BREA DE TAJO, CONTRA LA SOLEDAD EN LA VEJEZ RURAL

Cáritas y la Fundación La Caixa ayudan a personas mayores en el ámbito rural, sirviéndoles comida a diario en sus propios domicilios. De esta forma, consiguen que estas personas puedan vivir de forma autónoma durante más años

Impulsada por el Programa de Ayudas a Proyectos de Iniciativas Sociales de la Fundación la Caixa, la iniciativa alimenta y acompaña a los mayores que lo soliciten, habitantes todos ellos de 14 municipios del sureste de la Comunidad de Madrid.

La magia ocurre en los fogones del CGR Santa Catalina de Alejandría (Cáritas), y desde allí se distribuye diariamente comida elaborada a los usuarios adscritos los 365 días del año. Esta acción pone el foco en las personas mayores que viven solas en el ámbito rural y, además de proporcionarles unos menús saludables y nutritivos, el programa incluye servicio de lavandería y labores de acompañamiento emocional en visitas semanales a los usuarios para intentar romper esa relación que une en muchas ocasiones la vejez y la soledad.

De hecho, más allá de amenizar el día a día de los usuarios, se trata de una iniciativa que afecta directamente también en la salud de los mayores: no solo por la alimentación, sino porque tanto compañía como el ejercicio de la memoria y el intelecto a través de los “deberes” que trabajadoras como Rosario Díaz, les proponen, pueden atenuar o incluso anticiparse a problemas asociados al aislamiento como la depresión, la demencia, el deterioro cognitivo, la desnutrición, la diabetes o incluso enfermedades cardiovasculares.

Además, en caso de darse estas dolencias o síntomas de las mismas, los trabajadores del proyecto pueden avisar a los familiares, llevar a los afectados a los centros de salud o trabajar en sintonía con las entidades sociales necesarias para que salgan adelante. La ayuda es solicitada por los propios mayores, que ya están familiarizados con esta iniciativa, pues lleva haciéndose cerca de 30 años. Respecto al perfil de los beneficiarios, en la actualidad tienen una edad comprendida entre los 65 y los 92 años y en su mayoría viven solos, aunque hay algún matrimonio.

Enrique Martínez García, coordinador de Cáritas en Brea del Tajo, destaca la emoción de los ancianos cuando recibían el servicio durante la pandemia, un problema en el que los ancianos, como en tantas otras cosas, fueron los mayores damnificados. El responsable destaca cómo los mayores eran capaces de ponerse en riesgo y acercarse cuando el servicio llegaba a sus casas ante la idea de recibir compañía, pues los trabajadores de Cáritas eran las únicas personas a las que veían, aunque fuese durante unos pocos minutos y de lejos.

Durante esa oscura época, los trabajadores recuerdan el miedo que pasaban ante la posibilidad de que los alimentos se infectaran —pues las consecuencias podrían ser letales—, aunque por fortuna esto no ocurrió. El acompañamiento presencial, por su parte, se sustituyó por llamadas telefónicas en las que se tranquilizaba a los ancianos todo lo posible.

Enrique cuenta, con tristeza, que una vez un usuario que estaba solo en casa se cayó mientras se llenaba un vaso de agua del grifo, se rompió la cadera e, incapaz de levantarse, se quedó en el suelo hasta que los trabajadores, tras alarmarse al ver que salía agua bajo la puerta de la casa, lo encontraron.

Los beneficiarios tienen edades comprendidas entre los 65 y los 92 años y en su mayoría viven solos

Episodios así hacen que sea tan necesaria una labor de vigilancia, compañía y cuidado de los mayores, en especial en el ámbito rural, en el que muchas personas se quedan solas después de que sus familiares se desplacen a las grandes ciudades movidos por intereses como el trabajo o una mayor variedad de prestaciones.

En su día a día y según cuentan los trabajadores, los usuarios siempre buscan algo con lo que premiar o compensar a quienes acuden en su ayuda como parte del proyecto, llegando a tratarles como si fuesen sus propios hijos y estableciendo relaciones en las que el cuidado y el cariño marcan la cotidianeidad y son mutuos.

En adición a las comidas y al acompañamiento, la fundación lleva a cabo también actividades puntuales como talleres o visitas a Faunia que sacan a los ancianos de la rutina y de su zona de confort por unas horas, sirviéndoles como una gran motivación. Por otro lado, estas iniciativas sirven para fomentar el tejido vecinal y las amistades entre los propios ancianos, disminuyendo el riesgo de soledad.

 “Se deberían dedicar más recursos al cuidado de las personas mayores, en especial a aquellas que desarrollan su vida en el ámbito rural, pues observamos que su perfil es distinto al de los ancianos en las ciudades. También es cierto que, en los pueblos, hay un estigma muy grande con las residencias. Suelen darles mucho miedo, y servicios como este sirven para alargar el tiempo que las personas pueden disfrutar en sus casas de toda la vida, con sus recuerdos y su autonomía, en lugar de pasar a unos lugares donde no conocen a nadie, a compartir habitación con desconocidos a hacer unas actividades pautadas lejos de su voluntad” reivindica Enrique.

Todo ello se enmarca en los 170 proyectos sociales seleccionados por la Fundación la Caixa a los que destinará más de 4,5 millones de euros. Estos trabajos están repartidos en seis ámbitos de actuación: personas con discapacidad o trastorno mental, personas mayores y retos derivados del envejecimiento, humanización de la salud, lucha contra la pobreza y la exclusión social, inserción sociolaboral, e interculturalidad y acción social.