INTENCIONES DE ORACIÓN PARA OCTUBRE

“El Papa Francisco confía cada mes a su Red Mundial de Oración, intenciones de oración que expresan sus grandes preocupaciones por la humanidad y por la misión de la Iglesia”, afirma el sitio web de la iniciativa.

“Su intención de oración mensual es una convocatoria mundial para transformar nuestra plegaria en «gestos concretos», es una brújula para una misión de compasión por el mundo”, agrega.

Este mes de Octubre oramos por el Sínodo

Oremos por la Iglesia, para que adopte la escucha y el diálogo como estilo de vida a todos los niveles, dejándose guiar por el Espíritu Santo hacia las periferias del mundo

La Conferencia Episcopal Española nos pide que este mes oremos:

Por los enfermos moribundos, para que uniendo sus sufrimientos a la cruz del Señor encuentren alivio y consuelo, y sea respetada su vida y dignidad hasta el final de sus días

EL SANTO DE LA SEMANA : SAN JERÓNIMO

En Roma estudió latín bajo la dirección del más famoso profesor de su tiempo, Donato, el cual hablaba el latín a la perfección, pero era pagano.

Esta instrucción recibida de un hombre muy instruido pero no creyente, llevó a Jerónimo a llegar a ser un gran latinista y muy buen conocedor del griego y de otros idiomas, pero muy poco conocedor de los libros espirituales y religiosos.

Pasaba horas y días leyendo y aprendiendo de memoria a los grandes autores latinos, Cicerón, Virgilio, Horacio y Tácito, y a los autores griegos: Homero, y Platón, pero no dedicaba tiempo a leer libros religiosos que lo pudieran volver más espiritual.

En una carta que escribió a Santa Eustoquia, San Jerónimo le cuenta el diálogo aterrador que sostuvo en un sueño o visión. Sintió que se presentaba ante el trono de Jesucristo para ser juzgado, Nuestro Señor le preguntaba: «¿A qué religión pertenece? Él le respondió: «Soy cristiano – católico», y Jesús le dijo: «No es verdad». Que borren su nombre de la lista de los cristianos católicos. No es cristiano sino pagano, porque sus lecturas son todas paganas. Tiene tiempo para leer a Virgilio, Cicerón y Homero, pero no encuentra tiempo para leer las Sagradas Escrituras».

Se despertó llorando, y en adelante su tiempo será siempre para leer y meditar libros sagrados, y exclamará emocionado: «Nunca más me volveré a trasnochar por leer libros paganos». A veces dan ganas de que a ciertos católicos les sucediera una aparición como la que tuvo Jerónimo, para ver si dejan de dedicar tanto tiempo a lecturas paganas e inútiles (revistas, novelas) y dedican unos minutos más a leer el libro que los va a salvar, la Sagrada Biblia.

Jerónimo dispuso irse al desierto a hacer penitencia por sus pecados (especialmente por su sensualidad que era muy fuerte, y por su terrible mal genio y su gran orgullo). Pero allá aunque rezaba mucho y ayunaba, y pasaba noches sin dormir, no consiguió la paz. Se dio cuenta de que su temperamento no era para vivir en la soledad de un desierto deshabitado, sin tratar con nadie.

El mismo en una carta cuenta cómo fueron las tentaciones que sufrió en el desierto (y esta experiencia puede servirnos de consuelo a nosotros cuando nos vengan horas de violentos ataques de los enemigos del alma).

San Francisco de Sales recomendaba leer esta página de nuestro santo porque es bellísima y provechosa: Dice así: «En el desierto salvaje y árido, quemado por un sol tan despiadado y abrasador que asusta hasta a los que han vivido allá toda la vida, mi imaginación hacía que me pareciera estar en medio de las fiestas mundanas de Roma. En aquel destierro al que por temor al infierno yo me condené voluntariamente, sin más compañía que los escorpiones y las bestias salvajes, muchas veces me imaginaba estar en los bailes de Roma contemplando a las bailarinas. Mi rostro estaba pálido por tanto ayunar, y sin embargo los malos deseos me atormentaban noche y día. Mi alimentación era miserable y desabrida, y cualquier alimento cocinado me habría parecido un manjar exquisito, y no obstante las tentaciones de la carne me seguían atormentando. Tenía el cuerpo frío por tanto aguantar hambre y sed, mi carne estaba seca y la piel casi se me pegaba a los huesos, pasaba las noches orando y haciendo penitencia y muchas veces estuve orando desde el anochecer hasta el amanecer, y aunque todo esto hacía, las pasiones seguían atacándome sin cesar. Hasta que al fin, sintiéndome impotente ante tan grandes enemigos, me arrodillé llorando ante Jesús crucificado, bañé con mis lágrimas sus pies clavados, y le supliqué que tuviera compasión de mí, y ayudándome el Señor con su poder y misericordia, pude resultar vencedor de tan espantosos ataques de los enemigos del alma. Y yo me pregunto: si esto sucedió a uno que estaba totalmente dedicado a la oración y a la penitencia, ¿qué no les sucederá a quienes viven dedicados a comer, beber, bailar y darle a su carne todos los gustos sensuales que pide?».

Vuelto a la ciudad, sucedió que los obispos de Italia tenían una gran reunión o Concilio con el Papa, y habían nombrado como secretario a San Ambrosio. Pero este se enfermó, y entonces se les ocurrió nombrar a Jerónimo. Y allí se dieron cuenta de que era un gran sabio que hablaba perfectamente el latín, el griego y varios idiomas más. El Papa San Dámaso, que era poeta y literato, lo nombró entonces como su secretario, encargado de redactar las cartas que el Pontífice enviaba, y algo más tarde le encomendó un oficio importantísimo: hacer la traducción de la S. Biblia.

Las traducciones de la Biblia que existían en ese tiempo tenían muchas imperfecciones de lenguaje y varias imprecisiones o traducciones no muy exactas.

Jerónimo, que escribía con gran elegancia el latín, tradujo a este idioma toda la S. Biblia, y esa traducción llamada «Vulgata» (o traducción hecha para el pueblo o vulgo) fue la Biblia oficial para la Iglesia Católica durante 15 siglos. Unicamente en los últimos años ha sido reemplazada por traducciones más modernas y más exactas, como por ej. La Biblia de Jerusalén y otras.

Casi de 40 años Jerónimo fue ordenado de sacerdote. Pero sus altos cargos en Roma y la dureza con la cual corregía ciertos defectos de la alta clase social le trajeron envidias y rencores (Él decía que las señoras ricas tenían tres manos: la derecha, la izquierda y una mano de pintura… y que a las familias adineradas sólo les interesaba que sus hijas fueran hermosas como terneras, y sus hijos fuertes como potros salvajes y los papás brillantes y mantecosos, como marranos gordos…). Toda la vida tuvo un modo duro de corregir, lo cual le consiguió muchos enemigos. Con razón el Papa Sixto V cuando vio un cuadro donde pintan a San Jerónimo dándose golpes de pecho con una piedra, exclamó: «¡Menos mal que te golpeaste duramente y bien arrepentido, porque si no hubiera sido por esos golpes y por ese arrepentimiento, la Iglesia nunca te habría declarado santo, porque eras muy duro en tu modo de corregir!».

Sintiéndose incomprendido y hasta calumniado en Roma, donde no aceptaban el modo fuerte que él tenía de conducir hacia la santidad a muchas mujeres que antes habían sido fiesteras y vanidosas y que ahora por sus consejos se volvían penitentes y dedicadas a la oración, dispuso alejarse de allí para siempre y se fue a la Tierra Santa donde nació Jesús.

Sus últimos 35 años los pasó San Jerónimo en una gruta, junto a la Cueva de Belén. Varias de las ricas matronas romanas que él había convertido con sus predicaciones y consejos, vendieron sus bienes y se fueron también a Belén a seguir bajo su dirección espiritual. Con el dinero de esas señoras construyó en aquella ciudad un convento para hombres y tres para mujeres, y una casa para atender a los peregrinos que llegaban de todas partes del mundo a visitar el sitio donde nació Jesús.

Allí, haciendo penitencia, dedicando muchas horas a la oración y días y semanas y años al estudio de la S. Biblia, Jerónimo fue redactando escritos llenos de sabiduría, que le dieron fama en todo el mundo.

Con tremenda energía escribía contra los herejes que se atrevían a negar las verdades de nuestra santa religión. Muchas veces se extralimitaba en sus ataques a los enemigos de la verdadera fe, pero después se arrepentía humildemente.

La Santa Iglesia Católica ha reconocido siempre a San Jerónimo como un hombre elegido por Dios para explicar y hacer entender mejor la S. Biblia. Por eso ha sido nombrado Patrono de todos los que en el mundo se dedican a hacer entender y amar más las Sagradas Escrituras. El Papa Clemente VIII decía que el Espíritu Santo le dio a este gran sabio unas luces muy especiales para poder comprender mejor el Libro Santo. Y el vivir durante 35 años en el país donde Jesús y los grandes personajes de la S. Biblia vivieron, enseñaron y murieron, le dio mayores luces para poder explicar mejor las palabras del Libro Santo.

Se cuenta que una noche de Navidad, después de que los fieles se fueron de la gruta de Belén, el santo se quedó allí solo rezando y le pareció que el Niño Jesús le decía: «Jerónimo ¿qué me vas a regalar en mi cumpleaños?». Él respondió: «Señor te regalo mi salud, mi fama, mi honor, para que dispongas de todo como mejor te parezca». El Niño Jesús añadió: «¿Y ya no me regalas nada más?». Oh mi amado Salvador, exclamó el anciano, por Ti repartí ya mis bienes entre los pobres. Por Ti he dedicado mi tiempo a estudiar las Sagradas Escrituras… ¿qué más te puedo regalar? Si quisieras, te daría mi cuerpo para que lo quemaras en una hoguera y así poder desgastarme todo por Ti». El Divino Niño le dijo: «Jerónimo: regálame tus pecados para perdonártelos». El santo al oír esto se echó a llorar de emoción y exclamaba: «¡Loco tienes que estar de amor, cuando me pides esto!». Y se dio cuenta de que lo que más deseaba Dios que le ofrezcamos los pecadores es un corazón humillado y arrepentido, que le pide perdón por las faltas cometidas.

El 30 de septiembre del año 420, cuando ya su cuerpo estaba debilitado por tantos trabajos y penitencias, y la vista y la voz agotadas, y Jerónimo parecía más una sombra que un ser viviente, entregó su alma a Dios para ir a recibir el premio de sus fatigas. Se acercaba ya a los 80 años. Más de la mitad los había dedicado a la santidad.

Aciprensa

LA SOLEDAD

Se puede estar rodeado de gente, y tener responsabilidades tales que nos vinculen con muchas personas, y sentirnos solos. La soledad es, además de una situación objetiva de no estar junto a alguien, una emoción interior que se experimenta cuando una ausencia nos taladra el ánimo y nos desnuda el afecto. Si estar solo es, ordinariamente, duro, sentirse solo es terrible. Ya lo decía el poeta que no hay más fea soledad que aquella soledad acompañada.

El viernes pasado, después de celebrar en la Laguna la Fiesta del Cristo, como cada 14 de septiembre, en un rincón de la ciudad, promovida por la Hermandad del Rosario y la Comunidad parroquial, celebramos la Fiesta de Ntra. Sra. de la Soledad. Es una imagen bonita en su composición artística, pero de una dureza expresiva muy potente. Una mujer joven atravesada por el puñal de la soledad. Seguro que rodeada de los amigos de su Hijo, pero con un dolor que solo se mastica en soledad.

Muchos gobiernos de países de Europa han incorporado a la administración del estado un ministerio de la soledad. Esa soledad no deseada que sufren tantas personas sin familia, de cualquier edad, aunque cebada con las personas de más edad. Es una realidad que se siente como un problema social y que merece de una atención especial. Es una nueva forma de pobreza que, en muchos casos, no tiene que ver con la carencia de recursos materiales. Hay personas tan solas que no tienen a nadie que les ayude, ni siquiera, a traer los medicamentos de la farmacia…

A ese ejército de solos y solas se les puede contemplar detrás de la imagen de Ntra. Sra. de la Soledad de la que antes hablé. Como si todas las soledades cupieran en esa imagen, como describía Antonio Gala de la belleza, que “toda la belleza cabía dentro de una flor”. Más allá de esta mirada, un tanto romántica, simbólica y trascendente, lo cierto es que debemos estar un poco más atentos a aquellos que, estando cerca de nosotros, por cualquier circunstancia, se sienten solos.

Hay soledades buscadas, incluso existe el anhelo de la soledad que nos ayuda a desconectar y descansar. Pero la hermosura de esta soledad contrasta con el agrio dolor de quienes sienten que la lista de pérdidas vitales les ha agujereado el alma hasta vaciarla de ilusión y sentido.

Hace poco leí las conclusiones de una investigación en la que se había evidenciado que tener adecuados vínculos y haber socializado durante la vida era una de las causas naturales de la longevidad. O sea, que estar con gente y general espacios de convivencia conviene a nuestra naturaleza. Somos seres en relación. Precisamente esas relaciones interpersonales son las que convierte el vivir en convivir. Y la convivencia es la forma más humana de vivencia.

No estará mal que, de vez en cuando, miremos alrededor y pensemos si existe alguna persona que necesite nuestra presencia significativa. Porque siempre será verdad aquella frase del libro del Génesis en las que la creación estaba incompleta sin la convivencia humana: “(…) No es bueno que el hombre esté solo (…)” (Gn 2, 18-19).

Juan Pedro Rivero González

ASAMBLEA DE VIE MONTATE INTERNATIONALE EN MADRID

Desde el 15 al 19 de septiembre  en la Casa de Espiritualidad de las Siervas de la Divina Pastora, de la calle Santa Engracia de Madrid se ha reunido VIE MONTANTE INTERNACTIONALE, la coordinadora de Vida Ascendente de todo el mundo.

La ocasión era para celebrar su Asamblea y establecer las acciones del movimiento, especialmente en los países de habla hispana.  Es sorprendente  que en todos o casi todos  exista un  desarrollo y puesta en marcha de la  Pastoral del Mayor, es interesante armonizar y coordinar todos los países, tal y como dijo el Papa Francisco.

En los informes recibidos de los distintos países   se aprecia que hay dos aspectos casi universales en  la pastoral del mayor,  por un lado buscar el encuentro intergeneracional y de las nuevas generaciones y por otro lado,  la lucha contra la soledad, porque cada vez hay más mayores que vienen con un bagaje distinto y tenemos que salir a buscarles, estar preparados para acompañar en la soledad, que es un problema que universaliza y se agudiza.

En la Asamblea  se ha producido un cambio importante porque disminuye el peso francés y aumenta el de habla hispana, pues nuestro Presidente Nacional D. Jaime Tamarit repite como Vicepresidente Internacional, y como Secretaria Internacional  entra Dª Mercedes Montoya  Coordinadora Interdiocesana de la zona de Levante y editora de este boletín semanal.

En estos días además se ha preparado un programa en el que  en el que han sido acompañados por  Monseñor Martínez Camino, Obispo auxiliar de Madrid  y D. Juan Manuel Bajo, Consiliario  de la Diócesis de Tortosa  y experto en la persona mayor.

Podemos decir que en estos días se ha comenzado a consolidar a nivel global la sensibilidad del papa Francisco para con los mayores y que Vida Ascendente que es pionera en el desarrollo de este acompañamiento a un tercio de la población  continúe aportando su experiencia en el ámbito de la pastoral del mayor.

LOS MAYORES, INDIGNADOS CON LA SANIDAD PÚBLICA: EXIGEN PSICÓLOGOS Y DENTISTAS

 «Muchas personas mayores en zonas rurales se sienten muy deprimidas, solas y angustiadas. Es un problema que tenemos que tratar. Pero, en estos momentos, tardan meses para que nos atiendan psicólogos».

Este caso, denunciado por la presidenta de la Unión Democrática de Pensionistas y Jubilados, Inmaculada Ruiz, es sólo un ejemplo, entre otros muchos, de un servicio necesario para los mayores que, pese a ser esencial, no está plenamente cubierto por la sanidad pública.

En concreto, según el Barómetro de UDP sobre Atención Primaria y los Servicios Públicos de Salud realizado por Simple Lógica, las personas de más de 65 años echan de menos algún tipo de atención a la salud bucodental (87%), a la salud mental (77%), de fisioterapia (64%) y de podología (40%) en sus centros sanitarios de referencia.

Y es que, pese a que los encuestados han puntuado con un 7,5 sobre 10 el servicio que reciben en Atención Primaria y se sienten por lo general bien tratados y escuchados por parte de los profesionales, también critican que el sistema tiene todavía carencias. Unas deficiencias, que afectan más a ciertos grupos concretos, como las mujeres y las personas con recursos más escasos, quienes, además, aseguran tener un estado de salud peor que la media.

«Más de la mitad de los mayores no está de acuerdo con el sistema, deberíamos hacer una reflexión colectiva con estos datos. A partir de la pandemia, no se ha revertido la situación. Las entidades privadas tienen mucho que mejorar, pero, las administraciones públicas, mucho más», ha advertido durante la presentación del estudio el integrante del Grupo de Trabajo del Barómetro de UDP, José Ignacio Casas.

«Necesitamos medidas a nivel institucional. Debemos reunirnos entre todas las asociaciones, con grupos de trabajo para ver qué soluciones podemos localizar, queremos trabajar todos juntos. Los gobiernos deben darse cuenta de que las personas mayores existimos y que tenemos nuestros problemas», ha propuesto la presidenta de la UDP, Inmaculada Ruiz.

Buena valoración de los profesionales

Ahora bien, a nivel general, cabe destacar que la mayoría de los encuestados se muestran altamente satisfechos con los profesionales que les atienden. “Hay una altísima valoración del personal”, ha indicado Casas. Y el servicio mejor puntuado es el de las consultas en el centro de salud con el médico de cabecera, con un 7,9 sobre 10.

Sin embargo, esta puntuación baja ligeramente si se pregunta en base a la renta y, también, dependiendo del servicio. Por ejemplo, los pacientes indican que están menos satisfechos con las urgencias hospitalarias o con los especialistas que con la Atención Primaria.

Influye asimismo en esta percepción el lugar de residencia. Respecto a los centros de salud y consultorios, la satisfacción «es menor en los segmentos de edades inferiores a 75 años y en los pueblos grandes». «Aunque la diferencia más común se produce en función de la capacidad de gasto», matizan en el estudio.

Digitalización

En lo que sí que coinciden todos los pacientes es en valorar más la atención presencial que la telemática; en algunos casos, por las dificultades para acceder vía online «a la sanidad pública», sobre todo, en el caso de las mujeres de 80 años y más, en quienes viven en pueblos grandes y en quienes tienen estudios primarios.

No obstante, cuando han recurrido a la consulta telefónica, un 85% se mostró satisfecho, pese a preferir estar cara a cara con su médico o enfermero de referencia.

¿Edadismo sanitario?

En el Barómetro también se preguntó a los pacientes si se habían sentido discriminados por razón de edad. El 3,4% indicó que habían sufrido edadismo en Atención Primaria; el 2,7%, en los servicios especializados; el 2,7%, en las urgencias; y el 2,4%, cuando fueron ingresados en el hospital. «Las situaciones de edadismo aumentan significativamente entre las mujeres de 65 a 69 años en los servicios de consultas de atención especializada (5,7%) y de urgencias (5,7%)», indican en el estudio presentado este martes por UDP.

El estado de salud de los mayores

La encuesta hace alusión asimismo al estado de salud de los mayores. Concretamente, el 49% de las personas mayores de 65 años afirma tener una buena o muy buena salud, mientras que un 13,7% considera que su salud es mala o muy mala.

Yendo más al detalle, las mujeres de 80 años o más son las que consideran que tienen peor salud (21,5%). Cabe señalar que, según ha detallado Sergio Azañedo, técnico Senior de Estudios de Simple Lógica, en el Barómetro sólo se consiguió contactar con los mayores de 80 «en mejores condiciones», por lo que estos porcentajes podrían ser superiores o diferentes, teniendo en cuenta todos.

También se preguntó en el Barómetro sobre cronicidad. «En más de la mitad de los hogares en los que residen las personas mayores existen miembros del hogar con enfermedades o problemas de salud crónicos o de larga duración (55,6%)», indican en el estudio.

«La existencia de personas con enfermedades crónicas aumenta significativamente en los hogares en los que residen mujeres de 70 a 74 años (68,2%) y entre quienes tienen una capacidad de gasto insuficiente (71,1%). Además, entre las mujeres de 80 y más destaca el padecimiento exclusivo de enfermedades crónicas en primera persona (75,3% frente al 61,9% entre el total)», concluyen.

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EIM 2023 : GANAR EL JUBILEO DE SANTA MARTA

El Año Santo Jubilar es un tiempo de gracia que concede la Iglesia Católica, con motivo de un acontecimiento eclesial de gran relevancia -como es el 75 aniversario fundacional de la Hermandad- para conceder las indulgencias fijadas a aquellos fieles que cumplan ciertos preceptos establecidos por Roma.

El jubileo que concede la Iglesia Católica puede ser ordinario o extraordinario. Los primeros son aquellos que se celebran de manera preestablecida y tiene una periodicidad. Los segundos, los extraordinarios, son los que se celebran con motivo de un hecho destacado. Es un tiempo para el perdón de los pecados y por tanto, debe ser una época de reconciliación, de conversión y de penitencia sacramental.

Debido a la celebración del 75 aniversario fundacional de la  Hermandad, la Penitenciaría Apostólica de la Santa Sede, por mandato especialísimo de Su Santidad el Papa Francisco, ha dispuesto conceder a la Hermandad de Santa Marta, y a la Parroquia de San Andrés Apóstol por ende, la gracia de que estas puedan celebrar esta efeméride con un Año Santo Jubilar.

En nuestro encuentro anual , nos llega un tiempo de gracia que Dios nos regala como signo de la misericordia del Padre que nos acoge, nos perdona y nos renueva, nos acercaremos , con las debidas disposiciones, hasta la Parroquia de San Andrés y hasta Santa Marta, y podremos  recibir el perdón de nuestros pecados por la misericordia divina y la indulgencia plenaria.

Por todo esto, el Año Santo Jubilar de Santa Marta es un año de esperanza, de justicia fraternal y de servicio a Dios.

Durante este encuentro  se nos ofrece profundizar nuestra relación con Dios y con nuestros hermanos, es una oportunidad para aumentar nuestra fe y nuestro compromiso como testigos de Jesucristo en una sociedad que tanto necesita de Él.

El Año Jubilar es una invitación a la conversión, una hermosa “Cuaresma” en la que debemos vivir como Marta, siempre al servicio del Señor, para mostrar el rostro siempre amable del Santísimo Cristo de la Caridad.

Para ganar la indulgencia plenaria se requiere, peregrinando a la Parroquia de San Andrés Apóstol, el cumplimiento de, al menos, estas tres condiciones: la confesión sacramental, la comunión eucarística y la oración por las intenciones del Romano Pontífice. Hagamos de este tiempo de gracia una búsqueda constante del Señor

La indulgencia plenaria

La celebración del Año jubilar no sólo constituye una ocasión singular para aprovechar el gran don de las indulgencias, que el Señor nos hace mediante la Iglesia, sino que también es una feliz oportunidad para volver a presentar a la consideración de los fieles la catequesis sobre las indulgencias. Por eso, la Penitenciaría apostólica publica, para utilidad de cuantos realizan las visitas jubilares, este aviso sagrado.

INDICACIONES DE ÍNDOLE GENERAL SOBRE LAS INDULGENCIAS

  1. El «Código de derecho canónico» (c. 992) y el «Catecismo de la Iglesia católica» (n. 1471), definen así la indulgencia: «La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados, en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia, la cual, como administradora de la redención, distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos».
  2. En general, para lucrar las indulgencias hace falta cumplir determinadas condiciones (las enumeramos en los números 3 y 4) y realizar determinadas obras (en los números 8, 9 y 10 se indican las que corresponden al Año santo).
  3. Para lucrar las indulgencias, tanto plenarias como parciales, es preciso que, al menos antes de cumplir las últimas exigencias de la obra indulgenciada, el fiel se halle en estado de gracia.
  4. La indulgencia plenaria sólo se puede obtener una vez al día. Pero, para conseguirla, además del estado de gracia, es necesario que el fiel tenga la disposición interior de un desapego total del pecado, incluso venial; – se confiese sacramentalmente de sus pecados; reciba la sagrada Eucaristía (ciertamente, es mejor recibirla participando en la santa misa, pero para la indulgencia sólo es necesaria la sagrada Comunión); y ore según las intenciones del Romano Pontífice.
  5. Es conveniente, pero no necesario, que la confesión sacramental, y especialmente la sagrada Comunión y la oración por las intenciones del Papa, se hagan el mismo día en que se realiza la obra indulgenciada; pero es suficiente que estos sagrados ritos y oraciones se realicen dentro de algunos días (unos veinte) antes o después del acto indulgenciado. La oración según la mente del Papa queda a elección de los fieles, pero se sugiere un «Padrenuestro» y un «Avemaría». Para varias indulgencias plenarias basta una confesión sacramental, pero para cada indulgencia plenaria se requiere una distinta sagrada Comunión y una distinta oración según la mente del Santo Padre.
  6. Los confesores pueden conmutar, en favor de los que estén legítimamente impedidos, tanto la obra prescrita como las condiciones requeridas (obviamente, excepto el desapego del pecado, incluso venial).
  7. Las indulgencias siempre son aplicables o a sí mismos o a las almas de los difuntos, pero no son aplicables a otras personas vivas en la tierra.

ASPECTOS PROPIOS DEL AÑO JUBILAR

Cumplidas las necesarias condiciones, indicadas en los números 3 y 4, los fieles pueden lucrar la indulgencia jubilar realizando una de las siguientes obras, enumeradas aquí en tres categorías:

  1. Obras de piedad o religión

O hacer una peregrinación piadosa a un santuario o lugar jubilar (para Roma: una de las cuatro basílicas patriarcales, es decir, San Pedro, San Juan de Letrán, Santa María la Mayor y San Pablo, o también a la basílica de Santa Cruz de Jerusalén, a la basílica de San Lorenzo en Campo Verano, al santuario de la Virgen del Amor Divino o a una de las catacumbas cristianas), participando en la santa misa o en otra celebración litúrgica (Laudes o Vísperas) o en un ejercicio de piedad (vía crucis, rosario, rezo del himno «Akáthistos», etc.),

O hacer una visita piadosa, en grupo o individualmente, a uno de esos lugares jubilares, participando en la adoración eucarística y en meditaciones piadosas, concluyéndolas con el « Padrenuestro », el « Credo » y una invocación a la Virgen María.

  1. Obras de misericordia o caridad

O visitar, durante un tiempo conveniente, a hermanos necesitados o que atraviesan dificultades (enfermos, detenidos, ancianos solos, discapacitados, etc.), como realizando una peregrinación hacia Cristo presente en ellos;

O dedicar una parte conveniente del propio tiempo libre a actividades útiles para la comunidad u otras formas similares de sacrificio personal.

  1. Obras de penitencia

Al menos durante un día  o abstenerse de consumos superfluos (fumar, bebidas alcohólicas, etc.); – o ayunar; o hacer abstinencia de carne (u otros alimentos, según las indicaciones de los Episcopados), entregando una suma proporcional a los pobres.

MONSEÑOR SERGI GORDO OBISPO DE TORTOSA

El día 9 de Septiembre Monseñor Sergi Gordo iniciaba el ministerio pastoral en la diócesis de Tortosa, la Eucaristía en la Santa Iglesia Catedral Basílica  de Santa María.

Llamados a salir, “caminando juntos”, irradiando por todas partes la alegría del Evangelio, fue la clave de su homilía, que hoy os compartimos, y que finalizó poniéndose en manos de la Virgen de la Cinta, patrona de Tortosa e invocando su intercesión ante la Santísima Trinidad.

A continuación podéis leer la homilía completa:

«Llamados a salir, “caminando juntos”, irradiando por todas partes la alegría del Evangelio

“En aquel tiempo, Jesús recorría los pueblos de alrededor y enseñaba. Entonces, llamó a los doce y empezó a enviarlos de dos en dos” (Marcos 6,6b). Este fragmento evangélico así como el resto de las lecturas de la Palabra de Dios que hemos escuchado son las mismas que hace seis años fueron proclamadas con motivo de mi ordenación episcopal, en la basílica de la Sagrada Familia de Barcelona, junto con el obispo Antoni Vadell y Ferrer, en el cielo sea. Sí, «de dos en dos» es como el Señor nos envía siempre a irradiar por todas partes la alegría de su Evangelio. “De dos en dos”, nunca como francotiradores, nunca como líderes autorreferenciales, nunca como mesías o “llaneros solitarios”, sino fraternalmente, en comunión, “caminando juntos”, sinodalmente, como nos recuerda siempre nuestro buen Papa Francisco.

Una “sinodalidad vivida” es precisamente la asamblea litúrgica tan bella que estamos experimentando hoy, aquí, todos y todas llamados por el Señor, formando el Santo Pueblo fiel de Dios que peregrina en la diócesis de Tortosa. Todos nosotros “somos su pueblo y el rebaño que Él pastó”. Así lo hemos rogado cantando el salmo. Sí, Él es nuestro Buen Pastor, que nos busca cuando somos como ovejas perdidas, tal y como hemos escuchado en la profecía de Ezequiel.

Estamos aquí, bien unidos, orando unidos con ocasión del inicio de mi ministerio pastoral. Estamos aquí, en la Catedral, la iglesia madre de todas las comunidades cristianas de nuestra diócesis tortosina. Estoy aquí, estoy en casa, “cristiano con vosotros y obispo para vosotros” como decía San Agustín. Y desde el minuto cero -contando con la gracia del Señor y con vuestro afecto, apoyo y oración- estoy haciendo camino con vosotros, dispuesto a dejarme llevar humildemente por el Señor, llamado por Él, enviado por Él, recorriendo desde hoy los pueblos y villas tortosinos, donde Jesús, nuestro Maestro y Señor, ya está antes de que un servidor llegue.

«Jesús recorría los pueblos de alrededor y enseñaba. «Meditando este icono del Señor -Él siempre itinerante, siempre en ruta, siempre “en salida”-, he rogado y le pido que recemos muy especialmente por todos los afectados por los estragos de los aguaceros de la semana pasada en Alcanar y pueblos de alrededor. Que como Iglesia diocesana seamos, con nuestra solidaridad y oración, rostro de Cristo Buen Samaritano.

Aquí me tenéis, queridos diocesanos, con mucha ilusión de venir a compartir mi vida con vosotros, con el deseo de empaparme de cada una de las comarcas de la diócesis: las comarcas tarraconenses de la Ribera d’Ebre, la Terra Alta, Baix Ebre, Montsià y parte de las del Baix Camp y del Priorat; y las comarcas castellonenses de Els Ports, el Baix Maestrat y parte del Alt Maestrat. Estoy contento porque podremos “caminar juntos”, llamados a ser discípulos misioneros del Señor.

Deseo aprender mucho de vosotros, conoceros, escucharos, hacer míos vuestros gozos y esperanzas, tristezas y angustias, adentrarme en vuestra historia. En este sentido, no podemos olvidar que en nuestra diócesis tortosina contamos con figuras destacadas en los campos literarios, de la filosofía y de la teología, como el poeta verdagueriano Tomàs Bellpuig (1879-1936) o el teólogo doctor Joan Baptista Manyà, tan vinculado al santuario de la Virgen de la Fontcalda .

Deseo contemplar con mirada de fe el paso de Dios por vuestras vidas, su buena huella en esta tierra de santos y beatos, con cuya intercesión somos nuevamente llamados a “vivir siempre contentos en el Señor” (Flp 4,4): San Salvador de Horta, San Pere Màrtir Sans y Jordà, San Francesc Gil de Frederic, Santa María Rosa Molas, San Enric d’Ossó y Cervelló, y los beatos Jacint Orfanell y Manuel Domingo y Sol.

El Señor, que «recorría los pueblos de alrededor y enseñaba», es quien nos invita a ser una Iglesia que sale al encuentro de cada persona. Me gusta compartir con todos vosotros esta invitación que nos hace el Papa Francisco cuando nos dice: “Salgamos, salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo (…) prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por haber salido en la calle, que una Iglesia enferma por el cierre y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades” (EG 49). Salgamos creyendo profundamente que lo que anunciamos es algo extraordinario. Proponemos sin imponer, sin proselitismos. Libres de cosas secundarias que impidan la misión. Salgamos con autenticidad, sin hacer comedia, sin ser burócratas, sin vivirlo como un rol para horas convenidas.

Llamados a una vida cristiana auténtica convertidos al Señor

Permitidme en este sentido que os cuente una fábula proveniente de Sören Kierkegaard. Este pensador luterano danés del s. XIX, que se esforzaba por una vida cristiana auténtica, decía:

“Una vez se estableció un circo cerca de un pueblo de Dinamarca, y he aquí que, cuando iba a empezar la función, el circo se quemó. Entonces el director llamó al payaso, que estaba ya vestido de payaso, y le dijo: – Por favor, ve al pueblo y di a sus habitantes que nos ayuden a apagar el fuego del circo, de lo contrario las llamas llegarán hasta el pueblo a través de los rastrojos de los campos recién segados y todo se quemará. El payaso, vestido de payaso, se fue hacia el pueblo y empezó a llamar a la gente que, por favor, corrieran en dirección al circo para ayudar a apagar el fuego. Pero la gente del pueblo creyó que el payaso hacía de payaso, que era una nueva manera de invitar a la gente a ver el gran espectáculo. Y, cómo no, el circo se quemó, las llamas corrieron a través de los rastrojos, y el pueblo quedó también consumido por el fuego”.

La lección de esta fábula es tan obvia que a veces la pasamos por alto. El Papa emérito Benedicto XVI, cuando era el joven teólogo Joseph Ratzinger en la Universidad de Tübingen , había mencionado esta parábola al inicio de su libro titulado Introducción al Cristianismo. Os la comparto porque creo que nos advierte del peligro según el cual, cuando el Señor nos envía a comunicar su palabra, no es difícil que algunos no reciban bien el mensaje de la buena noticia del Evangelio que les queremos enviar, quizás porque inconsciente o conscientemente tienen el prejuicio según el cual los mensajeros -por ejemplo, los catequistas, los predicadores- comunicamos dando la impresión de que somos como unos payasos que vamos maquillados, cumpliendo una función, como unos funcionarios que desempeñan un rol sólo a unas horas convenidas, como haciendo comedia, como si no acabáramos de creer auténticamente lo que remitimos, diciendo palabras viejas y gastadas que no tienen ningún peligro y que se pueden dejar de lado. Que nunca nos pase esto a nosotros, ni a mí como obispo vuestro.

Meditando tanto el Evangelio proclamado hoy como la fábula mencionada, veo que el Señor, que nos hace recorrer pueblos y villas comunicando su Buena Noticia, quiere que lo hagamos desde una autenticidad de vida, convertidos a Él, transformados por Él, viviendo «por Él, con Él y en Él».

Llamados a servir al Señor con alegría Y ahora os hago una confidencia. Cuando hace seis años tuve que buscar un lema episcopal, de repente escogí lo siguiente: Servid al Señor con alegría (salmo 99,2). Y consideré que aquel servicio para el que me llamaba el Señor no era sólo un llamamiento para mí, para servirle únicamente yo a Él, sino que deseé que se convirtiera en un lema eclesial, comunitario, sinodal, de fe compartida, de servicio gozoso compartido. En efecto, la antífona dice «servid», no dice «sirve». Dice «servid», todos y todas, fraternalmente, yo con vosotros, y vosotros conmigo, siempre bien unidos sirviendo al Señor, especialmente con sus predilectos: los enfermos, los débiles y abrumados por cualquier circunstancia, los pobres y necesitados. Y vivámoslo «con alegría». Una alegría que no es fruto únicamente de unas circunstancias favorables o de un talante propio de quienes son optimistas por naturaleza. Es la alegría que, como nos recuerda Jesús en el Evangelio, «nadie nos la podrá quitar» (Juan 16,22), la alegría que nace del vivir en el amor del Padre, el gozo que nace del corazón del que alaba al Señor porque vive la alegría de ser suyo, todo suyo. La “verdadera alegría” la vivimos cuando no la buscamos encerrados en nosotros mismos, sino cuando brota, nace y crece buscando la alegría de los demás. Arrodillados ante la Virgen de la Cinta

Cuando he entrado hoy en la Catedral, me he arrodillado ante el Santísimo y ante la bella talla policromada de alabastro que representa a la Virgen de la Cinta con unas facciones llenas de dulzura y de misericordia, vestida con manto, túnica y velo y rodeada de una corona de estrellas, pero con los pies calzados con unas sencillas sandalias y haciendo la entrega de la Cinta en el altar, que -como sabéis- nos recuerda a Cristo, que en el altar de la santa Cruz nos dejó la mesa en la que nos hace hijos de Dios Padre y hermanos suyos en el Espíritu Santo.

Por eso, con la confianza de hijo, me atrevo a cerrar mis palabras con una oración a la Virgen de la Cinta, una oración que he querido inspirar en el rostro y en otros detalles de su sagrada imagen :

Virgen de la Cinta, queráis escuchar la oración que os dirige el último de vuestros devotos, llamado por el Papa a servir como obispo a los cristianos y a toda persona de buena voluntad en estas tierras de vieja tradición cristiana en torno al río Ebro.

Vos, que lleváis unas sencillas sandalias, queráis acompañarme en todo momento cuando recorra los pueblos de alrededor como nos pide su hijo Jesús en el Evangelio proclamado hoy. Que sepa hacer este camino diciendo sí cada día, en cada momento, cada paso, saliendo, “caminando juntos”, irradiando por todas partes la alegría del Evangelio. Por intercesión vuestra, ruego especialmente para que maduren aquellas semillas que el Señor siembra abundantemente para que sean muchos los jóvenes que acepten la llamada al ministerio ordenado.

Su nombre, buena Madre de la Cinta, es especialmente invocado para facilitar el parto de las madres y la acogida de los hijos e hijas que abren los ojos a la luz de este mundo. Os pido que mi servicio de obispo, acompañado de los presbíteros y diáconos, de los seminaristas, de los miembros de la vida consagrada y de todos los fieles laicos y laicas de la diócesis -niños, jóvenes, adultos y ancianos de cada comunidad cristiana-, facilite también el nacimiento a la fe de los nuevos hijos e hijas de la Iglesia por medio del bautismo y de los demás sacramentos de la iniciación cristiana, de la catequesis y de la educación cristiana.

Haced, oh Madre nuestra, que escuchemos siempre estas palabras: “¡Cógete a su Cinta! ¡No tengas miedo!”. Me cojo, pues, a vuestra Cinta y pongo mi trabajo apostólico al servicio del bien común de todo este pueblo, y en bien de la Iglesia que peregrina en estas tierras tortosinas, atento a toda persona de buena voluntad, tratando las autoridades con respeto por su compromiso en el trabajo por el bien de todos.

Finalmente, invocando su intercesión ante la Santísima Trinidad, y la de sus devotos que ya han llegado a la casa del Padre, renovamos nuestro compromiso cristiano de amarle, como lo hicieron las muchas generaciones que nos han precedido. Lo hacemos con estas palabras de tu Himno: Hijos de la tierra tortosina cantemos en nuestra Cinta, himnos de amor. Es la Cinta nuestra Reina, nuestra Madre, nuestro Tesoro. Venid tortosinos. Cinta lo pide, démosle el corazón. Amémosla, adorémosla, juremos defenderla hasta la muerte. Gritemos siempre a voz llena: ¡Nuestra Cinta, sobre todo! ¡Nuestro Cinta, sobre todo!

Amén»

† Sergi Gordo Rodríguez

Obispo de Tortosa

EL SANTO DE LA SEMANA: SAN PIO DE PIETRELCINA

Padre Pío de Pietrelcina, al igual que el apóstol Pablo, puso en la cumbre de su vida y de su apostolado la Cruz de su Señor como su fuerza, su sabiduría y su gloria. Inflamado de amor hacia Jesucristo, se conformó a Él por medio de la inmolación de sí mismo por la salvación del mundo. En el seguimiento y la imitación de Cristo Crucificado fue tan generoso y perfecto que hubiera podido decir “con Cristo estoy crucificado: y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal 2, 19). Derramó sin parar los tesoros de la gracia que Dios le había concedido con especial generosidad a través de su ministerio, sirviendo a los hombres y mujeres que se acercaban a él, cada vez más numerosos, y engendrado una inmensa multitud de hijos e hijas espirituales.

Este dignísimo seguidor de San Francisco de Asís nació el 25 de mayo de 1887 en Pietrelcina, Archidiócesis de Benevento, hijo de Grazio Forgione y de María Giuseppa De Nunzio. Fue bautizado al día siguiente recibiendo el nombre de Francisco. A los 12 años recibió el Sacramento de la Confirmación y la Primera Comunión.

El 6 de enero de 1903, cuando contaba 16 años, entró en el noviciado de la orden de los Frailes Menores Capuchinos en Morcone, donde el 22 del mismo mes vistió el hábito franciscano y recibió el nombre de Fray Pío. Acabado el año de noviciado, emitió la profesión de los votos simples y el 27 de enero de 1907 la profesión solemne.

Después de la ordenación sacerdotal, recibida el 10 de agosto de 1910 en Benevento, por motivos de salud permaneció en su familia hasta 1916. En septiembre del mismo año fue enviado al Convento de San Giovanni Rotondo y permaneció allí hasta su muerte.

Enardecido por el amor a Dios y al prójimo, Padre Pío vivió en plenitud la vocación de colaborar en la redención del hombre, según la misión especial que caracterizó toda su vida y que llevó a cabo mediante la dirección espiritual de los fieles, la reconciliación sacramental de los penitentes y la celebración de la Eucaristía. El momento cumbre de su actividad apostólica era aquél en el que celebraba la Santa Misa. Los fieles que participaban en la misma percibían la altura y profundidad de su espiritualidad.

En el orden de la caridad social se comprometió en aliviar los dolores y las miserias de tantas familias, especialmente con la fundación de la “Casa del Alivio del Sufrimiento”, inaugurada el 5de mayo de 1956.

Para el Padre Pío la fe era la vida: quería y hacía todo a la luz de la fe. Estuvo dedicado asiduamente a la oración. Pasaba el día y gran parte de la noche en coloquio con Dios. Decía: “En los libros buscamos a Dios, en la oración lo encontramos. La oración es la llave que abre el corazón de Dios”. La fe lo llevó siempre a la aceptación de la voluntad misteriosa de Dios.

Estuvo siempre inmerso en las realidades sobrenaturales. No era solamente el hombre de la esperanza y de la confianza total en Dios, sino que infundía, con las palabras y el ejemplo, estas virtudes en todos aquellos que se le acercaban.

El amor de Dios le llenaba totalmente, colmando todas sus esperanzas; la caridad era el principio inspirador de su jornada: amar a Dios y hacerlo amar. Su preocupación particular: crecer y hacer crecer en la caridad.

Expresó el máximo de su caridad hacia el prójimo acogiendo, por más de 50 años, a muchísimas personas que acudían a su ministerio y a su confesionario, recibiendo su consejo y su consuelo. Era como un asedio: lo buscaban en la iglesia, en la sacristía y en el convento. Y él se daba a todos, haciendo renacer la fe, distribuyendo la gracia y llevando luz. Pero especialmente en los pobres, en quienes sufrían y en los enfermos, él veía la imagen de Cristo y se entregaba especialmente a ellos.

Ejerció de modo ejemplar la virtud de la prudencia, obraba y aconsejaba a la luz de Dios.

Su preocupación era la gloria de Dios y el bien de las almas. Trató a todos con justicia, con lealtad y gran respeto.

Brilló en él la luz de la fortaleza. Comprendió bien pronto que su camino era el de la Cruz y lo aceptó inmediatamente con valor y por amor. Experimentó durante muchos años los sufrimientos del alma. Durante años soportó los dolores de sus llagas con admirable serenidad.

Cuando tuvo que sufrir investigaciones y restricciones en su servicio sacerdotal, todo lo aceptó con profunda humildad y resignación. Ante acusaciones injustificadas y calumnias, siempre calló confiando en el juicio de Dios, de sus directores espirituales y de la propia conciencia.

Recurrió habitualmente a la mortificación para conseguir la virtud de la templanza, de acuerdo con el estilo franciscano. Era templado en la mentalidad y en el modo de vivir.

Consciente de los compromisos adquiridos con la vida consagrada, observó con generosidad los votos profesados. Obedeció en todo las órdenes de sus superiores, incluso cuando eran difíciles. Su obediencia era sobrenatural en la intención, universal en la extensión e integral en su realización. Vivió el espíritu de pobreza con total desprendimiento de sí mismo, de los bienes terrenos, de las comodidades y de los honores. Tuvo siempre una gran predilección por la virtud de la castidad. Su comportamiento fue modesto en todas partes y con todos.

Se consideraba sinceramente inútil, indigno de los dones de Dios, lleno de miserias y a la vez de favores divinos. En medio a tanta admiración del mundo, repetía: “Quiero ser sólo un pobre fraile que reza”.

Su salud, desde la juventud, no fue muy robusta y, especialmente en los últimos años de su vida, empeoró rápidamente. La hermana muerte lo sorprendió preparado y sereno el 23 de septiembre de 1968, a los 81 años de edad. Sus funerales se caracterizaron por una extraordinaria concurrencia de personas.

El 20 de febrero de 1971, apenas tres años después de su muerte, Pablo VI, dirigiéndose a los Superiores de la orden Capuchina, dijo de él: “¡Mirad qué fama ha tenido, qué clientela mundial ha reunido en torno a sí! Pero, ¿por qué? ¿Tal vez porque era un filósofo? ¿Por qué era un sabio? ¿Por qué tenía medios a su disposición? Porque celebraba la Misa con humildad, confesaba desde la mañana a la noche, y era, es difícil decirlo, un representante visible de las llagas de Nuestro Señor. Era un hombre de oración y de sufrimiento”.

Ya durante su vida gozó de notable fama de santidad, debida a sus virtudes, a su espíritu de oración, de sacrificio y de entrega total al bien de las almas.

En los años siguientes a su muerte, la fama de santidad y de milagros creció constantemente, llegando a ser un fenómeno eclesial extendido por todo el mundo y en toda clase de personas.

De este modo, Dios manifestaba a la Iglesia su voluntad de glorificar en la tierra a su Siervo fiel.

No pasó mucho tiempo hasta que la Orden de los Frailes Menores Capuchinos realizó los pasos previstos por la ley canónica para iniciar la causa de beatificación y canonización. Examinadas todas las circunstancias, la Santa Sede, a tenor del Motu Proprio “Sanctitas Clarior” concedió el nulla osta el 29 de noviembre de 1982. El Arzobispo de Manfredonia pudo así proceder a la introducción de la Causa y a la celebración del proceso de conocimiento (1983-1990).

El 7 de diciembre de 1990 la Congregación para las Causas de los Santos reconoció la validez jurídica. Acabada la Positio, se discutió, como es costumbre, si el Siervo de Dios había ejercitado las virtudes en grado heroico. El 13 de junio de 1997 tuvo lugar el Congreso peculiar de Consultores teólogos con resultado positivo.

En la Sesión ordinaria del 21 de octubre siguiente, siendo ponente de la Causa Mons. Andrea María Erba, Obispo de Velletri-Segni, los Padres Cardenales y obispos reconocieron que el Padre Pío ejerció en grado heroico las virtudes teologales, cardinales y las relacionadas con las mismas.

El 18 de diciembre de 1997, en presencia de Juan Pablo II, fue promulgado el Decreto sobre la heroicidad de las virtudes.

Para la beatificación del Padre Pío, la Postulación presentó al Dicasterio competente la curación de la Señora Consiglia De Martino de Salerno (Italia). Sobre este caso se celebró el preceptivo proceso canónico ante el Tribunal Eclesiástico de la Archidiócesis de Salerno-Campagna-Acerno de julio de 1996 a junio de 1997.

El 30 de abril de 1998 tuvo lugar, en la Congregación para las Causas de los Santos, el examen de la Consulta Médica y, el 22 de junio del mismo año, el Congreso peculiar de Consultores teólogos. El 20 de octubre siguiente, en el Vaticano, se reunió la Congregación ordinaria de Cardenales y obispos, miembros del Dicasterio y el 21 de diciembre de 1998 se promulgó, en presencia de Juan Pablo II, el Decreto sobre el milagro.

El 2 de mayo de 1999 a lo largo de una solemne Concelebración Eucarística en la plaza de San Pedro Su Santidad Juan Pablo II, con su autoridad apostólica declaró Beato al Venerable Siervo de Dios Pío de Pietrelcina, estableciendo el 23 de septiembre como fecha de su fiesta litúrgica.

Para la canonización del Beato Pío de Pietrelcina, la Postulación ha presentado al Dicasterio competente la curación del pequeño Mateo Pio Colella de San Giovanni Rotondo. Sobre el caso se ha celebrado el regular Proceso canónico ante el Tribunal eclesiástico de la archidiócesis de Manfredonia‑Vieste del 11 de junio al 17 de octubre del 2000.

El 23 de octubre siguiente la documentación se entregó en la Congregación de las Causas de los Santos. El 22 de noviembre del 2001 tuvo lugar, en la Congregación de las Causas de los Santos, el examen médico. El 11 de diciembre se celebró el Congreso Particular de los Consultores Teólogos y el 18 del mismo mes la Sesión Ordinaria de Cardenales y Obispos. El 20 de diciembre, en presencia de Juan Pablo II, se promulgó el Decreto sobre el milagro y el 26 de febrero del 2002 se promulgó el Decreto sobre la canonización.

Beatificación (2 de mayo de 1999)

Canonización (16 de junio de 2002)

Fuente: Vatican.va

ACLARANDO CONCEPTOS II

Continuamos aclarando conceptos en estos interesantes post del Blog Nihil Obstat de Martín Gelabert OP

LOS SANTOS DE LA PUERTA DE AL LADO

En la Iglesia se entiende por “vida consagrada” un estado o estilo de vida caracterizado por la profesión (una profesión, un compromiso de por vida) de los llamados consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia. Habría mucho que decir sobre estos tres consejos. Voy a limitarme a aclarar que ellos marcan el camino de la santidad no sólo de los consagrados, sino de todos los cristianos.

Antes del Concilio Vaticano II, la mayoría de los santos reconocidos estaba constituido por sacerdotes y religiosas. Hay que agradecer al Concilio haber dejado claro que en la Iglesia todos estamos llamados a la santidad, a la misma santidad, y a la perfección de la caridad. El Papa Francisco ha notado el cambio de mentalidad que provocó el Concilio: “muchas veces tenemos la tentación de pensar que la santidad está reservada solo a quienes tienen la posibilidad de tomar distancia de las ocupaciones ordinarias, para dedicar mucho tiempo a la oración. No es así. Todos estamos llamados a ser santos, viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra”.

Francisco lo ha resumido con una de sus acertadas frases: los santos de la puerta de al lado. Dice: “Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: en los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan por llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo. En esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad de la Iglesia militante”.

Ahora bien, si todos estamos llamados a la misma santidad, hay distintos caminos para llegar a ella y distintos modos de vivir en el seguimiento de Cristo. El Vaticano II caracteriza a la santidad como “perfección de la caridad”, a la que están llamados “todos los fieles, de cualquier estado o condición” (Lumen Gentium, 40). En la Iglesia hay “múltiples géneros de vida y ocupaciones” (Lumen Gentium, 41), muchas vocaciones, porque el Señor llama a seguirle de distintas maneras. Todas son igualmente buenas, porque todas están llamadas a la santidad. La vida consagrada, el sacerdocio, el matrimonio son dones de Dios. Todos igual de buenos, todos necesarios, aunque cada uno comporte distintas responsabilidades.

En este contexto de camino hacia la santidad hay que situar los llamados “consejos evangélicos” de pobreza, castidad y obediencia. Porque son evangélicos son propios de todo cristiano. Aunque cada uno los vive según la vocación recibida. No se viven igual en el matrimonio que en la vida presbiteral o en la vida consagrada. E incluso en la vida consagrada se viven de distinta manera según cuál sea la modalidad de consagración: monjas, religiosos, orden de las vírgenes, eremitas, institutos seculares.

CONSEJOS EVANGÉLICOS PARA TODO BAUTIZADO

 Hubo un tiempo en que la teología distinguía entre consejos y preceptos, unos y otros orientados a conseguir la santidad. Los preceptos eran: amar a Dios y al prójimo. Los consejos se consideraban unos atajos para conseguir más directa y rápidamente la santidad, pues con ellos se apartaban “los obstáculos para cumplir mejor y más perfectamente el mandamiento del amor” (Tomás de Aquino).

Mientras los preceptos eran el camino propio de la mayoría de los cristianos, los consejos estaban reservados a los consagrados. Ahora bien, consejos en el evangelio hay muchos (ser humildes y pacientes, orar siempre, negarse a sí mismo). No cabe duda que los tres clásicos de pobreza, castidad y obediencia pueden integrarlos a todos. Ellos abren posibilidades para avanzar en el ejercicio del amor y se ofrecen a todos, aunque cada uno los vive según su estado de vida y su vocación.

Todo cristiano está llamado a vivir en la pobreza evangélica y a ser solidario con los pobres. El evangelio nos invita a preguntarnos dónde colocamos la seguridad de nuestra vida: ¿en las riquezas o en Dios, en los bienes materiales o en el amor a Dios y al prójimo? Todo cristiano está invitado a vivir en la obediencia. A obedecer a Dios, a escuchar su Palabra, pues en ella está la buena orientación para la vida. Finalmente, todo cristiano está llamado a vivir en la castidad, a tener un corazón limpio y puro. Pues “de dentro del corazón del hombre” salen muchas malas intenciones (Mt 15,18-19), pero de un corazón limpio y purificado salen los mejores amores a Dios y al prójimo (Mt 22,36-40).

La castidad evangélica no puede traducirse en términos físicos. Eso, además de reductivo, es neurotizante. La castidad es ante todo amor. Por eso, el matrimonio cristiano está llamado a la castidad. Lo voy a decir claramente: no vive en la castidad cuando se abstiene de realizar el acto sexual, sino cuando lo vive como lo que es, un sacramento y una expresión de amor.

Los religiosos viven el voto de castidad en el celibato. Cuando el Vaticano II se refiere a este voto, no habla de perfecta castidad, porque la castidad es tan perfecta en el matrimonio como en el consagrado, sino de “perfecta continencia por el reino de los cielos” (Lumen Gentium, 42). Esta perfecta continencia es un signo para todos: signo de que a Dios hay que amarle con un corazón no dividido (1 Cor 7,32-34); y signo que anticipa ese amor indiviso que sólo será perfecto en el reino de los cielos, pues allí ya no será necesario tomar mujer ni marido (Mt 22,30), porque Dios será todo en todas las cosas, o sea, la realidad que todo lo determine.

Los votos, en la vida consagrada, tienen una dimensión sacramental. Hay que situarlos a nivel de signo orientativo de aquello a lo que todos están llamados. Signo no porque se vivan mejor (eso depende cada uno), sino porque se viven de forma peculiar, llamativa. Como llaman la atención (o deberían llamarla) son un recordatorio necesario para la Iglesia y plantean una pregunta al mundo, la pregunta de por qué viven de ese modo.

NUESTRA SEÑORA DE LA MERCED

La Constituciones actuales de la Orden de la Merced proclaman: “Por su intervención en el principio y vida de la Orden que lleva su nombre, los mercedarios llamamos a María Madre de la Merced y la veneramos como inspiradora de su obra de redención”.

En la edad media, merced era sinónimo de misericordia, pero misericordia ejercitada con los más pobres, necesitados y marginados de la sociedad de entonces, que eran los cautivos cristianos.

A la redención de estos cautivos se dedicaron Pedro Nolasco y sus seguidores, por lo que eran llamados “hombres de merced” y sus conventos, “casas de merced”; como los frailes atribuían su fundación a la Virgen María y porque le tenían especial devoción, “merced” termina siendo denominación y título de Ella: Virgen de la Merced o de la Misericordia.

Los frailes estaban persuadidos de que la Virgen María intervino en la fundación de la Orden, por eso en las Constituciones de 1272, las primeras de la Orden, oficializaron el nombre de María en el título, llamándola: Orden de la Virgen María de la Merced de la redención de los cautivos.

Cuando los mercedarios construyen su primera iglesia en 1249 la dedican a Santa María, cuya imagen empezó a ser conocida como Santa María de la Merced, y de allí se extenderá su culto a todas las iglesias donde se establezcan los mercedarios.

En la evangelización de América, ya desde 1493, segundo viaje de Colón, con los mercedarios iba siempre María de la Merced, cuyo culto se extendió en todo el continente, donde la devoción popular hasta modificó con nueva resonancia el sentido de su nombre llamándola Nuestra Señora de las Mercedes, es decir, repartidora de todos los dones que su Hijo Redentor ha depositado en sus manos.

Y porque el culto a María, en su advocación de la Merced, adquiere gran difusión, la Iglesia misma, en 1616 con Pío V, en 1684 y en 1696, extiende su culto a toda la cristiandad fijando su fiesta el 24 de setiembre.

La advocación de Santa María de la Merced quiere hacer presente en el misterio de la Iglesia la misericordia maternal de María para los que sufren cautiverio y se hallan en peligro de perder la fe; manifiesta un aspecto de la misericordia maternal de la Madre de Dios: el aspecto redentor. María es misericordia redentora que actualiza la obra de Cristo en favor de los cautivos y los pobres; es la expresión más intensa del amor redentor de Cristo, como evangelio de liberación.

LA MARE DE DÉU DE LA MERCÈ EN BARCELONA

La devoción a la Mare de Déu de la Mercè arranca prácticamente desde los orígenes mismos de la Orden que, no olvidemos, inicialmente estaba dedicada a Santa Eulalia aunque el talante mariano de la misma era constitutivo de su identidad y de su esencia más primitiva.

Ya en 1255 existía una Cofradía dedicada a la Virgen de la Merced y figuraba en la incipiente iglesia de los frailes mercedarios. En 1259 Pere Salat dejó un legado para que en la iglesia ardieran dos lámparas «una de día y otra de noche continuamente ante el altar de la Santa María allí constituido”’. A finales del siglo XIII ejerció su ministerio en ella Fray Bernart de Corbera, quien introdujo la costumbre de celebrar los sábados misa de la Virgen y el canto de la Salve.

El convento gozaba de gran predicamento en la ciudad, al ser costumbre que los cautivos liberados recorrieran algunas calles barcelonesas en procesión, llevando como exvotos las cadenas del cautiverio, y visitando a la Virgen de la Merced; en la misma iglesia publicaban un cartel con el nombre y procedencia de los rescatados.

La fama del convento de la Merced se acrecentó a mediados del siglo XIV, con la tradición del prodigio de la conversión del pan en sangre coagulada en el “homo conventual” la noche de un 8 de diciembre. En 1361 se encargó a Pere de Moragues la elaboración de la imagen que hoy preside el altar de la Basílica, y el nuevo retablo de madera de aquel entonces (hoy desaparecido).

El Rabal deis Códols está situado en el barrio marítimo, por lo que es muy natural que los primeros devotos de la Mare de Déu de la Mercé fueran gentes del mar, y que entre ellos tuviese gran predicamento la devoción a Santa María de Cervelló, de ahí que la imagen de la santa siempre sostuviera un barco en una de sus manos. Durante el siglo XV la Virgen del Barrí de la Ribera se va a convenir en Virgen de la ciudad.

En esta transformación influyeron tanto los favores de la Santísima Virgen como las procesiones de los redimidos, la presencia en el templo del cuerpo incorrupto de Santa María de Cervelló, el “jus patronatus » de los condes-reyes sobre nuestro convento, el carácter mercantil de la ciudad de Barcelona, y esa avalancha de liberados que en cada redención hacen homenaje al Mestre de la Merçé, y quedan un tiempo al cuidado del convento. Consellers, canónigos y los barceloneses todos acudirán a Ella en petición de ayuda y de acción de gracias.

La ciudad agradeció a la Mare de Deu de la Mercé su ayuda en las pestes de 1651 y en la sequía de 1680. Al acabar la plaga de la langosta de ese mismo año el Consell de Cent declaró, el 25 de septiembre de 1687, a María de la Merced Patrona de Barcelona, por: “haverse extinguí dita plaga, lo que se deu a la interposicio y protecció de María santísima de la Mercè” y pidieron al papa la confirmación de este título.

El Consell de Cent fue magnánimo en la restauración de la sacristía en 1687, y en la colocación de los altares de San Pedro Nolasco y de San Pedro Pascual. A partir de este mismo año se comenzó a celebrar en la ciudad el 2 de agosto la fiesta conmemorativa del Descenso de la Virgen, con veneración de los “Consellers” incluida.

El 13 de febrero de 1692 el papa Inocencio XII confirmó el culto que, desde tiempo inmemorial, se venía tributando a Santa María de Cervelló. Tras los festejos se decidió construir una capilla especial para la santa, donde guardar sus reliquias, en una urna de plata que a tal fin regalaron los Consellers en 1693. Se bendijo la capilla de la santa el 12 de agosto de 1708. El mismo papa trasladó al 24 de septiembre la fiesta de la Merced, que hasta entonces se celebraba el domingo más próximo al 1 de agosto, y el 22 de febrero del mismo año 1696 hizo extensivo el oficio y misa de la Virgen de la Merced a toda la iglesia.

En 1711 la Orden obtuvo el poder cantar misa propia en vez de la votiva de los sábados. En 1789 la Orden de la Merced recibió el privilegio de poder celebrar misa solemne a las 12 horas de la noche precedente al 24 de septiembre. El 2 de agosto de 1794 se introdujo “et in descensione” en el prefacio propio de la misa de la Merced.

Desde mediados del siglo XVIII el convento sostenía una escuela gratuita para niños pobres y el Padre Joan Oliva fundó con ellos la Escolanía de la Mercé, gracias al legado testamentario de Josep Gloria. En el primer tercio del siglo XX era su director Lluis Millet i Pagés, fundador de L’Orfeó Catalá. La Escolanía desapareció en 1978.

En 1861 la Diócesis de Barcelona obtuvo el oficio y misa propios de la Virgen de la Merced. El 27 de febrero de 1868 fue declarada Patrona de Barcelona y de su Obispado. Se aprovechó la fiesta del dos de agosto para dar gracias por el favor especial que acababa de recibirse.

El 21 de octubre de 1888 la imagen de la Mare de Déu de la Mercé es coronada en la catedral por el obispo de Barcelona, Jaume Catalá, cumpliendo la aprobación del papa León XIII de 31 de mayo. Los oficiantes y el pueblo cantaron “Els goigs de la Mare de Déu de la Mercé”, que escribió Mossén Jacint Verdaguer para dicha ocasión, con música del maestro Josep Rodoreda: “Estel de Barcelona/ reina de la Mercé/ al poblé que us corona/ doneu-li amor i fe». Este mismo año León XIII eleva a rito doble para toda España el rezo de la Virgen de la Merced; y, desde 1904, todos aquellos que visiten la iglesia de la Merced el 24 de septiembre, pueden ganar jubileo.

El 24 de septiembre de 1918 Barcelona celebró con gran solemnidad el VII Centenario del Descenso de la Virgen y de la fundación de la Orden de la Merced. El obispo Reig i Casanova, en la Plaza de Catalunya, impuso el cetro a la Virgen. El papa Benedicto XV concedió a la iglesia de la Merced el título de Basílica menor, en conmemoración de lo cual se colocó, en una de las puertas del altar mayor, una estatua del obispo Reig arrodillado ante el pontífice, recibiendo el mencionado privilegio.

Al inicio de la Guerra Civil Española, las gestiones de la Sra. Teresa Coll Muñarch salvaron la imagen de la Mercé. Primeramente la sacó de la iglesia al ser quemada ésta en julio de 1936 y la llevó a Capitanía General y el 27 de septiembre de 1936 la entregó a la Junta de Salvació del Patrimoni, al depositarla en el Museu d‘Art de Catalunya.

La imagen de la Virgen volvió a su lugar el 24 de septiembre de 1939. Previamente fue restaurada por Feliciano Veciana, de Barcelona, pues presentaba un pequeño desperfecto en la frente, y le faltaban un brazo y las dos manos, hallados en 1936 casualmente entre el enorme montón de escombros de la basílica tras el incendio. La Sra. Teresa Coll Muñarch falleció el 31 de mayo de 2001; unos años antes la Hermandad de la Merced la admitió entre sus miembros como Hermana de la misma.

El cuerpo de Sta. María de Cervelló lo guardó escondido en su casa el Sr. Francesc Ráfols Fontanalls, quien lo entregó a la basílica al acabar la contienda.

Entre 1940 y 1976 la Basílica de la Mercè fue restaurada. Los escultores Miquel i Llucia Oslé realizan la gran imagen de que remata la cúpula; Joseph Obiols y Pau Maciá i Pons laboran en las pinturas al fresco y murales del interior; se restaura y entroniza la imagen de la Mare de la Mercè en 1959, para en 1963 colocarla sobre un magnífico trono de plata, que descansa sobre una piedra tallada de Montserrat.

Desde 1964 la sagrada imagen puede contemplarse sin los vestidos superpuestos que la cubrían. El baldaquino barroco de mármol del altar mayor pasó a la capilla de la Soledad y se restauró la fachada procedente de la antigua iglesia de Sant Miquel. En 1981 se urbanizó la Plaza de la Mercé al derribar la manzana de pisos que la ocupaba.

Y Hasta aquí este pequeño recorrido por la historia de la Mare de Déu de la Mercé en Barcelona. ¡Qué hermosas y consoladoras resuenan bajo sus bóvedas las solemnes estrofas de los ‘’Goigs de la Mare de Déu de la Mercé” de Mossén Jacint Verdaguer:

“Dels captius Mare i Patrona / puix del cel ens heu baixat: / Princesa de Barcelona, Protegiu vostra ciutat’….

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