Papa San Dámaso I

Nacido aproximadamente en el año 304; murió el 11 de Diciembre del 384. Su padre, Antonio, probablemente era español; el nombre de su madre, Laurencia (Lorenza), hasta hace poco no era conocido. Dámaso podría haber nacido en Roma; lo cierto es que creció allí prestando sus servicios a la iglesia de San Lorenzo mártir. Fue elegido por gran mayoría Papa en octubre del año 366, pero un cierto número de ultra conservadores seguidores del difunto Papa Liberio lo rechazaron, y escogieron al diácono Ursino (o Ursicino), quien fue de modo irregular consagrado, y quienes para tratar de sentarlo en la silla de Pedro ocasionaron gran violencia y legando al derramamiento de sangre. Muchos detalles de este escandaloso conflicto están relatados en el «Libello Precum» (P.L., XIII, 83-107) de forma muy tendenciosa, pero por una demanda a la autoridad civil por parte de Faustino y Marcelino, dos presbíteros contrarios a Dámaso (cf. también Ammianus Marcellinus, Rer. Gest, XXVII, c. 3). El emperador Valentiniano reconoció a Dámaso y desterró en el año 367 a Ursino a Colonia, posteriormente le fue permitido volver a Milán, pero se le prohibió volver a Roma o a su entorno. Los partidarios del antipapa (ya en Milán aliado a los Arrianos y hasta su muerte pretendiendo la sucesión) no dejaron de perseguir a Dámaso. Una acusación de adulterio fue presentada contra él ( en el 378) en la corte imperial, pero fue exonerado de ella primero por el propio Emperador Graciano (Mansi, Coll. Conc. III, 628) y poco después por un sínodo romano de cuarenta y cuatro obispos (Liber Pontificalis, ed. Duchesne, s.v.; Mansi, op. cit., III, 419) qué también excomulgó a sus acusadores.

Dámaso defendió con vigor la Fe católica en una época de graves y variados peligros. En dos sínodos romanos (años 368 y 369) condenó el Apolinarismo y Macedonialismo; también envió legados al Concilio de Constantinopla (año 381), convocado contra las herejías mencionadas. En el sínodo romano del año 369 (o 370) Auxentio, el Obispo Arriano de Milán fue excomulgado; mantuvo la sede hasta su muerte, en el año 374, facilitando la sucesión a San Ambrosio. El hereje Prisciliano, condenado por el Concilio de Zaragoza (año 380) atrajo a Dámaso, pero en vano (Prisciliano era natural de Galicia, España y hay eruditos que consideran a Dámaso o a su familia también gallega. N. del T.). Dámaso animó a San Jerónimo para realizar su famosa revisión de las versiones latinas más tempranas de la Biblia (vea VULGATA). Durante algún tiempo, San Jerónimo también fue su secretario particular (Ep. 123, n. 10). Un canon importante del Nuevo Testamento fue proclamado por él en el sínodo romano del año 374. La Iglesia Oriental recibió gran ayuda y estímulo de Dámaso contra el arrianismo triunfante, en la persona de San Basilio de Cesárea; el papa, sin embargo, mantuvo cierto grado de suspicacia hacia el gran Doctor de Capadocia. Con relación al Cisma Meletiano en Antioquía, Dámaso, con Atanasio y Pedro de Alejandría, simpatizaron con el partido Paulino por ser el mejor representante de la ortodoxia de Nicea; a la muerte de Meletio trabajó para afianzar en la sucesión a Paulino excluyendo a Flaviano (Socrates, Hist. Eccl., V, 15). Apoyó la petición de los senadores cristianos ante el Emperador Graciano para el retirar el altar de Victoria del Senado (Ambrosio, Ep. 17, n. 10), y vivió para dar la bienvenida al famoso decreto de Teodosio I, «Del fide Católica» (27 Feb., 380) que declaraba como la religión del Estado Romano aquella doctrina que San Pedro había predicado a los romanos y de la cual Dámaso era su cabeza suprema (Cod. Theod., XVI, 1, 2).

Cuando, en el año 379, la Iliria fue separada del Imperio de Occidente, Dámaso se movió para salvaguardar la autoridad de la Iglesia romana creando una vicaría apostólica y nombrando para ella a Ascolio, Obispo de Tesalónica; éste es el origen del importante Vicariato Papal durante mucho tiempo ligado a la sede. La primacía de la Sede Apostólica fue defendida vigorosamente por este papa, y en el tiempo de Dámaso por actas y decretos imperiales; entre los pronunciamientos importantes sobre este tema esta la afirmación (Mansi, Coll. Conc., VIII, 158) que basa la supremacía eclesiástica de la Iglesia Romana en las propias palabras de Jesucristo (Matt., 16, 18) y no en decretos conciliares. El prestigio aumentado de los primeros decretales papales, habitualmente atribuido al papado de Siricio (384-99), muy probablemente debe ser atribuido al papado de Dámaso («Cánones Romanorum ad Gallos»; Babut, «Las decretales más antiguas», París, 1904). Este desarrollo de la administración papal, sobre todo en Occidente, trajo con él un gran aumento de grandeza externa. Esta magnificencia seglar, sin embargo, afectó las costumbres de muchos miembros del clero romano cuya vida y pretensiones mundanas, fueron amargamente reprobadas por San Jerónimo, provocando (el 29 de Julio del 370) que con un decreto de Emperador Valentiniano dirigido al papa, se prohibiera a los eclesiásticos y monjes (posteriormente a obispos y monjas) dirigirse a viudas y huérfanos para persuadirlos con la intención de obtener de ellos regalos y herencias. El papa hizo que la ley fuese estrictamente observada.

Dámaso restauró su propia iglesia (ahora iglesia de San Lorenzo en Dámaso) y la dotó con instalaciones para los archivos de la Iglesia Romana (vea ARCHIVOS VATICANOS). Construyó la basílica de San Sebastián en la Vía Apia (todavía visible) edificio de mármol conocido como la «Platonia» (Platona, pavimento de mármol) en honor al traslado temporal a ese lugar (año 258) de los cuerpos de los Santos Pedro y Pablo, y la decoró con una inscripción histórica importante (vea Northcote y Brownlow, Roma Subterránea). En la Vía Argentina, también construyó, entre los cementerios de Calixto y Domitilla, una basilicula, o pequeña iglesia, cuyas ruinas fueron descubiertas en 1902 y 1903, y donde, según el «Liber Pontificalis», el papa fue enterrado junto con su madre y su hermana. En esta ocasión el descubridor, Monseñor Wilpert, encontró también el epitafio de la madre del papa de la que ni sé sabia que su nombre era Lorenza, ni tampoco que había vivido los sesenta años de su viudez al servicio de Dios, y que murió a los ochenta y nueve años, después de haber visto a la cuarta generación de sus descendientes. Dámaso construyó en el Vaticano un baptisterio en honor de San Pedro y gravó en el una de sus inscripciones artísticas (Carmen 36), todavía conservada en las criptas Vaticanas. Desecó esta zona subterránea para que los cuerpos que se enterraran allí (beati sepulcrum juxta Petri) no pudieran ser afectados por agua estancada o por inundaciones. Su devoción extraordinaria a los mártires romanos ahora es muy bien conocida y se debe particularmente a los trabajos de Juan Bautista De Rossi.

Para darse cuenta de la gran restauración arquitectónica de las catacumbas y de sus características artísticas únicos tenemos las Cartas de Dámaso donde su amigo Furius Dionisius Filocalus plasmó los epitafios compuestos por Dámaso, (vea Northcote y Brownlow, «Roma Subterránea» 2 ed., Londres, 1878-79). El contenido dogmático de los epitafios de Dámaso (tituli) es importante (Northcote, Epitafios de las Catacumbas, Londres, 1878). También compuso varios resúmenes epigramas de diversos mártires y santos y algunos himnos, o Carmina, igualmente el resumen de San Jerónimo dice (Ep. 22, 22) que Dámaso los escribió en virginidad, ambos en prosa y en verso, pero ninguna de dichas obras se ha conservado. Para las pocas cartas de Dámaso (algunas de ellos espurias) que han sobrevivido, vea P.L., XIII, 347-76, y Jaffé, «Reg. Rom. Pontif.» (Leipzig, 1885), nn. 232-254.

THOMAS J. SHAHAN Traducido por Félix Carbo

Fuente: https://ec.aciprensa.com/wiki/Papa_San_Dámaso_I

 

Pensiones y paguillas

El dato adelantado de inflación publicado por el INE deja ya cerrada, solo a falta de confirmación definitiva a mediados de este mes de diciembre, la revalorización de las pensiones para el ejercicio 2022. A partir de los datos del IPC y de los anuncios del Gobierno, la pensión máxima en 2022 rozará los 39.474 euros en 14 pagas —2.820 euros mensuales—, y la mínima será de 890.

Se nos suele decir que el dato de inflación de noviembre determina la revalorización de las pensiones y la ‘paguilla’ compensatoria, cosa que puso muy contentos a los  pensionistas de nuestro país, pero no olvidemos que las pensiones se revalorizan con la inflación media de los últimos 12 meses, no con la inflación a cierre de noviembre, Así, la rápida subida del IPC este otoño explica la brecha entre el 2,5% de inflación media y el 5,6% interanual. Antes de aplicar esta revalorización, y tras el aumento del 0,9% que registraron las pensiones en 2021, ahora los pensionistas recibirán la paga compensatoria –conocida coloquialmente como paguilla– por la desviación del 0,9% al 2,5% final, es decir, un 1,6%.

De este modo, la pensión mínima para un pensionista con cónyuge a cargo, quedará en 12.468 euros, distribuidos en 14 pagas de 890,55 euros —40 más que los 851 de 2021—.Para todas las demás pensiones la subida es la marcada por la inflación, un 2,5%. Este porcentaje, más el 1,6% anterior, se aplica a los casi nueve millones de pensionistas que reciben cerca de 10 millones de pensiones.

El resto de pensiones mínimas sube también el 3% más el 1,6%: la pensión mínima de viudedad queda en 11.689 euros en 14 meses —834 euros al mes— en caso de tener cargas familiares; si no se queda en 721. La pensión mínima de jubilación para pensionistas sin cónyuge a cargo queda en 685 euros —siempre que el jubilado tenga más de 65 años—.

Santos e Inmaculados

Cada 8 de diciembre, la Iglesia celebra la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María. Así, los católicos celebramos que Dios quiso preservar del pecado original a la Madre de Jesús desde el momento de su concepción, es decir, desde el inicio de su vida humana.

Que María haya sido concebida sin pecado es algo que puede entenderse dentro del plan divino de salvación. La Inmaculada Concepción de María constituye un dogma de fe y, por lo tanto, todo católico debe creer y defender dicha afirmación que forma parte del corazón de la fe de la Iglesia.

A mediados del siglo XIX, el Papa Pío IX, después de escuchar a obispos, sacerdotes, religiosos y fieles de todo el mundo, en comunión con toda la Iglesia, proclamó la bula “Ineffabilis Deus” con la que queda decretado este dogma mariano:

«Que la doctrina que sostiene que la Beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús, Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles».

El dogma fue proclamado el 8 de diciembre de 1854, día en que habitualmente se celebraba ya la fiesta de la Inmaculada Concepción. Desde Roma fueron enviadas cientos de palomas mensajeras portando el texto con la gran noticia y cuatrocientos mil templos católicos alrededor del mundo repicaron campanas en honor a la Madre de Dios.

Tres años después, la Virgen María, en una de sus apariciones en Lourdes, se presentó ante Santa Bernardita Soubirous con estas palabras: «Yo soy la Inmaculada Concepción».

España celebra a la Inmaculada como patrona y protectora desde 1644, por lo que el 8 de diciembre es fiesta de carácter nacional. Es, asimismo, patrona de la Infantería Española desde 1892 por Orden de la Reina María Cristina de Habsburgo-Lorena. Este patronazgo tiene su origen en el llamado Milagro de Empel durante las guerras en Flandes. Es patrona también del Cuerpo Eclesiástico del Ejército y del Estado Mayor, del Cuerpo Jurídico, y de la Farmacia militar. Los Colegios Oficiales de Farmacéuticos y las Facultades de Farmacia, también la tienen como patrona.

Durante la celebración de dicha festividad, los sacerdotes españoles tienen el privilegio de vestir casulla azul. Este privilegio fue otorgado por la Santa Sede en 1864, como agradecimiento a la defensa del dogma de la Inmaculada Concepción que hizo España.

Como curiosidad, el primer templo dedicado a la Inmaculada Concepción en España fue el Monasterio de San Jerónimo de Granada.