pero al mismo tiempo capaz de dar esperanza y generatividad, es el carácter exquisitamente espiritual del proceso sinodal. Reunidos por Dios Padre, en Jesucristo, por la fuerza del Espíritu Santo, hermanas y hermanos en la fe se encuentran y se escuchan, aportando cada uno la perspectiva y la contribución de su propia vocación, carismas y ministerio recibidos. Este encuentro y esta escucha no son un fin en sí mismos: abren un espacio en el que se hace posible, juntos, discernir la voz del Espíritu y acoger su llamada. A todos los niveles, aspiramos al mismo resultado: comprender lo que el Señor nos pide y estar dispuestos a hacerlo. La tarea de los discípulos, más aún, su propia identidad, es seguir al Maestro adonde él decida ir, colaborar en una misión de salvación que es originalmente suya.

  1. Caminando juntos hacia octubre de 2024

Mientras avanza la preparación de la Segunda Sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, también gracias a las orientaciones aquí formuladas, prosigue el trabajo sobre las otras dos directrices identificadas a partir del Informe de Síntesis de la Primera Sesión.

La primera orientación consiste en mantener viva la dinámica sinodal en las Iglesias locales, para que un número cada vez mayor de personas pueda vivirla directamente. Reiteramos aquí la invitación a todas las diócesis a releer el Informe de Síntesis para identificar las sugerencias más significativas para su situación y, a partir de ellas, activar “iniciativas más adecuadas para implicar a todo el Pueblo de Dios” (Hacia octubre de 2024, n. 2).

La segunda orientación consiste en profundizar, de manera sinodal, una serie de temas de gran importancia, que «requieren ser tratados a nivel de toda la Iglesia y en colaboración con los Dicasterios de la Curia Romana» (ibid., Introducción). Se están constituyendo Grupos de Estudio para profundizar en los temas identificados, mejor especificados en el documento Temas surgidos en la Primera Sesión del Sínodo de los Obispos para tratar a nivel de toda la Iglesia y en colaboración con los Dicasterios de la Curia Romana, difundido al mismo tiempo que éste. «Además, al servicio del proceso sinodal en sentido más amplio, la Secretaría General del Sínodo activará un “Fórum permanente” para profundizar en los aspectos teológicos, canónicos, pastorales, espirituales y comunicativos de la sinodalidad de la Iglesia, también para responder a la petición formulada por la IdS de “se propone promover, en lugar oportuno, el trabajo teológico de profundización terminológica y conceptual de la noción y de la práctica de la sinodalidad” (IdS 1p)». Para llevar a cabo esta tarea, contará con la ayuda de la Comisión Teológica Internacional y de una Comisión canónica establecida al servicio del Sínodo de acuerdo con el Dicasterio para los Textos Legislativos.

No es posible trazar una línea divisoria clara entre los temas tratados por el trabajo de los numerosos Grupos activados, a diferentes niveles y en diferentes ejes: hay muchas conexiones, puntos de contacto e incluso solapamientos. Una de las tareas de la Secretaría General del Sínodo es garantizar que los trabajos avancen de forma coordinada y a la escucha de los resultados que se vayan obteniendo en los distintos ámbitos, dando la información adecuada a la Sesión de la Asamblea de octubre de 2024.

Vaticano, 14 de marzo del 2024.

HISTORIA DE LA VIRGEN DE LA FUENSANTA

La devoción del pueblo murciano por Nuestra Sra. de la Fuensanta es muy antigua, surgiendo a partir de la aparición de la Virgen en el monte conocido como El Hondoyuelo. Cuenta la leyenda que en esta sierra, situada a unos cinco kilómetros de la capital y ya considerada como enclave sagrado por las primeras civilizaciones que habitaron la zona, María había hecho brotar la “fuente santa” que dio nombre a la advocación.

La historia de cómo la Fuensanta ha pasado a convertirse en una de las más importantes devociones del Levante español, comienza el 17 de Enero de 1694. en esa fecha, tras una larga sequía que azotaba toda la zona, se acuerda bajar la imagen de la Virgen por vez primera hasta Murcia. Con aquella romería se imploraba la lluvia necesaria para los cultivos, relatando las crónicas de la época que, al finalizar la rogativa, llovió copiosamente e incluso llegó a nevar. Pero el milagro del agua se repitió en las sucesivas romerías y la Virgen de la Fuensanta fue nombrada patrona de la Ciudad y su Huerta en 1731.

El Santuario de la Virgen es hoy uno de los más visitados del país, no sólo como lugar de peregrinación, sino también por la belleza del enclave. Sobre la ermita primitiva, descrita en antiguos documentos como “entre iglesia y mezquita”, empieza a construirse a finales del siglo XVII un nuevo templo más acorde con el gran poder de convocatoria que estaba adquiriendo La Fuensanta.

En el interior de la iglesia se encuentra la venerada talla de la Patrona, una imagen de origen gótico y retocada en el siglo XVIII por el imaginero Roque López, atribuyéndose el Niño a Francisco Salzillo. La hermosura de la imagen es indiscutible , su aspecto se embellece con lujosos ropajes , joyas y coronas regaladas por los fieles, siendo el color tostado de su cara el que ha motivado que sea cariñosamente conocida con el sobrenombre de “La Morenica”. También encontramos en el templo importantes frescos del pintor Pedro Flores alusivos a la advocación, así como una hermosa colección de relieves sobre temas evangélicos marianos realizados por el escultor Juan González Moreno.

La difusión del culto a Nuestra Señora de la Fuensanta desde su proclamación como patrona, ha venido ligada a la celebración de traslados periódicos de la imagen desde el Santuario hasta la Catedral de la ciudad y viceversa. Tanto en las romerías como en los demás actos protagonizados por la Virgen, la antigua hermandad de Caballeros de la Fuensanta, es la encargada de custodiar la venerada imagen.

Actualmente, dos son las ocasiones establecidas para bajar a la Virgen a Murcia: una, con la llegada de la Cuaresma hasta finalizar las Fiestas de Primavera de la capital; y otra en Septiembre con motivo de su festividad el primer domingo después del día ocho del mismo mes.

Durante su estancia en la ciudad tienen lugar diversos actos, como la ofrenda floral a las puertas de la Catedral, la solemne procesión con la imagen por las calles del casco antiguo y la celebración de su onomástica con una Misa Pontifical y Procesión Claustral en el interior del templo catedralicio.

Durante el camino de regreso al Santuario la Virgen recibe numerosas muestras de cariño, sucediéndose las tradicionales “lluvias de pétalos” desde los balcones . A su llegada todo el monte es un clamor, y la multitud despide a su Patrona entre vítores y aclamaciones.

EL SANTO DE LA SEMANA: SAN SIMÓN DE ROJAS

San Simón de Rojas, trinitario, nació en Valladolid (España), el 28 de octubre de 1552. A los doce años, ingresó en el convento trinitario de su ciudad natal, en el que hizo la profesión religiosa el 28 de octubre de 1572.

Cursó los estudios en la universidad de Salamanca entre 1573 y 1579. Enseñó filosofía y teología en Toledo desde el año 1581 hasta el 1587. A partir de 1588, hasta su muerte, ejerció con grande prudencia el oficio de superior en varios conventos. En el mismo periodo, fue enviado como Visitador Apostólico a su Provincia de Castilla, en dos ocasiones, y a la de Andalucía, en una. El 14 de abril de 1612 fundó la Congregación de los Esclavos del Dulcísimo Nombre de María. En 1619 fue nombrado Preceptor de los Infantes de España. El 12 de mayo de 1621 fue elegido como confesor de la Reina Isabel de Borbón. Murió el 29 de septiembre de 1624.

Su canonización dentro de las celebraciones del Año Mariano de 1988, recompensó dignamente a quien, por su tierna devoción a María, Lope de Vega llegó a equiparar con San Bernardo de Claraval y con San Ildefonso de Toledo. Fue su madre, la virtuosa Constanza, quien imprimió e hizo germinar en el alma de Simón el amor a María. El culto que Constanza, junto con su marido, Gregorio, tributaba constantemente a la Santísima Virgen, explica el porqué Simón, cuando pronunció sus primeras palabras, a los 14 meses de edad, siendo de pequeño algo retardado y balbuciente, dijese: «Ave, María». No hacía otra cosa que repetir la plegaria tan frecuentemente recitada por sus padres.

Su mayor gozo era el visitar los santuarios marianos, orar a María, imitar sus virtudes, cantar sus alabanzas, resaltar la importancia de la Santísima Virgen en el misterio de Dios y de la Iglesia. A través de profundos estudios teológicos, comprendió cada vez mejor la misión de María en la salvación del género humano y la santificación de la Iglesia. Vivió sus votos religiosos con el estilo de María. Pensaba que para ser todo de Dios, como Ella, era necesario hacerse esclavos suyos, o mejor, esclavos de Dios en María. Fue por ello por lo que fundó la Congregación de Esclavos del Dulcísimo Nombre de María, para la mayor gloria de la Trinidad y la alabanza de la Virgen, al servicio de los pobres. Para él, ser esclavo de María quería decir pertenencia total a Ella: Totus tuus, para unirse más íntimamente a Cristo y en él, por el Espíritu, al Padre.

La Congregación por él fundada era de carácter laical. A ella podían adherirse personas de todo rango social. Los inscritos, entre los que figuraban el rey y sus hijos, se obligaban a honrar a María, asistiendo maternalmente a sus hijos predilectos: los pobres. Esta obra subsiste todavía hoy en España. Simón de Rojas, que era considerado uno de los más grandes contemplativos de su tiempo, y que en la obra La oración y sus grandezas demuestra ser un gran formador de almas de oración, quería que a la dimensión contemplativa se uniese la activa, las obras de misericordia. Fiel al carisma trinitario, promovió redenciones de esclavos, remedió numerosísimas necesidades de los pobres, consoló enfermos, desheredados y marginados de todo tipo. Cuando recibió encargos en la Corte, puso como condición para aceptarlos el poder seguir ocupándose de sus pobres, a los que ayudaba de muchas maneras, siempre con alegría a cualquier hora del día o de la noche.

Son numerosísimas las expresiones de su amor a María. Los pintores que han inmortalizado su figura, ponen siempre en sus labios el saludo «Ave, María», por él pronunciado con tanta frecuencia que familiarmente era llamado «el Padre Ave María». Hizo imprimir millares de estampas de la Virgen Santísima con la inscripción «Ave, María», estampas que enviaba también al extranjero. Hizo confeccionar rosarios con 72 cuentas azules sobre cordón blanco, símbolo de la Asunción y de la Inmaculada, como recuerdo de los 72 años que, según la creencia de la época, había vivido la Virgen, y los difundió por doquier. Valiéndose de su influencia en la Corte, hizo que se esculpiese con letras de oro sobre la fachada del Palacio Real de Madrid el saludo angélico que él tanto amaba: «Ave, María». El 5 de junio de 1622, pidió a la Santa Sede la aprobación de un texto litúrgico por él compuesto en honor del Dulcísimo Nombre de María, texto que más tarde el Papa Inocencio XI extendió a toda la Iglesia.

Las honras fúnebres que se le tributaron a su muerte, acaecida el 29 de septiembre de 1624, asumieron el aspecto de una canonización anticipada. Durante 12 días, los más famosos oradores de Madrid exaltaron sus virtudes y santidad. Impresionado por la veneración unánime que se le rendía, el Nuncio del Papa, algunos días después de su muerte, el 8 de octubre siguiente, ordenó que se iniciasen los procesos, en vista a su glorificación por parte de la Iglesia.

Reconocida la heroicidad de sus virtudes por Clemente XII, el 25 de marzo de 1735, fue beatificado por Clemente XIII, el 19 de mayo de 1766. Y el  3 de julio de 1988, el Papa Juan Pablo II inscribió en el Catálogo de los Santos a este gran siervo de María y padre de los pobres.

HISTORIA Y SIGNIFICADO DE LA MEDALLA DE SAN BENITO

No cabe duda que la medalla de San Benito es una de las más apreciadas por los fieles. A ella se le atribuyen poder y remedio, ya sea contra ciertas enfermedades de hombre y animales, ya contra los males que pueden afectar al espíritu, como las tentaciones del poder del mal. Es frecuente también colocarla en los cimientos de nuevos edificios como garantía de seguridad y bienestar de sus habitantes.

El origen de esta medalla se fundamenta en una verdad y experiencia del todo espiritual que aparece en la vida de san Benito tal como nos la describe el papa san Gregorio en el Libro II de los Diálogos. El Padre de los monjes usó con frecuencia del signo de la cruz como signo de salvación, de verdad, y purificación de los sentidos. San Benito quebró el vaso que contenía veneno con la sola señal de la cruz hecha sobre él. Cuando los monjes fueron perturbados por el maligno, el santo mandó que hicieran la señal de la cruz sobre sus corazones. Una cruz era la firma de los monjes en la carta de su profesión cuando no sabían escribir. Todo ello no hace más que invitar a sus discípulos a considerar la santa cruz como señal bienhechora que simboliza la pasión salvadora del Señor, por la que se venció el poder del mal y de la muerte.

La medalla tal como hoy la conocemos, se puede remontar al siglo XII o XIV o quizá a una época anterior y tiene su historia. En el siglo XVII, en Nattenberg -Baviera-, en un proceso contra unas mujeres acusadas de brujería, ellas reconocieron que nunca habían podido influir malignamente contra el monasterio benedictino de Metten porque estaba protegido por una cruz. Hechas, con curiosidad, investigaciones sobre esa cruz, se encontró que en las tapias del monasterio se hallaban pintadas varias cruces con unas siglas misteriosas que no supieron descifrar. Continuando la investigación entre los códices de la antigua biblioteca del monasterio, se encontró la clave de las misteriosas siglas en un libro miniado del siglo XIV. En efecto, entre las figuras aparecía una de san Benito alzando en su mano derecha una cruz que contenía parte del texto que se encontraba sólo en sus letras iniciales en las astas cruzadas de las cruces pintadas en las tapias del monasterio de Metten, y en la izquierda portaba una banderola con la continuación del texto que completaba todas las siglas hasta aquel momento misteriosas.

Mucho más tarde, ya en el siglo XX, se encontró otro dibujo en un manuscrito del monasterio de Wolfenbüttel representando a un monje que se defiende del mal, simbolizado en una mujer con una copa llena de todas las seducciones del mundo. El monje levanta contra ella una cruz que contienía la parte final del texto consabido. Es posible que la existencia de tal creencia religiosa no sea fruto del siglo XIV sino muy anterior.

Benedicto XIV, en marzo de 1742, aprobó el uso de la medalla que había sido tachada anteriormente, por algunos, de superstición. Dom Gueranger, liturgista y fundador de la Concregación Benedictina de Solesmes, comentó que el hecho de aparecer la figura de san Benito con la santa Cruz, confirma la fuerza que su signo obtuvo en sus manos. La devoción de los fieles y las muchas gracias obtenidas por ella es la mejor muestra de su auténtico valor cristiano.

Explicación del anverso

En las antiguas medallas aparece, rodeando la figura del santo, este texto latino en frase entera: Eius in óbitu nostro preséntia muniámur. “Que a la hora de nuestra muerte, nos proteja tu presencia”. En las medallas actuales, frecuentemente desaparece la frase que es sustituida por esta: Crux Sancti Patris Benedicti, o todavía, más simplemente, por la inscripción: Sanctus Benedictus.

Explicación del reverso

En cada uno de los cuatro lados de la cruz: C. S. P. B. Crux Sancti Patris Benedicti. Cruz del Santo Padre Benito

En el palo vertical de la cruz: C. S. S. M. L. Crux Sácra Sit Mihi Lux. Que la Santa Cruz sea mi luz

En el palo horizontal de la cruz: N. D. S. M. D. Non Dráco Sit Mihi Dux. Que el demonio no sea mi lider

Empezando por la parte superior, en el sentido del reloj: V. R. S. Vade Retro Satána. Aléjate Satanás – N. S. M. V. Non Suáde Mihi Vána. No me aconsejes cosas vanas – S. M. Q. L. Sunt Mála Quae Libas. Es malo lo que me ofreces – I. V. B. ípse Venéna Bíbas. Bebe tú mismo tu veneno

En la parte superior, encima de la cruz suele aparecer unas veces la palabra PAX y en las más antiguas IESUS

MALA PRÁCTICA LITÚRGICA E IGNORANCIA TEOLÓGICA

 En los libros litúrgicos o en los rituales para los sacramentos a veces se ofrece un modelo de monición del rito que va a seguir. En estos casos se puede leer literalmente la monición sugerida por el libro litúrgico o decir otras palabras similares que, al ser más espontáneas, pueden incluso resultar más sugerentes.

Cosa distinta es cambiar la fórmula litúrgica creyendo que, de esta forma, uno se acerca mejor a la experiencia de los fieles. En la mayoría de los casos ocurre que la formulación propia es bastante peor que la oficial y, a veces, resulta hasta ridícula. El ejemplo más grosero que me han contado es el del sacerdote que, cuando llega el momento de pronunciar las palabras de la institución de la eucaristía, dice: “sangre derramada por muchas y por muchos”. Para la gente normal no hace falta explicar que el “muchos” de la fórmula oficial es inclusivo. Solo una persona muy ideologizada puede pretender que no lo es. Hay ejemplos menos llamativos, pero quizás más ridículos. Es el del presidente de la celebración que, en el saludo ritual dice: “el Señor está con nosotros”. Cuando la gente responde: “y con tu espíritu”, está ofreciendo una respuesta inútil puesto que, si ya está con nosotros, en este nosotros está incluido el que lo dice. La fórmula: “el Señor esté con vosotros”, hace que la respuesta: “y con tu espíritu”, tenga sentido.

Ejemplo de ignorancia teológica es la del lector que termina la lectura bíblica diciendo: “esto es” Palabra de Dios. Ignorancia teológica porque “esto” que acaba de leer es palabra de un autor humano (Mateo, Lucas o Pablo), que se ha debido nombrar al comienzo de la lectura: “según san Mateo”, o “carta de san Pablo” a una determinada comunidad. Lo que hay que hacer al final de la lectura es una pausa, guardar un momento de silencio, y luego decir: “Palabra de Dios”, sin añadidos ni colorantes. Al hacerlo así se está diciendo: en los oídos y corazones de los presentes, que han acogido con fe el texto que acaba de proclamarse, acaba de resonar la Palabra de Dios en la mediación de una palabra humana.

Dios siempre se sirve de mediaciones humanas. No se puede identificar la mediación humana con la palabra de Dios, pero la Palabra de Dios no puede llegar sin la imprescindible mediación humana. La carta de Pablo o el relato de Mateo transmiten la Palabra de Dios, pero lo que se oye materialmente es la palabra de Mateo o de Pablo. La palabra humana transmite la Palabra de Dios, pero precisamente por ser humana es susceptible de ser interpretada, comentada o explicada. Si directa y únicamente estuviéramos ante un “dictado” divino, la palabra sería intocable. Precisamente para ser entendido Dios utiliza mediaciones humanas.

Martín Gelabert, Blog Nihil Obstat

CUIDADO SI RECIBES ESTE SUPUESTO SMS DE HACIENDA: ES UNA ESTAFA

En la era digital actual, es imprescindible estar alerta ante los SMS fraudulentos, que imitan comunicaciones legítimas para engañar a las personas y obtener información personal, como contraseñas o datos bancarios. Los y las ciberdelincuentes emplean tácticas de ingeniería social para generar confianza y urgencia en sus víctimas, haciendo que caigan en trampas.

Recientemente, estas estafas han tenido como «emisor» del mensaje a «Hacienda», debido a un supuesto error en la Declaración de la Renta. Aprovechando el miedo de la víctima a recibir una sanción, los estafadores y estafadoras consiguen sus objetivos: quedarse con el dinero.

¿En qué consiste el nuevo timo?

La nueva metodología a la que han recurrido los y las ciberdelincuentes para estafar consiste en enviar un SMS, supuestamente de parte de Hacienda, en el que se informa al destinatario o destinataria de que la Declaración de la Renta está mal. Ante la amenaza de recibir una sanción, el mensaje incluye un enlace para corregir la declaración, «con un nombre bastante creíble», asegura la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU).

¿Que debes hacer?

Borra directamente el SMS. Lo que intentan es que pinches el enlace para llegar a un lugar donde te enredan y te hacen dejar datos personales o bancarios, o te dicen que si pagas una cantidad mucho menor que la sanción con la que te amenazan, quedarás en paz con Hacienda.

 Comunica el problema a Hacienda a través de los canales que ella misma te ofrece en este enlace.

 En la duda, llama a la Agencia Tributaria para asegurarte: 91 757 57 77

Una tipología de delitos cada vez más común

Pese a que este tipo de estafas a través de SMS es cada vez más común, es importante saber que la Agencia Tributaria nunca solicita por correo electrónico o SMS información confidencial, económica o personal, números de cuenta ni números de tarjeta.

Igualmente, Hacienda tampoco adjunta anexos con información de facturas u otro tipos de datos. «Si te llega un mensaje con un fichero adjunto para descargar, desconfía», concluye la OCU.

Sobre el autor:   Clara González para 65 y mas

EL PERDÓN FAMILIAR: SANACIÓN Y RECONCILIACIÓN SEGÚN LA BIBLIA

La familia es el núcleo fundamental de la sociedad, un espacio donde se forjan vínculos profundos y se transmiten valores esenciales. Sin embargo, las relaciones familiares no siempre son fáciles, y el dolor, el resentimiento y la ira pueden surgir en el camino. En estos momentos, el perdón se convierte en un elemento crucial para la sanación y la reconstrucción de la unidad familiar. La Biblia, como fuente de sabiduría y la vida cristiana, ofrece un profundo entendimiento sobre el perdón, especialmente en el contexto familiar.

El Perdón en la Biblia: Un Mandato Divino

La Biblia aborda el perdón como un principio fundamental para la vida cristiana, un mandato divino que Dios mismo ejemplifica. En el Nuevo Testamento, Jesús nos enseña la importancia del perdón a través de sus palabras y acciones. En el Sermón del Monte, Jesús dice: porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro padre celestial también os perdonará a vosotros. pero si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro padre os perdonará vuestras ofensas (Mateo 6:14-15). Estas palabras resaltan la estrecha relación entre el perdón que Dios nos ofrece y el perdón que debemos ofrecer a los demás, incluyendo a nuestra familia.

El perdón, en la perspectiva bíblica, no es simplemente un acto sentimental, sino una decisión consciente y deliberada que requiere esfuerzo y compromiso. No significa olvidar el daño que se ha causado, sino renunciar al deseo de venganza y al resentimiento que nos amarga el corazón. Perdonar es un acto de liberación, tanto para el que perdona como para el que es perdonado.

Ejemplos Bíblicos del Perdón en la Familia

La Biblia nos ofrece numerosos ejemplos de perdón en el ámbito familiar que nos inspiran y nos muestran la poderosa transformación que puede traer consigo. Algunos ejemplos relevantes son:

José , vendido como esclavo por sus hermanos, luego los perdona y los acoge con amor y compasión. (Génesis 45:1-15)

David , perdonado por Dios después de su pecado con Betsabé, aún siendo rey, se arrepiente y busca la misericordia divina. (Salmos 51)

El hijo pródigo , perdonado por su padre después de haber desperdiciado su herencia. (Lucas 15:11-32)

Estos ejemplos nos muestran que el perdón en la familia es posible, incluso en situaciones de profunda traición y dolor. El perdón, inspirado por el amor de Dios, nos permite romper el ciclo de resentimiento y construir relaciones más sanas y fuertes.

¿Qué significa el perdón en la familia?

En el contexto familiar, el perdón abarca diferentes dimensiones:

Perdonar a los padres: Reconocer que nuestros padres también son seres humanos con errores y limitaciones. Perdonar sus errores del pasado, incluso si fueron dolorosos, nos libera del peso del resentimiento y nos permite construir una relación más saludable con ellos.

Perdonar a los hermanos: Reconocer que la rivalidad entre hermanos es normal, pero que el amor y el perdón deben prevalecer. Perdonar las ofensas, las disputas y los celos nos permite fortalecer los lazos familiares.

Perdonar a los hijos: Reconocer que los hijos cometen errores y que el perdón es esencial para su crecimiento. Perdonar sus errores nos enseña a ser pacientes y comprensivos, y les permite aprender de sus experiencias.

Perdonarse a sí mismo: Reconocer nuestros propios errores y fallos, y aprender de ellos para mejorar como personas. Perdonarnos a nosotros mismos nos libera de la culpa y la vergüenza, y nos permite avanzar con esperanza.

Beneficios del Perdón en la Familia

El perdón en la familia trae consigo numerosos beneficios:

Liberación emocional: El perdón nos libera del peso del resentimiento, la ira y la amargura, permitiéndonos experimentar paz interior y alegría.

Sanación de las heridas: El perdón nos ayuda a sanar las heridas del pasado y a construir relaciones más sólidas y saludables.

Reconciliación: El perdón abre la puerta a la reconciliación, restaurando la armonía y el amor en las relaciones familiares.

Crecimiento personal: El perdón nos ayuda a crecer como personas, a desarrollar la compasión, la empatía y la capacidad de amar más profundamente.

Fortalecimiento de la unidad familiar: El perdón fortalece los lazos familiares, creando un ambiente de confianza, respeto y apoyo mutuo.

Cómo Practicar el Perdón en la Familia

Perdonar no es fácil, requiere tiempo, esfuerzo y compromiso. Aquí te presentamos algunos pasos que pueden ayudarte a practicar el perdón en la familia:

Reconocer el daño: Es importante reconocer el daño que se ha causado, tanto para ti como para la otra persona. No se trata de culpar, sino de comprender la naturaleza del conflicto.

Tomar la decisión de perdonar: El perdón es una decisión consciente que debes tomar, no una emoción que simplemente se siente. Debes elegir perdonar, incluso si no te sientes listo.

Comunicar el perdón: Es importante comunicar tu perdón a la persona que has herido. Esto puede ser difícil, pero es fundamental para la reconciliación.

No olvidar, pero no aferrarte: El perdón no significa olvidar lo que sucedió, pero sí significa no aferrarse al dolor y al resentimiento del pasado.

Ser paciente: El perdón es un proceso que requiere tiempo y paciencia. No esperes que la reconciliación ocurra de la noche a la mañana.

Buscar ayuda: Si te resulta difícil perdonar, no dudes en buscar ayuda profesional. Un terapeuta o consejero te puede guiar en el proceso de perdón.

El Perdón y la Justicia

A veces, la gente confunde el perdón con la justicia. Es importante recordar que el perdón no significa condonar la acción o que la persona que ha causado daño no deba ser responsable de sus actos. El perdón es un acto personal que liberamos a la persona que nos ha herido del peso de nuestro resentimiento, pero no significa que la persona esté libre de las consecuencias de sus acciones.

Algunas preguntas que nos pueden venir a la mente

¿Cómo puedo perdonar a alguien que me ha herido profundamente?

Perdonar a alguien que te ha herido profundamente puede ser un proceso largo y doloroso. Es importante recordar que el perdón es una decisión que debes tomar, no una emoción que simplemente se siente. Puedes empezar por reconocer el daño que se ha causado, tomar la decisión de perdonar, comunicar tu perdón a la persona y ser paciente.

¿Qué pasa si la persona que me ha herido no se arrepiente?

Si la persona que te ha herido no se arrepiente, el perdón puede ser aún más difícil. Sin embargo, el perdón es un acto que haces por ti mismo, no por la otra persona. Perdonar te libera del peso del resentimiento y te permite avanzar en tu vida.

¿Puedo perdonar a alguien sin olvidar lo que sucedió?

Sí, puedes perdonar a alguien sin olvidar lo que sucedió. El perdón no significa olvidar el daño que se ha causado, sino renunciar al deseo de venganza y al resentimiento que nos amarga el corazón. Perdonar es un acto de liberación, tanto para el que perdona como para el que es perdonado.

¿Qué hago si la persona que me ha herido no quiere ser perdonada?

Si la persona que te ha herido no quiere ser perdonada, puedes seguir adelante con tu proceso de perdón. El perdón es un acto personal que haces por ti mismo, no por la otra persona. Puedes elegir perdonar, incluso si la otra persona no está dispuesta a aceptar tu perdón.

¿Cómo puedo saber si he perdonado de verdad?

Saber si has perdonado de verdad es un proceso personal. Puedes preguntarte si aún sientes amargura o resentimiento hacia la persona que te ha herido. Si sientes paz interior y no te sientes afectado por el pasado, es probable que hayas perdonado de verdad.

El perdón en la familia es un regalo que nos damos a nosotros mismos y a los demás. Es un camino hacia la sanación, la reconciliación y la construcción de relaciones más fuertes y saludables. La Biblia nos enseña que el perdón es un mandato divino, un acto de amor que nos libera del peso del resentimiento y nos permite experimentar la paz y la alegría que solo Dios puede ofrecer. Al practicar el perdón en nuestra familia, estamos siguiendo el ejemplo de Jesús y creando un ambiente de amor, unidad y esperanza.

Fuente: Iglesia del pilar.com

UNA VIDA EN COMÚN

Antonio García y su mujer Aurora Rogado nos escriben un bonito testimonio de su camino vital. Os animamos a que nos enviéis vuestros testimonios.

 «Nacimos en unos pueblos salmantinos cercanos, superando las carencias y consecuencias de la Guerra incivil, con racionamientos y escaseces, aunque nunca nos faltó el pan. Nuestros padres no eran beatos, pues sus trabajos y ocupaciones para sacar adelante a la familia tampoco se lo permitían. Sin embargo, siempre nos animaban para acudir al culto y formación en la fe, que ellos vivían con el respeto, la fidelidad, la solidaridad y la lealtad a la palabra dada.

      En los tiempos de Navidad, Reyes, cuaresma, Pascua, primeras comuniones y otras celebraciones, todo el pueblo acudía cantando con alegría sana. Sin apenas darnos cuenta, su ejemplo iba calando en nosotros. Ya adolescentes nuestra fe no decaía participando en el Aspirantado de Acción Católica, Juventud de A.C. o similares.

     Sin mayoría de edad, salimos de casa a trabajar, para no ser una carga familiar, acompañados de la confianza en el Señor. Pasaron unos años y al ser vecinos en Las Arenas-Romo (Vizcaya) las familias de unas hermanas de Aurora y otra de Antonio, allí nos conocimos tomando un café. Luego, charlamos acompañando a Aurora hasta el trenecillo próximo.

      Después nos carteamos durante un tiempo hasta que Aurora decidió irse a Madrid donde trabajaba Antonio, a fin de conocerse mejor. Pasado otro medio año decidimos casarnos en Las Arenas-Romo, donde nos encontramos por primera vez.

     Ya en Madrid, nuestros puntos de vista son algo diferentes, pero siempre juntos y disponibles para colaborar en la parroquia cercana, Ntrª Srª de la Misericordia, tras el campo de fútbol del Rayo  Vallecano, y que a principios de 1968 iniciaba el culto y demás en unas aulas cedidas por las MM Dominicas.

      Allí el párroco novel, D. Rafael Herrero, nos invitó a un curso Bíblico, Movimiento Familiar Cristiano y a formar un grupo de Legión de María de la Curia de Vallecas. También colaboramos con las Comunidades Populares, siempre con la gran familia Zamanillo y otros amigos, hasta el traslado a Alicante, a finales de 1977.

     Una prueba muy dolorosa y difícil fue la de perder el primer hijo, debido a negligencias médicas. Paliado más tarde con el nacimiento de Aurora el 17-12-70, si bien ya particular y con cesárea, bautizada el 9 de enero de 1971 en esa parroquia. Esta niña era muy  alegre y simpática, que colmaba nuestros anhelos. Así, damos gracias a Dios por todo.

     Una vez instalados en Alicante, nuestra hija estudiaba en el colegio Hijas de la Caridad, y allí participamos en Escuela de Padres. Antes como catequistas de 1ª Comunión y Voluntarias de San Vicente de Paúl. Seguimos con Renovación Carismática Católica y Encuentro Matrimonial (Fin de Semana).

    En 1999 conocimos Vida Ascendente. La serenidad del alma que nos sigue ayudando a crecer como persona, pareja, familia, etc, mediante la oración, amistad y espiritualidad, y para vivirlo en la sociedad, con vecinos y conocidos.

      Pasando 15 días de vacaciones en la Residencia de Ferroviarios,                           intentamos formar un grupo de V. A. Unos años después, ya residentes, consideramos que habíamos llegado a una gran familia y debíamos de vivir para ella con nuestro ideal del Evangelio, colaborando y ayudando en voluntariados, manualidades y otros, llegando a formalizar y hacer el anhelado grupo de V.A., que luego quedó interrumpido por el Covid.

       A finales de 2021 y a causa de un repentino infarto perdimos a nuestra hija. No podemos olvidarla y el inmenso dolor lo vamos aceptando gracias a Dios y a las oraciones de todos los conocidos.

       Hasta hace unos días y durante seis años atendimos la sacristía de la Capilla, Aurora ordenando todo para el culto y Antonio ayudándole a colocarlo, con las lecturas del día, cuentas de colectas y recogida al terminar. Realizado siempre con agrado y como un servicio a esta Comunidad, mediante la asistencia de Dios.

          Un saludo en el Señor. Aurora y Antonio.»

EL SANTO DE LA SEMANA: SAN JOSÉ DE CUPERTINO

José nació en 1603 en el pequeño pueblo italiano llamado Cupertino. Sus padres eran sumamente pobres. El niño vino al mundo en un pobre cobertizo pegado a la casa, porque el padre, un humilde carpintero, no había podido pagar las cuotas que debía de su casa y se la habían embargado.

Triste niñez. Murió el padre, y entonces la madre, ante la situación de extrema pobreza en que se hallaba, trataba muy ásperamente al pobre niño y este creció debilucho y distraído. Se olvidaba hasta de comer. A veces pasaba por las calles con la boca abierta mirando tristemente a la gente, y los vecinos le pusieron por sobrenombre el «Boquiabierta». Las gentes lo despreciaban y lo creían un poca cosa. Pero lo que no sabían era que en sus deberes de piedad era extraordinariamente fervoroso y que su oración era sumamente agradable a Dios, el cual le iba a responder luego de maneras maravillosas.

Un distraído desechable. A los 17 años pidió ser admitido de franciscano pero no fue admitido. Pidió que lo recibieran en los capuchinos y fue aceptado como hermano lego, pero después de ocho meses fue expulsado porque era en extremo distraído. Dejaba caer los platos cuando los llevaba para el comedor. Se le olvidaban los oficios que le habían puesto. Parecía que estaba siempre pensando en otras cosas. Por inútil lo mandaron para afuera.

Al verse desechado, José buscó refugio en casa de un familiar suyo que era rico, pero él declaró que este joven «no era bueno para nada», y lo echó a la calle. Se vio entonces obligado a volver a la miseria y al desprecio de su casa. La madre no sintió ni el menor placer al ver regresar a semejante «inútil», y para deshacerse de él le rogó insistentemente a un pariente que era franciscano, para que le recibieran al muchacho como mandadero en el convento de los padres franciscanos.

Cambio inesperado. Sucedió entonces que en José se obró un cambio que nadie había imaginado. Lo recibieron los padres como obrero y lo pusieron a trabajar en el establo y empezó a desempeñarse con notable destreza en todos los oficios que le encomendaban. Pronto con su humildad y su amabilidad, con su espíritu de penitencia y su amor por la oración, se fue ganando la estimación y el aprecio de los religiosos, y en 1625, por votación unánime de todos los frailes de esa comunidad, fue admitido como religioso franciscano.

Coincidencias agradables. Lo pusieron a estudiar para prepararse al sacerdocio, pero le sucedía que cuando iba a presentar exámenes se trababa y no era capaz de responder. Llegó uno de los exámenes finales y el pobre Fray José la única frase del evangelio que era capaz de explicar completamente bien era aquella que dice: «Bendito el fruto de tu vientre Jesús». Estaba asustadísimo, pero al empezar el examen, el jefe de los examinadores dijo: «Voy a abrir el evangelio, y la primera frase que salga, será la que tiene que explicar». Y salió precisamente la única frase que el Cupertino se sabía perfectamente: «Bendito sea el fruto de tu vientre».

Otra chiripa. Llegó al fin el examen definitivo en el cual se decidía quiénes sí serían ordenados. Y los primeros diez que examinó el obispo respondieron tan maravillosamente bien todas las preguntas, que el obispo suspendió el examen diciendo: «¿Para qué seguir examinando a los demás si todos se encuentran tan formidablemente preparados?» y por ahí estaba haciendo turno para que lo examinaran, el José de Cupertino, temblando de miedo por si lo iban a descalificar. Y se libró de semejante catástrofe por casualidad.

Después de conocer la vida de San José, podemos notar que las «coincidencias o chiripas» se trataban más bien de Providencias de Nuestro Señor.

Fuertes penitencias. Ordenado sacerdote en 1628, se dedicó a tratar de ganar almas por medio de la oración y de la penitencia. Sabía que no tenía cualidades especiales para predicar ni para enseñar, pero entonces suplía estas deficiencias ofreciendo grandes penitencias y muchas oraciones por los pecadores. Jamás comía carne ni bebía ninguna clase de licor Ayunaba a pan y agua muchos días. Se dedicaba con gran esfuerzo y consagración a los trabajos manuales del convento (que era para lo único que se sentía capacitado).

Un caso único y raro. Desde el día de su ordenación sacerdotal su vida fue una serie no interrumpida de éxtasis, curaciones milagrosas y sucesos sobrenaturales en un grado tal que no se conocen en semejante cantidad en ningún otro santo. Bastaba que le hablaran de Dios o del cielo, para qué se volviera insensible a lo que sucediera a su alrededor. Ahora se explicaban por que de niño andaba tan distraído y con la boca abierta. Un domingo, fiesta del Buen Pastor, se encontró un corderito, lo echó al hombro, y al pensar en Jesús Buen Pastor, se fue elevando por los aires con cordero y todo.

Los animales sentían por él un especial cariño. Pasando por un campo, se ponía a rezar y las ovejas se iban reuniendo a su alrededor y escuchaban muy atentas sus oraciones. Las golondrinas en grandes bandadas volaban alrededor de su cabeza y lo acompañaban por cuadras y cuadras.

Los 70 éxtasis. Ya sabemos que la Iglesia Católica llama éxtasis a un estado de elevación del alma hacia lo sobrenatural, durante lo cual la persona se libra momentáneamente del influjo de los sentidos (no oye, no siente) para dedicarse a contemplar lo que pertenece a la divinidad. La palabra éxtasis significa en griego: ser transportado hacia lo sobrenatural.

San José de Cupertino quedaba en éxtasis con mucha frecuencia durante la santa Misa, o cuando estaba rezando los Salmos de la S. Biblia. Durante los 17 años que estuvo en el convento de Grotella, sus compañeros de comunidad presenciaron 70 éxtasis de este santo. El más famoso sucedió cuando diez obreros deseaban llevar una pesada cruz a una alta montaña y no lo lograban. Entonces Fray José se elevó por los aires con cruz y todo y la llevó hasta la cima del monte.

Prohibición de aparecer en público. Como estos sucesos tan raros podían producir verdaderos movimientos de exagerado fervor entre el pueblo, los superiores le prohibieron celebrar misa en público, ir a rezar en comunidad con los demás religiosos, asistir al comedor cuando estaban los otros allí, y concurrir a las procesiones u otras reuniones públicas de devoción.

Cuando estaba en éxtasis lo pinchaban con agujas, le daban golpes con palos, y hasta le acercaban a sus dedos velas encendidas y no sentía nada. Lo único que lo hacía volver en sí, era oír la voz de su superior que lo llamaba a que fuera a cumplir con sus deberes. Cuando regresaba de sus éxtasis pedía perdón a sus compañeros diciéndoles: «Excúsenme por estos ‘ataques de mareo’ que me dan».

Las levitaciones. En la Iglesia han sucedido levitaciones a más de 200 santos. Consisten en elevarse el cuerpo humano desde el suelo, sin ninguna fuerza física que lo esté llevando. Se ha considerado como un regalo que Dios hace a ciertas almas muy espirituales. San José de Cupertino tuvo numerosísimas levitaciones.

Un día llegó el embajador de España con la esposa y mandaron llamar a Fray José para hacerle una consulta espiritual. Este llegó corriendo. Pero cuando ya iba a empezar a hablar con ellos, vio un cuadro de la Virgen que estaba en lo más alto del edificio, y dando su típico pequeño grito, se fue elevando por el aire hasta quedar frente al rostro de la sagrada imagen. El embajador y su esposa contemplaban emocionados semejante suceso que jamás habían visto. El santo rezó unos momentos. Luego descendió suavemente al suelo, y como avergonzado, subió corriendo a su habitación, y ya no bajó más en ese día.

Besando al Niño Jesús. En Osimo, donde el santo pasó sus últimos seis años, un día los demás religiosos lo vieron elevarse hasta una estatua de la Virgen María que estaba a tres metros y medio de altura, y darle un beso al Niño Jesús, y allí junto a la Madre y al Niño se quedó un buen rato rezando con intensa emoción, suspendido por los aires.

Su última misa. El día de la Asunción de la Virgen en el año 1663, un mes antes de su muerte, celebró su última misa. Y estando celebrando quedó suspendido por los aires como si estuviera con el mismo Dios en el cielo. Muchos testigos presenciaron este suceso.

Tratamientos duros. Muchos enemigos empezaron a decir que todo esto eran meros inventos y lo acusaban de engañador. Fue enviado al Superior General de los Franciscanos en Roma y este al darse cuenta que era tan piadoso y tan humilde, reconoció que no estaba fingiendo nada. Lo llevaron luego donde el Sumo Pontífice Urbano VIII el cual deseaba saber si era cierto o no lo que le contaban de los éxtasis y de las levitaciones del frailecito. Y estando hablando con el Papa, quedó José en éxtasis y se fue elevando por el aire. El Duque de Hanover, que era protestante, al ver a José en éxtasis, se convirtió al catolicismo.

El Papa Benedicto XIV que era rigurosísimo en no aceptar como milagro nada que no fuera en verdad milagro, estudió cuidadosamente la vida de José de Cupertino y declaró: «todos estos hechos no se pueden explicar sin una intervención muy especial de Dios».

Getsemaní antes de la glorificación. Los últimos años de su vida, José fue enviado por sus superiores a conventos muy alejados donde nadie pudiera hablar con él. La gente descubría dónde estaba y allá corrían las multitudes. Entonces lo enviaban a otro convento más apartado aún. El sufrió meses de aridez y sequedad espiritual (como Jesús en Getsemaní) pero después a base de mucha oración y de continua meditación, retornaba otra vez a la paz de su alma. A los que le consultaban problemas espirituales les daba siempre un remedio «Rezad, no cansarse nunca de rezad. Que Dios no es sordo ni el cielo es de bronce. Todo el que le pide recibe».

Murió el 18 de septiembre de 1663 a la edad de 60 años.

Tomado del Libro «Vidas de Santos» del P. Eliécer Sálesman

(Fuente: sanjosecupertino.galeon.com)

EL MARAVILLOSO PODER DEL AGUA BENDITA

Un amigo sacerdote me aseguró que innumerables católicos, aun de los más instruidos, no saben para lo que sirve el agua bendita. ¡Es una lástima! ¡Por eso no se benefician con este precioso instrumento instituido por la Iglesia para ayudarlos en prácticamente todas las circunstancias y dificultades de la vida!

Hay varias formas de usarla. La más común es persignarse con ella.

Otra es aspergirla (salpicarla) sobre sí mismo, sobre otras personas, lugares u objetos. Cualquier laico o laica puede hacer esto. Naturalmente, si lo hace un sacerdote tiene más valor.

¿Para qué sirve?

Su efecto más importante es alejar al demonio, que “ronda como león rugiente” , buscando toda especie de mal, como nos advierte San Pedro (I Pe 5,8). Los espíritus malignos, cuyas misteriosas y siniestras operaciones afectan incluso las actividades físicas del hombre, quieren ante todo inducirnos al pecado grave, que conduce al infierno. Para ello emplean todos los recursos.

A veces, por ejemplo, nos provocan un sinnúmero de molestias físicas o psicológicas. Otras veces provocan pequeños incidentes en nuestra vida diaria, causar enredos que parecen tener causas meramente naturales.

Por ejemplo, al momento de cumplir un deber, la persona siente un inexplicable malestar, un inesperado desánimo, un raro dolor de cabeza…

En ciertas oportunidades, sin motivo alguno, el marido se irrita repentinamente con la esposa, o viceversa, de eso surge una discusión y se rompe la paz del hogar. O si no, el padre o la madre se dejan llevar por un movimiento de impaciencia y reprenden duramente al hijo, en vez de amonestarlo con dulzura. El hijo se rebela, sale de casa. ¡Se creó un problema! Todo eso puede evitarse ahuyentando al demonio con una simple señal de la cruz hecha con agua bendita. Cuando sienta usted una irritación extraña, haga la prueba y ponga atención al efecto saludable que produce. Enseguida volverá la serenidad.

Además, el agua bendita es un sacramental que nos alcanza el perdón de los pecados veniales, puede librarnos de accidentes (tránsito, asaltos, caídas), y ayuda hasta a curar enfermedades.

El agua bendita, como todo sacramental, nos invita en las diversas circunstancias del día a invocar el socorro del Divino Espíritu Santo, para el bien de nuestra alma y de nuestro cuerpo.

Otro beneficio muy interesante y poco conocido: se la puede usar eficazmente en provecho de personas que se encuentran distantes de nosotros.

Y aun más, cada vez que la utilizamos para hacer la señal de la cruz por la intención de las almas del purgatorio, ellas son aliviadas en sus sufrimientos.

¿De dónde viene ese poder maravilloso?

Viene del hecho de ser un sacramental instituido por la Santa Iglesia Católica (ver recuadro). El sacerdote bendice el agua como ministro de Dios, en nombre de la Iglesia y como su representante, seguro que nuestro Divino Salvador siempre la atenderá con benevolencia.

Es importante recordar que para que sea agua bendita debe ser bendecida por el sacerdote según el ceremonial prescrito por la Iglesia, en el “Ritual de Bendiciones” y en el propio “Misal Romano”.

Son hermosas y altamente significativas las oraciones para la bendición del agua. Por ejemplo, esta: Señor, Padre Santo, dirige tu mirada sobre nosotros, que redimidos por tu Hijo, hemos nacido de nuevo del agua y del Espíritu Santo en la fuente bautismal; concédenos, te pedimos, que todos los que reciban la aspersión de esta agua queden renovados en el cuerpo y en el alma y te sirvan con limpieza. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

¡Así que no se olvide!

Es muy conveniente llevar siempre consigo agua bendita para usar en cualquier circunstancia. Por ejemplo, santiguarse con ella al salir o entrar en la iglesia, en casa o en el lugar de trabajo; al iniciar una oración, un trámite, un viaje.

Para alejar del hogar la influencia maléfica de los demonios, es muy aconsejable aspergir en la casa algunas gotas de vez en cuando. Esto puede hacerlo cualquier persona de la familia. Claro está que pedirle a un sacerdote que bendiga la casa es mucho mejor.

¡Por lo tanto, el agua bendita es siempre benéfica y eficaz!